¿Qué es el antimilitarismo y por qué Bogotá hoy es su epicentro? | ¡PACIFISTA!
¿Qué es el antimilitarismo y por qué Bogotá hoy es su epicentro? Ilustración: Natalia Torres
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¿Qué es el antimilitarismo y por qué Bogotá hoy es su epicentro?

Laura Sierra Musse - julio 31, 2019

El gasto militar en Colombia  fue de 10,6 mil millones de dólares en 2018, lo que representó el 3,2 % del PIB de la nación. 

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¿Existe alguna manera de resolver los conflictos sin utilizar algún tipo de violencia? ¿Las armas son una garantía para que se lleve a cabo una negociación pacífica? ¿Es posible resistir ante el miedo que generan las armas nucleares? Estas fueron algunas de las preguntas que se escucharon este martes en los auditorios del centro de eventos YMCA de Bogotá, donde se está llevando a cabo a séptima conferencia mundial de Antimilitarismo en Movimiento: narrativas de resistencia a la guerra. En esta ocasión, la capital recibió r a 165 participantes provenientes de 30 países de todos los continentes.

Desde 1921, esta conferencia se ha llevado a cabo en países como Sudáfrica, India, Alemania e Irlanda. Esta vez, la conferencia se concentró en visibilizar experiencias sociales donde la resistencia pacífica ha estado en un primer plano. Se ha hablado sobre la contrarevolución en Sudán, los movimientos pacíficos en Islas Canarias y las exigencias ciudadanas por la desmilitarización en el mundo, lo que incluye hablar de armas nucleares.

¿Qué es el antimilitarismo?

Ser antimilitarista precisamente significa oponerse a todo lo que tiene que ver con lo relativo a lo militar:  las fuerzas armadas, la policía, en fin, todos los agentes que coaccionan y que utilizan la violencia como herramienta para resolver conflictos. Ser antimilitarista tampoco significa atacar a las personas que trabajan con el Ejército o con la Policía, pues evidentemente sería utilizar una herramienta (la violencia) que tanto se critica, como un mecanismo de cambio.  Buscan, por el contrario, que los seres humanos que están en esas estructuras entiendan la importancia de la dignidad humana y de no deshumanizar al “enemigo”. En otras palabras, que existen otras formas de salir de los problemas. Reconociendo el conflicto, sí, pero dialogando.

El antimilitarismo también tiene como eje el feminismo, pues el patriarcado se expresa en las prácticas machistas de la guerra. Por solo mencionar un ejemplo: la obligación que tienen los hombres a prestar servicio militar. Y el servicio se ha extendido a las mujeres, en Israel tienen que prestar dos años de servicio y los hombres tres.

La Internacional de Resistentes a la Guerra de 1921 en Bilthoven, Holanda, fue la primera organización en empezar a difundir este mensaje. Hoy es la organización con mayor reconocimiento antimilitar y tiene representación en 40 países, donde trabaja de la mano con organizaciones locales. Su enfoque consiste en resistir a la obligación del servicio militar, a incrementar impuestos para la guerra y apoyar movimientos pacifistas que estén expuestos a situaciones de conflicto. Su objetivo latente en todas estas líneas de acción consiste justamente en buscar una salida dialogada a los conflictos sociales.

En el foro lanzaron un dato interesante. Según el Instituto de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI) de 2018, el gasto militar en el mundo fue de 1,8 billones de dólares. De acuerdo con el mismo estudio, entre 2014 y 2018 se registró un crecimiento en la producción de armas del 7,8%. Hablar de antimilitarismo significa también hablar de los intereses económicos que existen detrás de la guerra, de las mineras que financian grupos paramilitares para desplazar a poblaciones enteras, de los bancos que se lucran del comercio de armas…

¿Por qué Colombia?

Nuestro país fue escogido como sede de la Conferencia Internacional de Resistentes a la Guerra debido a la historia de conflicto que ha tenido que vivir. Hoy, decían los conferencistas, en Colombia persiste el reclutamiento de menores, las minas antipersonal, los desplazamientos. Según el estudio del Instituto de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI) del 2018, el gasto militar en el país fue de 10,6 mil millones de dólares, lo que significó el 3,2 % del PIB de la nación. 

Nicolás Rodríguez, psicólogo colombiano con énfasis en Derechos Humanos y conferencista del encuentro, recalcó que dentro del país la militarización se materializa de diferentes maneras: “Son varias las caras de la militarización en Colombia. Está el servicio militar obligatorio, la militarización de la Policía con el Escuadrón Móvil Anti-disturbios y las nuevas directrices del Código de Policía que criminalizan la propuesta social. Por la militarización también podemos ver  políticas de Estado  como la de los falsos positivos, que terminaron en las ejecuciones extrajudiciales de 10 mil jóvenes civiles entre 2002 a 2010. Tampoco podemos olvidar precisamente el acto de reclutamiento de  menores que cometieron diferentes grupos armados ilegales”.

Para él, trabajar en un movimiento antimilitar dentro del país ha significado muchos retos: “es berraco, yo fui una de las personas que dijo que con este Acuerdo de Paz íbamos a reducir un poco esos niveles de aumento de fuerza de gasto público y de legitimidad del Ejército, pero estamos viendo todo lo contrario, un aumento de violencia y de conflicto. Basta solo ver el asesinato de más de 400 líderes sociales desde que se firmó el acuerdo”.

Elizabeth Santamaría, integrante de la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad en Mesetas, Meta, fue testigo del conflicto militar directamente, pues cuando tenía 13 años fue reclutada por las Autodefensas Unidas de Colombia. Para Elizabeth,  pasar por un grupo armado y ahora hacer parte de un grupo pacífico  ha significado un gran giro en su vida: “He crecido enormemente, eso me hizo ser más fuerte y consciente del contexto donde está la violencia. Yo nunca quise hacer parte de la guerra, pero me obligaron. Aunque es cierto que yo no conocía qué era lo bueno y qué era lo malo, pero siempre fui inclinándome por los temas más sociales, por la paz”.

Luego de su deserción, Elizabeth se unió a una organización antimilitar y ahora su trabajo se ha enfocado en impulsar a mujeres excombatientes en sus proyectos productivos. Durante su labor de promover el antimilitarismo ha encontrado varios obstáculos:  “Siempre es algo intimidante hablar en territorios donde la presencia militar de ambos bandos es clara. Se siente mucha presión cuando se dice que fuiste víctima, pero a su vez victimario por algo que tú nunca quisiste hacer. Más allá de todo esto  seguimos en la lucha de un mensaje pacífico”

Una líder afro de la unidad de  organizaciones afrocaucanas de Buenaventura (y quien pidió no mencionar su nombre), dijo que no ha visto una  transformación positiva en su territorio por la militarización.  “Ha habido una alta militarización en Buenaventura, pero los homicidios no bajan, las desapariciones siguen, toda esta situación para nosotros es muy compleja, porque sabemos que para el Estado lo único que importa es la economía y la explotación de los recursos de nuestro territorio. La guerra es un negocio”.

Este encuentro internacional puede ser útil para pensar en la construcción de paz más allá de la dejación de armas, entendiendo que la resistencia también tiene que ser contra todos los actores que se benefician económicamente de la guerra.