“La Luz Opaca” y la obsesión por el centro de Bogotá: entrevista a Juan Cristóbal Cobo | ¡PACIFISTA!
“La Luz Opaca” y la obsesión por el centro de Bogotá: entrevista a Juan Cristóbal Cobo Juan Cristóbal Cobo
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“La Luz Opaca” y la obsesión por el centro de Bogotá: entrevista a Juan Cristóbal Cobo

Laurasofía Polanco - agosto 25, 2021

A propósito de su primer fotolibro “La Luz Opaca”, hablamos con el fotógrafo Juan Cristóbal Cobo sobre este proyecto, lo que representa para su carrera y sus “obsesiones”: La gente, la calle y, especialmente, el centro de Bogotá.

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Colombia y, en especial, Bogotá han figurado bajo cabeceras como la del New York Times, The Newyorker y NatGeo a través de la fotografía de Juan Cristóbal Cobo. Desde que cambió el cine por la fotografía, hace 6 años, la ciudad y sus personajes han estado presentes en su obra. En PACIFISTA! hemos seguido su trabajo, desde el fotoperiodismo, pasando por los retratos, hasta su experiencia durante la cuarentena.

Ahora está imprimiendo su primer fotolibro, una recopilación amplia de su obra como fotógrafo de calle, una mirada a blanco y negro de lo que él llama “las cicatrices” de nuestra historia plasmadas en el centro capitalino. Bajo la idea de que entre la fotografía y la poesía hay más similitudes que diferencias, “La Luz Opaca” (la publicación) toma su nombre de un poema de María Mercedes Carranza e incluye un prólogo de Piedad Bonnett.

“Yo digo que no encontré el poema sino que me encontró a mí. Ese poema en el proceso de edición del libro me aclaró un montón de cosas sobre las emociones de las fotos”, comenta el fotógrafo.

Esta bitácora visual del mítico centro de Bogotá cuenta 180 páginas y 99 fotografías y actualmente se encuentra en su etapa de preventa a través de Vaki. La plataforma estará abierta hasta el 15 de octubre, pero al momento de esta publicación ya superaba el 80% de la meta alcanzada. Se espera que los ejemplares firmados lleguen a sus compradores a finales de septiembre.

Hablamos con Juan Cristóbal sobre su libro, su trayectoria como fotógrafo y las obsesiones que reflejan sus fotografías: la gente, la calle y el centro de Bogotá.

 

Este es tu primer fotolibro a pesar de que llevas años en la fotografía ¿por qué sacar un fotolibro ahora? 

Te cuento un poco por qué ahora y por qué yo estoy haciendo fotos: yo estoy haciendo fotos apenas hace unos 6 años, porque antes hacía cine y tuve una trayectoria larga en la publicidad como director de comerciales. En el 2015-2016, me hastié un poco de la publicidad, me comencé a cuestionar de demasiadas formas sobre ese oficio que alguna vez amé. 

En ese momento me compré una cámara de fotos, porque no tenía, con la idea de hacer unos documentales con la opción de video de la cámara. Me fui a Nueva York y comencé a caminar por la calle y a hacer fotos de lo que me interesaba: de la luz, de la gente, de las personas, de la arquitectura; eran fotos que yo hacía por puro divertimento y eso se me volvió algo necesario. Las fotos no tenían un tema, era la ciudad, era la calle, era lo que iba encontrando, y eso me gustó pero yo todavía no pensaba en volverme fotógrafo. 

Volví a Bogotá y pensé en hacer lo mismo acá. Comencé a hacer fotos en el centro y ahí sentí que había algo que agarrar, como lo eran los retratos y los pasos de los personajes. Salía hasta cuatro veces a la semana a hacer fotos y eso lo hice durante ocho meses y ese fue el comienzo de este proyecto que se llama La Luz Opaca. 

¿Por qué decidí hacer el libro ahora? Realmente no tenía mucho interés en hacer un libro, pero sentí que ese proceso de fotografía de calle estaba llegando a un ciclo cerrado, un ciclo de Bogotá y del centro, y quería dejarlo en el libro. Es también una forma de cerrar un proyecto importante, de buscar algo nuevo aunque nunca voy a dejar de hacer fotos en la calle, pero quiero explorar otro tipo de cosas. Creo que es una buena forma de cerrar ese ciclo.

Además mucha gente me lo pedía y yo siempre estuve reacio, o sea hacer un fotolibro consume dinero y tiempo. Pero es muy satisfactorio tener esas fotos en una secuencia y es muy emocionante revisitar las emociones y el trabajo.

 

¿De dónde sale el gusto por la ciudad y los personajes? 

Mi interés por la gente tiene que ver con que yo creo que soy una persona un poco tímida, que no navega las aguas sociales tan fácilmente, y me gusta indagar desde esa privacidad de mi propia cámara y conocer a las otras personas. 

De repente en una conversación con alguien hay una cantidad de interpretaciones, de conceptos, de prevenciones, de prejuicios que uno tiene. Mientras que al hacer fotos, como las que hago aquí en la calle, el 95% de las veces yo me creo un imaginario de esa persona y me gusta pensar que todas mis fotos son una ficción, a pesar de que son hechas de forma documental. 

De hecho, el libro para mí es una ficción sobre mi mirada en Bogotá y eso me gusta mucho. Yo me imagino a los personajes, me creo historias, y ellos terminan habitando mi vida porque yo tengo unas fotos colgadas por ahí y en el libro van a estar ahí. Estos personajes terminan volviéndose como compañeros, gente que conozco a pesar de no saber nada de ellos. Me parece que la fotografía, sobre todo de personas particulares en el centro de Bogotá, me despiertan la imaginación. 

 

¿Y la fijación por Bogotá?

El centro de Bogotá está lleno de cicatrices y heridas abiertas y me interesa explorar esas cicatrices y esas heridas. Creo que eso también está marcado en las caras y los cuerpos de estos habitantes que están medio “locos”, que tienen un sentido al caminar estas calles, como que van y vienen, como que van para una cita que nunca van a cumplir. 

 

¿Qué es lo más desafiante cuando se trata de hacer fotoperiodismo?

A mí siempre me ha costado trabajo el fotoperiodismo, lo respeto inmensamente, me parece muy importante, pero yo no me considero un fotoperiodista justamente porque no me interesa fotografiar la realidad fielmente. 

Eso puede sonar como una contradicción porque las fotos que tu vas a ver en el libro son la realidad tal cual es, yo no he manipulado nada, pero es una mirada muy enfocada en lo que te estaba contando sobre la imaginación. Mientras que cuando yo hago un encargo periodístico, por lo general, sé que tengo que tratar de ser lo más veraz posible con lo que está pasando.  Uno busca la mejor luz, el mejor encuadre, el mejor acercamiento desde la emoción a lo que está pasando, pero finalmente es la realidad tal cómo es, y nunca lo es, el solo hecho de tomar una foto e incluir o excluir algo del encuadre ya estás manipulando todo, ya estás contando a través de tu mirada. 

La exigencia del fotoperiodismo de no tocar nada, de que todo tiene que ser como es porque es una noticia o es un documento a mí me cuesta un poco, pero cuando lo hago, lo hago con mucho gusto también. Todavía me cuesta pensar que al hacer cosas fotoperiodisticas finalmente quisiera manipular un poco esa realidad, quisiera decirle a una persona que está en un momento haciendo una acción como “¿será que podrías hacerte un poco más atrás para que dé mejor la luz?”, pero ahí ya hay una cantidad de cuestionamientos éticos. 

 

¿Qué es lo más difícil cuando esos encargos van dirigidos a un gran medio internacional? 

A mí siempre me ha dado susto que me rechacen las fotos y me digan que el trabajo no sirve, y eso sí es una presión que yo tengo. Por ejemplo, hice un trabajo hace ya tres años para National Geographic, para un especial que sacaron sobre el medio ambiente en las megalópolis y escogieron a Bogotá porque escucharon hablar de la ciclovía. Cuando me contactaron a mí, lo primero que hicieron fue preguntarme: “¿Tú crees que la ciclovía es fotografiable?, porque hemos visto fotos de la ciclovía y no hay una buena”, entonces les dije que era muy difícil porque es un desorden, es un caos visual: los puestos, la gente, los trajes que usan, los colores. Les dije: “Es muy difícil, no estoy seguro, pero lo intento”. Finalmente sí accedieron a hacer este trabajo sobre la ciclovía. Me gasté seis meses haciéndolo, 22 domingos en los que yo salí desde que la abrían hasta que la cerraban a hacer fotos para una publicación que tiene 18 fotos aproximadamente. 

En ese trabajo, en las primeras tres o cuatro salidas que hice, yo odiaba las fotos, y justo cerrando diciembre, la editora (no me lo esperaba) me dijo que se iban de vacaciones en par de días y necesitaban ver lo que había hecho. Yo le mandé las fotos y estaba totalmente seguro de que me iban a echar, pero en realidad fue todo lo contrario. Eso te habla de esa presión que siento cuando un medio me pide hacer algo, y yo sí debo decir que siempre me cuesta trabajo creérmelo y cumplir con las expectativas que siento que tienen. 

 

Suena como si el libro fuera el espacio más fiel a tu mirada como fotógrafo ¿en el libro están esas fotos preciadas de Juan Cristóbal Cobo? Si es así, ¿cuáles serían? 

Claro que están ahí, lo difícil fue escogerlas porque hay muchas que se quedaron por fuera. Yo creo que todavía no puedo hablar de fotos icónicas pero sí hay algunas que yo tengo y que siempre han llamado mucho la atención. 

Te puedo hablar de un día que seguí a unos perros callejeros y tuve la suerte de que se detuvieran en un sitio perfecto a tomar agua y para mí son como unas bestias apocalípticas en esa ciudad. Es una de las fotos favoritas, no solamente mías sino de todo el mundo:

Tengo la foto de un chico que interpretaba un Michael Jackson, pero como la época de los Jackson 5 en el centro. Se llama Sebastián, es de Urabá y esa es una foto que para mí contiene todo esto que te hablo de la ficción. 


Tengo otra foto que hice saliendo del Museo del Banco de La República, que es una chica que parece estarse escondiendo como jugando con un Policía. Esa foto que es muy al estilo de Cartier Bresson: en el momento preciso, que se cuentan una cantidad de historias… también es de mis favoritas. 

 

¿Cuál es la novedad del libro? ¿Vamos a ver fotografías inéditas o se trata más de la narración entre las imágenes? 

Hay fotos inéditas que yo no he publicado, no muchas, hay fotos de hace dos meses. De hecho, como todo pasa en el centro de Bogotá y yo siento que ahí están las huellas de la historia, con todo lo que nos ha pasado en Colombia con los movimientos políticos, yo de alguna forma quería meter eso ahí, pero no quería meter una marcha necesariamente, no quería meter un tropel con el ESMAD, no quería meter las pancartas de la gente, sino que lo quería hacer justamente desde el discurso más interpretativo, y está ahí. Yo siento que el libro es muy actual y la gente que lo ha visto dice que ahí se siente lo que está pasando en Colombia pero no hay ni una foto de un manifestante.

Pero la novedad del libro para mí realmente es haber cogido como 500 fotos que comenzamos a revisar con el editor, Santiago Escobar -Jaramillo, hasta llegar a 99 fotos, y definir la forma en la que están secuenciadas, la manera en la que las fotos se enfrentan a veces en una doble página o pasan de una página. Yo mismo veo el libro y veo un trabajo que yo no conocía, que me produce algo que yo no había sentido. El libro tiene tempos, tiene momentos, tiene picos, tiene partes políticas, tiene partes más desde la música, tiene partes románticas, tiene momentos juguetones, tiene drama, soledad, nostalgia… eso no lo había visto.

 

Ya hablamos de la fotografía, hablemos de los textos y las autoras que escogiste para incluir en el libro. ¿Por qué el poema de María Mercedes Carranza? ¿Por qué Piedad Bonnet para el prólogo? 

Lo primero que apareció fue el poema de María Mercedes Carranza, que a mí me parece sobrecogedor. Yo lo leí y dije: “Este poema son las fotos”. Obviamente el poema es genial, es una obra maestra, pero me hablaba a mí desde la médula de cosas que yo incluso no entendía en mis fotos. 

Después, siempre había pensado en Piedad Bonnett, no necesariamente lo había pensado porque fueran mujeres o algo así, aunque siempre tiendo a tener más afinidad con la sensibilidad de las mujeres, sino porque esa mujer escribe muy bien. Realmente yo la considero una poeta; para mí sus poemas son su mejor obra. Y yo quería que fuera alguien cercano a Bogotá y ella ha escrito mucho sobre la ciudad.

¿Cuál es la sensación que te gustaría que las personas se llevaran después de leer el libro? 

Yo no pienso en ninguna sensación, porque la sensación va a ser la que cada uno tenga a través de su propia mirada. Creo que como fotógrafo uno hace la mitad del trabajo: uno enuncia algo en la foto, pero cada persona la va a interpretar diferente de acuerdo a lo que ha sido su vida y su capacidad sensible. Lo que quisiera es que cuando la gente vea este libro se detengan, y que se hagan muchas preguntas sobre lo que ahí sucede, que de pronto hagan una reflexión sobre este país, sobre todos los absurdos que ocurren acá, sobre esta historia que parece nunca terminar de forjarse o de callarse, sobre este tumulto siempre que llevamos los colombianos, sobre la violencia, sobre la miseria, sobre muchas cosas que son vivir en Colombia y que de alguna forma están enunciadas en estas fotos. Quisiera que la gente pudiera cuestionarse sobre su historia como colombianos al ver estas fotos. 

A Laurasofía la pueden leer acá.

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