OPINIÓN Esa guerrilla quiere iniciar su proceso de diálogo desmarcándose de la agenda acotada que adelantaron el Gobierno y las Farc.
Columnista: Luis Eduardo Celis*
Recientemente, el ELN sacó dos pronunciamientos que expresan su valoración del proceso de paz que adelantan el presidente Juan Manuel Santos y las Farc. El primero lo tituló “Un plebiscito entre dos aguas”, y en él dijo: “En nuestro caso, respetamos el camino que han tomado los compañeros de las Farc, así no lo compartamos, dado que los acuerdos de La Habana marcan una ruta que no interpreta la agenda ni la metodología de negociación que hemos pactado con el presidente Santos y que anunciamos conjuntamente en Caracas el pasado 30 de marzo”. Este pronunciamiento fue hecho público el primero de agosto pasado, como parte de la editorial de la página web de esa organización.
El 5 de agosto, el ELN dio a conocer otra declaración, titulada “Por la paz, la resistencia continúa: Declaración de la Dirección Nacional y el Comando Central del Ejército de Liberación Nacional”. En ella desarrolla el planteamiento anterior de “no compartimos la esencia de estos acuerdos”, para referirse al proceso de La Habana.
En ese documento, el ELN argumentó: “Se evidencia que el objetivo principal de la comandancia de las Farc es convertirse en una organización legal, aceptando unos acuerdos que exculpan al Estado de su responsabilidad en el desarrollo de la guerra sucia y el terrorismo de Estado, a la vez que deforman los fundamentos esenciales del derecho a la rebelión. Así, el Gobierno niega la naturaleza política del alzamiento armado y mantiene intacto el régimen oprobioso de violencia, exclusión, desigualdad, injusticia y depredación”.
Igualmente, el ELN hizo referencia, sin mencionarlos, a otros sectores con los que compartiría su distancia frente a lo acordado por Gobierno y Farc: “Compartimos las inquietudes de diversos sectores de la sociedad, del movimiento social y político, frente a varias de las temáticas acordadas, ya que no interpretan sus expectativas, como la limitada participación de la sociedad, la negociación de asuntos sociales sin tener en cuenta a los sectores afectados, la justicia transicional que evita el enjuiciamiento al Estado por su culpabilidad en el genocidio, y la poca incidencia de lo acordado para modificar la realidad del país”.
Hay que abonarle al ELN su claridad para decir que no comparte este acuerdo de paz, lo cual lo ubica en identidad con el uribismo. Así difieran en sus argumentos, lo cierto es que en el extremo izquierdo donde está el ELN hay distancia y crítica frente al proceso con las Farc, al igual que en el extremo derecho donde se ubica el Centro Democrático y el liderazgo de Álvaro Uribe.
Las opiniones del ELN y del uribismo, de criticar el acuerdo entre Gobierno y Farc, difieren de un amplio espectro social, gremial, político y de la comunidad internacional, que tienen una valoración totalmente contraria. Ese espectro considera que estos acuerdos van al corazón de los dos temas que originaron el conflicto armado —la exclusión de una buena parte del mundo rural y la falta de garantías para la competencia política— y que incluyen un adecuado e innovador tratamiento a los derechos de millones de víctimas y del conjunto de la sociedad a la verdad, justicia y reparación y garantías de no repetición.
¿Por qué el ELN, en un momento en que está concluyendo la negociación entre Gobierno y Farc, lanza tamaña carga de profundidad?, ¿es convicción o estrategia? Mi respuesta es que son las dos: el ELN se ha afincado en una agenda maximalista como derrotero para la solución negociada y quiere que el futuro acuerdo de paz toque todos los temas que desde su ideario político y comprensión de futuro considera que deben ser cambiados, así como incluir “las transformaciones necesarias para modificar la realidad del país”.
Pero con una negociación con las Farc concluyendo y una mesa Gobierno-ELN que puede descongelarse e iniciar su trabajo en las próximas semanas, el maximalismo del ELN es igualmente estrategia de actuación: quiere iniciar su proceso desmarcándose de la agenda acotada que adelantaron las Farc y discutir el conjunto de los temas que, a su juicio, deben ser parte de un acuerdo de paz.
Sabemos lo difícil que ha sido y será un acuerdo negociado con el ELN. El Gobierno y muchos actores de la política y de los gremios económicos tienen la certeza de una negociación con pronóstico reservado, pero la única manera de dinamizar este proceso es que la mesa que debería iniciar su funcionamiento en Quito (Ecuador) se ponga en marcha, para lo cual hay que ver si las dos partes encuentran un camino compartido para iniciar el trabajo.
El maximalismo del ELN tiene poca viabilidad, pero en un país con tantos temas por transformar y tantas regiones donde el ELN mantiene presencia es posible encontrar un camino de acuerdo que, sin ser la revolución por decreto, permita sumar al ELN al camino del cierre negociado de un conflicto que —concluido el levantamiento armado de las Farc— lo dejará como una de las últimas guerrillas del continente. Una guerrilla que o negocia un pacto para poner punto final a la rebelión o será protagonista del, quizás, último pulso militar y social del país, con pronóstico reservado.
Los lectores interesados en leer el texto completo del ELN, donde critica el proceso Gobierno-Farc, lo pueden consultar aquí.
*Asesor de la Fundación Paz y Reconciliación
@luchoceliscnai