John Jairo Velásquez Vásquez, el matón de cabecera de Pablo Escobar, lleva 13 meses en libertad. ¡Pacifista! habló con él y dice que hoy sería capaz de "matar ocho o diez policías".
John Jairo Velásquez Vásquez, “Popeye”, el jefe de sicarios de Pablo Escobar, pronuncia una frase dos veces en la misma conversación: “Yo soy la memoria histórica del cartel de Medellín”. Lo dice como si estuviera sugiriendo un titular, y podría ser. Anda por un centro comercial saludando gente, sin afán. Con más pinta de jubilado que de exconvicto aunque de tanto en tanto alguien levante las cejas y, al verlo, apriete un poco el paso.
Hace ya poco más de un año, en agosto de 2014, salió de la cárcel de máxima seguridad de Cómbita. Pasó 23 años y tres meses preso. Los medios hablaron del falso operativo para su salida, de su traslado a Bogotá y de cómo desapareció después acompañado por varias personas que lo esperaban en un CAI de la capital.
El tono de los informes periodísticos de entonces le ponía un matiz adicional de clandestinidad a la historia. Se especulaba que había vuelto a Medellín y que permanecía escondido, que estaba en una vieja caleta de los narcos o en una finca rodeada de escoltas.
En febrero de este año apareció un video en el que se le ve junto a otros dos hombres en un ascensor. Lo obtuvo Semana.com y, citando fuentes policiales bajo reserva, señaló en un informe que las autoridades tendrían dudas sobre sus movimientos y su posible relación con la banda de “Los Chatas”, una vieja organización que sirvió al narcotráfico y que sigue vigente en la criminalidad del Valle de Aburrá.
Esa nota todavía lo enfurece: “Si yo tengo mi libertad, ¿cómo no me puedo montar en un doblehijueputa ascensor?”. También le molesta que lo culpen de muertos recientes y, sin entrar en muchos detalles, habla de temas de la agenda local como la guerra de los combos y el “pacto del fusil”. Se devuelve en la historia y menciona a la ultraderecha y a la extrema izquierda, a Uribe y a Bernardo Jaramillo, al DAS y a Maza Márquez, a los gringos y la extradición. Da un salto en su discurso y habla hasta de la paz con las Farc.
Dice que no estuvo escondido, que durante los primeros meses después de salir en libertad condicional simplemente se perdió entre los casi cuatro millones de habitantes del área metropolitana de Medellín. En julio pasado ofreció una entrevista para la televisión internacional hablando de la fuga del “Chapo” Guzmán, después apareció en Los Informantes y desde entonces ha mojado prensa en diferentes países de América Latina.
Varios periodistas han viajado a la ciudad para recorrerla junto a él. Y “Popeye”, dueño de su historia de matón, como si supiera lo que vienen a buscar, lanza cifras por miles sobre los muertos que tiene en su historial y frases que también servirían para titular: “Medellín está construida sobre un cementerio”, le dijo a un reportero peruano, al mismo que montó junto a su camarógrafo en un carro modesto y sin blindaje, y le advirtió que a ese semáforo en que estaban detenidos podrían llegar sus “enemigos” y dispararles a todos.
¿”Popeye” o Jhon Jairo Velásquez?
Como quiera, pero estoy más acostumbrado a que me digan “Popeye”. Lo que pasa es que a veces me enredo porque apenas estoy empezado a usar el nombre. En la cárcel lo llaman a uno es por el número del T.D. (Tarjeta Decadactilar), el mío era el 007.
¿Cómo se siente cuando se quedan mirándolo en la calle?
Cuando uno se expone tiene que estar dispuesto a que lo reconozcan. Eso hace parte de la nueva vida, de uno moverse y volverse a integrar en la sociedad. Yo duré mucho tiempo aislado y en los últimos 12 años estuve solo, el cerebro empieza a recibir información y se reactiva con tantos colores y tanta gente.
Pero hay quienes se asustan, ¿no siente que hay personas que lo evitan?
No, la gente es muy formal. Le piden a uno fotos, autógrafos y como estoy metido en las redes sociales siempre me apoyan. Tengo un canal en YouTube, se llama Popeye_Arrepentido. Ahí tengo 180 mil visualizaciones y como 3.500 suscriptores. En Facebook también tengo una página. Hay unos que se meten a hacerme matoneo, pero yo ya no como de eso. Me dicen asesino, pues sí, uno nunca va a ser ex-asesino, usted mata al primer hijueputa y ya se queda así.
¿Y entonces qué hay de cierto en ese “barra al piso arrepentido”?
Yo estoy dando el paso hacia la sociedad. Realmente uno ve que toda esa guerra no valió la pena, tantos muertos, haber destruido esta ciudad que ya se levantó de nuevo. Vea estos centros comerciales que hay, usted se puede quedar todo el día en un centro comercial de estos y no le pasa nada, es súper seguro, de aquí no se lo lleva a usted nadie.
Después de tantos años encerrado, ¿se preocupó cuando supo que quedaría libre?
Yo tengo mis recursos y me sé mover, tengo amigos. También hice amigos dentro de la cárcel, porque todos los que tenía afuera murieron, los que después fueron mis enemigos también, yo los vi morir a todos: Carlos Castaño, Gustavo Upegui, Danielito Mejía, o “Don Berna” que prácticamente está muerto porque el viejo está condenado a 30 años en Estados Unidos y bien enfermo.
Esta imagen suya caminando por un centro comercial es muy distinta a la de un hombre escondido porque teme que lo maten.
Yo no ando muerto del miedo, salgo a todas partes y disfruto las cosas pequeñas. Ahora vivo en un apartamento y tengo una finca, pero allá es más peligroso porque le pueden llegar a uno más fácil. De todas formas tengo mi seguridad y antes de salir mando a mirar qué hay por ahí, después sí ando solo porque yo la tengo muy fácil, a mí no me da miedo morirme y de aquí para llevárselo a uno secuestrado es muy difícil.
¿A que lo secuestren sí le tiene miedo?
Es que eso sí es grave, una alzada sí es muy hijueputa. Nosotros estamos preparados para no dejarnos secuestrar, es mejor que lo maten a uno en la calle.
Usted dice que no hay ex-bandidos ni ex-asesinos, ¿para qué sirve la cárcel?
A mí nadie del Gobierno me ha buscado, pero yo podría trabajar con un programa que se llama Delinquir no Paga. Es muy importante porque es terapia de choque. Usted lleva a los jóvenes a las cárceles y allá pueden hablar con los que ya están arrepentidos de los crímenes. Pero el que es bandido es bandido, eso no lo quita nadie. A mí me salen con un descuadre y yo les peleo. En estos días me detuvo la Policía porque todavía me aparecen antecedentes. Me imaginé que me iban a dar una pela. Yo dije, ojalá que me den bien duro para que me dé bastante rabia y al otro día les mato ocho o 10 policías. Pero nada, me dejaron el teléfono, llamé a mi abogado, un mayor se apersonó de la situación, fue muy formal, verificaron y me entregaron la boleta de libertad. Me dijeron que disculpara, que estaban haciendo su trabajo y me llevaron a donde figura mi libertad condicional que es aquí en El Poblado.
¿Es diferente esa Policía de ahora a la que le tocó a usted durante la guerra del narcotráfico?
Llevo 13 meses en libertad y me han parado dos veces, yo no soy enemigo de ellos y no soy nadie para que no me puedan detener. Ahora la Policía es muy respetuosa, no es la misma de antes. Incluso en estos días me di cuenta que tenía protección de ellos sin yo haberla pedido.
Se ha dicho que usted sigue estando en medio de mucha gente cercana al narcotráfico y al conflicto que vive hoy la ciudad.
Ayer aparecieron unos tipos descuartizados y dijeron que era yo. Cada que matan a una persona soy yo, cada que atacan una caleta dicen que fui yo, hay un robo entonces fui yo. Yo le propuse a la Fiscalía que cerraran esa maricada y que todo lo que pase me lo achaquen a mí. Lo que pasa es que ahora todo tiene que ser con pruebas, a nosotros nos tocó la Ley 600 y un hijueputa iba y decía algo de uno y lo encanaban. La carga de la prueba quedaba en los hombros de uno, tenía que demostrar que era inocente. En cambio con la Ley 906 el Estado tiene que demostrar que usted es culpable. Con eso crearon los jueces de garantías que son muy importantes para la democracia.
Entonces si mantiene la distancia, ¿cómo ve hoy esa guerra de combos, de Oficina y de Urabeños?
Cuando nosotros manejábamos la ciudad no permitíamos la extorsión y para secuestrar o matar a una persona tenían que informarnos a nosotros. Después de la guerra en que murió Pablo Escobar vino la de los paras contra la guerrilla y después entre los mismos paras, “Don Berna” y “Doble Cero”. Todo eso se fue decantando y hoy por ejemplo Los Urabeños están tratando de meter himno y bandera, pero eso no se puede porque el bandido es bandido y no le importa si trabaja para los paras o la guerrilla.
¿Y no cree que ese puede ser el resultado de toda esa historia que protagonizaron ustedes?
Eso es cierto, nosotros sembramos la semilla de violencia en Medellín. Ahora esto se llama cultura de la violencia. A mí me da rabia, por ejemplo, que los políticos salgan a decir que gracias a ellos la ciudad tiene la cifra más baja de homicidios en 30 años. Eso es mentira, ha bajado gracias al pacto de los fusiles, los muchachos son los que están liderando eso. Una persona muy importante me decía que fuéramos a trabajar a las comunas. Yo lo haría, pero no para educar los niños sino para educar a los padres para que no lleguen borrachos, para que no les peguen a las señoras, para que no toquen a las niñas, para que lleven una vida ejemplar. Pero ahí también tiene que haber grupos interinstitucionales y las empresas que están llenas de millones tienen que ayudar.
Me imagino que se lo han dicho muchas veces, pero ¿usted se siente con la autoridad para decirle a alguien como tiene que educar a sus hijos?
Es que yo tengo la experiencia, estuve en el infierno y sé cómo es la cosa.
Medellín todavía conserva muchas referencias de la época del cartel, ¿qué piensa cuando ve paredes pintadas, camisetas o carros con calcomanías de la silueta de Pablo Escobar?
Aquí hay dos figuras que están metidas en el cemento, son Pablo Escobar y Álvaro Uribe Vélez, la ciudad tiene que digerir eso. Ahora yo tengo unos proyectos para hacer una película o una serie porque Medellín no se puede zafar de Pablo Escobar. Es una figura que tiene publicidad gratis y llama la atención. Además yo no lo dejo morir, yo soy la memoria histórica del cartel de Medellín porque el patrón era más guapo que yo, más rico que yo, más inteligente que yo, pero él estaba en una caleta y el que salía a matar con la gente era yo.
Usted se encontró con una ciudad renovada en muchos sentidos, lo deslumbran los centros comerciales, ¿cree que la gente también ha cambiado su forma de entender lo que representa el cartel de Medellín en toda esta historia?
A uno lo acepta la juventud. Todos los seguidores míos en las páginas son jóvenes, porque la generación de nosotros nos rechaza de plano porque vivieron las bombas y los muertos. Usted se acostaba con la muerte de Luis Carlos Galán y al otro día se levantaba con la muerte de otro más grande. Esa fue una guerra que dejó más de 50 mil muertos y se puede repetir porque la gente no quiere saber qué pasó. Es que yo lo he dicho varias veces, la sociedad que no conoce su pasado está condenada a repetirla. Mire lo que está pasando en La Habana, eso es una estupidez.
Pero usted se sometió a la justicia, pagó y hoy está libre. En el caso de las Farc, se tomó la decisión de negociar pensando en que también puedan reincorporarse a la sociedad.
Yo me entregué, no porque creyera en la justicia, sino porque Pablo Escobar me dio la orden. En ese momento me hablaron de 30 años que era la condena más grande en la época. Me dijeron que me rebajaban siete por sometimiento, siete por confesar y siete por cooperación. Se suponía que terminaba pagando siete años físicos y fueron 23 años y tres meses, a nadie le cumplen. Ese es el problema de las Farc, que ninguno de nosotros ha sabido negociar, ni los paramilitares ni la guerrilla. Hay que hacer una constituyente para negociar con el Estado y no con el presidente de turno. Además la ultraderecha en Colombia cada vez toma más fuerza, al partido que salga de ahí, no importa cómo se llame, le va a pasar lo mismo que a la Unión Patriótica.
Se ha hablado mucho de la relación de las guerrillas con el cartel de Medellín, se dice que la toma del Palacio de Justicia, por parte del M-19, fue financiada por Escobar. Pero sobre los vínculos con otros grupos se ha dicho poco ¿Ustedes trataron de acercarse a las Farc?
Las Farc nunca fueron amigas de nosotros, aunque las buscamos. Las necesitábamos porque nosotros manejábamos lo urbano, pero no teníamos fuerza en la parte rural y ellos controlaban muchas zonas. Nunca quisieron cooperar con nosotros, siempre nos rechazaron porque no querían participar en el narcotráfico y decían que nunca un revolucionario iba a ser extraditado a los Estados Unidos. Los que sí cooperaron fueron los del ELN.
¿En qué consistía esa cooperación?
Pablo Escobar los financiaba con armas, les envió un muchacho para que aprendieran a hacer carros bomba. Es más, cuando mataron a Pablo Escobar había una avanzada del ELN esperándolo para llevarlo al sur de Bolívar, llevaban 20 días acá, pero el cuento de la familia y todo eso no lo dejó salir. El patrón pensaba montar una guerrilla que se iba a llamar Antioquia Rebelde.
Y en el caso del M-19 ¿cómo nació esa relación?
El patrón, el “Mexicano”, Fidel Castaño y la familia Ochoa fundaron el MAS por el secuestro de Martha Nieves Ochoa. El M-19 estaba pidiendo cinco millones de dólares, pero como los vencen en las calles llegan a un acuerdo y se negocia en Panamá, se les entrega 100 mil dólares y sueltan a Martha Nieves. De ahí viene la amistad porque fue precisamente donde Pablo Escobar le dio dos millones de dólares a Iván Marino Ospina para la toma del Palacio de Justicia. La primera opción era negociar la extradición con Belisario Betancur y el plan b era quemar los archivos, ellos cumplieron con el plan b.
¿Pablo Escobar se creía el discurso de su participación en política más allá de intención de tumbar la extradición?
El patrón siempre quería el poder pero por una tercera persona por eso quería montar a Alberto Santofimio. Le gustaba la política pero por la inmunidad parlamentaria, así no lo tocaba nadie.
¿Cree que hay viejos aliados del cartel de Medellín preocupados porque usted esté libre?
Aquí en Medellín hay muchos que mantienen muchas ganas de que yo me vaya. Hay gente haciendo un trabajo para enredarme a mí en cosas con la ley, dicen hasta que yo soy el jefe de la Oficina de Envigado. Pero yo voy a la Fiscalía cada que me llaman porque sigo cooperando con casos como el de Enrique Low Murtra, Luis Carlos Galán, del ministro Lara Bonilla, de Parejo Gonzáles y del avión de Avianca.
¿Falta mucho por saber de esos casos y de la relación del narcotráfico con agentes del Estado?
El patrón vio que Carlos Castaño tenía habilidad para manejar el DAS, a los militares y a la Policía. Al DAS lo infiltró en el 86 y puso a Castaño a que lo manejara, fue él el que subió la bomba al avión de Avianca y lo hizo con el DAS. Imagínese, el Estado colombiano subiendo una bomba a un avión. El DAS tuvo que ver en la muerte de Bernardo Jaramillo, de Pizarro, de Luis Carlos Galán, de José Antequera.
Usted habla de autógrafos, de hacer películas, de rating y ya ha lanzado libros, se comporta como toda una celebridad, ¿se siente incluido en Medellín?
Yo soy un personaje público y digo de frente las cosas. De todas formas me siento excluido porque he vivido en unidades residenciales de donde me han sacado porque empiezan a llamar a la prensa, a apuntar las placas y por eso me he tenido que ir. Pero donde vivo ahora ya la gente me aceptó porque yo soy respetuoso, no hago bailes, no muestro armas…
¿No las muestra pero las tiene?
Hay que tenerlas pero escondiditas, porque al hombre desarmado Dios lo pintó muerto.