OPINIÓN | La tutela de nueve mujeres periodistas busca frenar los ataques sexistas de los políticos en redes sociales.
Por: Emmanuel Vargas Penagos*
Los insultos contra las mujeres periodistas se volvieron parte del paisaje en las redes sociales. Está bien normalizado entre varios sectores que, si una periodista dice o comparte algo que no es favorable para algún político o partido, la respuesta sea el linchamiento en redes sociales. Al ser mujeres, los ataques no se limitan a criticar el trabajo, sino que por lo general tienen una larga lista de comentarios sexualizados, insultos relacionados con el físico, con la vida familiar, con la capacidad intelectual, entre otros.
Nueve mujeres periodistas, con el apoyo de la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), presentaron una tutela contra el Consejo Nacional Electoral porque no ha hecho nada para frenar el uso de estos ataques por parte de los partidos políticos colombianos. El pasado 21 de junio, la Corte Constitucional seleccionó esta tutela. Aunque falta mucho para acabar con los estereotipos y costumbres que llevan a estos ataques, la Corte Constitucional tiene la oportunidad para dar un paso importante en esa dirección.
La mayoría de las personas que amamos Internet lo hacemos porque, en últimas, es un espacio en el que podemos ejercer nuestros derechos. Podemos entretenernos, informarnos, educarnos, expresarnos, acceder a servicios, mantener vínculos familiares desde la distancia, etc. Uno de los mayores lugares comunes cuando se habla de Internet es que nuestras vidas físicas y digitales están conectadas o, para ser más precisos, son las mismas.
La violencia contra las mujeres en Internet es el ejemplo más claro de cómo la vida se traslada de lo físico a lo digital. Los insultos, discriminación, acoso, amenazas y todo tipo de ataques contra las mujeres en Internet no son un fenómeno del todo nuevo, se trata de la versión digital de la violencia de género y los estereotipos de la vida física.
Los periodistas hombres también sufren amenazas, pero tengan por seguro que no recibirán comentarios del estilo “perra”, “asco de mamá”, “asco de mujer”, “no le falta sino empelotarse”, “amante”, que son algunos de los reseñados en la tutela. Tampoco les pasará que, como sucedió con una de las nueve periodistas, las agresiones en su contra sean incitaciones a la violación.
Al igual que este caso es la versión digital de la violencia que las mujeres periodistas ya viven en el mundo offline, estos ataques son parte de una cultura de estereotipos y de machismo generalizado. Son años, décadas, siglos de estereotipos y creencias que resultan en obstáculos para la vida plena de las mujeres y su participación en la democracia.
La Relatoría Especial para la Libertad de Expresión de la Comisión interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha explicado que los periodistas hombres y mujeres enfrentan los mismos riesgos “cuando investigan y reportan sobre corrupción, crimen organizado y violaciones de derechos humanos”, pero “enfrentan riesgos específicos por el hecho de ser mujeres”.
La Relatoría también cuenta que los ataques en línea contra las mujeres periodistas han aumentado durante los muchos años, “son generalmente de naturaleza misógina y de contenido sexualizado” y conduce a la autocensura. Como lo explica también la FLIP en la tutela, los ataques “no son simples críticas, son agresiones que buscan humillar, presionar e intimidar para que se excluya del debate público como remedio a la violencia de la que es víctima”. La relatora especial sobre la violencia contra la mujer, sus causas y consecuencias de las Naciones Unidas dice, además, que esta violencia puede llevar al “silenciamiento de personas que de otro modo podrían contribuir a los debates públicos” porque “ven cómo se abusa racial y sexualmente de otras personas como ellas”.
Una encuesta de la UNESCO a periodistas de varias partes del mundo muestra que una parte importante de quienes fueron agredidas (17%) dejaron de participar en redes sociales durante un tiempo, otras pidieron no salir al aire o solicitaron que su nombre no apareciera en las publicaciones de su trabajo (9%), algunas resolvieron dejar su trabajo (4%) y otras dejaron de ejercer el periodismo definitivamente (2%). También es tristemente notable que 26% de las agredidas reportaron tener impactos en su salud mental. En el caso de las nueve periodistas colombianas, dos de ellas decidieron dejar su lugar de residencia por el nivel de hostigamiento en su contra.
La Corte Constitucional ya se refirió hace poco a otro aspecto crítico para las mujeres periodistas en Colombia: el acoso sexual en el trabajo. En la sentencia de la tutela presentada por la periodista Vanessa Restrepo contra su exempleador, el periódico El Colombiano, la Corte se refirió a que los medios de comunicación deben tener rutas de atención y acompañamiento a aquellas trabajadoras que sufran acoso o abuso sexual.
En este nuevo caso, la Corte tiene la oportunidad para tratar otro tema importante: el Consejo Nacional Electoral, como entidad que vigila a los partidos políticos, tiene que tomar medidas para que los políticos no instrumentalicen los ataques contra las mujeres que los investigan o critican.
Que haya menos mujeres periodistas o que estas no puedan hacer su trabajo tranquilamente es algo que afecta a la democracia y a la sociedad, porque, entre muchas otras cosas, recibimos menos puntos de vista sobre los hechos de la vida pública. La respuesta de la Corte Constitucional tiene la posibilidad de aportar para que algún día se termine de dar la vuelta.
*A Emmanuel lo pueden leer acá.