La guerrilla se está abriendo a un país que, dicen, no les garantiza plenamente qué va a pasar con sus vidas.
- Fotos: Salym Fayad
Por Juan Camilo Maldonado y Natalia Otero
Hace nueve años, cuando el Plan Patriota marchaba a toda máquina y la arremetida de las Fuerzas Militares contra las Farc pasaba por una de sus fases más intensas, los miembros de la guerrilla tuvieron que celebrar su novena conferencia desde los rincones más lejanos del país. Contrario a la tradición de esta organización, su máximo espacio deliberativo y decisorio, en el que participan delegados de todos los frentes en el país, se realizó vía electrónica, en medio de la guerra.
Hoy, el panorama en los Llanos del Yarí, unas extensas sabanas que han servido por décadas como retaguardia guerrillera, luce radicalmente distinto. En medio de planicies que lucen casi vírgenes, más de 1.000 guerrilleros y 700 periodistas asisten a la X Conferencia de las Farc. La última, probablemente, realizada por esta guerrilla, y en la que esta organización deberá aprobar por unanimidad los Acuerdos de Paz de La Habana y definir los lineamientos políticos y programáticos que determinarán la orientación del nuevo movimiento político que surgirá una vez los colombianos salgan a las urnas a votar el plebiscito.
Ha sido una experiencia difícil tanto para periodistas como guerrilleros a la par. Montar en un mes una suerte de caserío exprés, con bombas de gasolina, zonas campamentarias, baños, tarima de eventos (a lo festival de música), restaurante, bares, entre otras, no es fácil. Ni siquiera para un ejército que lleva 52 años adquiriendo experiencia en innovación logística en medio de una guerra irregular. El internet ha funcionado el 20% del tiempo. Los delegados guerrilleros pasan buena parte del tiempo a puerta cerrada dándole curso a sus deliberaciones. Y entre descanso y descanso, buena parte de las figuras centrales de las Farc se las tienen que arreglar para atender a cuenta gotas las demandas de los más de 400 medios acreditados que tiene el Congreso.
- La tarima de la conferencia guerrillera no tiene nada que envidiarle a las de grandes conciertos en las capitales del país. Foto: Salym Fayad
Pese a las dificultades, todo este despliegue logístico es, en sí mismo, lo suficientemente significativo. Al fin y al cabo, desde la época de la zona de distensión, entre 1999 y 2002, la guerrilla no había vuelto a abrirse a los colombianos. Luego del fracaso del Caguán, la guerrilla se convirtió durante una década en un fantasma, en un enemigo al que había que bombardear. Y luego, durante las negociaciones de La Habana, fueron un adversario lejano, hermético, dedicado con rigor a la cuidadosa metodología de trabajo que planteó el alto comisionado para la paz, Sergio Jaramillo.
Ahora, a 15 días de que se celebre el plebiscito que determinará el futuro de los Acuerdos de Paz, este enorme evento en medio las sabanas del Yarí —que muchos periodistas comparan con un pequeño Estéreo Picnic, o Estéreo Farc, como suelen bromear—, parece ser el primer gran esfuerzo de la guerrilla por hacerse visibles ante el mundo.
Y todo se montó en tiempo récord. Los campamentos para hospedar a periodistas y guerrilleros fueron montados por 70 miembros del Bloque Oriental en una semana. Las carreteras, a las que nos se les echaba mano desde la zona de despeje del Caguán, fueron reconstruidas y hasta se dibujó el croquis del mapa de Colombia a lo largo del terreno (de la Guajira al Amazonas, un kilómetro). Se armó un reservorio con 35 mil galones de agua para abastecer los baños. Treinta camiones transportaron la guadua para construir varias de las instalaciones, los cuatro mil ladrillos, las cuatro carpas (la más grande de 40 metros por 60 y 12 de altura), la comida, la tarima con su sonido y luces. Así mismo se emplazó la bomba de gasolina, se colocó una antena para proveer internet y se cableó el lugar con 12 mil metros de cable. Además, la guerrilla dispuso el sacrificio de 100 reses.
Todo el que ha llegado hasta este espacio de 70 hectáreas se hace de inmediatamente la misma pregunta: ¿cómo armaron todo esto? ¿cuánto costó? ¿Quién lo pagó? Byron Yépez, miembro de Estado Mayor del Bloque Oriental, director de la operación logística detrás de este enorme campamento, se limita explicar que la guerrilla aún no hecho las cuentas finales, pero que la gran mayoría de materiales de construcción la ha provisto la sabana. ¿Y las carpas? ¿Las luces? ¿El transporte? Byron dice que todo se ha financiado con los recursos ahorrados por cuenta del cese bilateral al fuego —no ha habido, asegura, compras de armamento en el último tiempo—. La contratación, “como no tenemos personería jurídica, se hace con gente del territorio. No son contratos formales, los realizamos a través de amigos o familiares que tienen empresas que prestan servicios”.
Detrás de este inmenso esfuerzo logístico, lo que más ha impresionado es el escenario central del evento, donde cada noche hay cierres culturales que terminan convertidos en una enorme fiesta al aire libre. La noche del sábado, el grupo de reaggae bogotano Alerta Kamarada, terminó haciendo brincar a la “guerrillerada” más joven, como si hicieran aeróbicos, mientras todos al unísono cantaban: “¡Un grito, un grito por la paz!”.
- Presentación de Alerta Kamarada Foto: Salym Fayad
El domingo, fue el turno en la tarima para Los Hermanos Escamilla, un grupo de música protesta que nació de las entrañas de El Policarpa, uno de los barrios más emblemáticos de la lucha por el derecho a la vivienda en Bogotá. Junto a Los Escamilla apareció, de repente, Jaime Caicedo, secretario del Partido Comunista, y junto a él, Timoléon Jiménez, comandante de las Farc. Después de varios discursos para recordar a los presos de las Farc y a los muertos de la Unión Patriótica, la orquesta Los Rebeldes del Sur, una banda de música tropical del Bloque Sur que lleva ocho meses ensayando para este evento. Ver a los guerrilleros bailar en medio de la sabana, bajo la luna llena, en vísperas del plebiscito, junto a familiares que no veían hace años y luego de 52 años de guerra, se ha convertido en la imagen más potente de este evento.
Aquí la idea, asegura uno de los líderes logísticos —un bogotano civil, cercano a la guerrilla, que, con 100 personas en su equipo, levantó y orientó las jornadas culturales de la Conferencia—, “esta fiesta es una fiesta por la paz pero a la vez es una estrategia de comunicación para abrir las puertas a la otra Colombia, un país que es hermoso”.
Pero al margen de este “festival”, lo más trascendente que ocurre en esta Conferencia transcurre a puertas cerradas: en un complejo de cabañas, donde se reúnen mañana y tarde los 250 delegados a la conferencia. Es en este espacio donde la guerrilla ha discutido 30 tesis en torno a los acuerdos de paz —una suerte de síntesis explicativa de lo pactado en La Habana— y ha escuchado el análisis que cada frente ha desarrollado entre sus bases.
- Guerrilleros de todas las edades en medio de las jornadas culturales.
Aún resulta muy difícil saber cuáles han sido las conclusiones parciales de la deliberación. Las pocas ruedas de prensa celebradas han sido conducidas de forma controlada por parte de la guerrilla. Las respuestas de sus voceros tienden a ser cortas y evasivas. Se sabe, sin embargo, que no ha habido hasta el momento brotes de disidencia como los ocurridos hace unos meses con el Bloque Primero, quien oficialmente se declaró en oposición a los acuerdos de paz y fue desvinculado de la guerrilla.
Este lunes, sin embargo, Pablo Catatumbo, miembro del secretariado, aseguró en la rueda de prensa que los guerrilleros sí han expresado inquietudes sobre el acuerdo. En especial lo concerniente a su “inserción en la vida económica del país” y a la amenaza de grupos paramilitares. Esto último es una constante en las conversaciones que se tienen a diario con la base guerrillera. Muchos de ellos sienten incertidumbre por lo que pueda pasar con sus vidas. “Yo la verdad me siento triste. Me da tristeza despedirme de esta vida, pero en especial por lo que le pueda pasar a mis compañeros, lo que me pueda pasar a mí. Yo no los quiero ver muertos”, dice un guerrillero de unos 30 años mientras se le escurren las lágrimas.
- Así se ven las sabanas que circundan la X conferencia. Foto: Salym Fayad
“Hay amenazas. El alcalde de San Vicente, por ejemplo, que promueve la guerra en todos los sentidos: el político y el propagandístico, así como actividades concretas contra el proceso. Hay distribución de propaganda a nombre del paramilitarismo (en la alcaldía anterior eso no pasaba). También los habitantes de algunas veredas han vistos grupos uniformados de negro, con brazaletes de la AUC. Todo esto llegó con la última alcaldía, y eso es una amenaza”, asegura Bayron Yépez cuando se le pregunta sobre sus preocupaciones frente al proceso.
Esto es, hasta ahora, lo poco que se puede conocer sobre lo que ocurre en la X Conferencia. Las inquietudes de los guerrilleros no se han hecho públicas, y eso complica determinar cuán fraccionadas llegan las Farc al acuerdo. Por parte de la comandancia, el mensaje es claro: “hay un apoyo unánime a los Acuerdos de La Habana”.