Orlando Triana lucha por los derechos de las víctimas de despojo de tierras de Tierralta, en el sur del departamento. Está convencido de que la paz llegará a su pueblo cuando haya reparación.
La historia de Orlando Triana es el resumen del despojo en Colombia. Luego de que el Estado decidiera crear el Parque Nacional Natural Paramillo, en 1977, tuvo que salir de la tierra a la que llegó su familia hace casi un siglo, cuando se empezó a colonizar el sur de Córdoba y el norte de Antioquia. Años después, lo desplazó el desarrollo: la represa de Urrá, una hidroeléctrica instalada en Tierralta -su pueblo- que beneficia a la costa Caribe, pero que perjudicó a campesinos como él que vivían en los terrenos que hoy ocupa la obra.
Por si fuera poco, los grupos armados ilegales que hacen presencia en la región desde los años ochenta lo obligaron a huir para escapar de la violencia. “Yo he sido desplazado en tres ocasiones”, lo dice como parte de su presentación en la entrevista que le hicimos para este perfil. Tiene 59 años y buena parte de su vida la ha dedicado a las víctimas del despojo en Tierralta. “Yo comencé en las juntas de acción comunal, por la necesidad de hacer algo por proteger el territorio. Le hablo de que empecé en esto por ahí en 1985”.
Hoy integra la Mesa de Víctimas de Tierralta, un espacio que se ha ganado a punta de persistencia para que las víctimas sean escuchadas e incluidas en las políticas públicas de su municipio y de Córdoba.
“Ha sido un trabajo difícil, porque todo depende de la voluntad de los entes territoriales. Además, como el trabajo de líder social es voluntario, uno no tiene recursos”.
Pero con su incidencia ha logrado el apoyo de organizaciones internacionales para la creación de varios proyectos, que espera convertirlos en realidad con la ayuda del programa PDET en el sur de Córdoba; y que las víctimas del conflicto sean tenidas en cuenta a la hora de tomar decisiones en la región.
Justo esa es la motivación de Orlando para ser líder social: que las víctimas ganen espacios políticos y sociales. Está convencido de que deben ser más escuchadas, pues todavía se les vulneran derechos fundamentales. Por eso, luego de su último desplazamiento, terminó el bachillerato y posteriormente estudió la carrera de administración pública, para ayudar a quienes han sido despojados. “Los campesinos de este territorio, donde el Estado poco hace presencia, no tenemos formación. Así es complicado exigir que se cumplan nuestros derechos. Yo me le medí a estudiar y a los 58 años me gradué”.
Aunque esa labor de líder social, de vocero de las víctimas, lo convierte en blanco para los grupos armados ilegales que hacen presencia en la región, Orlando no ha recibido amenazas directas, pero miembros de la Mesa sí. Y lastimosamente algunos de sus antiguos compañeros fueron asesinados.
Ante el temor de un ataque, la respuesta ha sido el fortalecimiento de la organización. Por eso Orlando comparte sus conocimientos de liderazgo social con los demás miembros de la Mesa. Para él, su conocimiento y la palabra son la mejor autoprotección ante los violentos. “Un líder social es quien reclama donde los otros no reclaman. Pone en peligro su integridad al pedir por los derechos de otras personas. Se vuelve un abogado, un psicólogo… Se vuelve un todo en el territorio. Por eso entre todos nos capacitamos”.
Orlando es consciente de la difícil situación de seguridad a la que se enfrentan los líderes como él en todo el país. Su familia le dice que la pelea que da por las victimas no le trae dinero. “Puede que tengan razón”, dice, pero nadie le quita de la cabeza la idea de que la paz en Tierralta llega cuando haya reparación.
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Aquí les dejamos algunos datos y cifras que dan cuenta de la realidad de los líderes sociales en Córdoba:
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Esta publicación fue posible gracias al apoyo del pueblo Americano y el gobierno de Estados Unidos, a través de su Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID).
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