OPINIÓN "No podemos seguir enfrascados en discusiones mientras la gente se tiene que atiborrar en buses. Hay que bajarle el tono a la confrontación política".
Columnista: Rodrigo Sandoval
En Colombia llevamos tres años hablando de paz y casi cinco tratando de olvidar el lenguaje de guerra que heredamos de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en EE.UU.. En Bogotá, por el contrario, los discursos que se están imponiendo son los de un clima de guerra. Los últimos hechos nos dictan que vamos a tener que “desmovilizar” a los políticos, dejar la doble moral para medir los acontecimientos y procurar una forma de referirnos al otro que no invite a la confrontación y la desesperanza. Todo un proceso de paz para la ciudad.
Petro duró cuatro años en el gobierno y las polémicas decisiones que tomó alrededor de la movilidad, la seguridad y el espacio público opacaron la buena gestión en otros aspectos. Al principio de su gobierno decidió acabar con todo lo que viniera de la anterior administración, todo lo de Samuel Rojas/Clara López se asumía como corrupto y malo. Después, casó otras peleas que le valieron fuertes descalificativos en la prensa.
A pesar de su terquedad, es importante reconocer que nunca antes había existido en el país una apuesta tan importante por cerrar la brecha de calidad entre los colegios públicos y privados. Así como nunca antes la gente más pobre había tenido acceso a tarifas preferenciales para asuntos básicos como moverse por la ciudad o consumir agua. Su estilo de gobierno parecía intentar evitar la mediación entre él y los gobernados y, tal vez por eso, se pasaba un buen rato al día en Twitter y se dirigía directamente a las protestas ciudadanas que ocurrían en las calles.
No hay que olvidar por un segundo que Petro también fue autoritario. A las protestas en Transmilenio que inauguraron su gobierno las enfrentó con harta policía, al igual que a los críticos que se quejaban de los conflictos de intereses de su familia política para construir en un área de reserva. Petro también instauró un toque de queda generalizado en varias localidades, algo insólito en la ciudad.
Petro perdió las elecciones con estruendo. Sus dos mayores enemigos políticos, Peñalosa y el uribismo, consiguieron en total 1,2 millones de votos, un montón. La gente estaba cansada del lastre que había dejado la izquierda en la ciudad. Llegó Peñalosa, el exalcalde que todos reconocen como gran ejecutor, pero que nadie ha sentido jamás como un gran conciliador.
Y con Peñalosa también llegó un estilo personalista, que le apuesta, de nuevo, a arrasar con todo lo anterior, todo lo que dejó Petro tiene que irse porque estaba mal. También decidió unos nuevos frentes de batalla que nos parecen insólitos: decidió reversar 7 años de trabajo alrededor del diseño y las definiciones del Metro de Bogotá, decidió atacar la reserva forestal del norte para hacer vivienda y ha tenido serios problemas para coordinar acciones efectivas que permitan mejorar el servicio de Transmilenio.
Peñalosa nos volvió a meter en la dicotomía Metro vs. Transmilenio que le ha hecho mucho daño a Bogotá. Es claro que si hace 15 años le hubiéramos apostado el Metro apenas lo estaríamos inaugurando; también, que Transmilenio ha sido un sistema exitoso pero incompleto para una ciudad de estas proporciones. De igual forma, es necesario apostarle con urgencia a la construcción de transporte masivo en la ciudad, no podemos seguir enfrascados en discusiones mientras la gente se tiene que atiborrar en buses.
En medio de todo esto, a la gente se le olvidó que Peñalosa lleva poco más de un mes, y que pedirle soluciones mágicas a los problemas de la ciudad es imposible. A Petro también se le olvidó que muchos de los asuntos por los que pelea con Peñalosa están derivados de su falta de decisión y gestión. Hace cuatro años Gina Parody se declaró en oposición a Petro apenas días después de que el gobierno empezara, ahora Petro hace lo mismo con Peñalosa. ¿Para qué? Difícil pensar que haya otra motivación que no sea la electoral. Y claro, allí pierde Bogotá.
Es muy fácil producir titulares, es muy fácil incendiar a uno y otro lado del espectro político. A la izquierda le queda muy sencillo convencer de que le van a quitar todo lo alcanzado en los últimos años y a la derecha es muy sencillo convencerla de que sacar vendedores ambulantes es lo que hace a Bogotá un mejor vividero. ¿En el medio qué? Sencillo, queda la dificultad de pensar una ciudad a largo plazo.
Bien decía Mockus que el principal problema de los políticos latinoamericanos es cuidar el hijo ajeno. Ojalá se lo repita al alcalde ahora que van a trabajar juntos la “cultura ciudadana”. Y ojalá a Petro se le ocurra pensar que para todos es mejor que la ciudad se desarrolle de manera armónica.
Lo que tenemos ahora es un exabrupto, la ciudad tomada por la confrontación. Por favor, tratemos de montar un proceso de paz para las fuerzas políticas de Bogotá, despejemos el odio y el personalismo que tanto se repite en esta columna, para darle a la capital la posibilidad de insertarse en una nueva cultura de paz. Si no hacemos esto con urgencia, el posacuerdo será imposible.