Amazónicas: el camino de las mujeres indígenas en la Asamblea Nacional Constituyente | ¡PACIFISTA!
Amazónicas: el camino de las mujeres indígenas en la Asamblea Nacional Constituyente Ilustración: Juan Ruiz / PACIFISTA!
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Amazónicas: el camino de las mujeres indígenas en la Asamblea Nacional Constituyente

Colaborador ¡Pacifista! - agosto 9, 2021

CRÓNICA│Escuchar los relatos de las lideresas Clara Santacruz e Irene Rojas es hacer memoria de las primeras mujeres que desde sus procesos organizativos, la maloca, la chagra, sus comunidades y territorios se juntaron para fortalecer la lucha por el reconocimiento de las mujeres indígenas, las familias, las comunidades y nuestros territorios.

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Esta crónica hace parte del especial Constitución Amazónica , publicado en alianza entre Gaia Amazonas, Dejusticia y Pacifista!. Visita el especial aquí.

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Por: Diana Quigua Gonzalez, Pueblo Kubeo*

Hace treinta años, antes de que los pueblos indígenas pensáramos que era posible ser convocados para escribir una Constitución Política, las mujeres indígenas de la Amazonía se unieron para mambear, cocinar ajicero, casabe y mañoco y, sobre todo, explicarle al resto de sus comunidades qué significaba eso de “constituyente”. La palabra no existía en su idioma. A sus abuelas, por ejemplo, les dijeron que aquello que antes se escribía en piedra, la ley de origen, lo que pensaban y sentían, iba a ser puesto en un cuaderno escrito por blancos, por el Estado de Colombia.

Aunque el asunto no era sencillo fue así, de la mano paciente y tenaz de las mujeres indígenas de la Amazonía, que comenzó a escribirse esa ilusión renovada de nuestros pueblos por verse representados en la Carta Magna colombiana. El trabajo inició con obstáculos sucesivos: desde el comienzo, las lideresas y líderes indígenas tuvieron que dormir en esteras y andar por ríos en viajes de largas horas, o incluso días si no había una avioneta. Y es que cuando hablamos de la Asamblea Nacional Constituyente hablamos de ese acontecimiento histórico que permitió que nuestro país reconociera por primera vez que estábamos compuestos por una multiplicidad de relatos y de memorias subordinadas; las nuestras, compuestas por años de lucha contra el olvido, el racismo estructural y la violencia. Por primera vez, hace treinta años, los pueblos indígenas participamos ampliamente en una contienda electoral en la que existían, como hoy, situaciones de desventaja.

“Era histórico, porque jamás habíamos participado los pueblos indígenas en las elecciones. No había indígenas inscritos para votar, ni tenían cédula y vivíamos —o vivimos— en regiones apartadas donde no llegaba ni siquiera la Registraduría con sus puestos de votación, entonces tocaba desplazarse desde lugares apartados”, me cuenta el exconstituyente Francisco Rojas Birry y agrega: “mientras nos transportamos en canoa por ríos, por trochas, por montañas, otros llegaban por carretera. Solo así conseguimos llevar dos constituyentes. Me acompañó Lorenzo Muelas”.

Durante este proceso, la Organización Nacional Indígena de Colombia —ONIC—, una de las organizaciones que lideraba la campaña de los candidatos indígenas, vinculó a mujeres indígenas de distintos territorios. Entre ellas, a las mujeres de la Amazonía colombiana, quienes participaban por primera vez en un evento de esta magnitud. Las travesías y desafíos a los que se enfrentaron durante este proceso se pueden comprender mejor, a través de las voces de Clara Santacruz e Irene Rojas. Ambas vivieron esta historia.

Clara Santacruz: el mandato de las ancestras


Clara Inés Santacruz Restrepo, lideresa, profesional y pedagoga, es indígena del pueblo Wanano o Kotiria del Vaupés
: los hijos e hijas del agua. Tenía 17 años cuando participó en la campaña para elegir al constituyente Francisco Rojas Birry y cuenta cómo este acontecimiento hace parte del camino que hemos recorrido las mujeres indígenas amazónicas en el escenario político. Su participación nace desde el sentir, pensar y querer indígena, así la preparó su padre desde los 14 años; con mucha contundencia dice que todo lo que ella sabe se lo debe a sus antecesoras, sus maestras y guías: Rita Santacruz (pueblo Wanano, su tía), Celina Bailón, y a mi tía, María Teresa Aguilar (pueblo Desano), quienes estaban al frente del proceso de mujeres en el Consejo Regional Indígena del Vaupés —CRIVA—.

En el Vaupés, la campaña por la Constituyente reunió a 200 mujeres indígenas, entre ellas a 40 jóvenes que estudiaban en la Escuela Normal Indígena de Mitú y el Colegio José Eustasio Rivera, convocadas por el CRIVA y una delegada de la ONIC. Con una voz fuerte y pausada, recuerda que las reuniones se realizaron en el Centro de Animación y Pastoral Indígena (CAPI) de la Pastoral Social de la iglesia católica en Mitú. En este evento se explicó la importancia de la Asamblea Constituyente, la necesidad de votar y el papel de las mujeres en este proceso.

Las lideresas hablaban y preguntaban sobre las necesidades de las mujeres, en especial de las jóvenes. Entre los temas que ellas abordaron sobresalía el reconocimiento de derechos de las mujeres indígenas, el acceso a la educación superior, la salud integral—teniendo en cuenta la medicina tradicional—, la necesidad de crear una universidad indígena y obtener cupos especiales en las universidades. Desde ese momento, las lideresas hacían énfasis en la urgencia de formarse académicamente: necesitábamos formar profesionales indígenas para poder defender los derechos de nuestras comunidades y luchar como pueblos indígenas.

Uno de los momentos que recuerda con especial cariño fue cuando las lideresas le encargaron organizar a los jóvenes en dicha reunión. Clara recuerda que las lideresas dijeron: “aquí está nuestra sobrina, nuestra heredera de liderazgo de las mujeres indígenas. Ella es la que va a multiplicar el conocimiento a las futuras generaciones”. En ese momento, Clara tuvo que dirigirse al público por primera vez. Sintió mucho susto: ver a tantas mujeres lideresas, con capacidad para expresarse ante cualquier persona, la hizo sentir insegura. Le temblaban los pies y todo el cuerpo.

Una voz interior apareció para decirle que todos eran seres humanos y ella estaba ante su familia, que el miedo era porque durante mucho tiempo había estado encerrada en un internado, estudiando bajo el control y dominio de las monjas. Ella misma explicó que, para tomar cualquier decisión, debía pedir permiso hasta para hablar o dirigirse a alguien. Esta era la causa de su miedo. Por primera vez debía asumir su propia voz. Ahí entraron las lideresas a acompañarla. Para que ella tomara el valor de hablar en confianza hicieron una preparación del espacio de manera cuidadosa para darle paso a su palabra. Cuando fue el momento de su intervención fue corta y se centró en agradecer la invitación a las mujeres jóvenes, reconocer la labor de las lideresas e incentivar la necesidad de seguir este camino. Dio las gracias y se sentó. Clara dice que ahí empezó su trabajo de liderazgo con las mujeres del CRIVA.

Al finalizar el encuentro de mujeres se elaboraron unas conclusiones, un pliego de peticiones que fue entregado a la delegada de la ONIC, encargada de presentar las exigencias de las mujeres indígenas de la Amazonía a esta organización. Luego, la ONIC fue quien presentó a los constituyentes elegidos las peticiones de las mujeres amazónicas. Para Clara, este espacio fue determinante, pues marcó el inicio de su trayectoria como lideresa y, en lo colectivo, permitió la unidad y el fortalecimiento de las mujeres indígenas amazónicas; así como la visibilización de su papel en el movimiento indígena.

Hoy las luchas de las mujeres indígenas amazónicas son mucho más fuertes, visibles e importantes. Para Clara, esto es posible gracias a lo reglamentado y reconocido en la Constitución Política, un instrumento que fortalece la lucha indígena, que permite seguir exigiendo los derechos de los pueblos indígenas y las garantías para la pervivencia de la vida. Señala que, con la Constitución, la lucha por el territorio, el ambiente, la autonomía y la unidad deben ser aún más fuertes y avanzar.

A treinta años de su promulgación asegura como pueblos debemos sentirnos orgullosos de nuestra lucha constante porque el reconocimiento de nuestros derechos fundamentales ha sido gracias a ella, a la unidad, al pensamiento colectivo y legado de nuestros ancestros y ancestras. Llegar a este punto ha sido un camino largo en el que los líderes y lideresas han perdido sus vidas en la defensa de los derechos de los pueblos indígenas. Y la Amazonía no estuvo exenta de esto.

Irene Rojas: Caminando los senderos de la Amazonía

Hija de la nación Curripaca, fundadora de la Organización Nacional Indígena del Cauca —ONIC— y de la Organización de Pueblos Indígenas de la Amazonía Colombiana —OPIAC—, Irene Rojas es actualmente comisionada de la Jurisdicción Especial Indígena y Consejera Mayor de la Asociación Intercultural de Mujeres Indígenas del Guainía. Su camino como lideresa inició a los 14 años al lado de Trino Morales, primer presidente de la ONIC. Empezó haciendo tinto y barriendo en la organización. En ese momento era esposa de Francisco Rojas Birry, destacado líder indígena del pueblo Emberá y exconstituyente. Junto a él acompañó todo el proceso de la Asamblea Nacional Constituyente.

Irene recuerda que, para la época de la campaña a la Asamblea Nacional Constituyente, las mujeres indígenas estaban organizadas en la ONIC. Sin embargo, la participación de las mujeres amazónicas era muy difícil por la lejanía y el difícil acceso. Siendo ella conocedora de esta situación, se embarcó en la tarea de recorrer los departamentos de Amazonas, Guainía, Guaviare, Putumayo y Vaupés. Irene señala que en ese momento recién iniciaban los procesos de mujeres en las organizaciones regionales: “era como una semilla, como una florecita”. Por esta razón era más difícil encontrar liderazgos femeninos. Menciona también que en el mundo indígena no se separa a hombres y a mujeres, ambos van juntos:

“Donde hay una reunión de mujeres hay autoridades indígenas. O, cuando hay un trabajo de mujeres, los hombres están tumbando los palos para el conuco. Ellos son complemento, nos ayudamos en las dos partes y así también fue el proceso de la Constituyente.”

La campaña por la Asamblea Nacional Constituyente fue un trabajo con muchos obstáculos en la Amazonía porque, entre otras cosas, había que andar por los ríos en viajes de largas horas, incluso de días cuando no tenían avioneta. También, dormir en esteras, sin financiación y con mucho esfuerzo de las mujeres.

“Caminamos con ellos, escuchamos propuestas, hicimos reuniones con las comunidades, explicamos por qué era la primera vez que los pueblos indígenas participaban en un evento de esa magnitud”, cuenta Irene y agrega: “hablamos de cómo era hacer una constitución, que era la vértebra de todo el pueblo colombiano”.

Relata que los pueblos indígenas amazónicos no sabían qué era una Asamblea Nacional Constituyente ni qué era un constituyente. Esto implicó un gran esfuerzo pedagógico y de traducción cultural:las mujeres en la Amazonía se reunieron, dialogaron y mambearon para planear la estrategia de la mano de las autoridades espirituales, quienes acompañaron este proceso y siempre les auguraron el triunfo. Cuando les preguntaban qué iban a hacer en la Constituyente, ellas respondían: “Van a escribir las leyes, como las leyes que escribían nuestros antepasados en las piedras”. Sabían que no existía la palabra “constituyente” en su idioma. También les respondían a sus abuelas: “vamos a votar por ellos para nosotros escribir dizque la ley de origen, eso que ustedes escribían encima de la piedra, esa escritura suya, así vamos a hacer, pero en un cuaderno que van a escribir los blancos, el Estado de Colombia. Ahí van a quedar escritos sus pensamientos, cómo eran ustedes, como escribían, su derecho consuetudinario”.

Y es que la participación de las mujeres se dio de muchas maneras: votando, reuniendo la gente, creando estrategias pedagógicas, informando, cocinando en la olla comunitaria, cocinando el ajicero, el casabe y el mañoco en grandes cantidades para la gente que iba a votar. Cuando la gente llegaba a municipios como Inírida, ellas, con lo que tenían, con pocos recursos, lograban conseguir el transporte y la comida de los votantes.

Irene fue una de las mujeres indígenas que más cerca estuvo del proceso Constituyente: estuvo en la campaña y después de la elección, en las deliberaciones de la Asamblea Nacional. Todos los días iban al recinto. Ella aportaba en las discusiones y estuvo presente cuando escribieron los artículos 7 y 246 de la Constitución. Por eso, se especializó en el tema de Jurisdicción Especial Indígena, impulsando procesos de fortalecimiento de la justicia propia, como el caso del pueblo Zenú en el departamento de Córdoba, donde existe una casa de armonización o de justicia que lleva su nombre. Recuerda que la interlocución con los constituyentes siempre fue muy fluida. Salían los constituyentes del debate, deliberaban, asesoraban y concertaban con los pueblos. Las reuniones entre los constituyentes y quienes asesoraban se hacían en la ONIC. Allí se debatían todos los artículos y se daban discusiones largas que duraban hasta la madrugada.

Irene concluye, como Clara, que hoy las mujeres indígenas tenemos más espacios políticos gracias al reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas en la Constitución.


Legado para las mujeres indígenas de la Amazonía

Escuchar los relatos de Clara e Irene es hacer memoria de las primeras mujeres que desde sus procesos organizativos, la maloca, la chagra, sus comunidades y territorios se juntaron para fortalecer la lucha por el reconocimiento de las mujeres indígenas, las familias, las comunidades y nuestros territorios.

Aunque parece que las voces de las mujeres Amazónicas son menos notorias, las hazañas aquí relatadas demuestran que las mujeres indígenas hemos participado de diferentes maneras, todas igualmente valiosas y determinantes. Desde labores fundamentales como mantener el fuego, cocinar, sembrar o cuidar los niños hasta el trabajo de organizar a las mujeres para que nuestra voz y sabiduría fuera escuchada. Así fue el proceso de la Asamblea Nacional Constituyente. Un evento al que no se hubiesen vinculado los pueblos de la Amazonía sin el trabajo y participación de las mujeres indígenas. Aun con mucho por superar, pero sin duda mejor que hace treinta años. Somos muchas las mujeres que reconocemos que el liderazgo de aquellas que participaron en el proceso constituyente fue semilla.

En homenaje a ellas, hacemos memoria de los caminos trazados por todas nuestras antecesoras.

* Investigadora de la Línea de Justicia Étnico Racial de Dejusticia

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