La historiadora Diana Uribe.
El país se montó en la película equivocada… hace más de un siglo. Así, la historiadora Diana Uribe intentó explicar esa costumbre ‘colombianísima’ de creer que cualquier transformación colectiva está destinada al fracaso. Incluida la paz. Para ella, se trata de “una desesperanza aprendida”, que caló en Colombia desde la separación de Panamá y se ha ido heredando. Pero tiene reversa, tal como nuestra guerra. Así sea difícil.
De ahí parte la historiadora para desmentir esas ideas que tildan de imposible un país sin conflicto armado. Fue en el marco de las charlas TED, a finales de 2014, que la historiadora demostró por qué ningún pueblo está condenado a la guerra. Sus palabras siguen vigentes: “no hay ninguna razón para que nosotros no podamos sacar adelante, no solo un proceso de paz, sino una sociedad con paradigmas diferentes. La historia está ahí para ayudarnos”.
Por eso, a través de casos y ejemplos de países que caminaron fuera de la violencia, desmintió esos mitos contra la paz. Estas son las ideas que, como dice Diana Uribe, son “puro cuento”.
Es imposible acabar con una guerra tan larga
Si bien es cierto que más de 60 años de guerra no se pueden acabar de tajo, el tiempo que llevamos matándonos no es una excusa para seguir haciéndolo. La prueba está en el conflicto que vivió Irlanda: 500 años de violencia por motivos religiosos. En los tiempos de los católicos versus los protestantes, el odio se volvió una identidad, como lo afirma Uribe: ”la gente se empezó a definir en tanto odiaba al otro”. Hasta que llegó un “momento de saturación absoluta en que las madres dejaron de querer tener vengadores para tener nietos”, añadió la historiadora.
Vea también: “Las Farc están firmando un acuerdo mucho más difícil que el que firmó el IRA”
Era un concepto de familia fallido y eso debía cambiar. El conflicto se empezó a resignificar. Según Uribe, “los chicos que corresponden a la generación de U2 dicen ‘nosotros no vamos a recibir esta herencia de odio, no vamos a dejar que nos pongan brazaletes para decirnos a quien odiar, no entendemos esta guerra’”. Ahí hay un cambio de paradigma y, por ende, una sociedad que se asume diferente. Sin esta transformación, que Uribe definió como “cambio en el corazón”, los irlandeses seguirían matándose.
¿Quiénes se sentaron a negociar? “Personas que habían hecho la guerra, enemigos acérrimos, que se habían odiado realmente. Eran hombres comunes y corrientes que habían cometido crímenes horribles y desarrollaron un nuevo paradigma de sociedad”. En otras palabras: crearon un nuevo relato de lo que querían ser.
Siempre hemos vivido en guerra, nunca hemos conocido un día de paz
Aquí es donde entra la fuerza de las utopías porque, como explicó la historiadora, “generan la posibilidad de que usted vea lo que en este momento no está viviendo, para poderse mover en otra dirección”. Es decir: no se necesita una referencia anterior de paz o de fin del conflicto para poder construir un proyecto de sociedad lejos de la guerra encarnizada. “No es que uno tiene que haber vivido épocas doradas para volver a ellas, sino que uno puede inventarse otras épocas que no ha vivido”, remató Uribe. Lo comprobó el conflicto irlandés.
De tal manera que resulta suficiente toda el agua –o sangre– que ha pasado debajo del puente para entender que ese no es el camino. La pregunta es: “¿tenemos otra generación para matar? ¿otra generación para perder? ¿cuánta gente ha muerto desde que se rompieron las negociaciones del Caguán?”.
Tenemos tanto odio que vamos a querer vengarnos
La experiencia de Sudáfrica ratifica que es posible renunciar a la venganza. Una de las mayores lecciones que dejó el líder y político Nelson Mandela fue no buscar el ‘desquite’. Diana Uribe relató que cuando Mandela salió de la cárcel le dijo a los blancos, “los perdono y los necesito para crear una nueva Suráfrica que será de todos”. Ese, insiste la historiadora, fue el acto esencial para cambiar el rumbo de un país dividido por la exclusión y la violencia racial. “La venganza dicen es un bosque por donde se puede entrar por cualquier lado, pero es muy difícil salir”, añadió.
Vea también: Cinco grupos armados que se convirtieron en partidos políticos
En otras palabras: la venganza es una cadena interminable a la que, por imposible que parezca, hay que ponerle un final. De lo contrario, sentenció Uribe, “eterniza los odios” y “compromete a las siguientes generaciones a continuar venganzas de cosas, tiempos e historias que no vivieron”. Por eso, cuando Mandela decide salir de ese ciclo, para no terminar en otra guerra civil, “cambia el chip” y crea una nación diferente.
Vea también: 10 puntos claves sobre la Comisión de la Verdad
No sin antes, por supuesto, crear una comisión de la verdad para “ventilar todas las verdades, las más terribles de Suráfrica”, en palabras de Diana Uribe. Y ahí no hay cabida para ningún tipo de olvido, ni venganza, por supuesto. Se construyó memoria, sí, pero una que es para transformar.
“Los perpetradores se sentaban frente a las víctimas, con una serie de condiciones muy establecidas e intentaban explicarle a la víctima por qué hicieron lo que hicieron, hasta que la víctima encontrara en su corazón la posibilidad de perdonar”, narró Uribe. Así superaron el punto de dolor. Una buena lección para la Comisión de la Verdad que pactaron el Gobierno y las Farc en La Habana y que deberá sentarse con las víctimas para reconstruir lo que pasó.
Las víctimas no pueden perdonar todo lo que les ha pasado
En el país hay una evidencia contundente de la disposición de las víctimas para encontrar el camino fuera de la tragedia. Organizaciones sociales, iniciativas de paz en territorios, construcciones de memoria histórica, entre un largo etcétera de ideas y proyectos así lo demuestran. Y lo ratifica, además de Suráfrica y Mandela, el caso de Ruanda.
Los ruandeses vivieron un genocidio en el que “850.000 personas fueron asesinadas a machete en abril de 1994”, explicó Diana Uribe. Y era un país de 14 millones de personas. Mientras el resto del mundo seguía su rumbo hacia la consolidación de la economía empresarial, Ruanda sobrevivía en medio de un baño de sangre. Hasta que llegó el punto donde decidieron que “no había más tiempo para seguirse matando”, añadió la historiadora. Ahí retomaron el modelo de Suráfrica y reconstruyen un país que estaba sumido en “el atraso y la sangre”.
Entonces, el análisis de Diana Uribe es el siguiente: “Ruanda perdona un genocidio que podría ser imperdonable desde todas las leyes humanas y divinas. Pongo este ejemplo porque cuando nosotros decimos que las cosas que han pasado entre nosotros son imperdonables, más que este genocidio del que les estoy hablando con toda seguridad no”. Hoy, concluyó Uribe, este “es un país perfectamente viable y es uno de los países más prósperos y estables para la inversión económica en el África oriental”. De nuevo, hubo una resignificación.
Así se firme el proceso de paz, vamos a seguir en los mismo
Este es un asunto de perspectiva: donde unos ven una posibilidad fallida otros entienden que se trata de una oportunidad. Así pasó en Chile cuando, tras 15 años de dictadura de Augusto Pinochet, se convocó a un plebiscito. Según Diana Uribe, muchos consideraban que no valía la pena ni siquiera votar, ¿para qué molestarse? El resto vio que ahí estaba “la posibilidad de acabar con la dictadura sin sangre” y empezó la campaña del ‘No’ porque la pregunta era si Pinochet se quedaba en el poder.
¿Cómo empezaron? Explicando y poniendo en evidencia todas las libertades que estaban restringidas bajo una dictadura. Todo con una campaña “deliberadamente publicitaria”. Y lo lograron porque le mostraron al resto de chilenos “aquello que en ese momento no estaba sucediendo, pero que podría suceder con un cambio de paradigma”. Fue una oportunidad histórica que aprovecharon.
Colombia comparte con el Chile de ese momento: un tiempo crucial de la historia. Un momento en el que tiene las puertas para decidir qué camino tomar.