Al ritmo del Antonov: identidad, música y conflicto en las montañas Nuba | ¡PACIFISTA!
Al ritmo del Antonov: identidad, música y conflicto en las montañas Nuba
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Al ritmo del Antonov: identidad, música y conflicto en las montañas Nuba

Staff ¡Pacifista! - mayo 22, 2015

En su documental sobre Sudán, Hajooj Kuka muestra un día a día que marcha al compás de las bombas y en el que la música tradicional, hecha con instrumentos fabricados con materiales reciclados, es una herramienta de resistencia y sanación.

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Por: Salym Fayad

Los Antonov no son aviones de combate. Pueden volar muy alto, donde no los alcanzan los proyectiles de los rebeldes, y sus compartimentos de carga van a menudo llenos de provisiones que dejan caer desde la altura sobre campos de refugiados y zonas de desastre. Sin embargo, cuando sobrevuelan las montañas Nuba de Sudán, las barrigas de los Antonov se abren para liberar barriles explosivos repletos de esquirlas que al detonar mutilan personas y ganado.

Desde que Sudán del Sur se independizó de Sudán en 2011, el conflicto en las montañas Nuba tomó un nuevo impulso. Sin el sur de por medio, el régimen de Omar al-Bashir intentó agrupar todas las etnias del país bajo su ideología de identidad nacional árabe-islámica –explica a grandes rasgos el realizador sudanés Hajooj Kuka–, una categoría que excluye a docenas de grupos de orígenes diversos. La resistencia por parte de los grupos que habitan las montañas Nuba no se hizo esperar; pero tampoco la retaliación gubernamental. Ni los bombardeos de los Antonov.

Con su documental Al ritmo del Antonov (Beats of the Antonov), Hajooj Kuka presenta un relato de primera mano sobre la vida en las comunidades de las montañas Nuba: un día a día que marcha al compás de las bombas y donde la música tradicional, hecha con instrumentos fabricados con materiales reciclados, es una herramienta de resistencia y sanación para la comunidad. En la siguiente entrevista, Kuka habla sobre identidad, cultura y reconciliación, y sobre la importancia de que la historia sea contada por sus protagonistas.

Al ritmo del Antonov es el primer documental de este tipo que se hace sobre el conflicto en las montañas Nuba, y es la primera vez que tenemos acceso a una historia contada por los miembros de esas comunidades y no por corresponsales extranjeros. Privilegiar la voz de los locales por encima de la de un narrador externo fue claramente una elección deliberada en su película.

Sí. Miremos, por ejemplo, el caso de Colombia. La mayor parte de la información que se tiene de Colombia se recibe a través de los medios de Estados Unidos, y a ellos lo que les interesa es el tema de la guerra contra las drogas. Esta historia habla muy poco de lo que pasa en un contexto más amplio. En África pasa igual. Cuando alguien controla los medios según sus propios intereses nos da una historia singular, por lo general concentrada en lo negativo, que no tiene en cuenta las historias más significativas, profundas y complejas que rodean a una comunidad. El hecho de que la gente cuente sus propias historias abre una ventana para poder comprender esos otros lugares a los que generalmente solo tenemos acceso de segunda mano.

Cuando se narran situaciones de conflicto, ¿cómo retratar a los sujetos con dignidad, empoderándolos, aún cuando en muchos casos han sido víctimas de las atrocidades de la guerra y de violaciones de derechos humanos?

En mi película las víctimas no son simplemente gente débil que necesitan la ayuda de agentes externos. Ellos tienen una voz, saben cuáles son los asuntos que los inquietan, sus necesidades inmediatas y a largo plazo, y de hecho es claro que a pesar de las atrocidades hay mucha felicidad en su vida. Eso hace que la historia sea muy humana. Para mí fue importante vivir con la gente, estar presente en los bombardeos, sufriendo y temiendo con ellos y a la vez tratando de tener una vida llevadera.
Pero si se pasa tiempo con la gente uno empieza a ver la historia completa, real, que a veces es muy dura; pero también podemos ver qué anda bien, cuáles son sus puntos de vista, y se obtiene una comprensión más profunda de sus asuntos. Es importante conocer la lengua, la historia, las circunstancias, la cultura, y así los asuntos más complejos empiezan a surgir.

Su película se centra en la cultura y en la música tradicional en el contexto del conflicto. ¿Qué tan importante es la cultura en la resolución de conflictos o en la vida cotidiana de personas expuestas a un conflicto bélico?

Lo que me motivó a hacer esta película fue ver cómo en medio de una guerra tan prolongada y devastadora, hay gente que en realidad no está devastada. La música y el baile están presentes, así como la lucha tradicional y cosas que les permiten disfrutar de la vida. Y esto es posible porque hay una cultura con antecedentes que se remontan cientos de años, que la gente puede usar como herramienta para conectar a la comunidad y ayudarla a llevar a cabo una sanación colectiva.

Los ciclos son un elemento importante en Al ritmo del Antonov. En el documental, el ritmo de la vida en las montañas Nuba parece responder a un ciclo, así como las celebraciones culturales e incluso los bombardeos.

Sí. Los bombardeos que está haciendo el gobierno sudanés son a veces arbitrarios pero también están sujetos al clima. En la temporada de lluvias la guerra se detiene, la gente vuelve a la agricultura, y de vez en cuando llegan los bombardeos aéreos de estos aviones Antonov e interrumpen otra vez la vida de las personas. Esto destruye el ciclo natural de la vida. Pero vemos también que después de los bombardeos la gente siempre se reúne, va a ver qué ha pasado en la comunidad, si alguien quedó herido, y empieza otro ciclo en la vida social: si todo el mundo está bien la gente se reúne a tomar el té, luego empiezan a charlar, luego empieza la música, y así se da lugar a otro ciclo de vida que sigue al de los bombardeos.

 

¿Usted diría que la cultura ayuda de alguna manera a romper el ciclo de la violencia? ¿Cómo está relacionada con el tema de la identidad, que es también central en su documental?

La primera forma en que la cultura contribuye en la resolución de conflictos es que cuando la gente empieza a disfrutar las expresiones culturales de otro, empieza a conocerse. Nosotros tenemos una expresión que dice que si uno no conoce a alguien, le va a temer. Al compartir expresiones culturales con otros la gente se acerca, se acepta y se tolera, aunque pertenezca a grupos distintos.

El tema de la identidad es muy importante en el documental. Un gran problema en Sudán es que la identidad se concibe como algo singular, la ‘identidad sudanesa’, que en este momento es de origen árabe-islámico porque ese es el régimen en el poder. Pero eso no cobija a todo el mundo. Así que tenemos que comprender que mi identidad también se compone de gente de otras tribus africanas, los de origen árabe, etcétera, así que debe haber una forma de decir que uno es sudanés y al mismo tiempo incluir a los demás. Eso enriquece mi identidad.
En Sudán tenemos 57 etnias diferentes. Si se toma una y se promociona como la superior, vamos a tener un conflicto. Así que tiene que haber una forma de aceptar y celebrar esa diversidad a través de la música y la cultura.

El tema étnico también ha sido un factor de división en Sudán del Sur después de su independencia del norte en 2011.

Para mí el tema de la identidad es central en el conflicto. Claro que hay temas como los recursos y la economía que detonan la guerra, pero el factor étnico no ha permitido que el conflicto se detenga. Es un factor que también facilita que la gente se agrupe en torno a una causa, para pelear, para formar parte de un ejército. Ahora que tenemos dos países, Sudán del Sur está en guerra otra vez, y esto también sigue líneas étnicas, principalmente entre los Dinka y los Nuer.

Es una pena que al momento de la independencia no se abordó ese tema de la identidad nacional. Ahora lo que tenemos es, en lugar de un país en guerra civil, dos países con dos guerras civiles.
Aunque un día logremos la paz, hay una importante discusión que está pendiente a nivel social para resolver el tema de las diferencias y las tensiones étnicas, religiosas y políticas. Espero esta película genere una discusión sobre la identidad, para buscar un acuerdo sobre cómo aceptar nuestra historia pasada para poder construir a futuro.

Al ritmo del Antonov no responde a la estructura narrativa clásica a la que nos ha acostumbrado el cine occidental. Es una película narrada de manera no-lineal, compuesta por muchas voces.

Me interesaba mucho mostrar el ambiente en que se vive en las montañas Nuba. Porque allá todos los días se puede tener una vida normal, hasta que es interrumpida por los bombardeos, por la guerra, y esa es la sensación que quería transmitir. Que fluyera, y que de repente se interrumpiera.

Por otra parte, Al ritmo del Antonov es una película que tiene muchos elementos de las narraciones orales de los habitantes de las montañas Nuba. Por ejemplo, en el hecho de que tiene muchas voces, muchos personajes diferentes, y el foco de la historia va cambiando a medida que van apareciendo; es una manera comunal de contar la historia. De esa manera intenté mantenerme fiel a la forma en que ellos conciben su realidad diaria: se trata de contar nuestra historia, no solamente mi historia.

***

El documental ‘Al ritmo del Antonov’ de Hajooj Kuka hace parte de la Muestra Itinerante de Cine Africano (MUICA) que en mayo, mes de la herencia africana, se celebra en Colombia. La pieza se presentó en el Centro de Formación de la Cooperación Española en Cartagena el 13 de mayo y se proyectará en el marco de la MUICA en Bogotá el 22 de mayo a las 5 p.m. en Cine Tonalá y en Cali el 29 de mayo a las 7 p.m. en la Cinemateca La Tertulia.


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