El Centro Democrático presentó un informe con el que pretendía “desnudar la realidad de la violencia en Colombia” desde que comenzaron los diálogos de paz. Los datos son acertados pero los interpreta de forma selectiva y engañosa.
Columnista de opinión: Jose Rafael Espinosa R.
El Centro Democrático presentó un informe con el que pretendía “desnudar la realidad de la violencia en Colombia” desde que arrancaron los diálogos de paz. Aunque los datos son acertados, el Centro Democrático los tergiversa e interpreta de forma selectiva y engañosa. Veamos.
El informe del CD sostiene, entre otras cosas, que durante los mil días de negociaciones han muerto 700 miembros de la fuerza pública y 148 civiles, y que setenta civiles y diez miembros de la fuerza pública han sido secuestrados.
En general, estos datos son acertados pero incompletos, por dos razones. Primero, porque no se compara la violencia durante el proceso de paz con la violencia de años anteriores. Un informe del Ministerio de Defensa (de donde el CD obtuvo los datos) muestra que durante el 2015 han muerto menos soldados y policías que en los periodos equivalentes de cualquiera de los últimos diez años. Y, en general, durante 2013 y 2014 murieron menos soldados y policías que en cualquiera de los últimos doce años (ver la gráfica de abajo que hizo @pabloabitbol).
Pero, además, el informe del CD es incompleto porque no tiene en cuenta las muertes de guerrilleros, cuyas vidas, tal vez hay que recordarlo, también importan. En lo corrido del año han muerto menos guerrilleros que en los periodos equivalentes de los últimos 10 años. Al igual que en el caso de los policías y soldados, en 2013 y 2014 murieron menos guerrilleros que en cualquiera de los últimos doce años. (Y no, eso no es una mala noticia).
En promedio, entre 2002 y 2014 murieron 1,187 guerrilleros y 499 miembros de la fuerza pública cada año. Si tomamos ese promedio como referente, en 2014 nos ahorramos 891 vidas de guerrilleros y 210 vidas de miembros de la fuerza pública. En total, en 2014 nos ahorramos 1,101 vidas.
Mil ciento y una vidas.
De esas vidas no se habla. Hablamos de las muertes, que son evidentes, y no de las vidas que dejamos de perder. Una vida salvada vale tanto como una vida perdida, pero nos cuesta verlo. Tampoco se habla de quiénes son los que las ponen: apenas el 0.5% de los soldados y policías son de estratos 5 y 6 y el 80% son de estratos 0, 1 y 2.
El proceso de paz ha estado asociado a un número bajo de muertes en la guerra. Aunque las Farc no cumplieron completamente con el cese, durante estos cinco meses la mortalidad por el conflicto ha sido la más baja en más de una década. El CD tiene razón en los números (que en últimas son del Ministerio de Defensa) pero no se refiere a la reducción de muertes en comparación, por ejemplo, con los años del gobierno de Uribe (solo en 2005 murieron los mismos soldados que en 1,000 días de proceso de paz).
Ahora con el levantamiento del cese unilateral las partes tienen incentivos para arreciar y mostrarle los dientes a los que están sentados al otro lado de la mesa. “Si no aceptan las condiciones, si no hay cese al fuego, esto es lo que les espera”, dicen las Farc. Lo mismo dice el Gobierno.
En lugar de re-escalar el conflicto y alimentar la espiral de ataques, las partes deberían darle prioridad a acelerar el des-escalamiento y la negociación. No es tan fácil hacerlo como decirlo: si se hace un cese bilateral, las partes pierden una herramienta de presión estratégica y táctica en la negociación. Si no se hace, no se construye confianza y se dejan de salvar vidas.
Tal vez es momento de que nosotros, desde afuera de la mesa, nos involucremos y presionemos a las partes. Podríamos empezar, como lo ha hecho el Centro Democrático, con llevar la cuenta de los días que llevan negociando (¡ya llevan mil!) y de las muertes que, con su demora, no se han evitado. Pero al hacerlo, seamos objetivos y estimulemos una discusión transparente sobre el proceso de paz.