Angie Chaparro: la estudiante que fue agredida por grabar una golpiza de la Policía | ¡PACIFISTA!
Angie Chaparro: la estudiante que fue agredida por grabar una golpiza de la Policía Sebastián Torres
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Angie Chaparro: la estudiante que fue agredida por grabar una golpiza de la Policía

Diego Prieto - mayo 8, 2021

La brutalidad policial que se ha vivido en Colombia ha sido condenada por la Unión Europea, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y diferentes países del mundo. Pacifista! conoció el caso de Angie Chaparro, una mujer que fue víctima de una golpiza por documentar un caso de abuso policial.

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La noche del pasado miércoles 28 de abril fue terrorífica para Angie Chaparro, una estudiante de último semestre de comunicación social y periodismo de la Universidad Cooperativa. En el camino a su casa,  fue testigo de una agresión que uniformados de la Policía le habrían propinado a otro joven y decidió grabar. Eso enfureció a los agentes.

Los hechos sucedieron al sur de la ciudad, entre el Portal Américas y el barrio Chicalá, a la altura de la avenida Ciudad de Cali, frente al colegio IED Jaime Garzón Alianza Educativa. Hablamos con ella y esto fue lo que nos relató:

«Venía pedaleando desde Héroes, allí estuve desde temprano marchando pacíficamente. Cuando iba llegando al portal Américas algunos manifestantes estaban tirando piedras y había una tanqueta del Esmad en la mitad de la Avenida Ciudad de Cali. Las ambulancias no podían pasar. Los ánimos estaban caldeados. De pronto vi a un policía que, ensañado, le daba patadas a un muchacho que yo no conocía, en ese momento iba sola. Sin embargo, el hecho me indignó y decidí grabar con mi celular el procedimiento.

En la medida en que me iba acercando empecé a gritarle al policía “¡suéltelo, suéltelo!”. Sentí mucha impotencia. Acto seguido, el uniformado lo soltó y de forma retadora, se me acercó, le dije que lo estaba grabado y de inmediato se lanzó a quitarme el celular, pero logré meterlo en la ropa interior, entre la pelvis y el pantalón, razón por la cual, empezó a pegarme. Le devolví un puño en la cara y de inmediato los demás policías, entre 5 y 10, de los casi 30 policías que alcancé a ver, me cogieron a puños, me arrastraron al otro lado de la avenida, al sentido sur – norte de la Cali, frente al colegio Jaime Garzón Alianza Educativa.

Algunas personas se asomaron en las ventanas de los apartamentos de conjuntos aledaños, sin embargo, a donde me llevaron –las rejas del colegio– la gente no pudo grabar lo que estaba sucediendo, estaba muy oscuro. Mi bici, una piñón fijo Gw Avanti, en aluminio, quedó a un lado, de pronto, comencé a sentir como me golpeaban en la cara; mi reacción fue bajar el rostro para cubrirme con el casco de la bici que, menos mal, llevaba puesto.

Ellos querían mi celular. Con mis manos resistí la arremetida de dos policías. Se gritaban entre ellos “esta piroba no lo suelta”, en ese momento sentí un golpe en mi pómulo izquierdo, razón por la que bajé la guardia y me cubrí la cara. En 2017 tuve un accidente y me hicieron una cirugía maxilofacial en el lado izquierdo del mentón, aún tengo unas placas de titanio. Pensé que se me iba a volver a desprender la mandíbula. Los golpes eran fuertes. La chaqueta y la maleta se rasgaron. Me robaron el celular, un Moto G 7 plus que había comprado en junio de 2019, en ese momento dejaron de pegarme. Quedé tirada en un andén.

Me levanté de inmediato a buscar mi bici, la acomodé en las rejas del colegio y les comencé a pedir el celular. La gente, desde sus ventanas, también reclamaba lo mismo. Sin embargo, ellos solo se reían de mis reclamos y respondían: “Yaper (ya perdió)”; “Qué china tan fastidiosa, abrace”; “pa´qué se pone de sapa a grabar”; “vaya a que se la culeen”; “eche pa’ la casa malparida”; “deje de joder o la cargamos”, entre otros insultos y burlas.

Me quedé un poco más de hora y media, desde las casi 8:20 p.m. hasta las 10:00 p.m. pidiéndoles que me lo regresaran, pues ahí estaban los datos de mis clientes. Yo trabajo con el celular. Les dije, incluso, que me dejaran tomarle pantallazos a los números de las entregas que tenía previstas, y si querían, se quedaran con el celular, pues yo tengo una marca de chalecos y chaquetas deportivas. 

En esas, uno de los policías, de manera disimulada, sin que nadie se diera cuenta, mientras yo estaba insistiendoles a los otros, le hizo entender –con un giño– a un hombre flaco, con gorra y camiseta blanca, como de 21 años, que iba pasando por ahí, que se llevara mi bicicleta. De inmediato corrí y me le lancé sobre él, con una patada lo tumbé, no me iba a dejar quitar la bici. Todos los policías se rieron y dijeron: “es que es bien paradita”; “la bici no se la dejó quitar, pero sí el celular”; “está bonita esa bici, ¿por qué no me la presta?”, mientras se reían.

Varios de ellos fueron groseros porque yo no me iba. Luego de tanto insistir, uno de los policías se me acercó y me dijo de forma discreta, “deme su número de celular”, acto seguido, le comenzó a marcar y efectivamente entraba la llamada. Él les preguntó que, si tenían mi celular, a lo que respondieron: “No mi cabo, no tenemos nada” luego regresó y me dijo “yo no puedo ayudarla más y tampoco puedo defenderla de mis otros compañeros”.

Luego se me acercó otro y me dijo, “usted tiene cara de ser una pelada bien, yo sé que usted no estaba haciendo nada, pero eso le pasa por sapa, por ponerse a grabar” y agregó: “¿Qué aprendimos el día de hoy? A no grabar”. Lo pregunté: “¿Acaso está justificando lo que hicieron sus compañeros?” y le reproché “usted sabe que yo tengo todo el derecho de grabar. Fue inhumano lo que hicieron”, y me respondió, “ya aprendió la lección de hoy”.

Esa noche iba para mi casa, pero no tenía por dónde pasar, por eso me tocó quedarme en esa cuadra donde estaba la Policía y el Esmad. Me quedé ahí, pensando que iba a estar más segura.

Muchos de ellos se las dieron de ´machitos´ diciéndome varias cosas ofensivas, uno me dijo que estaba acompañada del ´pelado´ que estaban golpeando a lo que respondí que ni siquiera sabía quién era.

En ese momento llegó uno de ellos con mis gafas puestas diciendo “¡vea lo que me encontré!”, le dije que me las devolviera y se rio diciendo: “gafas de 10 ´lucas´”. Se las quitó y me las devolvió. Otro me dijo “abrace que estamos trabajando desde las 5 de la mañana, no joda más”. Luego, otro me dijo que el celular lo habían botado por ahí en el colegio, que fuera a buscarlo allá y que, si no estaba ahí: “suerte”, que no me iban a devolver nada. Entonces, le dije que me acompañara a buscarlo, que me alumbrara porque ahí no había luz, a lo que me respondió, nuevamente, en tono de burla: “suerte”.

De pronto, se empezaron a subir en las motos, les seguí gritando, desesperadamente, que me devolvieran el celular, ellos arrancaron. Me quede ahí sola.

El celular estuvo prendido hasta las 2:00 a.m., las llamadas y mensajes llegaron hasta esa hora.

Cuando ellos se fueron llegó un muchacho, me regaló un minuto de celular para llamar a mi mamá que estaba muy preocupada. Le dije al joven que me acompañara a los conjuntos a ver si alguien había grabado algo, pero nadie dio razón.

Al otro día fui con mi mamá hasta el Movistar que queda en Plaza de las Américas para bloquear el celular que me fue hurtado, salimos hacia a las tres de la tarde y nos dirigimos a Medicina Legal. Sin embargo, llegamos muy tarde por el caótico tráfico de Bogotá, solo atendían hasta las cinco de la tarde y me dijeron que primero tenía que poner la denuncia en la Fiscalía».  

Chaparro no interpuso la denuncia para la Fiscalía. Sin embargo, espera interponer acciones disciplinarias. 

El artículo 21 del Código Nacional de Policía y Convivencia determina que, “todo procedimiento policivo podrá ser grabado mediante cualquier medio de las tecnologías de información y comunicación, por lo que le está prohibido a cualquier persona, salvo las restricciones expresas de ley, impedir que sean realizadas dichas grabaciones”. Hablamos con Alejandro Lanz, codirector de Temblores Ong, sobre este caso y aseguró que Chaparro “no estaba incurriendo en ningún tipo de mala conducta: ella fue víctima de abuso y arbitrariedad policial”.

Según Temblores Ong, desde el 28 de abril hasta el 7 de mayo, en el marco de las protestas por el Paro Nacional, 1.773 personas han sido víctimas de violencia policial y, como Angie, 275 personas, han sido víctimas de violencia física, por parte de la Policía.  

El movimiento global Amnistía Internacional, denunció el pasado 4 de mayo que, “las autoridades colombianas deben poner fin a la represión de las manifestaciones, cesar la militarización de las ciudades y asegurar que el respeto y garantía de los derechos humanos se encuentren en el centro de cualquier propuesta de política pública”.

Así mismo, Human Rights Watch le reclamó al gobierno que debe tomar medidas urgentes para bajar las tensiones y proteger los Derechos Humanos. José Miguel Vivanco, director de la división de las Américas de esa ONG denunció que, “las protestas en los últimos años en Colombia generan enormes dudas sobre si la Policía—y en especial el ESMAD— son capaces de respetar plenamente los DDHH en estas circunstancias” y agregó que “el debate sobre una reforma policial es impostergable”. 

Pacifista! se puso en contacto con la jefa de prensa de la Metropolitana de Bogotá, a lo que nos respondió sobre este caso: “Los casos de supuestos abusos policiales los está recepcionando la Inspección General de la Policía, la Fiscalía y la Procuraduría”. Sin embargo, aseguró que sobre este caso no tienen conocimiento y recomendó a la víctima hacer la denuncia para que proceda la investigación.  

Mientras tanto, se siguen conociendo casos de brutalidad policial en Colombia en el marco de las movilizaciones del Paro Nacional, que si bien han marcado un hito histórico en términos de las protestas en el país, también se ha enfrentado a una respuesta atroz por parte de la Fuerza Pública. 

 

Esta publicación hace parte de nuestro especial:

ESPECIAL II: Investigamos otras cuatro denuncias de abuso policial y judicial en el Paro​

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