La foto del estrechón de manos | ¡PACIFISTA!
La foto del estrechón de manos
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La foto del estrechón de manos

Staff ¡Pacifista! - diciembre 30, 2015

OPINIÓN La imagen de la paz no se hará en un gran evento, ni entre grandes líderes, sino en los campos con las gentes que siguen llorando la guerra. Columna de un fotoperiodista.

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Columnista: Mauricio Morales

Cuando ¡PACIFISTA! me pidió que escribiera acerca de cómo creía que debería ser una potente foto de la firma del acuerdo de paz entre el Gobierno y las Farc en La Habana en marzo de 2016, por alguna razón me acorde de las fotos sociales y eventos de alta estirpe en el Club Campestre de Bucaramanga. Eventos que me tocaba “cubrir” en mis primeros años como fotoperiodista. En esos gloriosos momentos de mi carrera, pensaba que quizás mi mamá tenía razón; eso de ser fotógrafo no iba para ningún lado, y probablemente sigue teniendo razón.

Eventos tales como el grado de don no sé quién, tarde de té de la respetable doña cuántas, reconocimiento al honorable empresario de alguna vaina. Nervioso, preparaba mi flash, trabajaba en el enfoque bien preciso, todo para no perder ese instante, ese momento magno en que doña “Elenita de Sáenz de Urrutia” levantara la taza de té con sus amigas y sonriera o en que don no se quién estrechara la mano del alcalde de turno para recibir el reconocimiento de no sé qué. Click, click. ¡La foto!

“La foto”, ¡la putería de foto! Sí, hay fotos que por sí mismas son excelentes, pero… Tanto en el fotoperiodismo como en la sociedad colombiana, a veces nos fijamos en eso, en un momento, en una foto, en un evento, en un negocio rápido que nos haga ricos. Seguramente hay más que eso; hay historias y toca contarlas, existen procesos y llevan tiempo, nada bueno sale sin un camino. La guerra de Colombia no se puede ni se debe contar en una foto, ni se debe pensar que una firma da puntos finales a más de 60 años de guerra.

De pronto los meticulosos y creativos jefes de prensa y protocolo del Gobierno y de las Farc saldrán con alguna genialidad, de pronto a Santos le ponen una guayabera tricolor y a “Timochenko”, por qué no, también. Al fondo una grandísima bandera de Colombia y volando alrededor unas palomas blancas que representen a la anhelada paz; la escena perfecta para ese sudoroso estrechón de manos, click, click, ¡la foto!

Por más que se quiera, la imagen de la firma de la paz tan solo será el registro de un evento, de una firma, de un apretón de manos, un acto que representa el logro de un proceso largo y el comienzo del fin de un conflicto muchísimo más largo. Un momento que captaran fotógrafos de todo el mundo apuntando sus lentes, los flashes estallarán y ellos, los líderes de los bandos, posarán por unos instantes, asegurando que todos tengan esa foto. Pero no hay ángulo o maña extrema que haga potenciar una foto de dos personas estrechando las manos.

Quedará en la historia como un archivo de ese momento, junto a las del líder palestino Yasir Arafat dándose la mano con el primer ministro de Israel Yitzhak Rabin después de la firma de los acuerdos de Oslo, que pues ya sabemos dónde ha terminado eso. Junto a la foto de la reina Isabel estrechando la mano del excomandante del Ejército Republicano Irlandés, ahora viceministro de Irlanda del Norte. Con menor importancia global, pero de suma trascendencia familiar, la mía estrechando la mano del cura rector de mi colegio cuando me gradué y di fin a un guerreado y rebelde bachillerato que mi madre aún recuerda con angustia.

La imagen de la paz o del principio del fin del conflicto y lo que quedará en la memoria de los colombianos y las nuevas generaciones de pronto no va a ser la foto de un estrechón de manos en ese evento en La Habana.

Serán las imágenes de la guerra en Colombia, esas mismas de hace 60 años que se pueden convertir en “imágenes del pasado”, las que junto a las nuevas imágenes que se harán del largo camino de la reconciliación representarán la terminación de la guerra. Esas mismas imágenes que no se hicieron y no se harán en un gran evento, ni entre grandes líderes, sino en los campos, y con las gentes que siguen sangrado y llorando la guerra.