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CoronaBlog | Día cinco: las ojeras del presidente y el anhelo de acaparar el tiempo Ilustración: Juan Ruiz
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CoronaBlog | Día cinco: las ojeras del presidente y el anhelo de acaparar el tiempo

Santiago A. de Narváez - marzo 21, 2020

¿Por qué ahora sí podemos pensar en la solidaridad, en la colaboración y en el cuidado como bases de una economía del contenido?

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Este texto hace parte del CoronaBlog, una serie escrita por periodistas, escritor@s, artistas y bloguer@s que intentará registrar el día a día de la pandemia, de la cuarentena y de las noticias alrededor desde una mirada muy original en primera persona. Para leer otras entregas de esta bitácora, haga clic acá.

 

Marzo 21

En su alocución de anoche, Duque tuvo que nombrar a ocho personas antes de dar inicio a su discurso. Hasta él mismo sabe que sus palabras ya no tienen fuerza ni legitimidad.

¿Qué puede esperar un país en el que nadie le copia al Presidente?

Más que las palabras huecas y las metáforas de pacotilla (¡incluso más que la cita de Borges!), lo que llamó la atención fue la cara de achaque del presidente: ojeras enormes, piel grisácea, mirada triste (esta la lleva desde hace meses), gestos erráticos a la hora de pronunciar las palabras del telepronter.

(¿Cómo será un día en la vida de Duque, hoy, con esta pandemia encima suyo y nuestro; con los gremios apretándole el pescuezo, con Uribe dándole la espalda a conveniencia, los índices económicos yéndose de rabo, etcétera?)

De los 13 minutos de alocución sólo quedaron dos cosas: el estíquer de la mujer con cara de estreñimiento y la noticia de que estaremos, a partir del martes, en cuarentena durante 19 días.

Anoche, luego de escuchar al triste presidente, especulábamos con amigos (vía telemática) cuál sería la duración de este encierro. Algunos decían que sería hasta abril, como está estipulado. Otros decían que se alargaría hasta junio; otros que hasta octubre y alguno más dijo que empezáramos a contemplar la posibilidad de vivir un año metidos en nuestras casas.

¿Cómo va a cambiar la rutina de la gente?

¿Cómo nos vamos a relacionar con la actividad física? ¿Con las maneras de comer y cocinar? ¿Cómo van a cambiar (que de hecho ya están cambiando) la dietética y la higiene en cuarentena?

¿Cómo va a empezar a circular el deseo ahora que se alzan los muros de la realidad?

Alguien decía en Twitter que las nudes y los memes nos mantendrán cuerdos.

Pornhub, la plataforma de porno online, liberó su contenido premium en Italia durante estas semanas.

Pero también, alrededor del mundo, distintas editoriales, revistas, plataformas de documentales y cine, y en general plataformas de contenido, han puesto a disposición de la gente su material (o parte de él) como forma de solidarizarse.

Medios de comunicación han hecho públicos los artículos sobre el coronavirus, unos que antes estaban reservados únicamente a los suscriptores.

Y es increíble cómo en tan sólo días se han roto los diques que represaban y dosificaban el flujo de la información.

¿Por qué ahora sí podemos pensar en la solidaridad, en la colaboración y en el cuidado como bases de una economía del contenido?

Creo que vale la pena retomar la pregunta por la propiedad y la autoría de los productos culturales en un momento así: el libre mercado esconde una trampa en su nombre. O mejor: no puede haber libre mercado sin derecho de autor (que es la forma como se llama a la propiedad en la creación).

Pensemos en la idea de que el virus ha mutado tras salir de China. ¿Qué es una mutación? En términos generales una mutación es el cambio que se da en una secuencia. Que es, si me permiten, lo que está en la base de todo proceso artístico o creativo. Se toma un referente o varios y se los deforma. Se los combina, se los duplica, se los revierte, se los sustituye, se los trastoca.

Sería muy gracioso pensar en una realidad paralela en la que los virus tuvieran que pedir permiso y pagarle a una autoridad central por el derecho de uso de una secuencia de ARN que el virus pretende alterar. Pero en fin.

Especulaciones, especulaciones en el aire…

Marzo 20

—Esto va a ser una proliferación de formas de meditar —dice Jose con su voz de locutor.

Y siguiendo la hipótesis de mi amigo, creo que será una bella oportunidad para hacer conciencia de nuestras arti-mañas. El presidente acaba de decir que a partir del martes en la noche empieza la cuarentena. Lo que quiere decir que, pasado este simulacro de fin de semana, los bogotanos tendrán el martes para “salir al mundo exterior”.

Muchos saldrán a abastecerse –que es como decir acaparar productos que consideran imprescindibles para su supervivencia–. ¿Qué será lo que cada uno considera necesario para sortear la cuarentena de 19 días?

En mi caso serían los libros, el trago y los amigos.

Los amigos (y el roce social) lo acabamos de solucionar con una herramienta telemática que nos presentó Nacho y que permite compañía virtual (siempre y cuando haya internet).

Libros hay suficientes y con la novela enorme de Perec que estoy leyendo tengo lectura para rato.

Queda el trago. Y la imagen de mi persona yendo a un supermercado a cargar canastas con cerveza y ron.

Ese es un buen lugar para empezar a inspeccionar en el corazón mi anhelo de propiedad.

Y mi deseo.

*

Este es también un replanteamiento por la forma en que entendemos el tiempo. Ayer pensaba yo esto:

En la cuarentena nos estamos ahorrando el tiempo que antes nos gastábamos en el viaje entre la casa y la oficina.

¿Qué significa ahorrar tiempo? ¿Por qué pensamos el tiempo como cuenta bancaria? Es cierto que el tiempo humano es finito, lo que quiere decir limitado. (Y muchos se están dando cuenta de eso hasta ahora. Y es lo bonito de esto también. Que le chanta a la gente la muerte en la cara). Pero de pronto podemos empezar a pensar el tiempo de manera no crediticia; a vivirlo de manera amistosa, siendo conscientes de su carácter limitado y dejando de hipotecar las cosas que hay hoy (aunque no haya trago) por la hambruna de mañana.

*

El martes empieza la cuarentena, que hasta podría ser de cuarenta días y cuarenta noches.

—Los demócratas —cuenta Jose— aplaudirán a los médicos y los uribistas a los paramédicos.

***

Santiago aparece por acá.