Esta es la historia de cómo en Cajamarca, un pueblo del Tolima, le apostaron al cultivo de huertas para garantizar la alimentación en medio de la emergencia por el Covid-19 y romper, de paso, la abusiva cadena de producción de comida que poco beneficia al campesino.
La mala alimentación nos hace más vulnerables a las enfermedades, especialmente al Covid-19. Esto resulta especialmente preocupante en un país donde más de la mitad de la población no tiene un plato de comida asegurada todos los días. En Colombia, 54 por ciento de la población está en situación de inseguridad alimentaria, según datos de la última Encuesta Nacional de Situación Nutricional hecha en 2015. Y como suele suceder, los campesinos se llevan la peor parte: en ese entonces, la inseguridad alimentaria era 1,2 veces mayor en las zonas rurales que en las cabeceras municipales.
En Cajamarca, un pueblo del Tolima y ubicado en la cordillera occidental de Colombia, surgió una alternativa a este problema. Sin proponérselo, varias familias de la zona rural y el casco urbano empezaron a trabajar en el mismo proyecto: cultivar huertas y de a poco alimentarse solo con la comida que producen.
Los campesinos, de forma individual y colectiva, han optado por proteger su derecho a la alimentación en medio de una pandemia que alteró los modos de producción y de consumo en todo el mundo. Con sus huertas están reclamando el derecho a usar la tierra para cultivar su propia comida. Y asimismo, están rompiendo una cadena que, además de enfermarlos, los empobrece: sembrar alimentos para otros, venderlos y, con ese dinero, comprar productos que no los alimentan.
En este trabajo contamos la historia de estas familias de Cajamarca y de sus huertas. Es un podcast construido de manera colectiva que contó con la participación activa de las mujeres del colectivo La Colmena de Cajamarca. Cada capítulo aporta una mirada distinta a un tema que tiene mucho que ver con la pandemia que estamos viviendo: el sistema de producción de comida y los derechos de los consumidores, sean campesinos o no. Sabemos que estos audios no son suficientes para agotar este tema, pero con ellos —al menos— intentamos despertar una reflexión.
******
1ª parte | El poder del cilantro
(Si están en el móvil, denle clic en ‘Escuchar en el navegador’)
Isabel y María Mora sembraron una huerta comunitaria en un lote baldío cerca a su casa en Cajamarca, al noroeste del departamento del Tolima. Las Mora, acompañadas de otras mujeres del barrio, cuentan que desde hace varios años los vecinos consiguen frutas y verduras frescas en esta huerta. Comen más rico y mejor.
Sin embargo, desde el inicio del aislamiento preventivo decretado por el Gobierno nacional, la dinámica en la huerta cambió. Ahora los vecinos deben tomar turnos para visitar el cultivo. Las reuniones, que eran parte de la cotidianidad del barrio, se suspendieron. El coronavirus dejó al descubierto que la huerta les da mucho más que zanahorias, pimentones y cilantro.
2ª parte | El gran problema
(Si están en el móvil, denle clic en ‘Escuchar en el navegador’)
Los Estados están obligados a proteger, respetar y garantizar el derecho a la alimentación de las personas, según el Sistema Universal de Derechos Humanos. Desde el 28 de marzo, cuando el Gobierno nacional decretó el inicio del aislamiento preventivo obligatorio en todo el país por la llegada del coronavirus, el presidente Duque y el ministro de Agricultura y Desarrollo Rural han anunciado varias medidas para “garantizar la producción y el abastecimiento de alimentos en todo el territorio nacional”.
Sin embargo, estas ayudas en realidad benefician a grandes terratenientes y productores que hacen parte de la agroindustria. Como siempre, los agricultores y campesinos han quedado a su propia suerte. Esto, a pesar de que más del 70 por ciento de los alimentos del país son producidos por la agricultura familiar campesina.
En esta parte, dos expertas nos cuentan (con evidencia en mano) que la pobreza, el hambre y la malnutrición que históricamente han vivido los habitantes de las zonas rurales están empeorando.
3ª parte | Una lucha contra el sistema
(Si están en el móvil, denle clic en ‘Escuchar en el navegador’)
Esperanza Cerón dirige la ONG Educar Consumidores y se ha dedicado durante años a defender los derechos de los ciudadanos a una alimentación sana y de calidad. La lucha frontal que ha emprendido desde su organización contra la industria de las bebidas azucaradas, una de las más poderosas de Colombia, le ha valido amenazas de muerte. Para Cerón, empezar a cultivar alimentos para el consumo familiar no solo es una gran alternativa para mejorar nuestra salud sin gastar más plata, sino que es un ejercicio de soberanía alimentaria y de construcción de identidad nacional.
4ª parte | Las pequeñas revoluciones
(Si están en el móvil, denle clic en ‘Escuchar en el navegador’)
Cielo Báez nació hace 46 años en la vereda El Ródano del corregimiento Anaime en Cajamarca. Fue la séptima de nueve hermanos de una familia campesina en la que solo las mujeres quisieron terminar el bachillerato. Se inscribió en la universidad para entender por qué los campesinos perdían tanta plata; fundó una asociación de agricultores agroecológicos para hacerle la guerra a los pesticidas en su pueblo; participó de la primera protesta organizada contra el megaproyecto minero La Colosa. Cielo se ha pasado su vida defendiendo su tierra, literalmente.
Cielo es parte del colectivo La Colmena de Cajamarca y es la voz que entrevista a todos los protagonistas de este trabajo. Su historia de vida es indispensable para entender el trasfondo de este podcast. Para entender por qué al limpiar la tierra, abonarla con desechos orgánicos, rechazar la industria de alimentos ultraprocesados y cultivar su propia comida, cada familia está rescatando el derecho a trabajar con la tierra. Y, de paso, a permanecer vivos.
Pueden escuchar la historia completa acá:
(Si están en el móvil, denle clic en ‘Escuchar en el navegador’)
******
Créditos
Guión: Carolina Arteta Caballero
Entrevistas y paisaje sonoro: Cielo Báez y el colectivo La Colmena de Cajamarca
Edición y mezcla sonora: Sebastián Duque y Elkin Oliveros de Cartagena Federal
Agradecemos el apoyo de la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) y de PACIFISTA!
Este trabajo hace parte de la serie de publicaciones resultado de la Beca de periodismo de soluciones de la Fundación Gabo y la Solutions Journalism Network gracias al apoyo de la Tinker Foundation, instituciones que promueven el uso del periodismo de soluciones en Latinoamérica