En esta entrega exhibimos ocho expresiones artísticas realizadas por sobrevivientes de nuestra guerra: colores y telas, letras y notas musicales. En fin, Pacifista hizo de curador para reunir en una galería testimonios bellos de nuestra violencia.
Por: Juan Miguel Hernández
En esta entrega hacemos un recorrido por ocho expresiones artísticas realizadas por víctimas del conflicto armado en nuestro país. Encontramos, en los lugares más afectados por la violencia, iniciativas para construir memoria y reconciliación.
A continuación una breve muestra de esas huellas de la guerra que quedaron plasmadas en colores y telas, en letras y notas musicales. Una galería que es testimonio de nuestra violencia, pero a la vez enciende luces de esperanza.
1. La masacre de Palafito
Nueva Venecia, llamado por sus pobladores “El Morro”, es una población pesquera con todas las casas construidas en estacas sobre el agua. Los pescadores viven en la Ciénaga Grande de Santa Marta desde hace más de dos siglos. En 2000, sus habitantes sufrieron dos de las peores masacres paramilitares ejecutadas en la zona. La masacre de Bocas de Aracataca (en febrero), que llevó a los pobladores del palafito vecino a sus aguas, desencadenando la segunda masacre en Nueva Venecia (en noviembre).
Los paramilitares entraron en lanchas motorizadas y mataron, casa por casa, a cualquiera que se sospechaba tenía vínculos con la guerrilla. Este cuadro pintado por los familiares de las víctimas de la masacre retrata lo que fue esa noche. El paisaje tal cual como es Nueva Venecia, y la manera en la que al frente de todo el pueblo más de 12 personas fueron asesinadas.
2. El mural de Pueblo Bello
Este mural fue realizado por los familiares de las víctimas de la masacre de Pueblo Bello en homenaje a los campesinos desaparecidos el 14 de enero de 1990 por el ejército de Carlos Castaño, quien ordenó la desaparición de 43 labriegos supuestamente por la pérdida de 43 cabezas de ganado. En enero de 2012, en conmemoración de los 22 años de la masacre, se reunieron por primera vez los familiares de las víctimas y en un acto de valentía y solidaridad levantaron el mural.
3. Mural de los indígenas Nasa en Toribío
La comunidad Nasa ha sufrido la invasión permanente de su territorio por parte de los distintos grupos armados. Desde hace tiempo los paramilitares, las guerrillas y las Fuerzas Militares se han enfrentado dejando muerte y desolación. Esta fiesta de color es un homenaje a la identidad. Es un símbolo de apropiación y resistencia. En 2013, los Nasa, junto con algunos artistas nacionales pintaron con mitos y leyendas ancestrales la fachada de las casas afectadas por los ataques de las FARC. El asesinato de Marino Mestizo, integrante de la guardia indígena, encontrado muerto en la zona rural del norte del Cauca fue uno de los hechos que desencadenó La primera Minga de Muralistas de los Pueblos, que se tomó las paredes y los muros de Toribio y se convirtió en una iniciativa de la comunidad para no olvidar.
4. Canto Lumbalú de Mampuján
Este es un fragmento del canto fúnebre de las mujeres víctimas de la masacre de Mampuján. Es un homenaje al sufrimiento y a la resistencia que surge de la historia de la comunidad y se vuelve cadencia y melodía. Lumbalú traduce “duelo colectivo” y se erige como una expresión artística de resiliencia. En esta hermosa pieza ancestral se juntan las voces de Triana Lizeth Masa Pulido, Gladis María Masa Lopez y un grupo de jóvenes víctimas con el sonido inconfundible de los tambores.
5. Monumento sonoro por la memoria
Este es un monumento vivo. La historia de las langostas y los colibríes, como se llama esta iniciativa, hace parte del proyecto de investigación de reconstrucción de memoria histórica: Las voces de los niños, niñas y adolescentes. Ecos para la reparación integral y la inclusión social, que realizó el Centro Nacional Memoria Histórica en convenio con el ICBF y la Corporación Opción Legal.
Piero emprendió una caravana por la memoria por cuatro municipios del país azotados por la violencia: Necoclí y San Carlos, Antioquia, Jambaló, Cauca y Puerto Rico, Meta. Los testimonios y las voces de los niños, niñas y adolescentes víctimas del conflicto enriquecieron las letras y los ritmos de las canciones y convirtieron esta iniciativa en un proceso de reconstrucción de memoria. El epílogo de este proyecto fue un concierto en el teatro Julio Mario Santo Domingo que reunió a más de 300 niños que cantaron con el artista argentino.
6. Campesino de verdad.
Esta es una de las 14 canciones compuestas por campesinos de Las Pavas que cuentan la historia de su comunidad desde los días tranquilos, de fertilidad, hasta hoy. A partir de 1997 cuando el dueño de la finca abandonó el lugar, más de 120 familias campesinas empezaron a vivir y a trabajar en el territorio. Sin embargo, en el año de 2003, paramilitares del Bloque Central Bolívar iniciaron una campaña de amenazas y hostigamiento a los habitantes del predio, que debieron abandonar Las Pavas y desplazarse para preservar sus vidas.
No obstante, las familias fueron retornando poco a poco a su tierra y emprendieron los trámites legales para la extinción de dominio, pero, al tiempo, el antiguo propietario estaba vendiendo la finca a grandes multinacionales de palma. Como las acciones legales fallaron a favor de las empresas, en julio de 2009 las familias sufrieron el desalojo y tuvieron que volver a salir corriendo de su hogar. En el 2011 la Corte Constitucional defendió los derechos de los campesinos pero su mandato aún no se ha cumplido.
Monchi pavero, autor de esta pieza, expresa el amor a su pueblo y el orgullo de su tierra. Esta canción es parte del Cd : “les voy a contar la historia, un viaje de retorno a la tierra”, que se constituye como una alternativa de memoria para comprender la lógica del conflicto.
7. Colcha Mujeres por la paz.
Samaniego, es un pueblo en el sur de Nariño, que fue afectado por los tres principales grupos subversivos del país, ELN, FARC y AUC, que se turnaron el gobierno de la zona por ser un corredor de narcotráfico y tener suelos fértiles para la siembra de coca.
Esta colcha artesanal contiene los relatos de las mujeres víctimas de las minas quiebra patas, secuestros, desapariciones y violaciones, y de sus hijos, quienes en 2014 se reunieron para plasmar sus historias en los dibujos que componen esta cobija. Fue un ejercicio de memoria. Una oportunidad para contar y compartir experiencias con otras víctimas y una manera de sanar las heridas y dejar constancia de que nada de esto puede repetirse.
8. Mural La Chorrera – Amazonas.
El exterminio de mas de 30 mil indígenas en Putumayo y en Amazonas a manos de los caucheros blancos de la casa Arana, marcó el recuerdo de las comunidades indígenas para siempre. sin embargo, para vivir en paz los sobrevivientes decidieron perdonar. Tenían que olvidar la tragedia y dominar la rabia. Entonces, en un acto de profundo valor la comunidad decidió convertir la antigua sede de la explotación cauchera en un centro de memoria. En un santuario del recuerdo, para que quede testimonio de un episodio de nuestra historia que no se puede volver a repetir. El 12 de octubre de 2012 se reunieron más de 2.000 indígenas de las etnias: Okaina, Bora, Uinona, Miraña, Huitoto, Nonuya y Andoke, para conmemorar los cien años del holocausto cauchero y pintaron este mural que es símbolo de dignidad y resistencia.