Líderes dicen que la Alcaldía quiso dividirlos para, finalmente, desmontar las casi 90 carpas de la Plaza de Bolívar.
- Miembros del Campamento por la Paz durante el intento de desalojo del viernes 18 de noviembre. Foto: Santiago Mesa.
La lluvia de este sábado al medio día se llevó lo que quedaba del Campamento por la Paz. Unos mandalas pintados con tiza y pedazos de flores se desvanecieron en medio del agua y de las pisadas de las miles de personas que caminan día a día por la céntrica Plaza de Bolívar.
El Campamento se acabó, a las malas. En la madrugada del sábado, cerca de 400 efectivos de la Policía y del Escuadrón Móvil Antidisturbios –Esmad– llegaron al lugar con la orden de recuperar el espacio público. “Me pegaron en la cabeza, me rompieron la ceja y me metieron a un camión sin placas”, le dijo a ¡Pacifista! Michael Sánchez Navas, un líder estudiantil de la Universidad Gran Colombia.
Los campistas no respondieron, cuentan los testigos del incidente. Se sentaron frente a sus carpas para tratar de sostener el espacio que habían creado hace ya 45 días. El Esmad hizo su trabajo, cumplió la orden de sacar a las casi 200 personas que vivían en el Campamento.
Lo hicieron en medio de la madrugada, minutos después del final de Salsa al Parque, un festival que se organiza cada año en la Plaza. Trataron de llevarse detenidos a algunos manifestantes pero la acción colectiva de los miembros del Campamento lo impidió. En medio de la lluvia, los campistas recogieron sus cosas y buscaron un techo para escampar y pasar la noche.
Incluso “doña Olga”, una víctima de la violencia que pernoctó durante varios días en el Campamento, fue sacada a las patadas. La Alcaldía escribió en un comunicado que “hubo acompañamiento permanente de la Personería y gestores de convivencia, no hay ninguna persona en las UPJ por este tema, ni personas heridas”.
Un acta de mentiras
“Los representantes de los miembros del Campamento afirman el carácter transitorio del campamento, señalan que cuando se firme el acuerdo harán una transición, solicitan que se dé supremacía al derecho a la paz; en el campamento como ocupación ilícita han hecho un ejercicio de resistencia civil en el que debe hacerse una ponderación”. Este es un aparte del acta de reunión entre algunos líderes del Campamento por la Paz y el Subsecretario de Gobernabilidad y Garantía de Derechos de la Alcaldía de Bogotá.
- Acta de la reunión entre la Alcaldía y algunos miembros del Campamento por la Paz.
El documento, que no tiene ninguna firma, no menciona acuerdo alguno entre las partes. Sin embargo, el comunicado emitido este sábado por la Alcaldía afirma que “las acciones del desmonte son producto del acuerdo con los organizadores del campamento por la paz, quienes voluntariamente decidieron retirarse ayer de la Plaza Bolívar, luego de que se logró el nuevo acuerdo de paz”.
Esto, según pudo conocer ¡Pacifista!, ha generado que muchos de los líderes del Campamento por la Paz sean considerados unos traidores, y hasta sean amenazados. “¿Usted fue el que mandó a traer al Esmad? Cuídese” le dijo un transeúnte a uno de los líderes de la iniciativa, que prefirió mantener su nombre en reserva.
“Hay mucha desinformación, nadie firmó un acuerdo para salir del Campamento. Los que nos fuimos, lo hicimos de manera voluntaria y por principios y razones personales”, dijo en medio de lágrimas Juliana Bohórquez, una de las fundadoras de esta iniciativa que estaba a punto de cumplir 45 días de permanencia en la Plaza de Bolívar.
Los líderes lucen desconsolados. Este sábado se reunieron a un par de cuadras de la Plaza para definir el futuro. “Yo ya no tengo ganas de nada”, dijo Juliana mientras echaba su silla hacia atrás y trataba de buscar respuestas. “No puede ser que nuestra voluntad de construir se acabe por una sola institución”, dijo en un claro mensaje a la alcaldía de Enrique Peñalosa.
Responden mensajes de apoyo, llamadas de medios de comunicación y solicitudes de reunión. Están dolidos. Hablamos con Julián y Juliana – dos de los líderes que de manera personal decidieron abandonar el Campamentos horas antes del desalojo – y lo que más les pesa es el posible rechazo de la gente que hizo parte de esta iniciativa y que ahora cree que ellos, y los otros que se fueron, son unos faltones.
“Hemos estado unidos, de hecho yo saqué mi carpa al medio día y en la noche me devolví a la Plaza a bailar salsa con ellos”, dice Juliana. “Yo soy una persona muy respetuosa de los consensos, y le dije a los del Campamento que si bien no iba a volver a pernoctar, que podían seguir contando conmigo”, afirmó Julián.
Cuando piensan en el futuro, ni Michael, ni Juliana, ni Julián, ni ninguno de los líderes con los que hablamos, encuentran respuestas. Muchos quieren hacer pedagogía, irse a las regiones a explicar los nuevos acuerdos de paz o hacer colectivos de gestores de paz. Pero ahora, en este sábado gris, solo se preguntan cómo una iniciativa de paz que tuvo el reconocimiento de todo el país, terminó convertida en un campo de guerra.