No se sabe si el nuevo alcalde de Medellín pondrá los recursos para completar el ejercicio más ambicioso de memoria que haya emprendido una ciudad.
A Manuel Alberto Alonso, uno de los investigadores del proyecto Medellín ¡Basta Ya!, un taxista santandereano le preguntó hace poco a qué se dedicaba en la vida. Él, sociólogo y profesor del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia, trató de resumirle en qué consistía su trabajo.
Ante su respuesta, el conductor le pidió que le ayudara a entender por qué si los paisas tienen una ciudad “tan bonita, tan reluciente, tan jovial”, cuando se chocan en el carro en lugar de sacar la cruceta y golpearse hasta sacarse sangre, de una vez aprovechan y se matan.
Luego, —recuerda el investigador— en uno de los talleres del proyecto, un Policía que fue trasladado a Medellín en los años 80 dijo que al recibir la noticia de cuál sería su nuevo lugar de trabajo sintió que llegaría a una ciudad maravillosa, pero profundamente cruel.
Encontrar una respuesta para el taxista, explicar la sensación de ese policía y resolver tantos porqués que rodean las memorias del conflicto en Medellín es la tarea en la que ya hace cinco meses se embarcó un grupo de investigadores coordinado por la Corporación Región con la participación de las universidades de Antioquia y Eafit, y el apoyo del Centro Nacional de Memoria Histórica, la Alcaldía de Medellín y el Ministerio del Interior.
El jueves se presentaron los avances de la primera fase del proyecto, el primer paso de un proceso que está previsto para extenderse durante 18 meses con la idea de que, al final, se construya un informe como el ¡Basta Ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad, pero en clave territorial, que responda a las particularidades de la ciudad.
Medellín tiene cerca de 380 mil víctimas, de acuerdo con el Registro Único de Víctimas. Sin embargo, censos como el de la Unidad Municipal para la Atención y la Reparación de Víctimas indican que esa cifra podría duplicarse. Ese dato no es menor si se tiene en cuenta que la ciudad no supera los tres millones de habitantes. Sin embargo, los números no son el centro del relato que se está construyendo. La idea es que se convierta en un escenario de deliberación y vaya más allá de un libro estático.
Andrés Suárez, investigador del Centro Nacional de Memoria Histórica, dijo el jueves al presentar su balance sobre el camino que se ha recorrido, que la decisión de empezar la construcción de los relatos territoriales en Medellín obedece, en parte, al interés de enviar un mensaje a las comunidades urbanas que, en ocasiones, perciben la guerra como un fenómeno distante.
“Cuando cumplimos el mandato de construir un informe nacional de memoria histórica, en todo nuestro trabajo de difusión escuchamos la exigencia de reconocer que la guerra vivida en el territorio era una guerra con particularidades. Eso debe ser enunciado y en un intento nacional no se pueden invisibilizar esas voces regionales. Medellín nos permite también darle un mensaje a la sociedad urbana que percibe la guerra como si no fuera propia. El mensaje de Medellín es contundente. Primero porque como cualquier otra ciudad recibe víctimas y segundo porque las ciudades también han producido víctimas. Medellín, merece que reconozcamos esa doble condición”, dijo Suárez.
Esas particularidades, en el caso de la capital antioqueña, incluyen escenarios y actores muy diversos. Entre muchos otros, la violencia paramilitar y de las milicias guerrilleras, la persecución contra la universidad y los defensores de derechos humanos, “la época de las bombas” que permite enmarcar la guerra declarada por el narcotráfico contra el Estado. Y a partir de allí, fenómenos soterrados como el desplazamiento intraurbano y la desaparición forzada, que tiene en La Escombrera, en la Comuna 13, un ejemplo tan crudo como vigente. También, en este trabajo son importantes las expresiones de resistencia, tantas, que un componente de investigación está dedicado de lleno a abordarlas.
Pero además de constituirse en un caso emblemático y en un ejercicio útil para territorializar la construcción de los relatos de memoria histórica, el caso de Medellín es importante, dijo Andrés Suárez, porque será en las ciudades donde se concentrarán muchos de los retos del posconflicto. Al respecto, Luz Patricia Correa, coordinadora de la Unidad Municipal de Atención y Reparación a Víctimas del Conflicto Armado de la Alcaldía de Medellín, afirmó que se debe tener en cuenta que la ciudad será fundamental en la refrendación de los acuerdos a los que llegue el Gobierno con las guerrillas.
Los retos que están pendientes
Así como es fundamental la pedagogía para facilitar la comprensión de los acuerdos de paz, no solo para legitimarlos sino para implementarlos, en el caso del Medellín ¡Basta Ya!, ese elemento se constituye en un reto de primer orden para que se puedan implementar las transformaciones que demandarán sus resultados.
“No tengo ninguna preocupación por la calidad del informe y por las voces, sino alrededor de toda la pedagogía que nos va a tocar hacer cuando tengamos esta primera y segunda fase y las trasformaciones institucionales y de todo tipo que este informe nos demandará”, dijo Luz Patricia Correa.
En la misma vía de la pedagogía, está la importancia de fortalecer los escenarios de deliberación que se han venido construyendo. Eso, pese a sobresaltos que se han generado con algunos sectores que se han negado a participar entre otras razones por lo difícil que puede resultar digerir la idea de que sea el Estado el financiador de un proyecto que también debería señalar, y con independencia, las responsabilidades que recaen sobre las instituciones.
“Es un libro, pero ese no es el punto de llegada. Estos procesos tienen sentido si son un proceso más que un producto. La memoria es una excusa para hablar, para reconocernos en medio de la diferencia. El principal aporte tiene que ser a la deliberación y al debate público. Este informe será un espacio de deliberación, no pretende acallar las voces de aquellos que no quisieron participar porque es muy importante escuchar la voz de las víctimas, pero hay que poner a dialogar todas esas memorias”, dijo Andrés Suárez.
En esa misma línea, Marta Villa, directora de Corporación Región y de la investigación, insistió en que se debe construir no un único relato, sino uno más que aporte miradas plurales. “Es una historia de la que poco se habla. Lo que hemos querido es que conversemos sobre esto que ha pasado, independientemente de que tengamos puntos de vista muy distintos”.
Pero un reto que parece anteponerse a todos los demás es la continuidad del proyecto en sus demás fases. Federico Gutiérrez, alcalde electo de Medellín, aún no ha manifestado su voluntad de mantener el respaldo político y financiero al Medellín ¡Basta Ya!
“Lo primero es que se debe hacer la segunda fase de este informe de memoria. Nuestros cómplices están listos y dispuestos”, dijo la directora de la Unidad Municipal de Víctimas.
Esos cómplices son el Ministerio del Interior y el CNMH que en el acto del jueves ratificaron su compromiso para lo que viene. Sin embargo, a la Alcaldía de Medellín le corresponde cerca del 50% de la financiación y, si bien la administración saliente dejó una reserva presupuestal para desarrollar la siguiente fase, el nuevo alcalde ha dicho que se deberá esperar hasta la construcción definitiva de su plan de desarrollo para definir si esos recursos en efecto se invierten en el proyecto.
Son muchas las dudas que se plantean en Medellín sobre el futuro de varios escenarios para la construcción de paz. Además de la incertidumbre por la plata del ¡Basta Ya!, el destino que tendrá, por ejemplo, el Museo Casa de la Memoria y la búsqueda de los desaparecidos de La Escombrera son una incógnita. Mucho más si se tiene en cuenta la reciente decisión de Gutiérrez de rechazar la invitación que las Farc le formularon a La Habana para conocer de primera mano los avances del proceso de paz.