La 'Donbernacracia' detrás de "La Escombrera" | ¡PACIFISTA!
La ‘Donbernacracia’ detrás de “La Escombrera”
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La ‘Donbernacracia’ detrás de “La Escombrera”

Staff ¡Pacifista! - agosto 10, 2015

OPINIÓN Un modelo criminal que se disfrazó de contrainsurgente es el responsable de decenas de asesinatos que podrían ser esclarecidos con el operativo de levantamiento de escombros en la comuna 13 de Medellín.

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                            Columnista: Ana María Cristancho

En el imaginario de algún sector de la sociedad quedó plasmado que los paramilitares se armaron para defenderse de la guerrilla; que fueron un ejército con líneas de mando verticales, escudito y camuflado; que “algo habrán hecho sus víctimas” pues “no estarían recogiendo café”; y, por lo tanto, entre dientes y en voz baja dicen que el costo –las vida de miles- justificó el fin. Quedó en el aire que en la cárcel están personas que, cansados de la ineficacia del Estado, tomaron “con valentía” las armas para defender la “patria”. No siempre fue el caso y, por respeto a la memoria de víctimas de, por ejemplo, “La Escombrera”, es imperativo hacer la salvedad.

Es que muchos narcotraficantes vieron en las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y la negociación que se comenzaba a gestar internamente en 2001 (según lo confesó alias Doble Cero), una buena oportunidad para lavar sus pasados judiciales. Para entonces, los paramilitares planeaban presentarse a una “amnistía”, que de hecho alcanzó a plantearse en el proyecto de ley de alternatividad penal de 2003, presentado por el gobierno de Álvaro Uribe en el Congreso. En ese río revuelto, los narcos que no se habían metido ya a la guerra como inversión, compraron franquicias de las AUC – entregaron montañas de dinero a la casa Castaño por un puesto en la mesa-.

Sin embargo, no era suficiente con portar un brazalete, camuflarse y ponerse ridículos alias “políticos” como “Adolfo Paz”, en el caso de, Diego Murillo, alias Don Berna. La presentación ante el Estado les exigía tener un carácter “político” y poderlo probar, por lo cual también se dieron a la tarea de simular una guerra contrainsurgente.

La ‘Donbernacracia’ en Medellín consistió en eso: imponer normas “sociales”, asesinar “bandidos” para “pacificar” las comunas, “liberar” las zonas de la amenaza insurgente y regalar casas para ganar legitimidad, como lo haría cualquier político. Y, por supuesto, asesinar selectivamente a algunos para que pareciera que, en efecto, eran de derecha.

Si bien los hechos vistos de forma aislada conducen a pensar que fue igual a las demás “autodefensas”, detrás de la atroz arremetida violenta contra las comunas había mucho más que un proyecto político. Los barrios populares eran un mercado gigante para la venta interna de cocaína, mano de obra violenta –sicarios- y era un corredor sin Estado entre el suroeste del departamento de Antioquia y el mar. Subordinar a las comunas al propio orden tenía, pues, un valor más estratégico que ideológico.

Quién no  aceptara la nueva autoridad, no le comprara la droga a Don Berna o buscara que los jóvenes se alejaran de este círculo económico –caso de los líderes sociales o activistas en ocasiones organizados por la insurgencia-  estaba condenado a muerte. La limpieza social, indicador de que los grupos buscan construir una “nueva sociedad” estaba reservada para todos los anteriores, pero, obvio, los jíbaros y consumidores aliados eran bienvenidos.

Las desapariciones forzadas, lejos de ser actos de guerra, buscaban “no calentar la zona”. Es decir, no llamar la atención de las autoridades sobre un territorio que era soberano para la criminalidad. No dejar demasiados muertos en lugares en donde había pactos con algunos miembros de la Policía para que ésta pudiera mostrar eficiencia era parte de la estrategia.

No todas las guerras que alimentaron el conflicto fueron políticas. Si bien es difícil distinguir el orden de los factores, -el narcotráfico como medio o fin- éste sí afecta el producto. No es lo mismo haber librado una guerra para defender un negocio, que para defenderse. Algunos de los muertos que yacen en “La Escombrera” no son víctimas de un proyecto de “refundación de la patria” sino de la codicia de un narcotraficante que quería lavar su pasado judicial en una mesa y borrar sus culpas en ideologías prestadas. Allí están las víctimas de un país que se le olvidó que el narcotráfico no murió con Pablo Escobar, que pensó que su único problema eran las Farc, que prestó su soberanía, y que vio robarle la ciudadanía a tantos y desahució a sus dolientes, sin musitar.

En Twitter: @petalo_desal