Acercar a las clases medias en las zonas rurales y urbanas del departamento será el gran reto de la construcción de paz.
- Panorámica de Pasto y el volcán Galeras. Foto: Wikipedia.
Le pedimos a Andrei Gómez, miembro de Rodeemos el Diálogo y profesor de la Universidad de Los Andes, que se fuera a Nariño y nos contara cómo se prepara la sociedad civil y las instituciones en el sur del país para la refrendación y la implementación de los acuerdos entre el Gobierno y las Farc. Esto fue lo que encontró:
Por Andrei Gómez-Suárez*
Para llegar a Pasto por avión desde Bogotá hay cuatro vuelos diarios de Avianca y un vuelo de Satena. Los aviones usualmente están llenos y los pasajes son bastante costosos. El aeropuerto Antonio Nariño está en plena ampliación, un proyecto que hace parte de la imagen de dinamismo que quiere proyectar un departamento que hoy se debate entre una realidad manchada por la violencia y un futuro promisorio en el escenario de la construcción de paz.
Nariño no sufrió los altos niveles de violencia que aquejaban a otras zonas del país en los años 80. Según Samuel Gómez, antiguo militante de la Unión Patriótica y profesor jubilado de la Universidad de Nariño, durante esos años Raúl Delgado, hoy exgobernador de Nariño, decía que el día que la violencia llegara al departamento sería la confirmación del ‘acabose’ en Colombia.
Así fue. Desde mediados de los años 90 la violencia llegó a Nariño y se instaló en el departamento, a medida que se intensificaba el conflicto armado en otras zonas del país. La violencia política y la presencia de los paramilitares, en connivencia con elites políticas y sectores de la Fuerza Pública, se selló con el asesinato de Adriana Benítez, líder estudiantil de la Universidad de Nariño, el 14 de octubre de 2000, en pleno centro de Pasto.
Durante los últimos 20 años, la cordillera y el litoral pacífico han sido epicentro del conflicto armado. Al igual que en el resto de Colombia, la población civil ha sido la más afectada. El Registro Único de Víctimas indica que en el departamento, que tiene 1,7 millones de habitantes, hay 320.000 víctimas.
No obstante, hay gestos de parte de los actores armados que ofrecen cierta esperanza. El reconocimiento y la sanción impuesta por parte del Secretariado de las Farc a los miembros de la Columna Móvil Daniel Aldana que participaron en el asesinato del líder afro Genaro García en Tumaco, en agosto de 2015, indican el cambio de actitud que viene ocurriendo al interior de uno de los protagonistas del conflicto armado desde que se inició el proceso de paz en La Habana.
La presencia de todos los actores armados y de grupos criminales transnacionales revelan la complejidad de armar la esquina sur occidental del rompecabezas de la construcción de paz en Colombia. Según contó Pedro Arenas, director del Observatorio Colombiano de Cultivadores y Cultivos declarados Ilícitos de Indepaz, en el Desayuno de Paz 81 de Rodeemos el Diálogo, incluso los Zetas mexicanos operan en el departamento.
Este informe especial esboza –en esta y en otras dos entregas– las distintas dinámicas que se relacionan con la apropiación social de los acuerdos logrados entre el Gobierno y las Farc para la terminación del conflicto armado y la construcción de una paz estable y duradera, y los retos para su implementación exitosa.
Para entender las diversas expresiones de construcción de paz es necesario reconocer que algunas de éstas hoy en día ocurren desarticuladas, lejos de los grandes esfuerzos organizativos que se adelantaron en el departamento. En particular, de aquellas que se gestaron antes que se iniciaran los diálogos de paz en octubre de 2012, y que pervivieron hasta diciembre de 2015.
Este es el caso de la Agenda de Paz de Nariño (APN); un esfuerzo apoyado por la Gobernación de Nariño, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), y las diócesis de Ipiales, Pasto y Tumaco, que logró recoger el sentir de 62 de los 64 municipios del departamento frente al proceso de paz y dejó instaladas algunas bases organizativas para que la sociedad civil fuera protagonista en la construcción de paz, según su propio diagnóstico de las conflictividades locales.
- Reunión del equipo de la APN. Foto: Archivo particular.
Además, los diálogos intersectoriales adelantados con los empresarios, las iglesias, las universidades y las minorías, entre otros, permitieron que las propuestas de construcción de paz desde los sectores rurales y urbanos de Nariño llegaran a la mesa de conversaciones. Según Harvey Criollo, miembro de la coordinación de la APN, entre el 70% y 80% de estas propuestas se encuentran contenidas en el acuerdo del primer punto alcanzado en La Habana sobre Reforma Rural Integral.
Este trabajo organizativo que logró convocar a la cooperación internacional, la institucionalidad regional y la sociedad civil, nació gracias al apoyo de las administraciones departamentales desde la gobernación de Antonio Navarro (2008-2011). Sin embargo, hoy en día, en el momento crucial, cuando las Farc y el Gobierno están a punto de firmar el acuerdo final de paz, ha ido profundizándose un distanciamiento entre el gobernador Camilo Romero y la APN.
Es difícil establecer las razones, algunos argumentan que tiene que ver con tensiones políticas que surgieron durante la campaña electoral a la Gobernación; otros, que el nuevo gobernador tiene un discurso de renovación que busca articular la construcción de paz departamental con la visión y el ritmo del gobierno nacional, en particular, con la estrategia de la Consejería para el Posconflicto. Independientemente de las razones, lo cierto es hoy en día la construcción de paz está fragmentada; no tiene ni la cobertura geográfica ni sectorial que había logrado la APN.
Entre los esfuerzos que sobresalen en este momento, está la Minga Nariñense por la Paz, que ha logrado convocar a campesinos, afros, indígenas y la mayoría de movimientos políticos de izquierda. La Minga ha heredado parte del proceso de APN aunque con una proyección política, y se está articulando con la administración para apoyar el proceso de paz. Aunque la Minga es una apuesta política importante para la construcción de paz, es necesario revitalizar la amplitud no partidista sobre la que se montó la APN.
Si las iniciativas esporádicas de clase media logran consolidarse y articularse con este proceso organizativo, Nariño estaría en una condición favorable para la implementación de los acuerdos
Acercar a las clases medias en las zonas rurales y urbanas del departamento será el gran reto de la construcción de paz. Si el acumulado organizativo alrededor de la APN logra revivir los comités creados durante los talleres realizados en el 95% de los municipios del departamento, para organizarse frente a la refrendación, y si las iniciativas esporádicas de clase media logran consolidarse y articularse con este proceso organizativo, Nariño estaría en una condición muy favorable para empezar la implementación de los acuerdos; iniciando así el largo camino de las transformaciones estructurales que necesita el país para superar los conflictos sociales y económicos que han alimentado el conflicto político armado durante más de medio siglo.
*Profesor y Consultor en Justicia Transicional y miembro de Rodeemos el Diálogo @AndGomezSuarez