Lola, la maestra corrida del Patía | ¡PACIFISTA!
Lola, la maestra corrida del Patía
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Lola, la maestra corrida del Patía

Staff ¡Pacifista! - junio 3, 2015

El pasado 25 de mayo, se reglamentó la Cátedra de la Paz obligatoria para todas las instituciones educativas. Pero en el sur del Cauca hace rato se la habían inventado... que lo diga Lola.

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Por: Natalia Otero Herrera. 

Le entregaron a su hijo pálido, con un tiro en la nuca y en un cajón. Como tiene el don de la palabra, aún con el llanto atosigado en la garganta, dio el discurso de despedida en su funeral.

Los versos le salen con fluidez. “Amor celoso, meloso, empalagoso, es doloso y peligroso”, dice, por ejemplo, para enseñarles a las mujeres a hacerse respetar de sus maridos y evitar el maltrato intrafamiliar.

Mientras recitaba el que sería el último poema para su hijo de 23 años, en el que le hablaba de la guerra del país que se lo llevó y de los sueños que le mataron, las lágrimas brotaron del cadáver. Así. Como si estuviera vivo.

Puro realismo mágico. Pero así es la vida de Lola: un debate entre la realidad y la locura, entre las enseñanzas y las prosas, entre la mística y la academia. Un mundo en donde los muertos lloran y los niños aprenden a sacar la raíz cuadrada entre el barro.

Aunque hace tres años le quitaron la alegría del alma, con el asesinato de su hijo, sus labios siempre dibujan una sonrisa de oreja a oreja. Su piel es oscura, como la del 98 por ciento de su comunidad, en Galíndez. Se orienta con la sombra de la playa de los dos ríos (el Guachicono y el San Jorge) que bañan este corregimiento al sur del Cauca, en el Patía. De sus brazos, además de sus pulseras, cuelgan niños. Siempre está rodeada de niños, pregonando lo que ha denominado: la pedagogía de la corridez.

“Hay quienes dicen que les da miedo,
por las  ideas que echo a rodar.
Se sorprenden, se inquietan,
por esta propuesta de magia, enigmas,
audacia y libertad (…).
Todos y todas hacemos la gobernabilidad. (…).
Hilando, tejiendo, entretejiendo,
amarrando y jalonando
una pedagogía de amor, compromiso y tenacidad (…).
Donde el arte de ser maestros y maestras,
la etnocultura, la madre naturaleza, las aptitudes,
todo suma con positividad (…)”, declama Lola, porque prefiere así explicar lo que es esta pedagogía alternativa que ha instaurado en el Instituto Educativo Dos Ríos, del que es directora.

La banda de tarros está hecha de instrumentos reciclables. Foto cortesía de Cuucho Grueso

María Dolores Grueso, Lola, o como la llaman ahora, la “maestra corrida”, estudió en Nariño, en el colegio Normal Nacional San Carlos, en donde siempre tuvo todos los materiales académicos a su disposición. Aunque fue educada por religiosos franciscanos, nunca le cortaron la locura. Por eso, cuando regresó a su comunidad, en el 81, la creatividad seguía intacta. Encontró un Galíndez solidario, amable, como siempre había sido, pero pobre, pobre de bolsillo, como dice. No tenían laboratorios para estudiar química ni mapas para geografía ni instrumentos para hacer música.

Se convirtió en maestra. Dejó a un lado las quejas y decidió bandearse con lo que tenía a su disposición. Así, sacó a sus 35 estudiantes al puente, en donde se acumulaba barro. Dibujo sobre él un mapa y con piedras les enseñó la Cordillera Andina. Los llevó a largas caminatas por el bosque y la playa para explicarles los fenómenos biológicos de la fotosíntesis. Y la banda la armó a punta de pupitres, cuernos de ganado, tapas de ollas, azadones y sonajeros, y así fundó “la banda de tarros”, el primer peldaño de la pedagogía de la corridez.

“En la comunidad, la pedagogía nace de la necesidad de resolver los problemas, de manera didáctica, así como se presentan en la vida cotidiana. La pedagogía de la corridez no se queja, la pedagogía de la corridez resuelve. Más adelante, en el 96 me entregaron la rectoría. Para ese entonces,  era una escuela primaria, luego creamos el preescolar y el bachillerato, y en el 2000, a través de una oferta del Ministerio de Educación, nos titularon como institución educativa”, explica Lola.

Desde su creación estuvieron de la mano Wilmer, su gran maestro y Chucho, su hermano. Ahora, ambos hacen parte de la pedagogía de la corridez: el primero, dicta las ciencias exactas al ritmo del tambor, que dicen, hace vibrar corazones; y el segundo, dicta matemáticas fusionadas con educación física, debajo de los puentes y en las playas.  A este grupo de maestros corridos se les suma todo un batallón de académicos, que se hacen llamar por su apodo (Lolo, Jamacay, Chucho, Lola…) que unen la cultura, la espiritualidad y la cosmovisión afrodescendiente con el Álgebra de Baldor y el diccionario Larousee. Así, los 190 niños que hacen parte de la escuela, desde transición hasta undécimo, aprenden por igual la teoría de la relatividad, el tejido de hoja de palma  y la tolerancia entre vecinos.

Los estudiantes aprenden en las bioaulas, en medio de las playas, bosques y ríos. Foto cortesía de Chucho Grueso

“Tenemos ese ingrediente de más porque impartimos conocimiento como en cualquier otra institución, pero también cosas básicas que les van a servir en su vida. Por ejemplo, les enseñamos a nadar o a hacer medicina de una planta. Muchas personas  amarían salir de las cuatro paredes para aprender en la playa, en el árbol y en el barro. Esta es una pedagogía que llama la atención, no cansa al estudiante, lo invita a ser dinámico, a mantenerse alerta y a pensar sobre su historia, su contexto, su patria grande y su patria chica”, explica Chucho.

La dinámica de la escuela funciona en diferentes ejes académicos de donde se desprenden proyectos socioculturales, ecoturísticos, artísticos, entre otros, que se realizan con las metodologías de las “bioaulas” y las “bibliotecas vivas”.

“Las bioaulas son los espacios naturales que nos brinda nuestro contexto para orientar nuestras clases. La infraestructura de nuestro colegio es muy deficiente, pero tenemos todo un paisaje medio ambiental que suple lo que nos falta en las cuatro paredes”, dice Jamacay, docente de ciencias sociales. “Las bibliotecas vivas, son los espacios que destinamos para que las personas que guardan nuestros saberes ancestrales narren su diario vivir y nos enseñen de nuestra cultura. Esa relación entre el joven y nuestros adultos es fundamental para afianzar el tejido social patiano”.

190 niños hacen parte del Instituto Educativo Dos Ríos. Foto cortesía de Chucho Grueso

Galíndez es la puerta sureña del Cauca.  Es un paraíso geográfico, bañado por dos ríos de dos colores, dos temperaturas, dos ecosistemas. Su cercanía con la carretera Panamericana ha hecho que sea propicio a ser escenario de los paros y movilizaciones que se dan en la región. En el 99, con el famoso paro que duró 26 días, ingresaron más de 40 mil personas, y la población quedó en medio de los enfrentamientos entre estatales y  protestantes. Esto ha vuelto al lugar vulnerable a poblaciones flotantes que corroen la tranquilidad de sus habitantes. Además, por estar en una región como Cauca, la guerra entre paramilitares, guerrilleros, y nuevos bacrim ha alcanzado a pegar en el corregimiento, en especial en temas de reclutamiento infantil.

“Con nuestra forma de educar concientizamos a los niños a que se reconcilien a través del diálogo,   y que en vez de empuñar armas, empuñen instrumentos musicales. Está más que comprobado que en donde no hay educación, la gente es más violenta”, explica Lola a propósito del contexto colombiano.

El pasado 25 de mayo, mediante el  Decreto 1038, se reglamentó la Cátedra de la Paz obligatoria para todas las instituciones educativas, establecida por la Ley 1732, del 1 de septiembre de 2014. De acuerdo con esta, La Cátedra de la Paz tendrá como objetivo crear y consolidar un espacio para el aprendizaje, la reflexión y el diálogo sobre la cultura de la paz y el desarrollo sostenible que contribuya al bienestar general y el mejoramiento de la calidad de vida de la población.

Esa cátedra puede instaurarse a través de las organizaciones campesinas que apoyan la pedagogía para la paz en zonas rurales. Por ejemplo, Lola es miembro de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC) y, a propósito de su experiencia, el pasado 20 de mayo, dio una conferencia en el “Encuentro de diagnostico del daño y formulación de Plan integral de Reparacion Colectiva” de dicha asociación. Lola, además de ser una maestra, es líder campesina, y esa es la verdadera cátedra de paz.

Precisamente, la pedagogía de la corridez de Lola, ya es una cátedra de la paz. Siempre lo ha sido. Es su razón de ser. El ambiente que se respira en las bioaulas es de armonía e inclusión. En ella, se inculca el desarrollo sostenible, en especial con el enfoque del cuidado a los dos ríos que además de ser hermosos, son los afluentes de la economía del corregimiento. Es un lugar en donde el bienestar prima y la calidad de vida de los niños se incrementa porque no se cuelgan por falta de un cuaderno o de un microscopio; ya han aprendido que tienen la arena y sus ojos.

Galíndez está rodeado por dos ríos que además de ser la fuente de ingresos económicos hacen parte del hermoso paisaje. Foto cortesía de Chucho Grueso

“En la pedagogía de la corridez ya venimos trabajando en la paz  desde hace muchísimo tiempo, porque nuestra cátedra se enmarca en la alegría y el respeto hacia el otro y hacia la naturaleza. Nosotros enseñamos un proceso de educación que busca la disminución de la conflictividad”, explica Lola, a quien otro de sus hijos, Royers, le agradece haberle enseñado el valor del esfuerzo.

María Dolores, la mujer de la sonrisa de sapo, de la piel oscura, del corazón arrugado, se despide de quien la saluda con un “abrazo de sol patiano”. Y eso es lo que irradia con sus palabras, con sus ideas alocadas, con sus enseñanzas: una luz de alegría y cariño.

Digno de ella, no hay poema que mejor la describa como este que le declama su hermano Chucho:

“Lola, una mujer de admirar, una mujer que aprende,
una mujer que trabaja, una muejr que sorprende (…).
Una mujer imbatible,
una muejr de raza,
una mujer impredecible,
esa es Lola.

Una mujer que hasta en la adversidad da firmeza (…)
Una mujer que de luto está su alma,
y aunque la  tristeza hoy la invade,
toma las cosas con calma.

Ella es Lola, mi gran hermana y amiga,
del grado quinto mi directora,
mi maestra muy corrida
y actualmente mi rectora (…).

Como madre es generosa,
como hija amorosa, como hermana invaluable ,
como tía miel de rosa (…).

Mujer de hacha y machete (…),
Después de mí,
como un susurro al oído,
como una caricia al viento,
como Chucho en su poema,
como al calor una pola,
este dicho, Lola”.

Foto cortesía de Chucho Grueso