Siete claves: la paz de La Habana para dummies | ¡PACIFISTA!
Siete claves: la paz de La Habana para dummies
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Siete claves: la paz de La Habana para dummies

Colaborador ¡Pacifista! - junio 9, 2016

OPINIÓN "Ojalá que la mayoría de los colombianos no sean ni tan cobardes, ni tan brutos, como cuando perdimos Panamá".

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Columnista: Andréi Gómez Suárez

La transición de un conflicto armado a la paz implica un cambio profundo para toda la sociedad. La paz no es la rendición del otro bando, no es la negación de las responsabilidades propias. Para evitar el exceso de retórica es preciso explicar los alcances de la paz negociada.

Colombia no puede perder la oportunidad de poner fin al conflicto armado con las Farc y empezar a construir una paz estable y duradera. Nuestra historia está llena de guerras ganadas a medias y procesos de paz marcados por traiciones. El costo humanitario y el impacto sicológico de estos fracasos es tan alto que hoy algunos colombianos no entienden que la paz negociada es mejor que la prolongación del conflicto armado.

Aquí, vale la pena citar la confesión de Vicente Orduz a su sobrino en La guerra perdida del indio Lorenzo, la última novela de Rafael Baena.

“Me alegra que se haya perdido Panamá, y me alegra que no nos hayan indemnizado de manera proporcional al perjuicio recibido. A ver si así aprendemos la lección y empezamos de una buena vez a valorar lo que somos y lo que tenemos. Nos merecemos ese castigo por ser tan retóricos, por cobardes, por no haber estado a la altura de las circunstancias cuando el país más lo necesitaba, por ser tan brutos. En suma, por ser tan colombianos”.

Un proceso de paz es una negociación compleja que es difícil de explicar a quienes no están inmersos en ella. La necesidad de confidencialidad para lograr acuerdos crea confusión en la sociedad. La desconexión entre la sociedad y los equipos negociadores es usualmente el reto más grande que enfrenta todo proceso de paz exitoso, pues, interpretaciones imprecisas de lo acordado circulan entre sectores sociales, generando malentendidos que polarizan a la sociedad.

Lo ideal para desmontar la polarización sería que muchos ciudadanos se involucren en conocer mejor lo que se ha acordado en el proceso de paz. Sin embargo, en sociedades que avanzan al ritmo de la globalización, compuestas de ciudadanos que buscan tomar decisiones acertadas basadas en la circulación de información concreta y veraz, es necesario ofrecer una radiografía precisa del proceso de paz en La Habana; una explicación para dummies.

  1. El proceso de paz funciona bajo un principio utilizado en negociaciones complejas en todo el mundo “nada está acordado hasta que todo este acordado.” La razón es simple: los seis puntos acordados en la agenda de La Habana están íntimamente relacionados. Por ejemplo, no puede haber participación política de las Farc sin dejación de armas y las Farc no dejarán las armas si el Gobierno no se compromete a realizar una reforma rural integral, pues esa ha sido su bandera. Por eso la refrendación no puede ser punto por punto. Los colombianos tendrán que decidir si aceptan el acuerdo completo.
  2. Por primera vez en la historia de los procesos de paz en el mundo los derechos de las víctimas están en el centro de la negociación. Esto se evidenció en su participación. Más de 3.000 víctimas asistieron a cuatro foros organizados en Colombia y 60 víctimas viajaron a La Habana. El 11% de sus propuestas fueron sobre mecanismos de justicia, el 16% sobre verdad y el 34% sobre reparación. Teniendo en cuenta estas propuestas se acordó la creación del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición. Tres aclaraciones: (a) el castigo para los culpables de crímenes de lesa humanidad será la cárcel, cuando no acepten responsabilidades, no digan toda la verdad y no acepten reparar a las víctimas; (b) el narcotráfico será competencia de la justicia ordinaria, siempre y cuando no esté relacionado con el conflicto armado; y (c) la participación política de las Farc está supeditada a cumplir con las obligaciones que emanan de este acuerdo.
  3. El objetivo de todo proceso de paz es poner las armas de los insurgentes fuera de uso. Las negociaciones alrededor del mundo han demostrado que la entrega de armas no es garantía para poner fin a la violencia. Nuevas y más sofisticadas armas se pueden comprar en el mercado negro. Por eso, lo más importante es la voluntad de no recurrir a la violencia. Las Farc han expresado su decisión de dejar las armas y han acordado con el Gobierno la creación de una Comisión Tripartita en la que participará Naciones Unidas para monitorear y verificar el acuerdo de fin del conflicto.
  4. Las Fuerzas Armadas son parte esencial para lograr un acuerdo de paz. La participación de todas las fuerzas ha permitido activar el plan de desminado, que está aliviando el sufrimiento de muchas comunidades, y diseñar el cese al fuego bilateral y definitivo. Generales han estado presentes en las discusiones del acuerdo de víctimas y reconocen la importancia de un mecanismo de justicia transicional que resuelva la situación jurídica de aquellos miembros que en medio del conflicto armado actuaron por fuera de su mandato legal.
  5. Los procesos de paz buscan abrir el espacio para reformas institucionales que permitan superar el conflicto armado. Reformas a la Justicia, las Fuerzas Armadas, y el Congreso no son parte de la negociación. La nueva institucionalidad que se va a crear en materia de justicia es excepcional y transitoria; busca que sólo los máximos responsables de crímenes de lesa humanidad rindan cuentas. La justicia ordinaria seguirá aplicando para el resto de colombianos.
  6. Los procesos de paz usualmente son  antidemocráticos. Sin embargo, en La Habana, todos los acuerdos se han construido sobre propuestas de la sociedad colombiana. La reforma rural integral, por ejemplo, ha sido una de las exigencias más sentidas de los campesinos.
  7. El 70% de los procesos de paz fracasan en su implementación, la cual depende de la voluntad de las partes y del respaldo de la sociedad civil. El Gobierno y las Farc han acordado que la comunidad internacional sea testigo y veedora de este compromiso. Un sector de la sociedad civil, tristemente, parece aún no estar a la altura de las circunstancias, cuando el país más lo necesita. Ojalá que la mayoría de los colombianos no sean ni tan cobardes, ni tan brutos, como cuando perdimos Panamá.