Lissette Orozco es la directora de 'El pacto de Adriana' que relata las violaciones de derechos humanos que sufrió Chile durante la dictadura y que tuvo como protagonista a una de sus familiares más cercanas.
El ídolo de Lissette Orozco era su tía Adriana Rivas. La admiraba, creía que era “una mujer de mundo, que hablaba idiomas y vivía lejos de casa”. Sin embargo, en cierto momento de su vida, ella descubrió que esa familiar a la que le guardaba tanta devoción, era parte de una de las maquinarias más perversas que tuvo Chile durante su dictadura. Una parte de su mundo se vino abajo.
La dictadura chilena en la cabeza de Augusto Pinochet, fue conocida como el ‘Régimen Militar’ y se extendió entre 1973 y 1990. Durante este tiempo existieron sistemáticas violaciones a los derechos humanos contra personas que representaran el ‘fantasma del comunismo’, un peligro que no podían soportar tras el golpe de Estado propinado contra el presidente de izquierda, Salvador Allende. En ese periodo, el universo de víctimas llegó a casi 29.000 entre los cuales, aún hoy, hay más de 3.000 desaparecidos. La política autoritaria que rodeó el país se concentró en una persecución incansable contra los ‘enemigos’ políticos, limitó la libertad de expresión.
En la etapa que vino después, con el restablecimiento de la democracia, es donde comienza la historia de Lissette. Ella sabía que su familia era ‘pinochetista’ pero eso no fue un problema hasta que descubrió que sus “familiares encubrían a una persona que le había hecho mucho daño. En ese momento descubrí que en realidad los secretos de mi familia, eran los secretos de todo un país”, comenta.
“¿Quién era tu tía?”
“¿Cómo tía o cómo agente de la Dina?”, respondió rápidamente.
Dina es el acrónimo para Dirección de Inteligencia Nacional, la policía secreta durante la dictadura de Pinochet. Ellos fueron responsables directos de violaciones de derechos humanos, asesinatos, secuestros, torturas y desapariciones.
La tía de Lissette terminó en el Dina por casualidad. Cuando empezó la dictadura, ella era de las pocas personas que sabían hablar inglés, por tanto empezó a transcribir “microfilms” en la organización secreta. Dentro de esta, llegó a ser la secretaria del director, Manuel Contreras, que además era la mano derecha de Pinochet. La dictadura pasó y su tía se fue a vivir a Australia. Cuando visitaba Chile llevaba su maleta llena de regalos, consentía a sus sobrinos y “era todo un mes de fiesta”. En una de sus tantas visitas a su país natal, a Adriana la capturaron y la acusaron de violación de derechos humanos.
Orozco empezó a registrar el proceso judicial de su tía sin pensar que más tarde se convertiría en un documental. Su tía Adriana no fue puesta en una cárcel, pero sí tenía abierto un proceso en su contra.
Lissette pensaba que “le estaba ocurriendo algo injusto a mi tía Chany, creía que si lo grababa iba a tener el poder y el conocimiento para defenderla el día de mañana, e incluso limpiar su imagen”. Como su sobrina no entendía bien lo que estaba pasando, su tía tomó la postura de “negar y renegar, de no querer acordarse, de no saber nada y de hacerse la loca con todo el daño que había hecho”.
En 2011 empezó a compilar todo el material que tenía y a hacer el documental El pacto de Adriana. Durante su realización llegó a una revelación trascendental: “estaba apoyando y ayudando a alguien que no tenía que apoyar”.
Historia de un engaño
Lissette empezó a darse cuenta de que en varias escenas grabadas, su tía la “manipulaba y trataba mal, me usaba y en el fondo se contradecía. Entonces empecé dimensionar lo que había hecho”. Al final, la película parece ser una historia muy personal, pero trata temas universales para y revela la catarsis de entender las atrocidades cometidas en una etapa cruel de la historia chilena y de América Latina.
Orozco se sentía culpable de que su familia no haya entregado información puntual sobre su tía y su actividad. De hecho, en una ocasión fue a entrevistar a una mujer que perdió a su padre en la dictadura y una de las responsables de su desaparición fue su tía Adriana. Apenas entró a la casa de la mujer, ella se presentó y la mujer le respondió “¿qué se siente ser familiar de un asesino?”.
“Me pasa un montón, dicen que mi tía es una mierda, pero igual es mi tía. Aunque tampoco me dan ganas de defenderla”, dijo Orozco con frustración.
Cuando Lissette terminó el documental, su tía insinuó amenazas “oye ten cuidado cuando salgas del trabajo”, le decía por teléfono. “La vi descontrolada cuando me enteraba de cosas graves y se las preguntaba. Ella vive en una pesadilla, pero una pesadilla que se buscó”. Lissette ya no habla con ella. Un día Adriana desapareció y aún hoy es prófuga de la justicia.
-”¿Qué te dijo tu familia cuando supo que estabas revelando sus secretos?”, le preguntamos.
“Mi familia fue cómplice al guardar un secreto oscuro, defendieron un partido político nefasto”, asegura. Entonces, decidió tomar la posición ética y moral de contar la verdad, aunque eso significara “hacer un cirugía familiar. Buena parte ellos tienen una constante negación de lo que pasó en el régimen militar”. La directora de El Pacto de Adriana cuenta que hoy solo conserva una buena relación con su núcleo más cercano. La gran mayoría de la familia de su madre –hermana de Adriana– dejó de hablarle por haber hecho el documental.
En Chile, hay mujeres que siguen buscando a sus familiares desaparecidos durante la dictadura y Lissette cree que su tía y otros autores de violaciones de derechos humanos solo “se ríen de los chilenos, hay familias que quedaron con una herida y que nunca pudieron despedirse de sus seres queridos que fueron víctimas”.
Según Lissette, al realizar su documental se enfocó en las nuevas generaciones, para que ellos supieran “la historia real y tuvieran un cambio de consciencia”. Es una manera de no permitir el olvido, no porque “la historia se pueda volver a repetir, sino que debe ser recordada con criterio”. Para ella, hacer el documental se trataba también de reconciliarse con la “herencia histórica” de los chilenos, cree fielmente que los problemas no se pueden tapar con tierra porque solo se agrandan. Eso fue lo que le ocurrió a su tía Chany.
El documental estará en Bogotá (Cinemateca Distrital y Cine Tonalá) y Medellín (Museo de Arte Moderno) hasta este martes. Les dejamos el trailer por acá: