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Totazos y bombazos
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Totazos y bombazos

Staff ¡Pacifista! - noviembre 26, 2015

OPINIÓN El acuerdo de paz podría resistir casi todo, nos va a inundar de optimismo y alegría. El problema es que un bombazo puede acabarlo.

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Columnista: Rodrigo Sandoval

Para mí, como para muchos de nosotros, el conflicto era lejano. Lo único que lo acercó a mi vida fue que, cuando la guerrilla hizo tan difícil el transporte de pasajeros entre Sogamoso y Yopal, obligó a que volviéramos a usar el olvidado aeropuerto de mi municipio. Para un fanático de los aviones, como yo, esto solo eran buenas noticias, me encantaba escuchar el motor de un Beechcraft llegando y verlo sobrevolar. No era así.

Tales eran las humillaciones que los guerreros hacían pasar a las poblaciones, que quedó en mi cabeza grabada la imagen de la toma de Pajarito que publicó Boyacá 7 días, apenas había quedado en pie la caja fuerte de la Caja Agraria. Ese día me dio miedo, Pajarito era muy cerca y era parte de algo que podríamos llamar mi cotidianidad. El miedo era que la guerrilla un día decidiera tomarse Sogamoso. No era una idea descabellada, según decían, se cernía un cerco sobre nuestra ciudad. El ruido de cualquier totazo se convirtió en una alerta.

Siguió siendo así por mucho tiempo y cuando pensé que había erradicado ese susto, a punta de optimismo, por supuesto, me di cuenta que no fue tan así. Me tocó estar en la oficina con audífonos cuando un petardo nos hizo saltar del susto, era el ELN jugando a ser una guerrilla urbana en Bogotá. Después, una noche me despertó el estruendo de un trueno que retumbó cerca de las montañas que enmarcan a la ciudad y con ella también quedé sentado. Mi primera reacción fue asomarme por la ventana y ver si había en algún lugar rastros de una bomba. Mi reacción no fue única, en pocos minutos por Twitter había cientos de personas preguntándose lo mismo que yo: -¿habían puesto una bomba en Bogotá?-.

Hace unos días escuché un duro bombazo y una columna de humo que auguraba lo peor, no había sido un ataque terrorista, era una fábrica la que había volado en mil pedazos. Me pregunté si la gente vivirá con el mismo temor en otras partes y, en general, no. Con la excepción de los que viven en Brasil, donde los vándalos a veces ponen bombas a los cajeros automáticos para vaciarlos, todos mis amigos que han crecido por fuera no han tenido esa horrible sensación de miedo que lo agobia a uno cuando se escucha un totazo en cualquier ciudad.

Desafortunadamente, la paz no llegará de un totazo, nos ha tomado mucho tiempo entender que es el mejor camino. Nos tomará todavía algún tiempo terminar de negociarla y después tendremos un montón de años para implementarla y hacerla realidad. El acuerdo es un papel que podría resistir casi todo, que nos va a inundar de optimismo y alegría; el problema es que un bombazo puede acabarlo y darle fuerza a aquellos que nos convencieron, como sociedad, de que era mejor oír el ruido que hacían los totazos y los bombazos, en vez de escuchar a las voces diferentes.