Hablamos con uno de los líderes de la primavera española.
- El 15-M logró que los ciudadanos salieran a la calle a defender la democracia real ya. Foto: Tomado de internet
Colombia vive un momento histórico: el acuerdo de paz entre el Gobierno y las Farc no fue refrendado, la oposición ha ganado un espacio importante en la arena política y la ciudadanía ha tomado la vocería de la indignación. Las marchas ya no son tan multitudinarias como en los primeros días, las asambleas de Paz a la Calle son cada vez menos numerosas y la incertidumbre parece normalizarse.
En medio de este escenario, se hace indispensable mirar las experiencias internacionales para ver cómo se han construido, desde la ciudadanía, procesos sociales para responder a crisis como la que vivimos. Hablamos con Xavi Ferrer, uno de los organizadores de la multitudinaria acampada del 15 de Mayo de 2011 en varias ciudades de España.
En medio de la crisis económica europea más importante de las últimas décadas, él y otros líderes sociales conformaron la organización Barcelona en Común para intentar solucionar las problemáticas de la gente. Han intervenido en intentos de desahucio, y han desarrollado programas de educación, vivienda y salud. Esto fue lo que nos dijo.
¿Cómo se construyó el 15-M?
El 15-M no es un movimiento, el 15-M fue un acontecimiento. Había un trabajo previo en varios frentes: por un lado, frente a la Ley Sinde (ley de Economía Sostenible con la que el gobierno de Rodríguez-Zapatero intentó salvar a España de la crisis), que era contra la libertad en internet y ponía muchas restricciones.
Allí hubo un movimiento muy organizado en las redes sociales que tuvo espacios que aglutinaron y posibilitaron el nacimiento del 15-M. Fue la primera articulación vía internet fuerte. Lo digital fue una de las claves del escenario. El papel de las redes contra la ley Sinde fue determinante.
Luego hubo espacios como “Jóvenes sin futuro” u otros parecidos, que eran expresiones de las clases medias y medias bajas ante la situación de crisis. Jóvenes que tenían que migrar, con altos niveles de precariedad. Era la expresión de descontento de grupos que no eran especialmente vinculados –y algunos totalmente lejanos– con los movimientos sociales clásicos.
Las personas que veníamos de la lucha en la calle, de movimientos antiglobalización y todo eso, seguimos trabajando con la llegada de la crisis pero en paralelo llegaron otros grupos que eran más “limpios”, más ‘ciudadanistas’, con menos carga de lucha. Estos grupos, junto con los escenarios digitales, son los que articularon la posibilidad de hacer un mega acto, una manifestación coordinada en todo el estado español, y así nació el 15-M.
Lo que ocurrió a raíz de esto es que un grupo, en Madrid, decidió hacer una acampada en la Plaza del Sol. Eso dio pie a la represión por parte de la policía y luego a una respuesta ciudadana masiva. Hubo una respuesta ante una ilegitimidad muy fuerte, no había en ese momento una visión de “estos son los radicales que siempre están en contra de todo”, la gente pensó que estábamos diciendo algo que era real. Ahí es cuando explota el escenario.
El hecho histórico es más la articulación de cómo se llega al 15-M, que el propio evento. El 15-M es un acontecimiento, algo que ocurre fruto de otro trabajo, pero no es algo que se hubiera podido pensar.
¿Qué significó la llegada de ese mega evento y la “explosión ciudadana” a la que se refiere?
Lo que supone el 15-M es la ruptura de un imaginario: lo que le habían dicho a la generación de nuestros padres es que este era el menos malo de los sistemas y no se podía pedir más. Justo el lema del 15-M es “queremos una democracia real ya”, y al final fu el movimiento donde se aglutinaron los espacios. El 15-M abrió un escenario para pensar y decir cosas que antes eran imposibles de discutir.
¿Cómo han hecho para permanecer en el tiempo, para resistir?
Hay un trabajo previo que se cristaliza como evento, como vivencia, en el 15-M. Eso a su vez cristaliza otras cosas. No conseguimos permanecer en el tiempo como 15-M, al cabo de menos de un año ya se decía que habíamos muerto porque la respuesta de muchos fue “conviértanse en un partido político, preséntense a las elecciones y ganen”. La articulación clásica de decir: si están en la calle pidiendo algo, organícense y háganlo efectivo.
Para nosotros eso no tenía sentido, el 15-M también permitió la acción de cosas concretas como grupos de barrio, espacios de apoyo mutuo, la Plataforma de Afectados por la Hipoteca –Pah, de donde venimos muchos, que ya existía y a través del 15-M tiene un espacio de explosión–. También se organizaron lo que aquí llamamos mareas: marea blanca, que era de sanidad; marea verde, que era de educación; marea granate, de cultura.
El 15-M no se articula en un espacio propio, lo que hace es generar nuevos escenarios de enunciación. De repente, los perfiles de Twitter y Facebook de las Plazas –que fueron los lugares conceptuales desde donde se habló– se convirtieron en sustitutos de los medios de comunicación tradicionales. Luego había espacios de acción en el barrios –como las mareas–; en internet, y en muchos otros frentes.
Estos son los espacios donde se consolidó lo que el 15-M logró destituir. El 15-M fue el inicio de un proceso, que no constituye nada pero destituye el régimen antidemocrático, sobretodo en temas económicos; y hace que esa institucionalidad preestablecida entre en crisis. La construcción de esas nuevas formas de lucha es lo que genera legitimidad, y eso es lo más importante del proceso.
- Miles de personas salieron a protestar en Valencia. Foto: Tomada de internet
El 15-M logra además establecer movimientos regionales, en diferentes lugares de España. ¿Cómo es el proceso de Barcelona en Común?
El 15-M recogió la posibilidad de cambio y permitió la creación de organizaciones como Barcelona en Común. Esta organización está compuesta, principalmente, por personas que provenían de los movimientos sociales organizados, con una tradición de lucha importante.
Cuando creamos Barcelona en Común decidimos que íbamos a poner la ciudadanía por delante de todo, queríamos trasladar ese gran grito del 15-M –la ciudadanía ya no puede no estar representada– a Cataluña y reproducir el imaginario de que los políticos no son la gente, y que los que organizan el poder no nos representan.
En Barcelona en Común recogimos gente de los movimientos sociales, de lucha feminista, ecologista, de temas de deuda, de vivienda, educación, sanidad, etc. Y al tiempo le dijimos a los partidos políticos de izquierda –que siempre estuvieron en la esquina del espectro del poder– que se vinculen, que se pongan a la cola. Detrás de un liderazgo ciudadano.
Así fue como agrupamos a la ciudadanía, que es quien lidera; a los movimientos sociales, de quienes recogemos articulación, conocimiento y prácticas de horizontalidad; y también le damos la bienvenida a los partidos políticos que quieran subordinarse a esta lógica, que estén dispuestos a cumplir códigos éticos y programas que estén rodeados por la ciudadanía.
Colombia vive un momento intenso luego del plebiscito del pasado 2 de octubre, ¿qué decirle a esos miles de indignados que han salido a la calle a exigir un acuerdo de paz ya?
Un 15-M no se puede preorganizar, es una explosión ciudadana. Lo que lo convierte en algo brutal no es que toda la gente de movimientos sociales, que lucha por el cambio, se organice y lo haga, sino que la ciudadanía de repente rompa con el imaginario anterior y decida salir a la calle. Era una cosa que no esperábamos.
Cuando hablamos del 15-M usamos la frase “lo hicieron porque no sabían que era imposible”, porque quienes deciden ir a Sol ese 15 de Mayo, son gente que no es de los movimientos sociales. Si alguien de nosotros hubiera propuesto la acampada, ya sabríamos qué hubiera pasado: hubiera llegado la policía, nos habrían desalojado y multado.
Lo que el 15-M demostró es que las viejas estructuras sí se pueden transformar
Lo que pasó precisamente fue que cuando los ciudadanos fueron y la policía los detuvo, al otro día la respuesta del pueblo fue masiva, fueron a la plaza el triple de las personas que habían ido el día anterior. La policía volvió a desalojarlos por la fuerza y al tercer día la respuesta fue de 20 veces más. Eso es lo que es imprevisible.
A los movimientos que están pensando en hacer eso, les digo que yo no pensaría exactamente cómo articular el 15-M sino cómo generar luchas concretas. Luchas concretas que nosotros denominamos sindicalismo social: gente que se une para hacer respetar la vida.
La nueva legitimidad que hay que generar es lo que destituye las viejas estructuras y permite la institución de nuevas. En este caso Barcelona en Común y más adelante, ojalá, nuevas instituciones para generar un proceso constituyente donde podamos hablar del nacimiento de nuevas maneras de organizar el poder.
Hay que generar nuevos espacios de legitimidad, y eso se hace a través de luchas concretas, no a través de relatos tradicionales y en desuso. Pensar en cosas concretas que generen respuestas a las problemáticas reales que tiene la ciudadanía, y articularse para generar acciones, al menos en pequeña escala, para dar solución a esas demandas.
¿Cuál fue la clave del éxito y del impacto del 15-M en la sociedad española?
La clave es que la ciudadanía pueda ver que sí es posible. Nuestro grito del “sí se puede” del 15-M y de la Pah y las mareas y Barcelona en Comùn, es descubrir que lo que era imposible es cierto.
Hay que conseguir pequeñas victorias. Con el tema de la vivienda, por ejemplo, frenábamos algunos desahucios. Luego muchos de ellos acababan siendo expulsados de su casa pero tras una negociación. También hacíamos que la gente renegociara con el banco para tener menos deuda y, muchas veces, no tener que pagar.
Sabíamos que esos escenarios no eran el cambio total –el cambio total es cambiar la ley– pero esas pequeñas victorias van generando una legitimidad. Teníamos que centrarnos en hacer luchas concretas y conseguir pequeñas victorias.
El mensaje que queremos dar nosotros es, más bien, a los movimientos sociales: demuéstrenle a la ciudadanía que sí se puede. El 15-M lanzó el mensaje y ahora la ciudadanía del mundo sabe que sí se puede. Hay que trasladar eso a la realidad colombiana, a la realidad de las ciudades dando soluciones concretas a las problemáticas de la gente, y desde ahí articular los procesos.
Toda la vida nos habían dicho que esto era irreformable, que este era el menos malo de los sistemas y lo que hemos visto es que las viejas estructuras se puede transformar. Sí se puede pero ellos no quieren, ese es el gran mensaje que tenemos para trasladar.