Sucedió a las 9:30 p.m. en la estación del Museo Nacional. El caso terminó en una gresca con detenciones arbitrarias.
Un caso nuevo de abuso policial se presentó el pasado 29 de enero cuando dos migrantes venezolanos, el colombiano Federico Marín y otro hombre fueron detenidos sin aparente causa con motivo de una requisa, en el caso de los dos primeros, y por grabar la injusta situación en el caso de Marín. Los sucesos resaltaron la evidente xenofobia y la homofobia de los agentes involucrados.
Los hechos sucedieron el miércoles 29 de enero en la estación de Transmilenio del Museo Nacional cuando, hacia las nueve y media de la noche, un grupo de tres policías le exigió a dos hombres venezolanos –padre e hijo– que les permitieran hacerles una requisa a la que, según testigos, ellos no se opusieron.
A pesar de la actitud colaborativa de los hombres, los policías empezaron a referirse a ellos de manera despectiva y a insultarlos sin causa aparente, y luego arrinconaron al más joven, sin dejar de tratarlo de forma despreciativa.
En medio del susto, el papá se metió entre los policias para tratar de que soltaran a su hijo. Y se desató el mierdero, parce! Uno de los policías le gritó al hijo: ¡PÉGUEME, GONORREA!; varias personas en la estación se metieron a la pelea. pic.twitter.com/wyNcsq5Gjm
— Fede ⚡️ (@FedeMarin_) 30 de enero de 2019
Federico Marín, un abogado que se encontraba en el lugar, decidió empezar a grabar. En los videos compartidos en su cuenta de Twitter puede verse cómo las personas que estaban presentes empiezan a indignarse con el trato de los policías hacia los hombres y les piden reiteradamente que los dejen en paz. El padre del joven agredido intercede por su hijo, a lo que uno de los policías empieza a gritarle: “¡Pégueme gonorrea!”
Sus agresiones fueron tildadas de xenofóbicas por los presentes y la situación comenzó a salirse de control rápidamente. Los dos hombres fueron arrestados y sacados de la estación (el más joven sin camiseta). De inmediato Marín decidió preguntarle a uno de los agentes la razón por la que se los estaban llevando y el procedimiento que iban a seguir con ellos.
Uno de los videos muestra el momento en el que Marín hace la pregunta, y como respuesta el policía le pide su cédula y se lo lleva junto con los dos venezolanos al CTP (Centro de Traslado Por Protección de la Policía) , por supuestamente haberle pegado a uno de los policías y por “interferir en el procedimiento policial”. Para ese momento Marín había dejado de grabar.
En vez de requisarlo, como le dijeron que harían, los policías lo esposaron también y durante el camino hasta el CTP lo inundaron a él (ya sin celular), a los dos hombres venezolanos y a un cuarto hombre que se había involucrado, de insultos y agresiones homofóbicas y xenofóbicas. A Marín lo tildaron de “abogaducho” y de “maricón”, mientras que a los venezolanos les dijeron repetidamente que se devolvieran a su país y los llamaron animales.
Uno de los policías le entregó a Marín un comparendo por 700,000 pesos en el que, además, el agente mismo tachó que él no apelaba el comparendo y lo amenazó con firmarlo él mismo ante la negativa del abogado. Al llegar al CTP, la funcionaria de la Defensoría del Pueblo rechazó la entrada de Marín, que era evidentemente injustificada pues lo único que había hecho era grabar, lo que está permitido dentro del marco del Código de Policía. Los otros hombres sí se quedaron allá.
Marín afirma que iniciará el proceso legal pertinente y se encuentra en la búsqueda de los dos venezolanos para hablar con ellos. El caso generó una enorme indignación entre las personas presentes en la estación de Transmilenio y posteriormente en Twitter, donde Marín compartió la historia detalladamente y los dos videos.
Desde la implementación del nuevo Código de Policía en agosto de 2017 los casos de abuso policial han ido en aumento en el territorio colombiano, según organizaciones como la ONG Árbol fuente de la vida, y las denuncias que de manera reiterativa se han presentado ante la Personería de Bogotá, la Defensoría del Pueblo y la Procuraduría. A
Mientras seguía grabando, me acerqué al agente de placas 185545, que llevaba al hijo, y le pregunté cual iba a ser el procedimiento que iban a seguir con ellos. Apenas hice eso, el me pidió la cédula; yo respetuosamente se la di, y ahí empezó mi infierno. pic.twitter.com/34oe2j4Psb
— Fede ⚡️ (@FedeMarin_) 30 de enero de 2019
pesar de que el fenómeno no es nuevo en el país ni comenzó con el nuevo Código, sí es cierto que se ha visto reforzado por la implementación del decreto de la dosis mínima y por la ola migratoria que ha venido en aumento desde Venezuela en los últimos años.
Más allá de los códigos, viejos o nuevos de policía, este episodio nos puede llevar a un debate más profundo. ¿Hasta dónde va el poder de lo que llamamos “la autoridad”? ¿Cuál es el límite donde se desdibujan los deberes de la policía y empiezan los derechos de la ciudadanía? Cuando se sobrepasan estos límites se habla de abuso policial, se genera indignación y se refuerza el rechazo generalizado que una gran parte de la población siente hacia la fuerza pública. Porque la policía representa el poder, ese poder por el que nos sentimos reprimidos, el que no siempre nos representa y al que culpamos por cuanta desgracia nos pasa. La culpa, seguramente, ni siquiera es de los policías. Ellos cumplen con órdenes que los hacen irreflexivos y autoritarios, porque la realidad es que la mayoría de ellos no entienden siquiera hasta dónde llegan sus responsabilidades.
En casos como el que acabamos de relatar es imposible no sentir rechazo ante la manera como la fuerza pública abusa de su poder y autoridad para ejercer actos discriminatorios sin que nadie pueda detenerlos. Sin duda, la sensación con la que quedaron los testigos (y con la que queda uno después de ver los videos) es que la única razón por la que los dos hombres fueron hostigados fue su nacionalidad. El lugar de la policía no debería ser el de la represión y mucho menos el de la discriminación. Además, los actos cometidos en contra de Marín se vuelven peligrosos al ser un llamado a la indiferencia frente a las injusticias. Con consecuencias así, ¿quién se atreve a interceder por el otro?