Un fantasma recorre el mundo: el fantasma de la Renta Básica Universal.
Este texto hace parte de nuestro especial Renta Básica Universal, donde intentaremos dar cuenta de esta audaz propuesta económica que, a partir de la crisis del coronavirus, ha tenido una exponencial acogida entre economistas y organismos internacionales.
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—Para mí no hacen falta experimentos. Es como si en su momento se hubiera hecho un experimento piloto para ver si era bueno acabar con la esclavitud o no. Acabar con la esclavitud es buena cosa, así como lo es la implementación de esta política —dijo en una entrevista de hace un año el economista español Daniel Raventós.
Raventós hablaba del tema al que le ha dedicado su vida: la Renta Básica Universal. En 2019 esta propuesta había ganado momentum y estaba siendo ya discutida por fuera de los círculos económicos y académicos en todo el planeta. Con la crisis del coronavirus este interés ha crecido de manera exponencial. El 12 de mayo, por ejemplo, la Cepal hizo un llamado a los países latinoamericanos para que implementaran una renta básica, como paso previo a una Renta Básica Universal para la región.
¿Qué es la Renta Básica Universal y por qué es necesario que hablemos de ella?
La RBU es una propuesta sencilla y ambiciosa. Plantea el derecho que todas las personas tienen, por el simple hecho de existir, a tener una vida material asegurada. (En donde para todas las personas las necesidades básicas estén cubiertas, aunque hagan parte de los percentiles más bajos o más altos de la distribución del ingreso: es decir para ricos y para pobres).
La Basic Income Earth Network define a la Renta Básica con cinco características: 1) un pago en dinero, 2) periódico, 3) que se le hace a las personas de manera individual, 4) que es universal e 5) incondicional.
Como sabemos, una de cada nueve personas en el mundo vive la vida con hambre; uno de cada nueve humanos en este planeta tiene como principal preocupación no morir de hambre al final del día. En 2018, la FAO calculó que había 821 millones de personas subalimentadas en el mundo. En un planeta que produce alimento para 12.000 millones de personas al año, casi el doble de humanos que en él vivimos. Y aún así, aunque se produce lo suficiente para todos, hay quienes mueren todavía de hambre. (Lo que mostraría que el problema no es de producción sino de distribución, etc).
Para 2015, el 10% de la población mundial (algo así como 734 millones de personas) vivía con menos 1,9 dólares al día. Según estimaciones del Banco Mundial y por cuenta del coronavirus habrá entre 40 y 60 millones de personas en el mundo que caerán en la pobreza extrema.
En Colombia, antes de que empezara la crisis del coronavirus, el 27% de la población estaba en situación de pobreza (es decir, tenía un ingreso mensual de 257 mil pesos o menos) y el 7% de la población estaba en situación de pobreza extrema (es decir, reunía un ingreso mensual de 117 mil pesos o menos) según el Dane.
Una de las formas de fundamentar la RBU es el republicanismo, que plantean que sin una existencia material asegurada (comida, techo, agua, salud) una persona no tiene ninguna libertad de nada. Y en ese sentido, podría decirse, se concilia la aparente dicotomía entre liberalismo y socialismo: la libertad y la igualdad no son excluyentes, sino que son inseparables.
Entonces: la RBU es un ingreso al que tendríamos derecho todos los ciudadanos en un país para permitir asegurarnos un sustento de vida mes a mes.
RBU vs. subsidios focalizados
Actualmente, las asignaciones monetarias funcionan de manera focalizada y condicionada. El Estado le da cierta plata a una población que previamente ha identificado como desfavorecida. Es el caso en Colombia de Familias en Acción, Jóvenes en Acción o, en el más reciente programa del gobierno para atender la crisis del coronavirus, el Programa de Ingreso Solidario: en el que el beneficiario (cerca de dos millones de hogares, según el gobierno) recibirá hasta 480 mil pesos en tres giros de 160 mil pesos. Los beneficiarios de estos programas tienen que demostrar que cumplen ciertos requisitos para poder acceder a los subsidios: demostrar que están desempleados, que tienen cierto número de hijos, que viven en cierto estrato, por poner algunos ejemplos.
Esto trae, para empezar, problemas de burocracia en Estados débiles. Marcela Eslava, decana de economía de la Universidad de los Andes, decía en una conversación en la Americas Qarterley que “los países con Estados débiles se benefician con lo universal que tendría la renta básica. No solo porque corta los condicionamientos, y por tanto la burocracia, sino porque no tienes que localizar a gente en especial, con necesidades especiales”.
Imaginen por un momento (no, por un momento no: imaginen siempre) que independientemente de si tienen trabajo o no, del género con el que se identifican, del lugar en dónde viven, de si tienen estudios o no, de si pertenecen a una comunidad étnica específica o no…imaginen que tienen derecho a una plata que permite, al menos, no morir de hambre o de frío.
Universal significa todos. La RBU parte del hecho de que todos, por igual y sin ningún condicionamiento, pueden recibirla (todos, incluidos los más ricos). Si se piensa en términos de derechos, sería absurdo decir que sólo los enfermos tienen derecho a la salud. Lo mismo acá con la renta. La gran audacia de la RBU es esa, que es universal e incondicional.
Desigualdad, trabajo y salario
Como también sabemos, la desigualdad en el mundo, en América latina y en Colombia es alta. Según la ONU, en 2017 “el 82% de toda la riqueza creada en 2017 fue al 1% de la población más privilegiada económicamente, mientras que el 50 % en los estratos sociales más bajos no vio ningún aumento en absoluto”. Oxfam publicó un informe que decía que en el 1% de las personas más ricas se concentraba el doble de riqueza que tenía el 92% de la población más pobre del planeta. En cuanto a Colombia, un estudio de 2017 mostró que el 0,1% de los contribuyentes más ricos obtienen el 20% del ingreso bruto y el 10% se queda con el 51% de la producción nacional.
La RBU es una forma de distribuir la riqueza en la sociedad para que a todos los ciudadanos de esa sociedad se les garantice, al menos, no morir de hambre.
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Aquí empiezan los matices y las preguntas.
La más inmediata, que suelen disparar los enemigos o desconocedores de la RBU es la del trabajo y la pereza: si la gente recibiera un subsidio mensual, se dedicaría al ocio, a la vagancia y dejaría sus trabajos. Pero esta no parece una consecuencia necesaria. Un estudio de 2017 hecho por la Universidad de Harvard y el MIT no encontró relación entre recibir una transferencia monetaria del Estado y dejar de trabajar. La idea de que “si el Estado me gira, yo me echo a las petacas” es un estereotipo que parece no incluir a la totalidad de la población (teniendo en cuenta los riesgos de validez externa en cada país que incursione en una RBU: cada sociedad es un mundo y no todas las experiencias con la RBU son extrapolables).
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El salario es uno de los alicientes del trabajo, claro, pero no es el único: el trabajo permite y amplía la interacción social de las personas, la gente le da sentido a la vida a través de su trabajo, el trabajo impone retos personales en los que decidimos gastar el tiempo en ellos, en él, etcétera. Un estudio publicado en 2016 por la Universidad de Chicago analizó 11 estudios sobre transferencias monetarias en países de Asia, África y América latina y señaló que “las preocupaciones sobre el uso de transferencias de efectivo para [comprar] alcohol y tabaco son infundadas”.
En cambio, estudios han demostrado que cuando se pone dinero en manos de personas con bajos ingresos hay mayor consumo y crecimiento del PIB que si se pone esa misma plata en manos de los más ricos. Un estudio del Instituto Roosevelt muestra que un programa de transferencias de 1,000 dólares mensuales a la población gringa expandiría esa economía en 12,56% luego de ocho años.
Automatización y tipos de trabajo
También podríamos decir, por otro lado, que la RBU parte de una idea general –que desde los años 60 del pasado siglo ha cambiado– sobre el trabajo. ¿Qué podemos definir específicamente como trabajo? ¿El trabajo remunerado únicamente? ¿Qué pasa entonces con los trabajos no remunerados pero que, de una u otra forma, benefician a la sociedad en su conjunto? En su libro “Las condiciones materiales de la libertad” el economista Daniel Raventós escribe: “por trabajo debe entenderse esa aquel conjunto de actividades remuneradas o no cuyos resultados procuran los bienes y servicios para los miembros de nuestra especie”. Esta definición abarcaría, de entrada, no sólo el trabajo en el que se recibe un salario a final de mes (o en quincena: vaya usted a saber lo que haya decidido su patrón), sino que englobaría el trabajo doméstico y el trabajo voluntario. Otras dos formas de trabajo que no reciben una contraprestación monetaria y que no por eso son menos importantes. La RBU reconocería (de manera indirecta, digamos) esos trabajos que no entran dentro del mercado laboral (y que por tanto no son remunerados) pero que son necesarios en el engranaje social.
Otra razón para implementar la RBU, además de los altos índices de pobreza y desigualdad y el reconocimiento de los trabajos no remunerados, tiene que ver con la creciente automatización alrededor del mundo. Las máquinas, la inteligencia artificial, están haciendo las tareas de las que hace 10 o 15 años se encargaban humanos. La posibilidad de reubicar a esos humanos –desplazados de su trabajo por las máquinas– es cada vez menor. El historiador Yuval Harari escribe que “la IA no sólo está a punto de suplantar a los humanos y de superarlos en lo que hasta hora eran habilidades únicamente humanas. También posee capacidades exclusivamente no humanas (…) por ejemplo, la conectividad y la capacidad de actualización”. Cada vez será más difícil para los humanos obtener un nuevo trabajo porque esos trabajos serán cada vez más especializados. “En 2050 podría ser difícil que un cajero o un obrero del sector textil que perdiera su trabajo debido a un robot empezara a trabajar como investigador del cáncer, como operador de drones o como parte de un equipo de banca humano-IA” escribe Harari.
“Hoy en día, los índices crecientes de desempleo tecnológico y la creciente crisis de dependencia de la vejez están creando las condiciones previas materiales para las campañas para una garantía básica de ingresos”, dice por su parte el economista James J. Hughes, del Trinity College.
¿Y cuánto cuesta?
Pero, ¿cómo financiar la RBU? Esta pregunta es la que divide a los partidarios de la RBU de derecha y los partidarios de la RBU de izquierda. Los primeros dicen que para costear la RBU habría que usar todos los recursos que se gastan en políticas sociales (salud, pensión educación) y redirigirlos a un gran fondo que permita pagarla. Es decir, desmantelar el Estado de bienestar (lo que quede de él) para pagar la RBU. Los segundos, en cambio, hablan de la RBU como una pieza más dentro de las políticas sociales del Estado. Los recursos en este escenario saldrían de una reforma fiscal profunda que tase progresivamente a las grandes riquezas para que se distribuya esa riqueza vía impuestos.
Para el macroeconomista del MIT, Daron Acemoglu, sin embargo y a pesar de todo esto, la RBU es una propuesta excesivamente costosa. En Estados Unidos costaría entre 3 y 4 billones de dólares. (Acemoglu habla de trillones, pero recordemos que en Estados Unidos un trillón gringo equivale a lo que nosotros entendemos por billones…) Esto requeriría una profunda reestructuración del sistema tributario gringo, dice Acemoglu.
En España, por ejemplo, los economistas Jordi Arcarons, Daniel Raventós y Lluís Torrens hicieron una propuesta para ese país en el que el 20% de los más ricos costearían, a través de impuestos, el pago de la Renta Básica Universal.
En ese sentido, la RBU no se trataría de la creación de dinero de la nada para inyectárselo a la economía, sino que sería un mecanismo de redistribución de los recursos que ya existen. Este es el principal argumento contra quienes afirman que la RBU provocaría necesariamente inflación.
Si se implementara una RBU se reduciría el costo administrativo que implica dar subisidios condicionados. El economista catalán y exconsejeros de economía y finanzas de la Generalitat de Cataluña, Antoni Castells, estimaba que en un programa de subsidios condicionados eficiente, por cada euro que se le da una persona pobre, otro euro se iría en gastos administrativos. ¡En un programa eficiente! Calcule el lector entonces lo que se gasta la burocracia estatal en programas de subsidio condicionado que no son eficientes.
Según la historiadora Jennifer Burns, de la Universidad de Stanford, especializada en ideas sobre capitalismo y Estado, la dificultad más grande de la RBU es política. “Existe un sesgo significativo contra los programas de transferencias incondicionales. La mayoría de los programas de asistencia social en los Estados Unidos están vinculados de alguna manera al empleo. Crear un apoyo popular para un programa que rompa esta conexión entre el bienestar y el trabajo requerirá un liderazgo político del más alto nivel. Y luego está el enorme obstáculo de integrar la RBU con la estructura institucional y burocrática”.
Imaginar lo posible
Aplicar la RBU implicaría una reingeniería social con efectos enormes en el campo de lo político, de lo cultural, de lo económico, etc. De entrada, podría acabar con la pobreza extrema en los países que la implementen. Además, le daría más poder de negociación a los trabajadores frente a sus empleadores, pues aquellos ya no negociarían sobre la base de no tener ninguna entrada mensual, sino sobre un colchón que asegura su subsistencia. Permitiría también darle una independencia económica a las mujeres (y un alivio a las que tienen que vivir en el mismo hogar con abusadores).
La RBU viene con un estallido de preguntas sobre su implementación y sus implicaciones. Preguntas que es necesario hacerse y que en PACIFISTA! queremos hacer.
¿Cuánta plata recibiríamos mensualmente? ¿El equivalente a un mínimo? ¿Lo necesario para cubrir la línea de pobreza? ¿Qué pasa con los menores de edad? ¿A partir de qué edad se podría recibir la RBU? ¿Quiénes harían el trabajo sucio si ya no están obligados a hacerlo a costa de no morir de hambre? ¿En qué emplearía la gente su tiempo si decide trabajar menos horas a la semana (porque ahora puede hacerlo)? ¿Qué pasaría con la fuerza productiva de la sociedad (y qué entendemos, por cierto, por fuerza productiva)? ¿Qué propuestas hay por ahora en Colombia? ¿Y qué tan universales o permanentes son? Etc.
Porque, si se me permite a modo de colofón, los debates económicos no son exclusivos de los economistas o de los periodistas que cubren economía en Revista Semana. Los debates económicos nos conciernen a todos y todos podemos hablar de ellos. Ya estuvo bueno, sí, de la era enrevesada en la que los tecnócratas solo se nos manifiestan en su idiolecto.
Nuestro especial
En este especial encontrará el lector: una entrevista con el senador Iván Marulanda, impulsor de la Renta Básica de Emergencia, que busca ayudar durante tres meses a 9 millones de hogares; una entrevista con el economista Daniel Raventós sobre las posturas republicanas que sustentan una idea de Renta Básica (“la libertad depende de las condiciones materiales de existencia”); un reportaje sobre el panorama de la Renta Básica en Colombia y un texto especulativo sobre cómo sería la vida en un país que, entre otras cosas, garantiza la existencia material a través de una Renta Básica Universal.
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Santiago aparece por acá.