OPINIÓN | ¿Para qué la metafísica en un país con 4.210 masacres y contando?
¿Por qué habrá tenido que venir Cristóbal Colón a este platanal a jodernos la vida a todos?
Pienso mientras espero a que me entregan mi pastel de garbanzo.
¿Por qué habrá tenido que desembarcar en estos suelos la mentalidad de la colonia? ¿La que piensa que la naturaleza es para uso y usufructo de las manos del hombre? ¿Por qué habrá tenido que aterrizar en este platanal la idea de desigualdad –religiosa, política y social? ¿Ya existía desde antes? ¿Por qué habrá sido ese ‘encuentro de los mundos’ una imposición absoluta de unos valores sobre todo lo demás? ¿Por qué aterrizó una idea de realidad férrea, imposible de mover? ¿Imposible de moldear? ¿Una idea realidad que nos sigue arrastrando hasta el abismo?
¿Por qué seguimos pensando que todos nuestros males vienen desde afuera? ¿Por qué nos seguimos pensando como pasivos receptores de los males?
¿Por qué seguimos mirando para arriba –en la geografía de nuestro corazón– esperando a que caiga del cielo una salvación insospechada? ¿Esperando a que vengan los marines a cuidar las puertas de un nuevo cielo parcelado? ¿Queremos ser salvados? ¿En qué momento fuimos –si es que fuimos– condenados al cadalso? ¿Por qué seguimos leyéndonos como un país floral de mariposas y de soledad?
¿Por qué no podemos permitirnos el conflicto sin el plomo? ¿Por qué no podemos permitirnos la tristeza? ¿Por qué estamos obligados a ser el país más feliz del mundo? ¿Por qué no nos dejan llorar en paz? ¿Por qué no puede aflorar el conflicto sin violencia? ¿Por qué nos asustan tanto los putazos, y estamos tan acostumbrados a la muerte por garrote y moto sierra?
¿Por qué tuvo Ricaurte que morir en mil pedazos?
¿Por qué han tenido que morir en mil pedazos tantos caminadores de estas tierras?
¿Por qué no habremos hecho todavía una reforma de tierras? ¿Por qué decimos que entramos al futuro pero no somos capaces de repartir igualitariamente el campo? ¿Por qué tendremos que pensar que la tierra se reparte? Y si se reparte, ¿por qué el Congreso habrá estado siempre lleno de intereses que no quieren que la tierra se reparta?
¿Por qué parece que el Estado es una máquina al servicio de los dueños de las tierras?
El pastel de garbanzo que cocinan en esta tienda es delicioso. No porque sea pastel o tenga garbanzo, sino porque en esta tienda se dan el tiempo de hornearlo cada vez que un comensal lo pide.
¿Por qué esta ciudad es tan horrible? ¿Por qué a veces la política nos parece tan horrible? ¿Por qué los políticos parecen empresarios que escupen palabras huecas? ¿Por qué dicen que el futuro es ahora o que la equidad es de todos cuando en el fondo emprenden políticas puntuales para mantenernos en el pasado y la desigualdad? ¿En qué momento dejó la política de ser la imaginación de un mundo en común? ¿De un mundo distinto? ¿Imaginado? ¿Renovado? ¿Qué cuentos les leyeron de pequeños a esos políticos para que tuvieran que salir tan obtusos de cabeza?
¿Por qué llevamos tantos años sin un proyecto de futuro? ¿Por qué llevamos tantos siglos sin un proyecto de país? ¿Por qué nos dejamos arrastrar por aquellos que lanzan gritos hacia la caverna? ¿No nos damos cuenta que sin esa caverna no son nada ellos –ni sus gritos?
A la dueña de esta tienda –doña Mónica– le parece un adefesio tener que recalentar las harinas en los microondas. A mí también me parece un crimen –un crimen de lesa harinidad.
¿Por qué le tienen miedo a la verdad? ¿Por qué le tenemos miedo a la verdad y al preguntar? ¿Por qué usan el lenguaje como instrumento para someter? ¿Por qué le tenemos miedo a las respuestas que puedan venir con un genuino preguntar?
¿Para qué estas preguntas estúpidas cuando deberíamos estar haciendo cosas importantes?
Pura metafísica, pienso mientras le meto un mordisco al pastel (previamente untado de salsa tártara y ají de la casa). Pura metafísica que no sirve al final para una mierda. Preguntadera que no sirve para una mierda. Apenas para ocupar el tiempo. Tiempo que debería estar siendo ocupado en otras cosas. En cosas de mayor importancia. Tiempo destinado a producir. Destinado a hacer y no a pensar.
¿Para qué la metafísica? ¿Para qué la metafísica en un país con 4.210 masacres y contando? No sirve. No nos sirve.
¿De qué sirve aventurar la relación entre un terrateniente, un congresista y navegante italiano que desembarcó en las indias? ¿De qué sirve especular sobre la relación entre la violencia, el asesinato selectivo de los líderes sociales y la retórica ahuecada de un presidente gordinflón? ¿Cuál es la relación, por cierto, entre la metafísica y la cocaína?
El pastel de garbanzo cucuteño es lo mejor que me ha pasado en meses.
¿Para qué sirve la metafísica cuando tenemos ciencia? ¿Cuándo tenemos periodismo? ¿Historia y estadística? ¿Para qué sirve la ficción especulativa cuando tenemos física, matemática algebraica y física cuántica?
Pero ¿puede la física cuántica explicar este país?
A este país le hace falta otra forma de mirar. Le hace falta más preguntadera. Le hace falta preguntas-piedra en los zapatos del poder. Metafísica sin violencia, pienso mientras meto otro mordisco y me salpico el pantalón de salsa.
¿Y si la metafísica es simplemente un mecanismo para comprender? ¿Para transitar por la interconexión neural del mundo? ¿Una forma artesanal que pone en relación distintos canales perceptivos de esta red inmensa que se llama platanal y mundo? ¿Una forma que a simple vista parece paranoica porque teje relaciones descabelladas a partir de datos aleatorios pero que, al final, es una forma de navegación infinita por las carreteras del sentido?
¿Por las rutas del sol, la corrupción y del sentido?
Este país merece metafísica.
Metafísica sin corrupción.
Este país se merece más pasteles de garbanzo.
Este país merece panaderías con comida fresca.
Este país merece metafísica y paciencia.
Este país no se merece una ficción recalentada.
Este país se merece un futuro serio.
Un país donde “igualdad” sea una palabra con sentido.
Un país con una justa ley de tierras.
Un país que no se burle de las leyes.
Un país donde no se objeten las sentencias.
Un país –este país– merece no ser pasado por la galleta.
Merece que no le vean la cara de pendejo.
Merece baños públicos,
para defecar tanta salsa con garbanzo.
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Santiago aparece por acá.
Y el tema de la quincena: