¡Pacifista! presenta 'Colombia: veneno contra veneno', un documental que revela las situaciones a las que se enfrentan las comunidades que padecen el uso del glifosato. Entrevistamos a su director.
El glifosato, un herbicida que ha sido calificado por algunos políticos como “antídoto” para acabar con los cultivos de uso ilícito, está de nuevo en el radar político de Colombia. Después de tres años sin fumigaciones — la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo calificó como una sustancia potencialmente cancerígena— el gobierno de Iván Duque se la está jugando por fumigar con drones, una idea que ya se está probando en el departamento de Antioquia.
Actualmente Colombia tiene 171.000 hectáreas de coca sembradas, una cifra histórica que tiene preocupado al gobierno nacional y al de Estados Unidos, principal receptor de cocaína. El gobierno de Juan Manuel Santos, consciente de los riesgos y la poca efectividad del glifosato, le apostó a la sustitución de cultivos de uso ilícito, un plan que comenzó a ejecutarse en 2016 y que tiene una duración de 10 años. Este plan, sin embargo, no parece ser una prioridad para el gobierno actual. Una muestra de ello es la reconsideración de usar el glifosato.
Los meses que se vienen no serán fáciles. Las comunidades que viven de los cultivos de coca están listas para protestar contra el uso del glifosato, no solo porque acaba con los sembrados, sino porque puede contaminar fuentes hídricas y es un riesgo latente para la fauna. Hasta el momento, el gobierno ha sido más bien cauteloso con el tema y defiende el uso de drones porque, en teoría, fumiga directamente la mata de coca. Sin embargo, Duque sigue sin responder una pregunta de fondo: ¿por qué no se invierte en transformar las condiciones de vida en los territorios? Esta ha sido una de las causas históricas del problema.
Teniendo en cuenta este contexto publicamos hoy, en alianza con el director francés Marc Bouchage, un nuevo documental: Colombia, veneno contra veneno. Este producto audiovisual fue realizado en la frontera con Ecuador, en la provincia de Sucumbíos. En las locaciones también está Bogotá y Lyon (Francia), donde se encuentra ubicado el Centro Internacional de investigaciones sobre el Cáncer (IARC). El documental fue lanzado en alianza con dos medios internacionales: GK, de Ecuador y Reporterre, de Francia.
El documental toca un punto neurálgico en el debate sobre el uso de glifosato en Colombia: las consecuencias a la salud de las comunidades campesinas. En el país se han realizado varios estudios en donde se miden los efectos del glifosato en la piel de los seres humanos, en los embarazos, en el cáncer, en las plantas y en la fauna. En terreno, Marc Bouchage encontró varias historias sobre campesinos que, ante exposición frecuente al glifosato, se enfermaron.
Hablamos con él sobre los retos que tuvo que enfrentar para realizar este documental.
¿Por qué te interesaste en la situación de Colombia?
Me interesé a la situación de Colombia en 2011, cuando era estudiante de periodismo en la Universidad de Burdeos, en Francia. Tuve la oportunidad hacer un mes de pasantía en Medellín, en el periódico El Mundo. Una mañana, cuando estaba trabajando, vi en la página web del periódico un artículo sobre un estudio realizado por el profesor Cesar Paz y Miño, quien en ese entonces era director del Instituto de Investigaciones Biomédicas de la Universidad de las Américas en Ecuador y autor del libro Glifosato Genética Salud y Medio Ambiente.
Según él, un “10 % de ecuatorianos afectados por las fumigaciones colombianas en la frontera entre ambos países tiene daños genéticos que podrían ser irreversibles”. Del 10 % de afectados, 5 % “podrían desarrollar cáncer”, 3 % “engendrar hijos con malformaciones” y 2 % “tener problemas de fertilidad”.
Nunca antes había escuchado hablar de las fumigaciones. Les pregunté a mis colegas del periódico en qué consistían y para qué servían. Al año siguiente comencé a trabajar en este documental.
¿Cómo realizaste tu documental, en qué regiones y con qué recursos?
Realicé el documental con mi colega Maud Rieu. Grabamos buena parte del documental en Ecuador: en Quito y en la provincia fronteriza del Sucumbíos. En Colombia: en Bogotá. Y en Francia: en Lyon.
Este es un documental independiente. Recibimos un premio de periodismo en Francia sobre la base del proyecto escrito (Premio Rotary del joven periodista). Con base en ese premio, en donde nos entregaron una beca, lo realizamos.
¿Qué tan difícil fue acceder a estas zonas?
Las comunidades de la provincia fronteriza de Sucumbíos están en una zona remota del país. Para acceder a estos lugares se necesita conducir mucho tiempo sobre caminos irregulares, carreteras destapadas.
En Colombia no grabamos en las zonas fumigadas. Los campesinos que fueron víctimas de las fumigaciones estaban siendo desacreditados por las autoridades, los acusaban de dar falsos testimonios para favorecer a la guerrilla de las Farc. Era muy díficil. De hecho, el subdirector de la Policía Antinarcóticos nos dijo lo mismo: que la guerrilla presionaba a los campesinos. Ante estas dificultades decidimos grabar buena parte del documental en Ecuador, donde también habitan cientos de familias víctimas de las fumigaciones.
En Ecuador, los campesinos sufrieron las fumigaciones contempladas en el Plan Colombia, entre 2000 y 2007. Esas consecuencias en territorio ecuatoriano fueron reconocidas en 2013 por el presidente Juan Manuel Santos, quien acordó a Ecuador una compensación económica de US$ 15 millones, siempre y cuando Rafael Correa, entonces presidente, retirara su demanda presentada en 2008 ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya contra Colombia. La causa de dicha demanda estaba basada en que las fumigaciones han “ocasionado ya graves daños a la población, los cultivos, los animales y el medioambiente natural del lado ecuatoriano de la frontera, y plantea un grave riesgo de producir daños adicionales con el tiempo”.
¿Qué aprendiste de la realidad de estas regiones?
Las comunidades que visitamos están en una zona pobre del país. Muchos viven de sus cultivos de plátano, de cacao o de café. Estas regiones fueron afectadas por la violencia del conflicto en Colombia, que está al lado del río San Miguel. Y esta violencia persiste. Pienso, entre otras cosas, en los secuestros y asesinatos de nuestros colegas del periódico ecuatoriano El Comercio: Javier Ortega, Paúl Rivas y Efraín Segarra en marzo pasado.
Con este documental me di cuenta que la gran mayoría de los campesinos que cultivan coca viven en zonas remotas a Bogotá y de las principales ciudades del país; viven en condiciones muy difíciles, no hay presencia del Estado, ni servicios públicos, ni salud. Así que la coca representa para muchos de ellos una alternativa para sobrevivir. También viven en zonas de violencia donde hay presencia de los grupos armados ilegales o de paramilitares.
Esto me hace pensar en la situación de Afganistán. Estados Unidos ha intentado imponer las fumigaciones aéreas en este país para disminuir los cultivos de amapola. George W. Bush nombró, en 2007, a William Braucher Wood (quien era embajador en Colombia entre 2003 y 2007) como embajador en Afganistán. El fue un firme defensor de las fumigaciones : había propuesto ir en persona verter litros de Roundup (glifosato) sobre los cultivos de amapola afganos, y su sobrenombre era “Bill el químico”, como lo reveló la prensa francesa.
Al final, gobierno afgano rechazó esa propuesta. Un diplomático afgano con el que yo hablé me explicó que no les interesaba esa solución por dos razones : primero, porque para erradicar la amapola lo más efectivo es cortar con una espada la cabeza del flor; ahí muere la planta. La segunda es porque las zonas de cultivos de amapola están localizadas en regiones donde no hay un control y una presencia del Estado. Estos cultivos les permiten sobrevivir a muchos campesinos. Para él, destruir los cultivos de amapola sin ofrecerles alternativas a los campesinos habría sido una estrategia que al final acercaría a estas comunidades a los Talibanes, quienes se aprovecharían de la falta de oportunidades.
¿Cuál es tu opinión sobre el uso del glifosato?
Podría darte mi opinión personal pero no es mi papel como periodista. Lo más importante es mirar los hechos.
Hoy existe controversia sobre el peligro del glifosato. Es un químico peligroso. En marzo de 2015, la Organización Mundial de la Salud lo calificó como “probable cancerígeno”. Para llegar a esta conclusión, su agencia especializada sobre el cáncer, el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer, les pidió a 17 científicos de once nacionalidades que evaluaran los efectos del glifosato.
Cinco meses antes de que la OMS emitiera esta clasificación, entrevistamos al subdirector de la Policía Antinarcóticos de Colombia, Jaime Alberto Barrera Hoyos. El afirmó en varias ocasiones durante la entrevista que el herbicida no era riesgoso para la salud y que tenía unos estudios de la ONU que lo probaban. Cuando le preguntamos por los estudios, no los tenía. Dijo que nos los iba a enviar y nunca lo hizo. Verificamos con Naciones Unidas y no, tampoco existen.
Otros estudios interesantes fueron realizados por Daniel Mejía, antiguo director del Centro de Estudios sobre Seguridad y Drogas de la Universidad de los Andes. En uno de sus estudios, demostró que las fumigaciones no son efectivas : “por cada hectárea adicional fumigada con glifosato, los cultivos de coca se reducen en aproximadamente 0.02 a 0.06 hectáreas. En otras palabras, para eliminar (temporalmente) una hectárea cultivada con coca, hay que fumigarla aproximadamente 32 veces”, y todavía según el, “el costo medio total de eliminar (temporalmente) una hectárea con coca es de aproximadamente US$ 57,000”, señala.
Si nos basamos en los hechos vemos que el glifosato es peligroso y que las fumigaciones no son efectivas para acabar con los cultivos de coca. Por eso surgen varias preguntas : ¿Porque Colombia sigue utilizando este químico? ¿Qué intereses se mueven de fondo?
Es importante destacar un hecho importante. Este año, la justicia nortamericana reconoció que Monsanto (hoy propiedad del alemán Bayer) fue responsable del cáncer de Dewayne Johnson, un exjardinero norteamericano que había utilizado el Roundup (glifosato). Monsanto, empresa que sigue negando el peligro de su producto químico, fue obligada a pagarle a este hombre 78 millones de dólares.
¿Qué reacciones tuvo el documental en los países donde lo presentaste?
La gente está muy sorprendida por lo que está ocurriendo en Colombia y en Ecuador. En Europa, pocas personas saben de la erradicación con fumigaciones. También ha llamado mucho la atención el papel de la compañía estadounidense DynCorp, quienes son contratados por Washington para realizar las fumigaciones en territorio colombiano.
Recuerdo que tras una proyección, un exmilitar colombiano vino felicitarme por el documental. Me sorprendió y me contó que luchó varios años contra la guerrilla en el sur del país y que vio de cerca los mercenarios de DynCorp y cómo actuaban. Me dijo: “puedo confirmar que lo que revelas en el documental es verdad”.
¿Cuáles fueron los retos más difíciles a la hora de hacer el documental?
A pesar de la inseguridad en la zona de frontera, yo diría que el reto más difícil fue obtener el punto de vista de los responsables de las fumigaciones.
Teníamos autorizaciones de la Policía Antinarcóticos para grabar con ellos y seguir una operación de fumigación. Pero poco días antes de llegar de Francia a Colombia, cancelaron. Los responsables de DynCorp no aceptaron contestar a nuestras preguntas: nos pidieron tomar contacto directamente con sus clientes, quienes son el Departamento de Estado estadounidense. Ellos no contestaron tampoco.
El único quien aceptó fue el coronel Jaime Barrera, subdirector de la Policía Antinarcóticos colombiana y le agradezco por eso.
¿Cuánto tiempo tardaste en hacerlo?
El proyecto empezó en 2012. Grabamos en Colombia y Ecuador en septiembre y octubre 2014 y en Francia en octubre 2015. Terminamos el montaje de la versión larga en 2016. Después pasamos mucho tiempo para intentar difundirlo en festivales. Hasta ahora decidimos publicarlo para que sea accesible a todos y todas. En Colombia quisimos hacerlo con ¡Pacifista!
¿Cómo se ve la situación de Colombia desde afuera, desde un país como Francia?
La agenda mediática en Francia se ha enfocado más en Europa y África. Muchos franceses saben de Colombia lo que ven en series de televisión como Narcos. Otros que pueden viajar y que han ido a Colombia descubren otra realidad y la mayor parte del tiempo se enamoran del país y de sus habitantes. Regresan a Francia con una imagen muy positiva.
A propósito de la situación actual, muchos franceses han escuchado hablar de la la firma del Acuerdo de Paz entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las Farc. Muchas organizaciones no gubernamentales francesas están preocupadas por la implementación del acuerdo y por los asesinatos cada día más recurrentes a líderes sociales”
Puede ver el documental Colombia: veneno contra veneno haciendo clic aquí