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La guerra que hay en el Urabá por el tráfico de migrantes
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La guerra que hay en el Urabá por el tráfico de migrantes

Juan David Ortíz Franco - febrero 10, 2016

Existen retaliaciones contra quienes se involucran en el negocio de transportar a los indocumentados que se dirigen a Estados Unidos.

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Así fue el registro de un medio local sobre el asesinato de una de las personas que, supuestamente, se dedicaba al tráfico de migrantes en Urabá.

 

Junto al cadáver que quedó tirado en una calle de Turbo, en el Urabá antioqueño, los sicarios dejaron una nota escrita a mano: “MUERTE A LOS CHILINGUEROS”. El joven asesinado se llamaba José Enrique Ramos, tenía 20 años.

Su cuerpo, con un disparo en la cabeza, fue encontrado el pasado 31 de enero y parece confirmar una idea que Los Urabeños pusieron a rodar en un panfleto a finales de 2015: que no participan del millonario negocio de mover a los migrantes que llegan a la región y que, por el contrario, van a combatirlo.

Aunque la Policía en Urabá aseguró que el homicidio de Ramos era un ajuste de cuentas interno en el Clan Úsuga —como es conocida esa organización entre los estamentos oficiales—, en la región se habla de una instrucción precisa de los cabecillas de esa estructura para que ninguno de sus integrantes se involucre en el tráfico de migrantes.

También para que señalen a aquellos de sus hombres que, aprovechando el control que ejercen en algunos lugares, están cobrando “vacunas” por permitir el paso de los indocumentados. Eso estaría generando algunas tensiones entre Los Urabeños y aquellos que son acusados de desconocer las órdenes y se siguen lucrando de ese negocio.

Si bien hace algunos meses se decía que esa banda criminal tenía el tráfico de migrantes como como una de sus principales rentas en la región, parece que los intereses que se mueven hoy son muy diferentes. La razón es que, en muchas ocasiones, las rutas de embarque de los “chilingos”, como se empezó a llamar en Urabá a los indocumentados, coinciden con las utilizadas por el narcotráfico.

(Vea también: La gran empresa de Los Urabeños)

Los inmigrantes atraen la atención de las autoridades y su presencia puede dificultar el negocio de la droga que, por su tamaño y su rentabilidad, está de primero en la lista de prioridades.

Es así como en las últimas semanas se ha desatado una persecución por parte de la banda criminal más poderosa del país contra quienes mueven a diario a decenas de personas que, en su mayoría, ingresan por Ecuador y atraviesan Colombia desde Ipiales, en Nariño, hasta las playas de Urabá.

Por eso la zona costera de Antioquia que conecta con el Darién, usualmente uno de los puntos más peligrosos del largo viaje que emprenden los migrantes desde Suramérica hasta Estados Unidos, enfrenta, además de un compleja situación humanitaria, la tensión por la guerra declarada de Los Urabeños contra los “chilingueros”.

Un negocio transnacional

El puerto del Waffe es el lugar de embarque regular de cientos de personas que viajan por el Golfo de Urabá. Los migrantes, en cambio, parten en las noches y desde puertos clandestinos en otras zonas del pueblo. Foto: Juan David Ortiz Franco

Una bahía en el barrio Obrero de Turbo es uno de los puntos en los que los guías locales embarcan a decenas de personas que atraviesan en las noches el Golfo de Urabá. El papel de los lancheros es poner a los migrantes —la mayoría de nacionalidad cubana o de países de África y Oriente Medio— en la selva del Darién para que crucen la frontera con Panamá.

Ese, de acuerdo con las autoridades, es uno de los últimos eslabones en el país de una extensa cadena que empieza con los contactos entre los traficantes y los indocumentados en sus lugares de origen, continúa con el ingreso de los migrantes a países como Ecuador o Venezuela donde las normas migratorias facilitan el proceso, luego con su entrada a Colombia evadiendo controles fronterizos y termina con la travesía para llegar a Turbo.

El coronel Javier Darío Sierra es el comandante del Departamento de Policía Urabá y dice que, por tratarse de un fenómeno tan complejo, las autoridades consideran que no es una actividad espontánea de unas cuantas personas, sino que detrás de la migración irregular hay una gran red transnacional.

“No es un tema exclusivo de Urabá, sino que somos un punto de tránsito en esa larga ruta que emprenden los migrantes irregulares. Y no decimos ilegales porque no están cometiendo ningún delito. Los que cometen el delito son los que trafican con las personas. Tienen contactos en Europa, y en Miami. Ellos (los indocumentados) no llegan aquí buscando quién los va a llevar, sino que llegan con sus coordinaciones. El tema local es quién se presta para a cruzarlos”, explica el coronel Sierra.

Y es que la dimensión del problema es tan grande que desde principios de 2016 y hasta el pasado 8 de febrero, poco más de un mes, 260 indocumentados habían sido conducidos por la Policía a la autoridad migratoria para que se resuelva su situación en Colombia. Esa cifra solo tiene en cuenta a quienes son aprehendidos en tierra y no a aquellos interceptados por la Armada cuando tratan de cruzar el golfo.

“Es una ruta que pasa por Ipiales, Popayán, Cali, el Eje Cafetero, Medellín y aquí se concentran para tomar fuerzas. Es un contexto global que de cierta manera ha sorprendido a las autoridades por su volumen, es un número para el que es difícil tener un plan de contingencia”, dice el comandante de la Policía de Urabá.

Pero ni la presión de las autoridades ni el riesgo que representa la amenaza directa de Los Urabeños parece diezmar el “negocio” del tráfico de migrantes. Mucho menos cuando, según la Policía, en 2015 fueron capturadas 82 personas por el delito de tráfico de personas, pero de ellas solo una ha sido condenada.

(Vea también: Los campesinos, la otra cara de la persecusión a ‘Otoniel’)

Además, la tasa de cambio actual hace mucho más lucrativo el negocio pues, en promedio, se cobran entre 800 y US$1.000 por persona solo por la travesía en Colombia. Por eso, los “chilingueros”, que se quedan con la mayor parte, “viven como traquetos”, dice un habitante de Turbo.

Pero ese dinero se mueve en tantos niveles que a un mototaxista, que cobra $1.000 por una carrera normal en ese municipio, se le pueden pagar hasta $50.000 por transportar a un indocumentado desde las casas del pueblo donde se albergan hasta el sitio desde donde parten las lanchas para el Darién.

Así, lo que pagan los migrantes llega a manos de transportadores, comerciantes, personas que facilitan sus viviendas para albergarlos y hasta autoridades que reciben sobornos a cambio de no atravesarse en su camino.

A pesar de las amenazas y de los muertos que ya empezaron a aparecer, los 245 kilómetros de frontera selvática que separan a Colombia de Panamá y el sueño de millones de personas que confían en encontrar una mejor vida en Estados Unidos sigue llenando bolsillos en Urabá, pero, al mismo tiempo, alimentando una guerra que apenas comienza.