Ser rappitendero en tiempos de crisis: ¿Se cocina un sindicato? | ¡PACIFISTA!
Ser rappitendero en tiempos de crisis: ¿Se cocina un sindicato?
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Ser rappitendero en tiempos de crisis: ¿Se cocina un sindicato?

Natalia Márquez - noviembre 15, 2018

#Divergentes | Los rappitenderos están molestos por la precaria situación laboral a la que se enfrentan, aunque formalmente no puedan ser considerados empleados.

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30.000 uniformes naranjas ruedan en bicicletas y motos por las calles de 27 ciudades, en seis países: Colombia, México, Brasil, Chile, Uruguay y Argentina. Rappi, el ‘startup’ colombiano que nació en 2015, es en la actualidad el primer emprendimiento nacional en ser considerado una “empresa unicornio”, es decir un modelo de negocio que ha transformado la industria con su propuesta avalada en más de 1.000 millones de dólares. Domicilios en 30 minutos o menos durante todos los días, a todas horas, es la fórmula que llevó al éxito a los tres empresarios millenials que están detrás de Rappi.

Sin embargo, no todo lo que brilla es oro. Los rappitenderos como se les llama a los domiciliarios de la plataforma han venido manifestando su inconformidad en las últimas semanas, al punto que varios de ellos –cerca de 100 en el último episodio– se han reunido frente a la sede de la empresa en Bogotá para protestar por las condiciones a las que están sujetos. De hecho, en la tarde de este jueves cuatro de julio, decenas de trabajadores de Rappi se manifestaron en contra de la empresa, pues aseguran que les están pagando en promedio 1.900 pesos por cada pedido. El ESMAD dispersó la manifestación cuando los trabajadores comenzaron a quemar sus maletas de domicilio para llamar la atención por un mismo mensaje: pensión, salud, ARL, en fin, garantías laborales.

Algunos pedalean a diario bajo la lluvia y el sol, arriesgando durante más de 12 horas sus vidas a los peligros de la calle, para ganar, en promedio, $20.000 pesos. Otros en ciudades como Bogotá, son trabajadores venezolanos que llegan a la capital, incluso sin pasaporte ni ningún otro tipo de documentación. En este tema en particular, de acuerdo con información de Rappi, la cantidad de rappitenderos venezolanos operando en Colombia no supera el 20 % del total.

¿Por qué protestan?

La plataforma digital Rappi funciona bajo la consigna de ‘sé tu propio jefe’ y con esto en mente los futuros rappitenderos entran a ella con la idea de administrar sus propios recursos, tiempo y dinero. No obstante, la realidad que han tenido que enfrentar los domiciliarios ha sido otra, pues esta idea de negocio solo beneficia a sus creadores, según argumentan los trabajadores.

Si bien es cierto que cada rappitendero decide cuánto tiempo trabajar, son pocos los pedidos que se les asignan de acuerdo a su agenda, debido a variaciones en el algoritmo de la plataforma y al incremento del personal. Por tanto, es posible ver en las calles de la ciudad a grupos de hasta 10 trabajadores sentados en los andenes a la espera de un pedido. Además, dicen que muchas veces las distancias recorridas son demasiado “extensas” para la baja retribución monetaria que reciben.

Hasta hace poco la tarifa mínima del domicilio entre semana estaba a $3.500 pesos más las propinas voluntarias de los usuarios, pero esta ha sido reducida a una base de $650 pesos que aumenta de acuerdo con la distancia y mantiene el esquema de propinas. Sin embargo, la tarifa que el usuario debe pagar por domicilio sigue siendo de $ 3.500. Los domiciliarios insatisfechos afirman que ese cambio no les favorece, pues según ellos las cortas distancias benefician exclusivamente a la empresa y no se tiene en cuenta la frecuencia de los domicilios no las condiciones geográficas o del clima a las que se tienen que enfrentar

Bajo esta situación, los domiciliarios insatisfechos argumentan que es “imposible” sostener una familia, pagar salud o pensión, como muchos aspiran a hacer, con este único ingreso. Esa es la principal razón por la cuál están protestando.

Por su parte Rappi argumenta que no existe ningún tipo de contratación laboral de por medio con el domiciliario sino que cada quien decide unirse a la plataforma de manera voluntaria. Si bien esto es cierto y los rappitenderos no pelean contra ello, sino están en desacuerdo con que la empresa tenga represalias contra ellos cuando cancelan pedidos por las distancias abismales y los bajos pagos, pues al no ser empleados directos, ese tipo de penalidades implicarían un abuso laboral.

No obstante, frente a este tema, el CEO de Rappi, Simón Borrero, se refirió en una reciente entrevista que le concedió a El Tiempo. Los bloqueos y desactivaciones tienen una explicación: “Debemos ser garantes del servicio de Rappi. Para eso tenemos las calificaciones y así funcionan los términos y condiciones. Si hay una persona que toma un pedido y debía llevar una hamburguesa y se la comió, el usuario lo puede marcar con un 1. Igual que en otras plataformas digitales de calificación, si esta no pasa el mínimo que requerimos en la plataforma, se los desconecta”.

Las condiciones de seguridad de los domiciliarios de la plataforma también son un problema. Por el tipo de vinculación, ninguno tiene prestaciones sociales, Aseguradora de Riesgos de Trabajo (ART), ni vacaciones. Y como si fuera poco, los domiciliarios deben poner de su bolsillo los instrumentos para poder trabajar. Entre ellos están: bicicleta o moto, plan de datos del celular y uniforme. La gorra de Rappi vale $10.000 pesos y el precio de la caja donde transportan los alimentos varía según su tamaño: la más pequeña vale $35.000 pesos y la más grande $90.000 pesos. Todo este equipamiento, además, deben comprárselo a la misma empresa.

Desde Divergentes hablamos con el vocero de los rappitenderos, Kevin Ardila, quien trabaja desde hace un año para la plataforma. Denuncia que la situación es “insostenible” y que las modificaciones en las ganancias cada vez son más frecuentes. “Nosotros estamos exigiendo que la mínima de pedidos de lunes a sábado sea de $3.500 pesos, los domingos y festivos a $5.000 pesos y los pedidos más complicados que son licores, farmacia y ‘rappicash’ a $6.000 pesos. Además queremos que se tengan en cuenta los recargos que hay en la plataforma (condiciones climáticas y distancias). Tenemos el derecho a alzar la voz y a ser escuchados para entablar unas reglas de juego de mutuo acuerdo” señala. 

En Colombia ya 15 rappitenderos han tenido la iniciativa de organizarse para protestar por las condiciones laborales en las que actualmente se encuentran. En cabeza de Kevin están recorriendo zona por zona reuniendo a sus compañeros en lugares estratégicos para escuchar los problemas diarios a los que se enfrentan. De acuerdo con Ardila, a veces llegan hasta 70 personas a las reuniones e incluso tienen conversaciones con rappitenderos de otras ciudades y otros países, quienes están en la misma situación. Sin embargo, están esperando reunirse por lo menos 25 personas para firmar el documento que los certifique como sindicato y, de ser así, sería el primer sindicato de industrias digitales en Colombia.

“Nos estamos organizando como gremio, estamos pensando en sindicalizarnos pero no es fácil porque somos muchos. Tenemos asesoría legal y queremos mostrarlo ante la opinión pública. Nos sentimos desprotegidos. Por ejemplo, el sistema de soporte de la plataforma es pésimo. Cuando tenemos un pedido en curso nos habilitan un chat y si hay algún inconveniente no nos responden. Creemos que es una maquina la que envía los mensajes porque le podemos decir que nos estamos muriendo y nos responde siempre lo mismo ‘estamos teniendo problemas técnicos pero ya los estamos solucionando’. Queremos que sean claros con las condiciones y términos”, dijo Ardila.

¿Cuánto gana un rappitendero?

A través de la aplicación ‘Soy Rappi’ se le consigna al rappitendero de acuerdo al monto de domicilios que realice. Los voceros de la empresa dicen que la ganancia completa del domicilio le queda al domiciliario, pero estos desmienten dicho argumento. Kevin gana mensualmente 400.000 pesos y es su único ingreso para mantener a su esposa e hijo. Estas son sus ganancias:

 

 

Primer sindicato digital de América Latina 

Si Kevin y sus compañeros logran organizarse serán el primer sindicato de industrias digitales en Colombia, pero sus pioneros serán los rappitenderos argentinos. El pasado 20 de octubre mensajeros de Rappi en Argentina crearon el primer sindicato digital de América Latina bajo el nombre de Asociación de Personal de Plataformas (APP sindical) la cual pretende afiliar a todos los trabajadores de las plataformas digitales con el objetivo de mejorar sus condiciones laborales.

Vladimir Clavijo, empresario en negocios digitales y co-creador de ‘Sextic’, una de las 5 mejores aplicaciones digitales para la superación de la pobreza en Colombia en el 2013, explica que aunque en Colombia el concepto de sindicalización ha estado estigmatizado y politizado, es importante para el trabajador.

“En Chile, Argentina y Brasil hacer parte de un sindicato no solamente da garantías al empleado sino que da poder. Si hablamos de una sindicalización a nivel Latinoamerica, claro que es posible y casi diría que estamos en mora de hacerlo ya que estos trabajadores como en en el caso de Rappi ponen en riesgo su vida saliendo a la calle. El problema es que si se sindicalizan y organizan a quién le van a exigir: ¿A la plataforma? En ese caso Rappi sencillamente les informaría que se pueden ir porque no están en garantía de trabajador sino que se vincularon por voluntad propia. Creo que lo que no se ha comprendido es que la garantía del trabajador dice que ellos no están trabajando para Rappi, sino que están desarrollando una actividad que ayuda a desarrollar una aplicación, pero no tienen un contrato de por medio”. 

Para Clavijo, en contextos culturales en donde la sindicalización no es vista desde un espectro negativo sino como garantía de derechos, seguramente se podría hacer un sindicato de Rappi. La paradoja es que esta “empresa unicornio” tiende un puente entre un grupo de personas que tienen todo en la vida menos tiempo libre y otro grupo de personas que tienen tiempo, pero necesitan necesitan ingresos adicionales para acceder a eso que llamamos ‘todo’.