Hace unos meses nació el Observatorio de Violencia Simbólica Contra las Mujeres, para cuestionar las narrativas y discursos mediáticos que contribuyen a la reproducción de otras violencias. Hablamos con una de sus coordinadoras sobre este trabajo y lo que debemos cambiar las y los periodistas.
Sharit Alexandra es una mujer trans que vivía en Barranquilla. En mayo pasado, El Heraldo y el diario Al Día publicaron una noticia en la que la llamaron ladrona y, en palabras de Caribe Afirmativo, “se criminaliza(ba) su identidad de género y se asocia(ba) al prejuicio de que por ser una mujer trans es una delincuente”.
Alexandra interpuso una tutela en contra de ambos medios, pues la noticia falsa la puso en grave peligro y desencadenó violencias no solo contra ella, sino contra otras mujeres trans en la ciudad. Sobre todo, en un contexto en el que la transfobia mata. El pasado junio, un juez le dio la razón y falló a su favor.
Este es solo uno de tantos casos en los que los medios de comunicación ejercen violencia simbólica contra mujeres. Una agresión que, de acuerdo el Observatorio de Violencia Simbólica Contra las Mujeres, de la Fundación Feminicidios Colombia, “es la base de todas las violencias ejercida contra mujeres”.
¿Por qué una publicación, una noticia o cualquier otra forma de contar un hecho en el que esté involucrada una mujer podría ser responsable de las agresiones que todas vivimos a diario? Para el Observatorio, “porque esa es una violencia sutil y naturalizada que como sociedad pasamos por alto”, le explicó a PACIFISTA! Susana Caraballo, una de sus coordinadoras. “Está presente desde los medios de comunicación, hasta la más pequeña de las publicidades e incluso, en nuestro lenguaje cotidiano”, agregó.
Si un medio de comunicación publica una noticia en la que se insinúa que las mujeres trans son delincuentes, o por ejemplo, responsabiliza a una mujer del feminicidio del que fue víctima, está reproduciendo condiciones de desigualdad y discriminación. Al hacerlo, está enviando mensajes estereotipados y revictimizantes.
También sucede cuando la publicidad sexualiza a niñas y a mujeres. O cuando una película insiste -¡a estas alturas de la vida!- en retratarlas como seres indefensos que necesitan que un hombre las rescate. E incluso, cuando alguien hace un chiste misógino en una fiesta familiar y cree que está bien, porque “es solo humor”. Todo esto es violencia simbólica que naturaliza otras violencias a las que mujeres y niñas estamos expuestas todo el tiempo.
Hay que darle la vuelta al iceberg
“Cuando lanzamos el Observatorio presentamos un ejercicio que llamamos ‘darle la vuelta al iceberg’, en el que situamos la violencia simbólica como la base”, contó Caraballo.
Piensen en el iceberg de violencias que se ha popularizado en los últimos años para ejemplificar cómo ocurren los ciclos de violencia que viven día a día las mujeres y niñas. En la punta suele escribirse: feminicidio, violencia sexual, agresiones físicas, amenazas e insultos. Debajo del agua, para ilustrar lo que no vemos, están las humillaciones, el humor sexista o los chantajes emocionales. Ahora véanlo acá:
Lo que hizo el Observatorio en cabeza de Yamile Roncancio, su directora, fue darle la vuelta. En sus palabras, porque “si seguimos mostrando los feminicidios como la punta del iceberg, seguimos ignorando lo que hay debajo”. Por eso, en la punta de este nuevo modelo está la violencia simbólica, junto a la pornografía, la publicidad, las noticias o la normalización de la explotación. Las vemos todo el tiempo pero pocas veces las cuestionamos.
Su mensaje es claro: hasta que no dejemos de invisibilizar estas agresiones las otras se seguirán ejerciendo. “Los medios de comunicación hacen, por supuesto, un énfasis permanente en estas violencias y están todo el tiempo reproduciéndolas y manteniéndolas vivas. Todavía hay prácticas que culpabilizan y criminalizan a las mujeres por las violencias que padecen”, concluyó Caraballo. Entonces hablemos de las malas y buenas prácticas periodísticas.
Lo que sí y lo que no debemos seguir haciendo los medios de comunicación
1. Un feminicidio no es una historia de amor con un final triste.
Es cierto que cada vez hay menos medios de comunicación y periodistas que usan el término ‘crimen pasional’ para referirse a un feminicidio. Pero todavía hay muchos, según Caraballo, que romantizan este crimen. “Aunque parezca absurdo, seguimos encontrando medios que narran un feminicidio como si fuera una historia de amor con un final trágico, como si fuera una telenovela”, argumentó. Otra práctica común es enunciar al feminicida como un hombre que, antes de cometer este delito, se comportaba como “un caballero”. De acuerdo con el Observatorio, esto justifica a los agresores.
2. La realidad de Colombia no tiene por qué encarnarse en los cuerpos de las mujeres y las niñas.
En medio del Paro Nacional se han hecho muy populares imágenes de mujeres agredidas física y sexualmente para narrar la crudeza de nuestro país. ¿Quién no ha recibido en su WhatsApp un dibujo de una mujer abusada, con los colores de la bandera de Colombia? ¿O una en la que está siendo obligada a practicarle sexo oral a un hombre, en la que simboliza a la Fiscalía General de la Nación o cualquier otra institución, y el sujeto al partido del gobierno de turno? Y no, no son chistosas ni novedosas.
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“Hay representaciones gráficas en las que se hipersexualiza a la mujer, como una mujer en situación de prostitución, para humillarla”, afirmó Caraballo. Desde el Observatorio han insistido en que estas representaciones son violentas y, “en su afán de crear consciencia sobre una problemática se daña a las mujeres, al considerarlas un objeto que puede usarse y despreciarse según la causa deseada”.
3. Publicar la identidad de una víctima de violencia sexual u otras agresiones es ponerla en el foco mediático.
“Es importante proteger la dignidad de las mujeres víctimas para evitar su revictimización mediática”, explicó la coordinadora del Observatorio. Aunque sea una práctica muy común y que algunxs periodistas consideran necesaria, no hay que revelar el nombre completo de quien afrontó una agresión por su género. No aporta elementos relevantes a la publicación y en cambio, sí le cuesta mucho a ella.
En la misma línea, hay que evitar imágenes que dramaticen esta situación o que revelen su rostro. El foco debe ponerse en los agresores.
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4. Las mujeres trans afrontan violencias todos los días de su vida, no solo en junio y julio.
Hay que denunciar y cuestionar todas las violencias que hacen parte de su día a día y los riesgos a los que están expuestas las mujeres trans, de acuerdo con Caraballo. Es una deuda que medios de comunicación y periodistas tenemos con ellas.
“Mantener en la agenda las agresiones contra las mujeres trans es muy importante. Y no solamente en el marco de los días que se conmemoran sus derechos y luchas. Realmente deben hacer parte de la agenda; no son una noticia de un día y ya”, agregó.
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El Observatorio lleva trabajando un par de meses y se inspiró en el trabajo que otros observatorios de violencias de género hacen en Colombia. Pero según Caraballo, “nosotras quisimos desmarcarnos un poco del rótulo de violencias contra las mujeres y hablar de violencia simbólica hacia las mujeres, porque algo así no había en el país”.
Para lograrlo tienen varias líneas de acción: han hecho talleres sobre cómo consumir contenidos de manera crítica y crear algunos sin violencia simbólica; no están dirigidos solo a medios y periodistas, sino a quien tenga interés en dejar de reproducir estas agresiones. También publican material en sus redes sociales y próximamente lanzarán su primer informe de lo que ha sucedido este primer semestre del año. Si quieren saber más de su trabajo, pueden encontrarlas acá.
La violencia simbólica es real y cuesta vidas. Pero podemos cambiar eso.
A Laura, quien escribió este texto, pueden encontrarla acá. Si quieren contarle algo pueden buscarla allá o escribirle a laura.torres@pacifista.co
Si llegaron hasta acá, les invitamos a leer sobre los reclamos de las personas trans a la Alcaldía de Bogotá:
Las deudas de la alcaldía de Claudia López con las personas trans en Bogotá
También, una columna de Emmanuel Vargas Penagos sobre machismo, partidos políticos y mujeres periodistas: