Los guardias hablaron en un espacio de escucha de la Comisión de la Verdad sobre las necesidades de los pueblos indígenas y del abandono del Estado.
“En honor a mi padre, que fue desaparecido en 1984, hago este trabajo. Me da miedo por mis hijos, pero me da más miedo no hacer nada”. Durante el espacio de escucha que le abrió la Comisión de la Verdad a la Guardia Indígena, Luis Acosta compartió sus vivencias como coordinador nacional de esta guardia, integrada por 50.000 indígenas. Al igual que él, otros miembros contaron sus testimonios y experiencias como defensores en medio del conflicto armado.
En el evento, moderado por la comisionada Patricia Tobón Yagarí, integrantes de la Guardia Indígena de distintas zonas del país contaron cómo sus pueblos y sus tradiciones se han visto golpeadas por el conflicto armado. Según la Comisión, hasta septiembre de este año, la violencia ha dejado a 4.886 víctimas indígenas.
La estigmatización por parte de los grupos armados ilegales y de la Fuerza Pública fue una de las denuncias que hizo la Guardia en el encuentro. De acuerdo con la Unidad de Víctimas, 17 corredores del conflicto están ocupando territorios indígenas. Esa violencia llega a sus comunidades y dificulta los procesos de autoprotección.
La verdadera historia de violencia que sufrieron los indígenas en medio del conflicto
Los enfrentamientos entre los distintos actores armados han incrementado las amenazas hacia las comunidades que viven en los 29 territorios indígenas que hay en el país. Esta violencia también pone en riesgo los saberes y las tradiciones de los pueblos indígenas.
“Ya no hablamos nuestra lengua, no usamos nuestros vestidos. Mucha gente ya no está y ya no hablamos con nuestros abuelos porque la violencia nos los arrebató. El desequilibrio de nuestra cultura y la pérdida de la paz ha sido nuestra principal afectación”, contó Juan Carlos Mindiola, indígena kankuamo de la Sierra Nevada de Santa Marta.
Sin embargo, la Guardia Indígena ha permanecido firme en su defensa de las comunidades y del territorio, actuando como una guardia cívica humanitaria de protección social. “Si no estuviera la guardia, el control del territorio sería más difícil, la violencia sería mayor y habría más indígenas desplazados en las ciudades”, explicó Armando Valbuena, autoridad indígena Wayuu.
La Guardia, para los 115 pueblos indígenas que existen en el país, no solo brinda protección. Su aporte no se queda ahí. Los guardianes apoyan la prestación de servicios de salud, cuidan del medioambiente, se encargan de buscar a desaparecidos y previenen la instalación de minas antipersona. Otra labor que hacen es evitar el reclutamiento de menores para la guerra.
¿Cómo se defiende la Guardia de los violentos? Con el diálogo. Iván Darío Tascón, líder indígena del Chocó, explicó que el diálogo es la forma de buscar la paz, la mejor manera de proteger la vida. El uso de las armas implica estar dispuesto a dañar vidas. Además, el diálogo hace parte de la naturaleza de los pueblos indígenas, algo que se inculca desde pequeños. “Entre más pequeños sepan qué es la guardia y cuál es el legado de los mayores, siempre van a buscar la paz y a rechazar las armas”, contó una indígena del resguardo de Tacueyó, en el Cauca.
“Nosotros como comunidad no somos parte del conflicto. Trabajamos para rescatar niños del conflicto, defendemos el territorio y no permitimos que los actores armados entren a los territorios. Pero no contamos con las garantías del Estado”, dijo el guardia Edison Ramos Usnas a manera de reclamo por la falta de apoyo a su labor y la de sus compañeros.
Por eso, como garantía de no repetición, la Guardia pide que su trabajo sea reconocido. Los guardias buscan que los dejen proteger libremente los territorios, que paren las amenazas y que les permitan seguir formándose para promover la paz en sus comunidades.
Si quieren conocer más testimonios, aquí les dejamos un video con todo el encuentro: