Hablamos con la directora de la maestría en Construcción de Paz de Los Andes para saber cuál es la relación entre este programa y la mesa de La Habana.
Por Camilo Segura
En enero de 2016, la Universidad de los Andes incluyó en su oferta académica la Maestría en Construcción de Paz. Se trata de un programa en el que 19 unidades disciplinares tienen cabida, y que no está diseñado para politólogos, sociólogos o profesionales que, tradicionalmente, han sido calificados como ‘pazólogos’.
Al pensar el programa, la idea de Angelika Rettberg, directora de la maestría, fue contribuir directamente a las necesidades que tienen las sociedades que empiezan a transitar entre el conflicto y la paz. Y esas necesidades no pasan exclusivamente por diagnosticar lo ocurrido, entender los contextos y formular políticas públicas. También, por la aplicación de saberes como la ingeniería, las artes o la biología, entre otros. La premisa es que desde todos los campos se puede contribuir a la construcción de paz.
Más allá de la apuesta que implica meter en una misma bolsa los egos y los saberes de 19 unidades académicas, y de que su aplicación no está limitada a lo que ocurre en Colombia, esta maestría llega con la perspectiva de formar profesionales que puedan ayudar a poner en marcha lo que pacten el Gobierno y las Farc en Cuba, así como todas las reformas que demanda el fin del conflicto armado.
Hablamos con Rettberg, experta en economía política de los conflictos armados y medidas transicionales, para que nos explicara cuál es la relación entre la maestría y el escenario de La Habana, la influencia que ha tenido el Gobierno en el diseño del pensum y las perspectivas que tiene, a futuro, una iniciativa que nace en la coyuntura del proceso de paz.
¿De dónde salió la idea de una maestría en Construcción de Paz?
Es una idea que tengo hace muchos años, como un proyecto personal y académico. En la Universidad, surgió como reacción a solicitudes que nos venían haciendo entidades como la Agencia Colombiana de Reintegración y otras, que empezaron a demandar servicios o cursos específicos relacionados con el contexto del proceso de paz. Frente a esas solicitudes decidimos que, en vez de producir respuestas puntuales sobre ciertos temas, haríamos un proyecto que abordara la construcción de paz desde el punto de vista de muchas disciplinas y facultades.
Ese fue un proceso que facilitaron las facultades de Derecho y de Ciencias Sociales. Junto a una estudiante doctoral, Laura Betancur, nos sentamos a trabajar un plan de estudios con las distintas facultades; a ponerle carne a esa cosa que llamamos ‘interdisciplinariedad’. Todo el mundo predica esa vaina y nadie entiende muy bien en qué consiste y cómo se logra en ámbitos académicos como el nuestro, donde están muy divididas y compartimentadas las disciplinas.
Explíqueme eso de interdisciplinariedad, ¿en qué consiste?
El tema de la construcción de paz nunca es disciplinar. Si construyes un puente para acercar comunidades divididas por la guerra necesitas un ingeniero; pero también un historiador que te explique el contexto, un psicólogo que te ayude a ambientar el tema con la comunidad; necesitas un artista, incluso, que trabaje temas de memoria.
Lo mismo pasa cuando hablamos de reconciliación, es un trabajo que implica comunidades de gente con experticia sicosocial, médicos que sepan de salud mental; expertos en desmovilización, víctimas, comunidades. También necesitas del economista que te ayude en el diseño fiscal de una política pública; un politólogo que te enseñe sobre poder en diferentes niveles. Es decir, necesitas realmente los saberes y afinidades disciplinarias de mucha gente diferente para lograr que eso que estás produciendo sirva para la construcción de paz.
Un ejemplo…
En Irlanda del Norte, en 1979, un puente fue derribado con un bombazo que le metieron a un convoy de militares ingleses. Murieron 18 militares ese día y, en este momento, todavía siguen negociando la reconstrucción de ese puente que, efectivamente, uniría comunidades que están divididas todavía, 20 años después de haber firmado un acuerdo de paz. Nadie habla solamente del puente y las cualidades ingenieriles que va a tener, sino que hablan de que ese puente significa reconstruir historia, dar crédito a las diferentes versiones, a la posibilidad de generar verdades, quizá, reconciliables entre las partes.
¿Y eso como se traduce en el programa que ofrece la Universidad de Los Andes?
Tenemos 19 unidades académicas abordo del programa. Están las facultades de Arte y Humanidades, Arquitectura y Diseño, Economía, Derecho, Administración, Ciencias Sociales. Prácticamente todas, excepto las ciencias naturales. Creo que incluso los biólogos van a ser necesarios cuando empecemos a hablar, por ejemplo, de parques naturales y minas. ¿Qué significa que estén abordo? Que esta maestría va a tener dos seminarios básicos coordinados por un profesor, pero en los cuales habrá módulos temáticos en los que participan expertos de diferentes disciplinas. Además de eso, los estudiantes de la maestría pueden elegir electivas de postgrado en temas de conflicto y paz de todas esas facultades.
Si Administración dicta una clase sobre responsabilidad social empresarial en contextos de guerra; Derecho da una sobre Derecho Internacional Humanitario y víctimas; y si Economía explica costos de la guerra y planes de reformas fiscales para financiar y apalancar el postconflicto, una persona de esta maestría va a poder ver de una forma más amplia.
Quienes cursen la maestría deben salir con una afirmación de esa sensibilidad o de esa afinidad multidisciplinar que queremos buscar: que el economista que esté en nuestra maestría salga de ahí entendiendo que es importante tener al artista en temas de memoria y reconciliación, que el politólogo entienda que el filósofo tiene un rol que jugar.
¿Qué tanto depende esto de las negociaciones de La Habana? Si llega a fracasar el proceso, ¿para qué sirve una maestría en construcción de paz?
Colombia ha construido paz desde hace más de 20 años. No es la primera vez que se habla del tema. Hay muchísima inercia institucional, hay montones de experiencias acumuladas, y Colombia es considerada, para bien o para mal, pionera en temas de reparación de víctimas, atención a desplazados, temas de desmovilización. Ahí ya hay un campo recorrido.
No depende de que haya una firma de un acuerdo entre el Gobierno y la Farc –en el sentido de que el proceso de construcción de paz continuará con o sin firma–, porque habrá conflicto, habrá secuelas de guerra en el país. Sin embargo, es obvio que este contexto de La Habana fue el impulsor más importante para concretar esta idea. En ese sentido, tenemos que tratar de entender los retos y las oportunidades que implica una eventual firma, y la implementación de todo lo que viene después.
También tenemos un papel pedagógico importante que jugar: explicar que una firma es un paso muy importante pero no es suficiente para entender y resolver los problemas que tiene este país. Tenemos que abogar por un proceso de mínimo 10 o 15 años de construcción de paz y ahí, insisto, todas estas cosas que he estado mencionando tienen sentido. Entonces, mínimo en 10 o 15 años esta será una maestría de gran relevancia.
Cuando uno escucha a los negociadores del Gobierno hablar de la implementación de los acuerdos, dicen que debe haber un nuevo diálogo entre las ciudades y las comunidades rurales. Incluso, proponen programas de voluntariado para que los profesionales se vinculen a programas de reconstrucción de estos territorios. ¿Esta maestría está pensada en esta perspectiva? ¿Cómo hacer para que quienes se gradúen no vean los problemas desde un escritorio?
El programa se puede acoplar a cualquier escenario, esa es la belleza de esta maestría. Se puede hacer como uno quiera, los planes de estudio los diseña el estudiante. Si le interesa el track de desmovilización, se va por ese lado; si le interesa una escala económica, se va por ese lado; si uno quiere hacer investigación, lo puede hacer. Y ahí hay algo que me faltó aclarar: esta maestría no es solo de Colombia para Colombia, la idea es que sea un producto académico interesante para cualquier persona a la que le interesen estos temas y quiera aplicar ese conocimiento en cualquier rincón del mundo. Queremos atraer investigadores internacionales, estudiantes internacionales, porque Colombia ofrece ese contexto de laboratorio natural, lo que resulta particularmente interesante.
Lo estamos viviendo desde ya. A Los Andes están llegando hordas queriendo estudiar el caso colombiano, entenderlo mejor, ¿por qué no aprovechar esto para fortalecer este proyecto académico? El hecho de que la maestría tenga una práctica les da la especialización que requieren para entender mejor su labor a muchos estudiantes que ya trabajan en estos temas de paz. Creo que allí hay un mercado muy concreto, pero no único, para la maestría.
Decía que varias agencias del Estado habían pedido una oferta académica de parte de los Andes para la paz. ¿Es posible pensar que en esta maestría, en su pensum, hay alguna incidencia de parte del Gobierno?
La demanda fue la que nos hizo pensar en la necesidad de diseñarlo. El modelo, el plan de estudios, está absolutamente hecho en casa, por parte de un comité académico en el que estaban sentados representantes de estas 19 unidades. Me parece que es el gran reto porque, insisto, todo el mundo le apuesta a la construcción de paz pero en qué consiste eso, cómo se enseña, cómo se elabora un currículo; todo eso ha sido una negociación muy minuciosa, muy concienzuda, hecha en la universidad. Ahí sí reclamo la total independencia del proyecto.
Esta maestría tiene una cosa muy interesante, que no tienen muchas, y son las prácticas. ¿Esos convenios de prácticas ustedes ya los están construyendo? ¿Qué tipo de prácticas van a ofrecer?
No están definidos, pero son parte de ese trabajo que vamos a hacer con los convenios educativos. Serán prácticas en entidades estatales pero esta no es una maestría pensada solo para el sector público, también para cualquier sector que requiera este tipo de competencias: ONG, sector privado, medios de comunicación, oficinas de cooperación internacional. Me imagino que el proceso de prácticas será, por un lado, fruto de la iniciativa del estudiante; pero, además de eso, buscaremos un repertorio, un portafolio con posibilidades para que ellos puedan escoger lo que les sirva y favorezca sus funciones profesionales.
¿Existe un programa similar a nivel global? ¿Un programa en construcción de paz?
Existen Peace Studies (estudios de paz), Peace and Conflict Studies (estudios de paz y conflicto), pero no he visto Peace Building Master Programs (maestrías en construcción de paz), específicamente. Tampoco me afana si existen o no. Hasta donde yo sé, nuestro enfoque es muy innovador a nivel mundial porque, incluso, los programas de las mejores universidades tienden a ser programas disciplinariamente arraigados en las ciencias sociales. Este programa nos obliga a hablar con los ingenieros, con los literatos, con los artistas, los administradores, los abogados. Forzar esta interdisciplinaridad para generar ese resultado, yo creo que no es común.
¿Por qué a un joven de cualquier carrera, sea médico, sea economista, le puede interesar construir paz?
Yo creo que hay varias razones. La primera es que la generación que es joven hoy será la que implementará lo que salga de esas negociaciones. Yo con eso no abdico mi responsabilidad, ya no soy tan joven, pero sí siento que los jóvenes que están sentados en las aulas de clase hoy, que están pensando en posibilidades de postgrado, son las personas que van a tener que hacer realidad esta cosa que se llama paz en Colombia. Dependerá de ellos en gran parte que esto sea sostenible y que, digamos, satisfaga las expectativas que muchos están generando.
Hay algo que hemos perdido, y es entender que el conflicto armado, aunque hace mucho tiempo es cierto, no nos afecta directamente a muchos, no golpea directamente a espacios urbanos en los que se desarrolla la vida de la mayor parte de los colombianos; pero sí es algo que cuesta mucho en términos de convivencia, de criminalidad, de economías ilícitas que siguen existiendo, en los agravios que arrastran, en los temores, en los odios que muchas personas albergan todavía. Creo que todos merecemos vivir en un país mejor. Yo a un joven le diría ‘apuéstele a esto, a la construcción de paz y a la maestría, porque es algo que vale la pena para su vida y para la vida de quienes lo rodean’.
Esto para usted es un proyecto de vida y lo ha pensado durante mucho tiempo. ¿Cuándo consideraría este programa un éxito y cuándo un fracaso?
Yo lo consideraría un éxito si logro durante un década tener cortes de estudiantes excelentes, multifacéticos, de diferentes disciplinas que luego sean capaces de aplicar ese conocimiento en campos profesionales diversos. Si yo calculo que entren 20 en cada corte, 40 anuales, serían 400 personas en 10 años con este tipo de capacidades. Siento que eso es un efecto multiplicador que a mí me haría muy feliz. Obviamente, ese solo es un aspecto en el cual yo mido mi eficacia en el campo; también lo pienso desde mi investigación, mi propio trabajo de divulgación, etc., que también quisiera seguir avanzando.
Y un fracaso sería si no se inscribe nadie. Si los que se inscriben son muy malos. Si los que se inscriben son solo de una disciplina. O que, cuando salgan, no desarrollen esa interdisciplinaridad que me parece fundamental. En realidad quiero que los estudiantes también le apuesten a salirse de su propia zona de confort disciplinaria, arriesgarse a entender otras cosas, libre de sesgos, de ataduras, para entender que esta cosa es complicada y está llena de tropiezos, pero vale la pena.
Siempre se dice que la paz es un tema de politólogos, sociólogos, de los científicos sociales. ¿Cómo sacarla de ahí?
Yo creo que la paz sí tiene especialistas y eso lo respeto. Respeto que sí hay gente que ha estudiado esto a fondo. ¿Por qué otras disciplinas deben involucrarse? La construcción de paz implica muchos saberes, muchas capacidades que no todos los politólogos, ni todos los sociólogos tienen. Necesitamos competencias de otro tipo. Ese es un paso que no hemos dado hacia una visión mucho más sistémica e integral de la construcción de paz, que es lo que esta maestría propone.