El 8M, Día de la Mujer Trabajadora, miles de mujeres salieron a movilizarse por sus derechos en Colombia. En Bogotá, un bloque de feministas atacó el cinema porno Esmeralda Pussycat, que desde 1989 existe en la ciudad. PACIFISTA! habló con ellas sobre las razones detrás de esta acción.
Una escena: un grupo de feministas ingresa al cinema porno Esmeralda Pussycat, un teatro que durante más de tres décadas ha proyectado pornografía en el centro de Bogotá. Rompe su entrada, vidrios y el cuadro de la gata color rosado que le da la bienvenida a quienes lo visitan. Una de las tantas reacciones que tuvo esta acción: rechazo de las instituciones y medios de comunicación. Una pregunta que sus detractores no hicieron: ¿Por qué arremeter contra un teatro que proyecta y distribuye pornografía?
El pasado 8 de marzo, las calles de Bogotá y otras ciudades de Colombia se llenaron de mujeres que conmemoraron esta importante fecha para el movimiento feminista. Fue una jornada de protesta y reivindicación de sus derechos, así como de duelo nacional por los cientos de feminicidios que, entre el 2020 y lo que va del año, se han documentado en Colombia. Según el Observatorio Feminicidios Colombia de la Red Feminista Antimilitarista, más de 680 mujeres han sido asesinadas en este periodo. Ese día también, feministas radicales atacaron el Esmeralda Pussycat.
El hecho llenó de indignación a parte de la ciudadanía. Claudia López, alcaldesa de Bogotá, dijo a través de sus redes sociales : “esto no es protesta ni reivindicación ni feminismo. Inaceptable que un día dedicado a exaltar las luchas y logros de las mujeres en la historia sean aprovechados por un mínimo grupo de violentas que creen que protestar es destruir. Este no es el espíritu del #8M2021”.
Otros internautas defendieron el ataque, que generó debate durante varios días en Twitter.
Algunas feministas creen que esta sí es una manera legítima de movilizarse. Para ellas, se trata de acciones simbólicas motivadas por la rabia, el dolor y el cansancio ante la violencia machista, así como la indiferencia de la sociedad e instituciones frente a este panorama.
“La acción directa surge ante la inexistencia de vías efectivas para la exigencia de los derechos de las mujeres en el marco de una sociedad que perpetúa su opresión. (…) No se puede esperar que ante tantas violaciones de derechos, las mujeres nos quedemos calladas o que marchemos por el andén. Hemos llegado a un punto en el que la acción directa es la única vía posible para que los problemas de las mujeres alcancen el foco público; muestra de ello es esta entrevista”, afirmó Insurrección Feminista Radical en diálogo con PACIFISTA!. Si protestan pacíficamente, argumentó Furia Radfem Colombia, un bloque feminista radical con incidencia nacional, en un cuestionario que le respondieron a este medio, nadie nombra ni reconoce sus reclamos.
Esto no es protesta ni reivindicación ni feminismo. Inaceptable que un día dedicado a exaltar las luchas y logros de las mujeres en la historia sean aprovechados por un mínimo grupo de violentas que creen que protestar es destruir.
Este no es el espíritu del #8M2021 https://t.co/ak3vMhRFBt— Claudia López Hernández (@ClaudiaLopez) March 8, 2021
¿Por qué atacar un teatro porno?
Para una corriente del movimiento, el feminismo debe abolir todas las formas de explotación contra las mujeres. Por eso las feministas radicales insisten en que la pornografía no debería tener cabida en nuestra sociedad. “Parte de nuestra agenda abolicionista como feministas radicales es precisamente abolir y acabar con estos sitios que son nido de explotación para mujeres y niñas”, dijo Furia Radfem Colombia. “Al abolir la pornografía inmediatamente este tipo de industrias y locales ya no tienen razón de ser”, fue parte de la respuesta del colectivo a la pregunta de por qué un sector del feminismo a atacó el teatro.
La razón por la cual creen que debe abolirse la pornografía es porque, argumentan, aunque muchas personas consideren que son relatos de ficción, reproducen una relación jerarquizada entre hombres y mujeres: en escena son ellos quienes tienen un rol dominante, cuyos deseos sexuales deben ser cumplidos al costo que sea. “El porno enseña que los varones pueden tener acceso al cuerpo de las mujeres sin límites ni restricciones”, sostuvo Furia Radfem. En la misma línea, Insurrección Feminista Radical agregó que en la pornografía la sexualidad no es de las mujeres. De acuerdo con el grupo, todo el acto sexual se construye a partir de la mirada masculina.
“Las prácticas sexuales, los deseos, y los imaginarios colectivos se construyen a través de eso. La cosificación de la que somos objetos en la calle no es gratis: se sostiene en el consumo masivo de material así”, le dijo Insurrección Feminista Radical a PACIFISTA!
Esa postura se tradujo en el ataque contra el teatro porno Esmeralda Pussycat. “Es un acto de valentía, de dejar de vivir en el anonimato como ‘el grupo de feministas’. (…) No somos pocas y estamos hartas del sistema pornográfico y prostituyente que, como abolicionistas y estudiadoras sabemos que son industrias hermanas”, afirmó Furia Radfem Colombia.
Así, dice esta ala del feminismo, intervenir el Pussycat fue un acto simbólico para rechazar de manera manifiesta la industria del porno. Para la Insurrección, fue hablar de la existencia de ese establecimiento y de un secreto a voces en la ciudad: “que en pleno centro de Bogotá existe un lugar que comercializa el cuerpo de la mujer, un sitio al que acuden hombres en su mayoría a consumir y regodearse en la esclavitud sexual de las mujeres”.
Al igual que este bloque, Furia Radfem Colombia insiste en que su agenda abolicionista no está cimentada en un discurso moralista del sexo. El conservadurismo, dice, busca controlar el cuerpo de las mujeres y hacer que se sientan avergonzadas de disfrutar de su sexualidad. Algo muy distinto a lo que ellas defienden.
“Desde el feminismo radical buscamos abolirlo (al sistema prostituyente y pornográfico), porque como mujeres y como sobrevivientes de esta industria sabemos que la pornografía no es placentera para nosotras; sabemos que en la industria pornográfica son muy pocas mujeres las que permanecen por mucho tiempo, y nunca son las “protagonistas” de cintas en las que se simula una violación o se ven actos sexualmente violentos con las mujeres”.
No deja de llamar la atención que un cinema de este tipo todavía exista en Bogotá en la era en la que se puede consumir pornografía a través de un clic. PornHub, una de las plataformas web más reconocidas del mundo, recibe más de 120 millones de visitas al día. En el 2019 alcanzó más de 40 mil millones de visitas, un fenómeno que incrementó cuando las personas tuvieron que quedarse en sus casas como medida para contener al covid-19.
Pero el 2020 también fue el año en el que PornHub tuvo que eliminar millones de videos de su página web y tomar una serie de medidas para que los usuarios puedan subir contenido. Esto como respuesta a las denuncias recurrentes de casos de explotación y violencia sexual contenidos allí, ejercida contra menores y mayores de edad. En diciembre pasado, el periodista Nicholas Kristof publicó una columna de opinión en The New York Times sobre los efectos devastadores que esta plataforma ha tenido en la vida de mujeres y niñas, cuyos videos íntimos filtrados sin su consentimiento e incluso, las grabaciones de sus violaciones han terminado alojados allí. A raíz de esto, Visa y Mastercard prohibieron pagos con sus tarjetas de crédito en este portal.
“Los teatros porno son los antecesores decadentes de las páginas de video pornográfico. (…) Lo que estos lugares representan en una sociedad hiperpornificada no es otra cosa que las ruinas de algo que se transformó, y ahora es globalizado y deslocalizado”, dijo Insurrección Feminista Radical frente a qué es para ellas un establecimiento como el Pussycat. También es, según el grupo, un lugar que “se lucra y se aprovecha de la explotación de los cuerpos y la sexualidad de las mujeres”.
Tras el ataque al cinema, en redes sociales se denunció que allá se han cometido violaciones contra mujeres, niñas y adolescentes. Pero ninguno de los grupos a los que PACIFISTA! contactó para esta nota confirmó conocer casos concretos de violencia sexual ejercida allí. Intentamos comunicarnos con los dueños y administradores del local, pero no obtuvimos respuesta.
Al interior del movimiento feminista hay otras posturas sobre el futuro de la pornografía. Por ejemplo, para María del Mar Ramón, activista y escritora feminista, la pornografía tradicional sí tiene parte de responsabilidad en la discriminación que se ejerce contra unos cuerpos. Esa es una de las tesis que defiende en su libro ‘Tirar y vivir sin culpa, el placer es feminista’. También escribe que “el porno no es lo que hace a los hombres violentos ni violadores. (…) La violencia sexual está relacionada más que con un deseo erótico, con un hecho de poder claramente demandado, de aleccionarnos a las mujeres”.
Por eso, al igual que ella, otras feministas han hablado de la pornografía feminista como una forma subversiva de consumir este contenido. Un material que, afirman las defensoras de este tipo de porno, es crítico, incluye otros cuerpos, reconoce el placer de ellas y su derecho a disfrutar de su sexualidad.
Sea cual sea la orilla desde la que se analice la pornografía, hay voces que reclaman formas distintas de imaginarse y construir la sexualidad; algunas luchan por abolir este contenido y otras producen uno con estándares y miradas diferentes.
Lo cierto es que en Bogotá un hecho quedó en la memoria del movimiento feminista que salió a las calles en el 8M2021, así como en la de quienes lo vieron y algunos que lo rechazaron: la rabia de las mujeres que se oponen a la pornografía y a los presuntos casos de violencia sexual que se cometieron ahí. Eso se materializó en una acción directa contra el Esmeralda Pussycat, un cinema que, contra todo pronóstico, sigue existiendo en la ciudad.
Si usted conoce un caso de violencia sexual cometido al interior de Esmeralda Pussycat, puede enviar un mensaje a laura.torres@pacifista.co
A Laura también pueden encontrarla acá.
Siga leyendo:
24 carteles buenísimos que vimos en el estallido feminista del #8M