OPINIÓN | Al más grande proyecto hidroeléctrico del país le faltaron datos importantes de soporte y es una amenaza para cientos de miles de personas.
Por: Julio Fierro Morales*
Los pobladores del cañón del Cauca fueron los primeros en advertir sobre el carácter amenazante de esta obra cuando apenas era un proyecto impulsado por los principales políticos de la región. Un megaproyecto que tapona el segundo principal río de Colombia con una represa para generación eléctrica genera tantos impactos y daños ambientales y sociales que es necesario poder abordarlo por partes para poder acercarse a entender el todo. Esta nota se centra en los peligros que supone para la vida de miles de personas la represa y en sus problemas de diseño.
Los datos son tomados de los estudios ambientales remitidos por Hidroituango y elaborados por Integral y Solingral y que se encuentran en el expediente ambiental inicialmente manejado por la Dirección de Licencias del Ministerio de Ambiente, hoy ANLA.
El riesgo a la vida de cientos de miles de personas
Hidroituango represaría un volumen de agua máximo de 2720 millones de metros cúbicos, además de millones de metros cúbicos de sedimentos (cifra que no puede ser encontrada en los estudios públicos). La estructura de la presa suma 20 millones de metros cúbicos de sólidos, con lo cual, existe un gran volumen de agua y de sedimentos, además de carga orgánica, mucha de ella no removida con anterioridad al llenado.
Si bien las presas están diseñadas para no colapsar, las deficiencias en los diseños, que fundamentalmente giran en torno a maximizar la resistencia de la presa y de las rocas que la sostienen y a minimizar detonantes naturales como sismos y tormentas, han generado roturas súbitas, de lo cual hay decenas de antecedentes en el mundo. El informe recientemente liberado por Skava plantea problemas de diseño en uno de los túneles de desviación, pero las deficiencias no se circunscriben a esa galería en particular, sino que cubren en un manto de incertidumbre la totalidad del proyecto.
Los estudios elaborados por Integral en 2007 plantean que, si la presa se rompe de manera súbita, se liberarán 65 millones de litros por segundo de agua que “generarían efectos catastróficos aguas abajo del sitio de presa con sobre elevaciones de algo más de 30 m en Puerto Valdivia y de 10 m en Caucasia (la sobre elevación se estima respecto al nivel máximo de la creciente media anual del río Cauca). El tiempo de tránsito, o que se dispone para alertar y evacuar a la comunidad, se estima en 1 1/2 horas para Puerto Valdivia y de 14 horas para Caucasia”. (Las itálicas son mías)
Al margen de que algunos expertos como el profesor Carlos Cubillos argumentan que también en este aspecto hay subvaloraciones y que además la carga de sedimentos puede generar una avenida torrencial de mayor energía que una inundación, estos datos fríos involucran una irresponsabilidad rayana en lo criminal, tanto de los gestores del proyecto como de la autoridad ambiental, pues poner en riesgo la vida de cientos de miles de personas es una información suficiente para la no viabilidad, máxime cuando esos cálculos y modelamientos no conllevaron el diseño de un plan de contingencia.
La increíble falta de estudios para el diseño
La geología, que estudia la tipología de los materiales a ser intervenidos y la deformación, particularmente las fracturas, que sufren los macizos rocosos cuando se conforman las cadenas montañosas, se constituye en el basamento físico, pero también conceptual de este tipo de megaproyectos. Acercarse al entendimiento de la relación entre las fracturas y el agua subterránea y de ella con la estabilidad de las excavaciones, tanto superficiales como subterráneas es fundamental para el diseño. De igual manera, los estudios geológicos incluyen la actividad sísmica relacionada con las fallas geológicas activas y los geomorfológicos, la estabilidad de las laderas que pueden constituir el detonante de tsunamis una vez el río ha sido estrangulado y embalsado.
Ninguna de esas materias de conocimiento fundamental ha sido abordada de manera suficiente en los diseños y basta con contrastar los estudios relacionados con la actividad reciente de fallas geológicas (neotectónica) y presentados en los estudios de 2007, 2010 y 2011 para ver que son idénticos a pesar de que al proyecto le fue requerida una profundización en estos temas. También es evidencia de la irresponsabilidad del proyecto que no se hayan seguido los lineamientos técnicos del Comité internacional de grandes represas (ICOLD) consignados tanto en su Boletín 112 de 1998 Neotectónica y presas – Guías y estudios de caso, como en el Boletín 113 de 1999 Observación sísmica de presas – Guías y estudios de caso, publicados ambos con anterioridad a los diseños y a los estudios ambientales.
Otra carencia casi increíble es que la caracterización de resistencia de las rocas, al menos la que se presentó para la toma de decisiones de licenciamiento ambiental, solo muestren 5 datos de resistencia de rocas obtenidos en laboratorio, con lo cual se puede concluir que el más grande proyecto hidroeléctrico del país fue diseñado sin datos de soporte.
Pero la temática, que como se sabe es crucial para diseñar túneles y que es una de las claves en la debacle de Hidroituango -y en otros casos como el túnel de La Línea-, y que fue completamente ignorada en el diseño fue el estudio de la predicción del comportamiento de las aguas subterráneas. Las numerosas opiniones vertidas en el estudio de impacto ambiental y sus complementaciones sobre el efecto de los túneles sobre esas aguas, todas ellas sin datos de soporte demuestran la inmensa irresponsabilidad técnica del proyecto y de las autoridades reguladoras, o el inmenso poder político de ciertos personajes y empresas que impulsaron el proyecto por encima de los riesgos a la vida de los habitantes del cañón, por encima de las fosas comunes y por encima de la mínima consideración técnica.
¿Qué hacer?
Ni represas, ni aeropuertos ni rellenos sanitarios ni siderúrgicas necesitan hoy de obtener una licencia técnica de construcción. En este contexto, ¿por qué no adicionar como una arista del debate la necesidad de una regulación no solamente ambiental sino también técnica y ojalá con un margen de independencia?
Hidroituango es un proyecto que se constituye en una bomba de tiempo que amenaza cientos de miles de personas y que conlleva un rosario tal de fallas y problemas sin que la naturaleza la haya probado con la ocurrencia de un sismo (los estudios iniciales muestran un terremoto de magnitud 5,6 en cercanías al sitio del proyecto de acuerdo con el Estudio preliminar de riesgo sísmico Proyecto Ituango, elaborado por Woodward-Clyde), o de tormentas extremas, que la obra debe ser desmantelada, aunque esa decisión conlleve también grandes riesgos.
De manera inmediata, y es inaceptable que no se haya hecho aun, EPM debe generar los estudios de riesgo detallado ante inundación o flujo de escombros por colapso de la represa, los cuales deben ser extendidos hasta Barranquilla y considerar el canal del Dique.
Si bien la perspectiva geocientífica lleva a plantear la irresponsabilidad técnica, tanto de las empresas que diseñan como de las autoridades reguladoras, ese conglomerado de políticos, opinadores y empresarios que presionaron con su poder para que el proyecto se adelantara y obtuviera las licencias necesarias, también debe ser investigado. No pueden los expresidentes, exgobernadores, exalcaldes, exministros y los empresarios que se lucraron con el diseño y construcción exculparse en su ignorancia técnica. A ellos, se les debe juzgar por su responsabilidad política y su insensibilidad humana y social.
*Geólogo en Corporación Terrae
Docente Facultad Ingeniería U.N. y ex asesor de Ríos Vivos