De Quibdó a China. Esta la historia de cómo un proyecto transformador logró el éxito en medio de los muchos problemas que padece su región.
Hace tres años, Jimmy García fundó la Escuela de Robótica del Chocó en Quibdó. El proyecto comenzó con cinco niños y con la misión clara de fomentar el potencial de los niños, niñas y jóvenes interesados en la tecnología y la innovación. Del mismo modo, uno de los propósitos de la escuela era mantener a los chicos alejados de las calles, donde la delincuencia está latente y a la espera de reclutarlos.
Hoy la escuela ha crecido. Cuenta con 40 estudiantes y tiene la meta clara de llegar a 60 para finales de 2019. Los chicos que participan han mostrado habilidades sobresalientes. Su trabajo ha sido tan destacado, que será uno de los equipos que representará a Colombia en el RoboRave International China 2019, el mundial de robótica que se llevará a cabo del 19 al 21 de junio en el gigante asiático.
Durante una visita a Bogotá, Jimmy –acompañado de Joyner, Jose y Kelly, tres de los estudiantes de la escuela que viajarán a China– visitaron ¡Pacifista! y nos contaron acerca de su trayectoria en la escuela, los retos que superaron para llegar al mundial y todas las diferentes maneras en las que están trabajando para su comunidad.
En palabras de Jimmy, “la escuela de robótica del Chocó nace con la misión de fortalecer las habilidades de los niños, de aprovechar todo el potencial creativo enfocado a la generación de soluciones a las problemáticas locales. Siempre he estado convencido de que los primeros llamados a resolver los problemas de nuestro entorno somos nosotros mismos, quienes conocemos la situación y quienes lo vivimos”.
El Chocó es una región que, según Jimmy, tiene unas dinámicas diferentes a las del resto del país, y por este motivo es importante que sus jóvenes se comprometan con sus problemas particulares. La Escuela, entonces, utiliza la robótica como herramienta “para enamorarlos, para motivarlos y para ocupar su tiempo libre en actividades que les aporten para la construcción de un proyecto de vida”.
Muchos de los jóvenes que están actualmente sueñan con continuar su educación y llevar lo que han aprendido a carreras profesionales. En el caso de Kelly, de 12 años, su sueño es estudiar biología marina. Para Jimmy, sin embargo, “lo más importante es que tengan una visión de liderazgo, una visión de cambio, más allá de lo que ha venido sucediendo de ese “yo trabajo para mí y no me importa el resto”, ese individualismo. Toca empezar a generar confianza dentro de la misma comunidad; es sembrar la semilla de ese tipo de cambio”.
Apps para lograr cambios
La Escuela de Robótica está fuertemente arraigada en la situación del Chocó. Según su director, es “un laboratorio vivo, donde constantemente estamos evaluando qué pasa en el entorno. Las problemáticas ellos mismos las viven y el ejercicio busca que ellos propongan las diferentes soluciones. Como en todo laboratorio, algunas funcionan, otras no, otras se quedan en ideas y otras sí se han podido materializar”.
Desde su fundación, la Escuela ha impactado a 1,000 niños, niñas y jóvenes, de diez municipios diferentes en el Chocó. Para esto ha contado con la ayuda de varias organizaciones y programas, como la Alianza para la Reconciliación, que los ha apoyado en infraestructura y con herramientas como una impresora 3D.
Actualmente, la Escuela es un espacio de 70 m², donde los estudiantes reciben, en teoría, cuatro horas semanales de clases. En la realidad llegan a recibir seis o siete, pues ellos disfrutan llegar más temprano, salir más tarde o, incluso, ir los sábados.
Joyner, de 12 años, cuenta cómo son sus días en la Escuela: “La semana la dividimos en electrónica y programación. En electrónica, el profesor nos proyecta el plano del circuito y nos dice lo que vamos a hacer y ahí nosotros empezamos a hacerlo. Los días de programación el profesor nos dicta la clase, nos explica todo y hacemos ejercicios”.
Jose, de 13 años, y quien está en la Escuela desde su fundación agrega: “Los ejercicios de programación que nos pone el profesor son ejercicios de algoritmos donde lo que tenemos que hacer es solucionar problemas, así como operaciones para hacer los programas que utilizan en las empresas”.
“Son programas que benefician a nuestra comunidad” interviene Joyner, “Hemos hecho programas de recolección de datos, como las pulsaciones de una persona por minuto, según la edad. También hemos hecho programas para el servicio militar que piden la edad, el nombre, y ahí dice si pueden presentar su servicio o no”.
Aunque hasta ahora todos los proyectos están a nivel de prototipos, el equipo trabaja porque pronto se puedan implementar: “Nosotros hemos pensado en nuestra comunidad porque hemos creado unos basureros inteligentes que sirven para concientizar a las personas sobre qué debe botar en cada basurero. Porque si las personas botan la basura en el piso están contaminando. En la Escuela hemos creado una aplicación para que las personas sepan qué botar en cada uno”, cuenta Joyner. Pronto ese proyecto de basuras será implementado en una escuela de Quibdó, y la aplicación podrá ser descargada en celulares y tablets.
Además del trabajo con robótica y programación, la Escuela le apunta a la inclusión social desde muchos ámbitos, siendo uno de ellos la igualdad de género. Por eso crearon el taller Innovation Girl, que apunta hacia que más niñas se unan a la Escuela y se interesen por temas relacionados con la tecnología y la robótica. Actualmente son pocas las niñas que hacen parte de la Escuela: Kelly es la única en su equipo.
Al respecto, ella dice que “El propósito del taller es empoderar más a la mujer, que salga de su zona de confort, y que el ser humano vaya cambiando su mentalidad machista poco a poco. Entonces es muy emocionante que las mujeres creen sus propias cosas y que tengan la confianza de decir que ellas las crearon, y que la gente también pueda confiar en ellas y les den la oportunidad”.
Aunque actualmente solo hay tres niñas en la Escuela, Jimmy aclara que por allí han pasado otras mujeres y que, de hecho, la primera egresada fue una mujer: “El año pasado teníamos otra chica, que ya se graduó, pero sigue siendo nuestro satélite desde otra ciudad. Con Innovation Girl hay un reto muy fuerte que es convencer a las niñas de ese potencial que tienen y de que sus habilidades también pueden ser utilizadas en temas de ingeniería y desarrollo de software, por ejemplo. Hay que sacarlas del estereotipo de que solo deben estar en la casa, o que deben estudiar carreras tradicionales como medicina, derecho, enfermería, etc. También hay que tocar en la cabeza de los papás, sobre todo, para que vayan eliminando esos rasgos de machismo que son ese primer freno. A veces la niña quiere vincularse, pero los papás no la dejan”.
En cuanto al grupo de docentes, el panorama no es muy diferente: “Tenemos tres hombres y una mujer, Helena, que es la encargada del taller. Mi meta es que las niñas que se están formando puedan después vincularse como multiplicadoras del proceso”.
En la Escuela se reúnen niños, niñas y jóvenes de toda clase de proveniencia, pero es la meta de Jimmy que todos trabajen en igualdad de condiciones. Desde su fundación se estableció que el 30 % de los estudiantes serían becados, y que ninguno de ellos tendría conocimiento de quiénes son los que están becados. Así, las diferencias sociales se quedan en la puerta cuando los chicos llegan a aprender.
Jimmy también cuenta con multiplicadores de su trabajo; otros jóvenes que han aprendido de su mano y que hoy trabajan para que más niños y niñas se animen a hacer parte de la Escuela: “Yo tuve una experiencia en Medellín, con chicos desde los once años hasta que cumplieron dieciséis. Ellos ahora ya están en la universidad. Carlos, que es uno de los chicos que participó conmigo, estudia Ingeniería Mecatrónica, es Ser Pilo Paga, becado. Cada vez que nosotros viajamos a Medellín yo lo invito para que sea también una especie de mentor y les cuente todo el trabajo que hicimos y las cosas positivas”.
Esto es importante para Jimmy, pues considera que los estudiantes deben saber que el proceso para alcanzar sus metas requiere de trabajo duro, pero estas pueden lograrse: “Esto es un tema de sacrificio y ellos tienen que enterarse. Nada es tan fácil como se intenta vender. Hay que ser disciplinados, hay que trabajar duro, hay que trasnochar. Ya al menos ellos ya no le tienen miedo a trasnochar, ni a probar, a desbaratar, a volver a armar, a corregir…”
El camino hacia el mundial
Para ganarse su lugar en el mundial de robótica, los chicos de la Escuela debieron obtener un tercer lugar en el campeonato nacional. En octubre de 2018 participaron en la Semana de la robótica y la innovación en Medellín, donde compiten equipos de todo el país.
“Llevamos un robot que tenía que seguir unas líneas negras con fondo blanco y superar ciertos obstáculos para depositar un número determinado de pelotas en el menor tiempo posible” cuenta Joyner, “Ocupamos el tercer lugar, ganando una medalla de bronce”.
Actualmente, la selección Chocó está compuesta por 13 jóvenes y dos instructores. Ellos se enfrentarán a cerca de 100 equipos que van al mundial, donde participa un total de 1,000 niños y niñas. Los chicos de la Escuela, sin embargo, están en busca de financiación para su participación en el mundial, pues el haber ganado el tercer lugar en el campeonato nacional solo les da el derecho a participar. Los gastos del viaje, hospedaje, viáticos y visas corren por cuenta de ellos.
Jimmy no desfallece en la fe que tiene en sus estudiantes. De hecho, ya planea llevar a 20 jóvenes –una cifra record para la Escuela– al próximo torneo nacional en octubre de este año. Del mismo modo, está buscando todo el apoyo posible para el equipo que representará al país en China, de donde –aseguran los chicos– volverán campeones.