Conversamos con guerrilleros de las Farc, un exintegrante de una banda criminal y un excolaborador del ELN.
- El ministro de Justicia, Jorge Eduardo Londoño (centro); combatientes, excombatientes y funcionarios participaron en la segunda jornada en cárceles de la Conversación Más Grande del Mundo. Foto: Minjusticia
Los más de 50 guerrilleros de las Farc que están presos en la cárcel La Modelo de Bogotá estudian los acuerdos de La Habana varias veces a la semana. “Ricardo García”, integrante de las milicias urbanas del frente sexto, es uno de los encargados de socializar los documentos que la guerrilla y el Gobierno han firmado en Cuba. Por eso, lleva bajo el brazo dos cartillas: una pedagógica, que las Farc distribuyen entre sus militantes, y otra sobre la Jurisdicción Especial para la Paz, que varias organizaciones de derechos humanos reparten entre los presos políticos.
Los guerrilleros no sólo reciben cátedra sobre lo pactado. También se preparan para integrar el movimiento político que surgirá tras la firma del acuerdo final. Han aceptado la directriz que les impartieron sus comandantes para reconciliarse con los desmovilizados y ampliar así el número de simpatizantes con el fin de “unir fuerzas en torno a las masas” en un futuro cercano. “García”, por ejemplo, aspira a convertirse en concejal de algún pueblo entre Florida (Valle del Cauca) y Popayán (Cauca), donde jugaba un papel político entre las comunidades indígenas y afrodescendientes.
Pero en la cárcel hay otros actores del conflicto que tienen aspiraciones distintas frente a las negociaciones entre el Gobierno y las Farc. La mayoría espera recibir beneficios jurídicos y volver con sus familias para empezar una vida sin guerra. Al menos 40 de ellos se encontraron este jueves en la capilla de La Modelo para participar en la Conversación Más Grande del Mundo, una iniciativa que impulsa el Gobierno, a través del Ministerio de Justicia, con el fin de que distintos sectores sociales discutan sobre los retos de la paz.
Entre los participantes de esa conversación estaba Luis Javier Gallo, antiguo colaborador del ELN en Bogotá. En mayo de 2014, Gallo fue condenado por participar en el secuestro extorsivo y el posterior asesinato de una estudiante de la Universidad Distrital. Pese a que su sentencia fue confirmada por un tribunal, dice que sólo realizó tareas logísticas y que “en ningún momento me sentí identificado políticamente con el ELN ni fui combatiente, porque nunca me atrajo la guerra”.
Además de proveer servicios para el transporte, Gallo movía material de intendencia y llevaba razones. Por su papel en el homicidio de esa joven universitaria deberá pasar 45 años en prisión, de los que sólo lleva cuatro. Agobiado, cuenta que solo piensa “en el futuro, en mi familia y en mis hijos, que me están esperando”. Su idea de la paz es que “haya reconciliación y salidas para la población carcelaria con el paso a la justicia transicional”, que estará representada en la Jurisdicción Especial para la Paz y que revisará los casos de quienes participaron en el conflicto “de manera directa o indirecta”.
Al diálogo también estuvo invitado Eduardo Villareal, antiguo integrante del bloque Libertadores del Vichada, la banda criminal que creó el desaparecido narcotraficante Martín Farfán, alias “Pijarvey”. En 2008, Villareal fue capturado en la ciudad amazónica de Tabatinga (Brasil) por participar en uno de los crímenes que más plata para la guerra, muertos y contaminación le ha traído a Colombia: el tráfico de estupefacientes.
En agosto de ese año, la Policía Federal de Brasil lo detuvo por integrar una red transnacional de narcotráfico que acopiaba cocaína en Bolivia, Colombia, Perú y Paraguay, la llevaba a territorio brasileño y desde allí la enviaba por vía marítima a Europa y África. Villareal dice que se volvió traficante por “creer, como se dice en la calle, que lo mejor es conseguir plata rápido y fácil”.
Por eso, opina que su aporte a la paz es “salir de la cárcel con una forma diferente de pensar. Porque si yo salgo creyendo lo mismo, esto no va para ningún lado, no vamos a tener ninguna posibilidad de que este país mejore y no nos habrá servido de nada haber estado aquí”. También dice que en el encierro entendió “que hay personas que en el día a día, con su salario, con su vida normal, viven tranquilas y conservan su libertad, que es lo más valioso”. Su aspiración, al igual que la de Gallo, es volver con su familia y conseguirse un trabajo legal.
Pero entre los militantes de las Farc en La Modelo también hay quienes representan otros retos para la consolidación de la paz. Es el caso de José Paramero, integrante de la columna móvil Teófilo Forero, una especie de grupo élite de la guerrilla. Él asegura que ingresó a esa organización cuando era sólo un niño y que no conoce nada distinto a la guerra, por lo que su mayor aspiración es estudiar y conseguir un trabajo.
Otros combatientes y excombatientes presos también le dijeron al Gobierno que su idea sobre la paz está ligada a asuntos como el empleo, la restitución de tierras, la salud, la erradicación del narcotráfico, la justicia social y la comida para todos. A su vez, el ministro de Justicia, Jorge Eduardo Londoño, les aseguró a los detenidos que “ustedes son nuestros actores principales en este proceso (de paz) y no lo decimos por demagogia o por cumplir con un protocolo”, por lo que sus voces serán tenidas en cuenta para la elaboración de políticas públicas sobre paz y desarrollo.