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Un mundo distinto: lo que aprendí sobre las plantas medicinales de los Nasa
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Un mundo distinto: lo que aprendí sobre las plantas medicinales de los Nasa

Staff ¡Pacifista! - diciembre 7, 2016

Un proyecto de salud y agricultura ancestral en medio del posconflicto.

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Texto e ilustraciones por: Sara Pachón 

Al inicio de los tiempos, sólo existía un anciano de sexo femenino y masculino. Sólo existía él. El anciano dormía casi todo el tiempo y en sus sueños se comunicaba con los espíritus que, posteriormente, le ayudarían a construir todo lo que existe: plantas, animales, hogares y familias. Todas las creaciones anteriores debían convivir en armonía, regidos por el pensamiento, el sentir y el corazón.

Cualquiera que viaje por el norte del Cauca escuchará esta historia o una parecida. La noción de la armonía entre de todas las cosas es esencial para la cosmovisión de la comunidad nasa, quienes por tiempos ancestrales han habitado estos territorios. Un equilibrio vital, individual y comunitario, al que llaman wêtwêt fxi’zenxi, que en nasa yugue quiere decir “buen vivir”.

Hace quince días viajamos con un equipo de VICE Colombia al corazón de las montañas del Cauca, para descubrir cómo sobrellevaban las comunidades de este territorio el limbo en el que se encontraban los acuerdos de paz de La Habana. Nos encontramos con comunidades indígenasnegras y campesinas que resisten el embate de los actores armados, la proliferación de los cultivos ilícitos y el auge de la minería ilegal. Y sin embargo, en medio de tantas tensiones, también descubrimos historias de resistencia desde la defensa de las tradiciones ancestrales, entre ellas aquellas relacionadas con un componente que poco se habla en los grandes medios: las plantas medicinales.

Algo sabíamos del tema antes de llegar a la zona. Sabíamos, por ejemplo, que en Santander de Quilichao, la Asociación de Cabildos del Norte del Cauca (ACIN) administra una Empresa Prestadora de Salud que incluye, dentro de su infraestructura, una planta de fabricación de medicinas tradicionales, las cuales suministran a sus afiliados en todo el territorio. El programa de la ACIN, nos habían dicho, articula a los The Walas o médicos tradicionales, los más sabios de la comunidad, con un sistema de salud nacional que nunca ha sido pensado en clave pluricultural.

“Yo te veo como ansiosa y acelerada, tienes que entender que acá no funcionan las cosas así. El tiempo Nasa es diferente, tienes que adentrarte en él para poder recibir el conocimiento que buscas”, me dijo el profesor Carlos, miembro del Centro de Educación, Capacitación e Investigación para el Desarrollo Integral de la Comunidad (Cecidic), en Toribío. Yo había llegado a este municipio atiborrada de preguntas, quería entender qué lugar ocupaban las plantas medicinales en la cultura nasa y qué estaban haciendo los cabildos del norte del Cauca para promover su estudio y difusión, amenazados durante los últimos tiempos por el narcotráfico y los cambios culturales al interior de la comunidad.

Carlos, sin embargo, me frenó en seco. Me dijo que antes de preguntar, debía ser consciente del sesgo que traía encima. Para entender e ilustrar el mundo de las plantas medicinales en la cultura nasa, me dijo, debía asumir otros modos de observar, lejos de mi inercia occidental y citadina.

Romero - Caravana Pacifista - Sara Pachón

Di mi primer paso para adentrarme en el saber medicinal de la cultura nasa, cuando conocí a la profesora Diana. Al igual que Carlos, Diana trabaja en el Cecidic, un centro de educación, capacitación e investigación de la cultura del pueblo nasa, donde jóvenes, adultos y algunos internos realizan encuentros culturales para el fortalecimiento de la comunidad y sus saberes ancestrales.  Diana dirige una huerta dentro del centro, donde cultiva y recolecta plantas medicinales para fabricar lociones, pomadas e infusiones medicinales. Además, dicta talleres donde comparte sus conocimientos a quien tenga interés y quiera saber sin escrúpulos sobre el tema.

Sin embargo, Diana tiene que enfrentar a diario el desinterés frente al tema, en especial entre los jóvenes.  En la comunidad, son ellos quienes más han perdido el interés en el saber ancestral, en gran medida por la exposición a otras culturas a través de los medios de comunicación, y por el reemplazo de cultivos agrícolas diversos por el cultivo de la marihuana. En Toribío y en buena parte del norte del Cauca, los jóvenes ven una mejor opción económica empleándose en los cultivos de marihuana como “desmoñadores”, antes que adentrarse en el saber de su propia cultura.

Juan, un joven nasa con el que estuve conversando en Santander de Quilichao, corroboró la preocupación de Diana.  La juventud, me dijo, busca lo fácil y deja a un lado las enseñanzas de los mayores. Juan, en cambio, trabaja en la Planta de Procesamiento de Plantas Medicinales de la ACIN.  Creada en 2012, la planta está ubicada en una pequeña casa en el centro del municipio. Allí, unos diez miembros de la asociación —conocida también como Cxhab Wala Kiwe, o el Territorio del Gran Pueblo— trabajan en el procesamiento, secado y mezclado de unas ochenta plantas medicinales, para convertirlas en infusiones curativas que mitigan enfermedades tan variadas como la hipertensión, la gripe y la diabetes. En la planta también se fabrican pomadas desinflamantes y desinfectantes, y cremas para los hongos y los sabañones.

Entrar en esta planta es caminar entre dos mundos. Aunque poco a poco la asociación de Cxhab Wala Kiwe está buscando sistematizar y ampliar la escala de producción de los medicamentos que fabrica, aún mantiene y respeta con ceremonialidad las directrices de los The Walas, que cada mes asisten a la planta, la armonizan y dictan las composiciones que debe tener cada medicina. Las plantas y las hierbas tienen un lenguaje particular, dinámico, que cambia con el correr de la luna y otros elementos, y los The Walas siempre deben estar pendientes de ese fluir. Por eso la composición de las infusiones nunca se ciñe a una fórmula mágica. Y tampoco, claro está, se socializan las fórmulas. Los mayores guardan los secretos de la naturaleza con profunda reverencia.

Armonizar, esa es la palabra clave para comenzar a comprender este mundo. Todo en la cosmovisión nasa parte de la energía y la armonía de las cosas, el “buen vivir”. Los nasa, más que creer en enfermedades, creen en la desarmonía, en espíritus que enferman la mente. De esto se deriva el cuidado, el rigor, la conciencia y la paciencia con las que se diseñan y manufacturan las infusiones medicinales. Los mayores guían la siembra de las plantas y su cosecha, y pulsean las hierbas. Pulsear es sentir a la Madre Naturaleza, comunicarse con ella, hacer tributos y agradecer por las plantas que son recolectadas.

Además de las hierbas, en la planta de procesamiento todos deben estar armonizados, hasta las personas encargadas de los procesos. Juan me contó que si él tiene algún problema que pueda afectar su armonía, debe decirle a un mayor, quien por medio de un ritual le devolverá el equilibrio.

Los mayores están en constante investigación, ellos no tienen recetas específicas ni preformuladas, crean y recetan a partir de su sentir por las plantas, y van dando indicaciones a partir de lo que fluye, de lo que consideran necesario para la curación. Juan me contó que en la tarea de continuar evolucionando como cultura con saberes propios, los mayores desarrollan actualmente recetas para enfermedades que no existían antes en el pueblo nasa, por ejemplo, el cáncer, para el cual han creado una receta que encuentran efectiva contra esta enfermedad.

Lejos del caso urbano, Cxhab Wala Kiwe ha promovido la creación de una serie de huertas caseras o thul, en las que varios miembros de la comunidad se convierten en cultivadores y proveedores de estas plantas sagradas. En la cultura nasa, el thul es un elemento esencial en la casa de cada familia. El The Wala orienta el cultivo, desde la siembra hasta la cosecha. Anteriormente, la huerta de cada familia rodeaba la casa en forma de espiral, símbolo fundamental de los nasa, donde la planta que iba en el centro siempre era la coca, la más importante y significativa para ellos, o en otros casos una planta de tabaco. El thul es sumamente importante  para la comunidad, porque mantiene la armonía entre el hombre y su entorno, dándole sustentabilidad a la familia y preservando la cultura. Además, la huerta guarda el significado de la vida que se origina, la semilla que germina. Sin embargo, en la actualidad, muchas familias han dejado de conservar el thul.

Luego de diez días de Caravana Pacifista, comprendí que aunque me hubiese quedado más días, o meses, seguiría aun aprendiendo tanto de las plantas como de la cultura nasa. Diez días tan solo me bastaron para para descubrir superficialmente algo tan complejo como su forma de ver el tiempo y relacionarse con la naturaleza.

Sin embargo, regresé a Bogotá con mi cuaderno lleno de bocetos y mi cabeza llena de preguntas. ¿Cómo puede el posconflicto dialogar con estas culturas ancestrales? ¿Por qué no se mencionan las plantas medicinales en los Acuerdos de Paz de La Habana? ¿Por qué no pensar en que comunidades como los Nasa pueden aportar en una mayor escala al sistema de salud colombiano? ¿No podría esto articularse con los proyectos de desarrollo rural y sustitución de cultivos ilícitos que comienzan a implementarse en estas zonas?

No soy yo quien pueda responder  a estas preguntas. Quizás tengamos que asumir los tiempos y las visiones de Cxhab Wala Kiwe para imaginar este tipo de escenarios. Y para eso el posconflicto tendría que armarse de paciencia y de conciencia. ¿La tendremos?

*Este artículo hace parte de la Caravana Pacifista. Vea más textos aquí.