ProyectoCOCA | Cuatro líderes campesinos de comunidades que sustituyeron coca y amapola nos cuentan cómo ven la paz dos años después de firmada.
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Esta semana se cumplen dos años de la firma del Acuerdo de paz con las Farc, dos de cuyos capítulos centrales giran en torno a cómo resolver el problema de la coca y cómo transformar las condiciones de vida en el campo. Después de este tiempo, muchas de las promesas que quedaron en ese documento de 310 páginas siguen en el tintero o implementadas de forma incipiente. Otras parecen haber caído en un limbo con el cambio de gobierno. Aún así, cientos de comunidades campesinas del país que se han superado los cultivos de uso ilícito siguen esforzándose por sacar adelante sus proyectos.
Proyecto Coca habló con cuatro líderes campesinos –de distintos rincones del país– provenientes de comunidades que sustituyeron la coca y la amapola. Este es el balance que ellos hacen del Acuerdo de Paz.
Flaviano Mahecha
Líder de la asociación de productores de frutos amazónicos del Guaviare (Asoprocegua) y antiguo cocalero
“Al cumplir dos años, se ve que la firma del Acuerdo fue fundamental para Colombia. Ese proceso de paz era la cosa más anhelada por nosotros, casi yo diría por la mayoría, en el campo. Aunque quedaron cosas sueltas, muy volátiles, a las que el Estado y el grupo que firmó no han dado cumplimiento aún.
El tema de sustitución, que era uno de los pasos más fundamentales que se había dado hasta el momento, no hemos avanzado tanto desafortunadamente. El Estado no tuvo la suficiente capacidad de dar cumplimiento a lo acordado: uno mira que quizás vamos en el 30 % de ejecución de lo que se debería. Cuando en verdad deberíamos ir en un 70 u 80 %.
Al ser tan lento el cumplimiento, la credibilidad de los campesinos se va perdiendo. Y se corre el riesgo de que, como decimos los campesinos, se nos enyuguen los toros. Porque no falta la gente que le dice a los campesinos ‘venga tumbe por acá y vuelva a sembrar’.
¿Qué ocurre? Que la coca tiene un comercio asegurado, cuando lo que más nos falta a la mayoría de campesinos es justamente eso. Nosotros llevamos 17 años sin coca, produciendo asaí y otros frutos del bosque, siempre patinando para trabajar legalmente. Con tristeza uno ve que los proyectos legales aún no tienen un verdadero apoyo institucional, comenzando por el mercado”.
Fray Jorge Cueltan
Líder de la asociación de campesinos pimenteros del Valle del Guamuez (Asapiv) en Putumayo y antiguo cocalero
“Lo positivo apenas se está comenzando a mirar. Se ve finalmente que podría haber apoyo de entidades, pero hasta ahora se ve que eso se puede concretar y que puede salir del papel. Nosotros estamos en el proceso de convertirnos en operadores del Programa Nacional de Sustitución de Cultivos (PNIS), porque hemos demostrado que podemos hacer las cosas bien.
Lo negativo es que sigue la delincuencia y se vuelve a escuchar de la presencia de grupos armados. Ha cambiado mucho de lo que era en otra época, por ejemplo hace diez años, uno puede andar tranquilo. Pero eso no quita que hay que tener cuidado con la delincuencia.
Yo digo que se mira una expectativa buena. Vamos a ver cómo va. Ojalá incluyan a las organizaciones como la nuestra que ya están organizadas: nosotros, que salimos de ella, queremos ser un refuerzo para las familias que aún tienen o tenían coca. Hemos demostrado que se puede sin ella.
Eso sí, el Estado tiene que ponerse las pilas con la comercialización, que en nuestro caso incluye ayudarnos a resolver problemas graves como el contrabando que nos quita el mercado que construimos con tanto esfuerzo”.
Hernando Chindoy
Líder del resguardo inga de Aponte (Nariño), que sustituyó 2.000 hectáreas de amapola por café especial y abrió el Café Wuasikamas en Bogotá para venderlo
Lo más positivo fue la firma del Acuerdo. Lo más negativo ha sido el incumplimiento a lo acordado.
Necesitamos solidificar el proceso de paz para poder generar confianza con el actor que aún está pendiente, que es el ELN. Porque si no se avanza con ellos, mi concepción es que Colombia sigue en conflicto armado, así sea un grupo más pequeño. Lo sabemos sobre todo nosotros que estamos en esas regiones donde han hecho presencialos grupos armados.
Tristemente se ve un cambio negativo en dos años: se han aumentado los asesinatos de dirigentes y líderes sociales. Están en la mira de los violentos las cabezas de los movimientos.
También han aumentado los atentados frente a los derechos de la tierra. Me parece que el proceso de paz liberó territorios en los cuales el Gobierno no hacía presencia, pero que por el mismo conflicto armado no eran accesibles. El Gobierno no ha sido capaz de controlarlos desde el punto de vista de la gobernanza y se viene aumentando la tala, el desplazamiento de comunidades y la destrucción ambiental. Y podrían estar naciendo nuevas violencias.
En 50 años estoy seguro de que estará otra generación que vivirá distinto. Pero para eso a nosotros aún nos quedan muchas cosas por resolver.
Juan Antonio Urbano
Cacaotero de Pauna (Boyacá) y líder de la Red Nacional de Cacaoteros, que reúne a campesinos que sustituyeron coca por cacao
Lo positivo es la voluntad de paz que han mostrado las partes, tanto el Estado como la guerrilla.
Perdonar, reconciliarnos, es tal vez lo más difícil que hay, pero es el único camino que nos queda. En estos dos años hemos visto disminuir tanto los enfrentamientos que uno ve que es más difícil volver a una guerra en la que, al final, casi todos los muertos –sea guerrilla, sean soldados, sean civiles- los hemos puesto los campesinos. Casi siempre han sido hijos del campo.
El reconocimiento internacional que tiene el proceso de cambio de Colombia no tiene marcha atrás, veo yo. Quizás eso se facilita porque ellos no conocen de cerca lo que nos tocó vivir. Los que estamos acá a veces olvidamos que fueron 50 años de guerra, de dolor, de violencia y de odios, que explican que muchos tengan resistencia a pasar esas páginas. Pero justamente el mundo está reconociendo nuestro valor de intentarlo y está volcado a que esto salga adelante.
Lo negativo tal vez son las condiciones internas. Hemos quedado polarizados en un tema tan importante y el nuevo gobierno, igual que el anterior, no ha hecho aún un esfuerzo por acabar esa división y hablar en términos de unidad de todos los colombianos.
El acuerdo de paz no es perfecto, lejos de serlo, pero es un comienzo. Nos toca continuar con un proceso de convivencia con todas las formas de pensamiento que hay en el país. Tenemos que terminar con el discurso bélico y ceder para que el proceso continúe.
La paz es como una semillita que uno siembra: solo es completa si uno está pendiente todo el tiempo de que salga derechita y no se tuerza.