La sustitución de cultivos de uso ilícito, una de las posibles salidas a la violencia, también está agonizando y no parece importarle a nadie.
Walter Patricio Arizala Vernaza, alias ‘Guacho’, líder del Frente Óliver Sinisterra (FOS) de las disidencias de las Farc, se convirtió en marzo pasado en el enemigo público de la sociedad colombiana. El 26 de ese mes ordenó el secuestro de tres periodistas del diario El Comercio de Ecuador y después los asesinó a sangre fría. Lo mismo hizo con una pareja de ciudadanos ecuatorianos que vivía en la frontera. En el transcurso de este año — también por una presión mediática— ‘Guacho’ se convirtió en la cara más visible de las disidencias de las Farc. Su centro de operación: Tumaco, un municipio con más de 20.000 hectáreas de coca.
Han sido varios los operativos militares que desde entonces se han hecho para dar con el paradero del disidente. Desde que estaba en campaña, el presidente Iván Duque dijo que uno de sus primeros objetivos sería capturarlo: “A ‘Guacho’ se le acabó la guachafita”, dijo el mandatario.
Este fin de semana pasado, luego de varios intentos fallidos, parece que la Fuerza Pública pudo dar con ‘Guacho’, pues según lo informaron el ministro de Defensa y el mismo Duque, ‘Guacho’ fue herido con dos impactos de bala que, en teoría, lo dejaron al borde de la muerte. Esta información está por confirmarse: además de que el gobierno no ha entregado pruebas, fuentes de inteligencia militar nos dijeron que el herido fue un hombre del Frente Óliver Sinisterra y no ‘Guacho’, quien habría huido de Roberto Payán, principal zona de combate con la Fuerza Pública.
Así ‘Guacho’ esté herido o muerto, parece que la situación de violencia y narcotráfico está lejos de cambiar. El líder de las disidencias es un eslabón más en la cadena. Como lo hemos contado en ¡Pacifista!, en Tumaco y en otras zonas con cultivos de coca están haciendo presencia carteles de droga mexicanos, los cuales incluso estaban molestos con el disidente por asesinar a los periodistas ecuatorianos y, en consecuencia, poner el foco de la Fuerza Pública en la zona de los cultivos de coca.
“Creo que no va a pasar nada con la posible muerte”, nos dijo Mario Cepeda, analista y director de Página 10, medio local nariñense. “Hay una configuración en los grupos armados, simplemente llegaría otra persona a ocupar el lugar de ‘Guacho’ y seguiría el conflicto y la producción de cocaína. No veo que una muerte pueda generar un impacto mayor que cumplir con un chivo expiatorio que se presenta en los medios nacionales, porque a nivel territorial las cosas son más complicadas”.
Además de la información conocida hasta el momento sobre Arizala, se sabe que el pasado 8 de septiembre fue dado de baja Víctor David Segura Palacios, alias ‘David’, otro disidente de las Farc, enemigo de ‘Guacho’, y persona al mando de las redes de narcotráfico en el norte del departamento, cobijado por la disidencia Guerrillas Unidas del Pacífico (GUP). Según nos contaron fuentes del terreno, esta muerte no tuvo mayores efectos para el negocio. Nos dijeron que ha seguido “casi normal”.
Esta situación ya la anticipaba hace varios meses Ramón Aguirre, líder social en Tumaco, quien nos dijo que a pesar de que esta zona del país ha “puesto” una alta cuota de muertos y desplazados, nada ha cambiado con las operaciones militares: “A nosotros no nos sorprende el tema de ‘Guacho’, como él ha habido muchas personas. Ellos (los de ‘Guacho’) son apenas una arista de lo que pasa en nuestro territorio (…) Por más que capturen a ‘Guacho’ vivo o muerto, esto no parará”, dijo el líder.
En contraste con la gran cantidad de dinero que se mueve en esta zona por todo el tráfico de cocaína, un tercio de las viviendas de Tumaco carecen de servicios básicos, y alrededor de la mitad de su población de 200.000 habitantes no tiene sus necesidades básicas satisfechas.
El aparente poder de los carteles mexicanos
Hace varios meses las autoridades han repetido lo mismo: el nuevo actor del tráfico de drogas en nuestro país son los carteles de México. Estos llegaron a distintas zonas cocaleras de Colombia a controlar de primera mano los procesos del narcotráfico, desde el cultivo y la producción hasta la exportación de cocaína. Estos carteles, según dijo incluso el fiscal general, estarían contratando como “brazo armado” a los grupos al margen de la ley, como sería el caso de la disidencia de ‘Guacho’.
De acuerdo con una fuente de Tumaco, quien conoce de cerca esta situación, los grandes grupos encargados del narcotráfico en Nariño son las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC) o Clan del Golfo, y los carteles mexicanos de Jalisco del Norte, Jalisco Nueva Orden y Sinaloa. ‘Guacho’ trabajaba —o trabaja— para el de Sinaloa, mientras que ‘David’ lo hacía para el de Jalisco del Norte. Por esta razón, dicen, ellos estaban enfrentados.
“Los carteles no tienen ningún problema cuando las estructuras militares que trabajan con ellos sufren bajas: sencillamente los reemplazan”, nos cuenta la fuente. “Tienen pequeños ejércitos. En Tumaco hay 14 grupos armados al servicio de estos carteles y una red de intermediarios que les mueven los dineros. En el caso de la dirección del Frente Óliver Sinisterra, la componen 7 personas, y si muere uno quedan 6. Ellos tienen establecida la sucesión cuando se presenta una baja. Son unas estructuras muy organizadas”.
Según información de la Gobernación de Nariño, de las 920 toneladas de cocaína que se producen al año en Colombia, 320 salen de este departamento.
Presencia del Estado y vida más allá de la coca
Para Mario Cepeda, si bien los operativos contra ‘Guacho’ pueden tener un gran impacto, no son la mejor salida para estos problemas, porque pueden provocar más conflicto y disputas. “Esta zona del pacífico debe verse más allá de ‘Guacho’. Las condiciones del territorio son las mismas de siempre: pobreza y olvido total. Si bien hay más presencia ahora del Estado con las fuerzas militares, no hay una presencia integral”.
“Cuando se vaya el Ejército y pase el boom mediático”, sigue Cepeda, “lo fundamental es fortalecer la sustitución de cultivos de uso ilícito e inyectarle recursos, cumplir los acuerdos con las familias, fortalecer la institucionalidad en Tumaco y fortalecer el lado productivo, el del empleo, educación, cultura… Hay que hacer presencia militar, pero no descuidar la otra parte, la social, la que busca una atención integral. Todas las medidas deben pensarse desde la ciudadanía, los territorios, para desarrollar propuestas que sirvan para acabar el problema de fondo, no solo cumplir con una meta judicial”.
Con estas ideas coincide Harold Ruiz, coordinador del equipo de acompañamiento a la sustitución voluntaria de la gobernación de Nariño. Ruiz piensa que la mejor forma de atacar el narcotráfico es apartando de él a los pequeños productores de coca, su eslabón más débil y del que al final dependen todos los procesos, y darles opciones productivas para que no dependan de la coca para subsistir.
“Los territorios de conflicto, donde hay presencia de cultivos de uso ilícito, se dan por condiciones de pobreza y falta de presencia del Estado”, dice. “En este caso hacen falta programas de intervención integral y otros como el Programa Nacional Integral de Sustitución de Cultivos de Uso Ilícito (PNIS). Solo si el gobierno cumple a las familias que firmaron los acuerdos en los que manifestaron su voluntad de sustituir, es posible reducir de manera integral la superficie de cultivos en el país”.
Ruiz también insiste en que, según su experiencia, la sustitución es una estrategia con resultados mucho más positivos que la erradicación forzosa: “La aspersión aérea en cualquier modalidad o la erradicación forzosa son inútiles. Aquí está demostrado que pueden fumigar lo que quieran, y siempre hay resiembra. En el único caso en el que no hay resiembra es el de sustitución voluntaria”. Y así puede continuar la ecuación: con resiembra habrá más ‘Guachos’ andando por Tumaco, con la ola de violencia a sus espaldas.