Hablamos con la nueva directora del Museo Casa de la Memoria sobre su particular visión de la memoria.
Adriana Valderrama es la directora del Museo Casa de la Memoria, de Medellín, desde el pasado 7 de enero. Es psicóloga, estudió en Irlanda del Norte una maestría en construcción de paz y desde que regresó al país se ha dedicado a la docencia y a la investigación.
Luego de que se anunciara el inició de los diálogos de paz, en 2012, participó en la creación del programa Preparémonos para la Paz de la Gobernación de Antioquia. Ahora, asume la dirección del museo con el propósito, según dice, de que no sea un espacio para víctimas y victimarios sino que involucre a toda la ciudad.
¡PACIFISTA! habló con ella sobre la memoria, el enfoque que tendrá el museo y el destino que tendrán otros proyectos de la administración municipal relacionados con construcción de paz.
¿Por qué el Museo de la Memoria debe ser distinto a los demás?
Este museo tiene que ser un productor de contenido, debemos construir nuestra obra museográfica. Esos contenidos se tienen que producir a través de un trabajo de investigación que no tiene que ser solo académica, también debe tener trabajo de campo con las víctimas, con los desmovilizados, con la gente del común para luego volver ese contenido una exhibición. La función última del museo es cumplir con unas reparaciones simbólicas en la medida en que se aporta a las garantías de no repetición de las víctimas.
¿Cómo siente la apropiación que tiene la gente de Medellín por este espacio?
Hay que abrir el museo a ver qué pasa. Pero siempre he sido muy cercana y sé que hay una presencia de víctimas y de organizaciones que se sienten muy empoderadas. También sé que hay un acercamiento con los desmovilizados. Pero el reto no es solamente con víctimas y desmovilizados, este tiene que ser un proyecto de ciudad, porque esto que nos pasó no les pasó solo a unos, nos pasó a todos. Nadie se escapa de alguna repercusión en su vida de lo que ha sido el conflicto en Medellín, el departamento o el país.
En el museo las memorias de los victimarios también han tenido espacio, pese a que algunas personas creen que eso le quita su centralidad en las víctimas.
Claro, aquí tienen que tener cabida todos y por eso no es un espacio ni de las víctimas ni de los victimarios sino que es de todos. Entre más podamos incluir más aportamos a un proceso de reconciliación, porque yo me reconcilio es con mi enemigo. Construir paz con los de mi casa y con los que tienen la misma posición política mía es muy fácil, pero el reto real es cómo me siento tranquila con ese otro que ve distinto el mundo y tiene otra interpretación de los hechos.
Entonces, ¿este no es un museo de las víctimas?
Este es un museo para la ciudad, al que hay que invitar a todo el mundo y que todos tenemos que acoger. Es un museo que hace memoria porque nos incumbe a todos. Otra cosa importante es que la administración pasada no aceptaba la entrada de menores de 13 años, cuando yo abra el museo se lo voy a abrir a todo el mundo. Me parece muy importante que esa generación a la que le tocó Pablo Escobar solo por la televisión comprenda que, aunque eso se vea muy bacano en la televisión, fue una tragedia. Eso hay que comprenderlo y asumirlo para no repetirlo.
¿Cómo se ha atravesado la memoria en su experiencia trabajando temas de construcción de paz?
Cuando se habla de construcción de paz se trata de un campo de acción más grande. Uno de esos grandes bloques es el de justicia transicional y uno de sus pilares la reparación y las garantías de no repetición. Para yo poder reparar y garantizar la no repetición debo remitirme a la memoria. Garantizo la no repetición cuando a través de un ejercicio de memoria comprendo cómo fue que se llegó a este punto para que no vuelva a ocurrir. Por eso es imposible pensar en reconstrucción de tejido social sin pensar en la memoria.
Pero no se trata solo de memoria traumática. Uno va a Ochalí en el Norte de Antioquia y ellos no quieren hablar de la masacre, de la bomba, del cráter que hay a la entrada del colegio. Si vas con un enfoque de memoria traumática pareciera que no quieren hablar de nada, pero si se hace otro ejercicio te das cuenta de lo importante que era para ellos subir a un morro a hacer un sancocho y la importancia de esos espacios para compartir ciertas cosas que ya no están. Yo puedo hacer un ejercicio de memoria en el que rescato costumbres que se han perdido y reconstruyo esos espacios.
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Espacios como el Centro Nacional de Memoria Histórica han apostado por el esclarecimiento. En sus informes hay una versión sobre lo que sucedió, ¿ese también debería ser el interés del museo?
Han hecho un trabajo excelente pero, con todo el respeto, también ha faltado incluir muchas voces. La memoria no siempre tiene una función de esclarecimiento. Yo creo que la memoria es un trabajo más colectivo y al mismo tiempo más subjetivo, que no tiene que dar cuenta exactamente de qué tan real es un hecho o si pasó tal cual, sino de las repercusiones subjetivas que tiene un evento en cada uno de nosotros. El esclarecimiento, en cambio, me parece que apunta más a las responsabilidades y creo que ahí uno se empieza a perder porque podríamos empezar entre todos a ‘chutar’ la papa caliente sobre si fue más victimario el Estado, la guerrilla o los paramilitares. Sobre eso hay que tener unas claridades, pero yo creo que la memoria es un ejercicio que no siempre tiene que terminar alimentando un documento de esta índole.
Y entonces, ¿cómo es esa construcción de memoria que va a perseguir el museo?
La memoria no es una. El documento que produce el CNMH es uno, pero uno puede encontrarse de un mismo evento diferentes memorias que son distintas porque subjetivamente un hecho no tiene el mismo significado para todos. Los que se producen en el CNMH son documentos de cultura y todo documento de cultura se vuelve de alguna manera un instrumento de opresión porque quien tiene el relato es el vencedor. Lo que le queda al vencido es su memoria que tiene un poder político y transformador del que carece la historia y el documento. La memoria histórica es una contradicción porque le quita a la memoria su capacidad política. Una vez la vuelvo un relato nacional, una historia única, una sola verdad se convierte en el relato vencedor.
¿Se vuelve relato vencedor así sea construido con las víctimas, con los vencidos? Por ejemplo el ¡Basta Ya!
No importa. Cuando se constituye el ¡Basta Ya! como la herramienta que cuenta, y se vuelve lo institucional, es el relato vencedor. Inmediatamente usted deja por fuera otro montón de memorias. El reto es construir memoria con lo que quedó por fuera. El peligro es que puede que esos saberes que no están incluidos pongan en problemas la legitimidad del gran relato que se va consolidando y haciéndose más hegemónico.
¿Cómo se puede hacer memoria en una ciudad que sigue produciendo y sigue recibiendo víctimas?
Esa es una apuesta colombiana muy particular, pero creo que lo hemos venido haciendo. A finales del año pasado estuve en un evento del CNMH sobre archivos para construcción de paz. Había invitados de muchos lugares, pero me llamó mucho la atención que el primer día del evento me encontré en el auditorio con gente con uniforme del Ejército, de la Policía, de la Armada, pero también estaba doña Fabiola Lalinde, la academia, las víctimas; todos sentados en un mismo espacio. Eso no es lo usual. Empieza uno a escuchar a los extranjeros y se da cuenta que en Argentina o en Chile, que salieron de sus dictaduras hace más de 20 años, no tienen un proceso ni siquiera parecido al nuestro, que hemos construido en medio del conflicto.
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Se dice mucho que Medellín no es el Cauca ni Arauca, que aquí los actores del conflicto son diferentes y que los retos una vez se firme un acuerdo también serán distintos ¿eso cómo cambia la perspectiva del museo?
Medellín ya tuvo una experiencia de desmovilización. Teniendo en cuenta lo aprendido, está muy claro que la ciudad se tiene que preparar para este post acuerdo. Vamos a tener una línea en el plan de desarrollo donde va a haber cabida para estos temas y el Museo va a quedar inscrito ahí. Pero también vamos a buscar que se pueda hacer una articulación con los territorios que tienen menos capacidades y menos infraestructura, y que serán grandes centros de acopio de desmovilizados. La idea es apoyarlos en un plan de intervención y de construcción de paz positiva que les permita a muchos de estos muchachos no tener que venirse a la ciudad a buscar empleo, salud, seguridad o anonimato.
El alcalde Federico Gutiérrez ha sido muy claro en su escepticismo con el proceso de La Habana, ¿eso de alguna manera modifica la agenda del Museo Casa de la Memoria?
Una cosa es que él sea escéptico con el proceso y otra que no esté comprometido con la construcción de paz. Yo puedo ser escéptica de la mesa y puedo ser escéptica de los actores, pero eso no quiere decir que yo no tenga una apuesta real por la construcción de paz territorial. Yo podría avanzar en un proyecto en ese sentido aunque el Gobierno no estuviera negociando.
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¿Cómo está el ambiente para la continuidad de procesos como la búsqueda de los desaparecidos de la escombrera o el Medellín ¡Basta Ya! en los que el Museo ha participado?
Eso sigue. Diferentes instancias de la Alcaldía participan en esos procesos que están en la agenda. Pero es que nos posesionamos hace 10 días y por ahora estamos revisando bien los procesos para entender en qué iba, cómo estaba y a quién le incumbía. La intención y el compromiso para seguir se mantienen.