El exmilitante del ELN fue capturado en junio por un secuestro cometido hace 16 años.
- Fotos Santiago Mesa
El 23 de junio, día del acuerdo de cese al fuego y fin del conflicto entre el gobierno colombiano y las Farc, el nombre de Carlos Arturo Velandia —llamado “Felipe Torres” en sus tiempos de militancia en el ELN—, tuvo un lugar en medio de la euforia. Rodrigo Londoño Echeverri, alias “Timochenko”, máximo comandante de las Farc, pidió su liberación. Dijo que ese “último día de la guerra” exigía la salida de las cárceles de los “presos políticos”.
Velandia había sido capturado unas horas antes, cuando regresaba al país. Aunque había dejado las filas guerrilleras en 1994, pagado una pena de 10 años de cárcel y luego se había dedicado a opinar sobre el conflicto y a adelantar discretamente algunas gestiones de paz, un fiscal de Cali ordenó su detención por un secuestro cometido en el año 2000, mientras estaba preso.
Entonces, su caso generó una avalancha de reacciones. ¿Por qué un exguerrillero que ya había pagado sus deudas con la justicia volvía a estar tras las rejas?, ¿podría pasar lo mismo con los miles que están muy cerca de desmovilizarse?
Finalmente, Velandia recobró su libertad a principios de agosto por cuenta de una decisión de la Presidencia de la República que lo designó gestor de paz junto a “Francisco Galán”, otro exmilitante eleno. Conversamos con él sobre su proceso, sobre los retos de la reincorporación y los que aún persisten en la negociación con las Farc. También sobre el papel que podría jugar para destrabar la negociación con el ELN.
¿Qué pensó en junio cuando llegó a El Dorado y le notificaron que quedaba capturado por un crimen de hace 16 años?
Me costó mucho trabajo entender qué era lo que pasaba. La orden de captura no era muy clara y todo me inducía a que era un montaje burdo. Luego he venido entendiendo que es un proceso en el que se quieren poner a prueba las macroimputaciones y las sindicaciones por contexto, que llevan a judicializar al autor detrás del autor y se debilita la noción de castigar al responsable directo o al autor individual de un delito para, en cambio, castigar de manera colectiva. Esa es la interpretación más bondadosa que se podría ofrecer, pero existen otras interpretaciones, como que esto fue montado a las carreras con el propósito de meterle un palo en la rueda al proceso de La Habana. Tan pronto se conoció allá el caso mío se prendieron las alarmas porque demuestra que no hay seguridad jurídica.
Usted mismo dice que esa primera explicación sobre su proceso es la más bondadosa, pero no me ha dicho a cuál le cree más, ¿piensa que con su captura realmente hubo un interés de torpedear al proceso de paz?
Creo que sí porque realmente ha hecho mucho daño y ha metido mucho ruido. Hay una preocupación muy honda por esto en el Gobierno y en las Farc. Ya están en la recta final del proceso y aparecen estas zonas grises donde no hay claridad. Hay que tener en cuenta que las Farc van para su máximo evento democrático (la X Conferencia) donde van a tomar decisiones de si aprueban o no los acuerdos, y si allí en ese evento la guerrillerada no siente que tiene certezas en materia jurídica, difícilmente va a aprobar los acuerdos. La refrendación no solamente es por el plebiscito, es también para los guerreros.
La refrendación no solamente es por el plebiscito, es también para los guerreros
A usted lo sacó de la cárcel la decisión del Gobierno de nombrarlo gestor de paz, ¿ya le explicaron eso qué significa y cuál va a ser su papel?
Está claro el planteamiento general de la gestoría de paz, pero en unos términos muy generales y hay que traducirlo en un plan de trabajo que tenemos que concertar con el Gobierno. Esa labor todavía está pendiente. De momento, tenemos un intercambio epistolar con la oficina del Alto Comisionado y espero a la mayor brevedad posible que nos podamos reunir para concretar los contenidos de ese plan porque habrá que desarrollar una actividad logística y mirar cómo se financia porque los gestores no somos funcionarios, ni este es un cargo público.
Su caso es un buen ejemplo de lo difícil que resulta la reincorporación real a la vida civil de excombatientes luego de que pagan sus deudas con la justicia, así sea con beneficios jurídicos. ¿Qué debe cambiar para que el país reciba a los miles de guerrilleros que van a empezar de nuevo?
Hay que desmontar ese discurso de que el día después de la firma va a empezarse un proceso de reconciliación a pasos acelerados. Eso no es real. Yo lo he vivido en carne propia y a través de muchas otras personas que han hecho dejación de armas. La sociedad tiene un comportamiento resistente a convivir con la gente proveniente de una guerra. Salvo unos casos aislados en que hay disposición a vincular como empleados a los excombatientes, hay una actitud discriminatoria y un estigma. Por parte del Estado tampoco hay una preocupación por hacer al excombatiente un ciudadano que tenga disfrute pleno de sus derechos. Siempre seremos ciudadanos de segunda. Esta es la hora en que yo todavía no puedo votar ni abrir una cuenta bancaria.
Los cambios se darán poco a poco y la reconciliación tal vez tome dos generaciones. Pero la responsabilidad inmediata la tiene el Gobierno: tiene que garantizar la vinculación laboral de los excombatientes, generar certidumbres en materia judicial, de inclusión social y paso a la civilidad. Debe generar garantías para la acción política y para la defensa de sus vidas y su seguridad personal. Todo esto tiene que hacerlo el Estado y no puede descargarlo en la sociedad. Quizá la sociedad lo haga, pero mucho más adelante. Esa es la situación que está viviendo Antonio Navarro después de 30 años. Lo insultan en los aviones y en Medellín lo confrontaron y le dijeron que se fuera. De Navarro nadie tiene duda que es un constructor de paz y de democracia, pero mire cómo es tratado, ¿qué puede esperarse con los excombatientes de las Farc o del ELN?
¿Por qué es tan difícil negociar con el ELN?
La complicación es que el ELN siempre ha propugnado por un proceso de paz transformacional, mientras que el Estado busca desarrollar los procesos de diálogo a través de metodologías transaccionales en las que hay un intercambio. Para el ELN ese modelo no es aplicable, prefiere un proceso en que los resultados finales den cuenta de un proceso de transformación y de superación de las causas que originaron la violencia.
¿Usted cree que el proceso que el Gobierno ha adelantado con las Farc es más una transacción y menos un proceso de cambios estructurales?
Es una combinación de ambas cosas. La transacción es un primer momento y la transformación es posterior. Lo que pasa es que la transformación es de muy larga duración y está en manos de otros actores. Hoy por hoy el fin de la guerra es una responsabilidad de las partes de la guerra, pero la construcción de la paz es responsabilidad de la sociedad en su conjunto y no de las minorías que, como el Gobierno y las insurgencias, dicen representarla.
¿El ELN se equivoca al pretender que su negociación genere cambios estructurales y no aceptar que esos cambios puedan ser la consecuencia posterior de otro tipo de negociación?
No es que se equivoque, sino que está poniendo el énfasis en una etapa que debe ser posterior. Yo lo he dicho de otra manera: no es posible hacer la paz antes de la paz. No puede pedirse paz antes de que se pacte y se construya el fin de la guerra. El ELN insiste mucho en la necesidad de hechos contundentes que demuestren la voluntad del Estado, pero estos hechos solo se producirán como consecuencia de la superación del conflicto armado y de un proceso en el que la sociedad debe estar implicada.
Yo creo que el ELN está un poco dolido por haber sido postergado y, de cierta forma, ‘ninguneado’.
Usted ha dicho en diferentes escenarios que es un error no haber iniciado conversaciones simultáneas con las Farc y con el ELN, pero después de tantos intentos con los elenos, ¿de quién es la responsabilidad de que todavía no tengamos una mesa formal?
Fundamentalmente ha sido del Gobierno porque implementó una estrategia que implicaba negociar y pactar con la parte más fuerte, asegurarse de que esto se lograría, y posteriormente dialogar con la organización que representaba una amenaza menor. En las negociaciones se recomienda no abrir demasiados frentes al mismo tiempo, el Gobierno aceptó esa recomendación y se dedicó única y exclusivamente a uno de los frentes. Cuando ya era indispensable decidió abrir con el ELN y esto generó una situación de desigualdad, de desequilibrio, pero también de resentimiento. Yo creo que el ELN está un poco dolido por haber sido postergado y de cierta forma ‘ninguneado’.
El Gobierno ha insistido en que no negocia hasta que el ELN libere a los secuestrados y se comprometa a dejar esa práctica, pero el proceso ha demostrado que hay factores adicionales que están frenando la mesa ¿usted por qué cree que no se han podido iniciar los diálogos?
Para el Gobierno es muy complicado sentarse a negociar con el ELN mientras tengan secuestrados y sigan secuestrando en medio de las negociaciones. Esto genera irritación en la sociedad, en la comunidad internacional y genera desequilibrio en relación con el proceso de las Farc que tuvieron que pagar un peaje para llegar a esa mesa. El pago de ese peaje fue desprenderse de ese lastre. El ELN debe hacer algo parecido para llegar más liviano. De llegar así, la mesa no soportaría la presión. Ahora, el ELN no vive de los secuestros en términos económicos. Con cinco o seis secuestros al año no se sostiene una guerra. De modo que convertir el tema en un punto inflexible me parece un error garrafal. Está en manos del ELN desprenderse de eso. Si lo hiciera, la sociedad tendría una mejor mirada hacia el proceso.
¿Será que para destrabar la mesa sería suficiente que el ELN decida pagar ese “peaje” de dejar de secuestrar y devolver a los secuestrados que ya tiene?
La situación está en manos de las dos partes, si ambos se mueven de manera simultánea en acciones positivas. Es decir, si el ELN libera a los secuestrados y decide no secuestrar más, al mismo tiempo el Gobierno podría, por ejemplo, generar un alivio para los presos políticos del ELN. Podría acercarlos a su familia o concentrarlos en algunas cárceles del país y en patios únicos. Esas serían acciones positivas que ayudan a que la otra parte tome decisiones que le sirven al proceso y que generan alivio en la sociedad.
Se repite como consigna que una paz completa necesita del proceso con el ELN, pero ¿usted ha pensado cuál sería el escenario si se logra un acuerdo con las Farc y finalmente no es posible que se instale una mesa con el ELN?
Sería el escenario de las “paces” de los años 90. Es decir, negociaciones y procesos de paz parciales. Obviamente no se podría desconocer que con el acuerdo con las Farc se lograría un paso importante en la desactivación del conflicto armado. Esa situación también llevaría a que, si no hay negociación y se crea un escenario de confrontación abierta, el ELN tendría que enfrentar toda la arremetida del Estado. Pero lo más deseable es que a la mayor brevedad se abra la mesa para evitar eso que sería de muy alto riesgo y profundamente doloroso.
Alguna vez el ELN por medio de Ranpal, su emisora oficial, le respondió a ¡PACIFISTA! que no les deberíamos creer a los “elenólogos”, esos antiguos militantes que opinan sobre el proceso. ¿Usted cómo cree que se percibe dentro de esa guerrilla el nombramiento suyo y de “Francisco Galán” como gestores de paz?
Desafortunadamente esa cuenta de RANPAL está siendo manejada por personas con una actitud bastante hostil contra quienes tengan discrepancias o una opinión diferente. Dejan en el limbo una tesis del ELN que se resume en una frase: aprender a hacer con todos. Yo diría que no están aprendiendo a hacer con nadie. Rechazan cualquier sugerencia o crítica, y supuestamente se muestran muy abiertos a la sociedad, eso es contradictorio. Cuando desde la sociedad se levanta un cuestionamiento o una crítica se le descalifica, entonces lo que se diga desde Ranpal sobre la gestoría no refleja el sentido de lo eleno. Los elenos no son así.
Entonces, superando a Ranpal, ¿cómo cree que la militancia del ELN ve su designación?
Puede haber algo de confusión porque a través de los medios se ha preconizado que “Francisco Galán” y yo vamos a hacer mediación con el ELN, lo cual no es cierto. La gestoría no nació con ese propósito. Podría tenerlo solo si la guerrilla y el Gobierno lo piden, pero nadie está tratando de imponer una mediación.
Hace un tiempo mojó mucha prensa el episodio de usted pidiéndole perdón al ministro del Interior por un crimen que usted no cometió directamente, pero que fue responsabilidad del ELN ¿cree que ese pedir perdón es una condición necesaria para la reconciliación?
Es no solamente necesario, como si fuera un requisito, sino que hace parte de la condición humana de las personas y de las sociedades. La sociedad colombiana debe disponerse a pedir perdón y también a perdonar. Si después de 50 años de estar enfrentados, de generar todo este fenómeno de rompimiento de tejidos, de confrontación, no se asume el perdón como un medio para la reparación social, difícilmente va a poder construirse la reconciliación. Ahora, no solamente tienen que pedir perdón las guerrillas: yo escuché un discurso de Maurice Armitage, empresario y alcalde de Cali. Decía que el Estado debía también pedirles perdón a las guerrillas porque también ha causado dolor y daño.
La sociedad colombiana debe disponerse a pedir perdón y también a perdonar
Lo otro es que el Estado hizo realmente poco durante 50 años por crear condiciones propicias para que los guerrilleros bajaran del monte y se vincularan a la vida civil. El Estado se regodeó de la guerra y creó muy pocos espacios para el regreso y el advenimiento a través del diálogo. El Estado tiene que pedir perdón, las guerrillas tienen que pedir perdón y también los individuos que se reconozcan como generadores de violencia. No es una condición para firmar la paz, pero la reconciliación sin el perdón no es posible.
¿Usted ve al Comando Central o a la Dirección Nacional del ELN pidiendo perdón por sus crímenes?
No me cabe la menor duda, así como estamos viendo los gestos de pedir perdón por parte de miembros del Secretariado de las Farc. Lo que pasó en Bojayá es una antesala de lo que vendrá después. No me cabe la menor duda de que el Secretariado en pleno le va a pedir perdón al país y a las víctimas. Yo creo que el ELN también tendrá que pasar por allí.