Para Sandra Ramírez, hacerle modificaciones al Acuerdo de Paz es "impensable". En esta entrevista invita a Duque a reflexionar sobre lo que se ha obtenido con el cese del conflicto con las Farc.
“Siga, casi todas las oficinas están vacías”. Esto fue los que nos dijo un escolta en la entrada de la sede política de la antigua guerrilla de las Farc, ubicada en Teusaquillo, cerca al centro de Bogotá. Caminamos por los pasillos silenciosos de este edificio el lunes 18 de junio, un día después de que Iván Duque, el candidato del uribismo, ganara las elecciones presidenciales. Era cierto: las oficinas en donde Carlos Antonio Lozada, Pastor Alape o Iván Márquez atendían los asuntos de su partido estaban en silencio, con las puertas cerradas.
En un rincón del segundo piso, en una de las oficinas menos visibles, estaba sentada Sandra Ramírez, integrante del consejo político del partido Farc (Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común), viuda de Manuel Marulanda Vélez – conocido como “Tirofijo” – y excandidata al Senado. Ella y Rodrigo Londoño (Timochenko), son las dos personas que han asumido la vocería de Farc después de las elecciones presidenciales. Ramírez, quien estuvo 28 años al lado del fundador de la guerrilla, tiene claro el camino que, en esta coyuntura, deben seguir como movimiento político.
Con un retrato de su esposo descansando sobre el escritorio, un computador y algunos folios, Ramírez pidió que cerraran la puerta y aceptó hablar con nosotros sobre la coyuntura política por la que está pasando el país. Estaba tranquila, recibiendo llamadas desde las regiones y respondiendo con mesura. Conoce bien a los excombatientes: desde los 17 años está en la guerrilla, recorriendo terrenos agrestes en Santander, Vichada, Caquetá… A Ramírez la conocen como “la viuda de Marulanda”, y la reconocen por ser la primera mujer que viajó a La Habana a representar a las mujeres de las Farc en las negociaciones del gobierno.
El nombre Sandra Ramírez está en el radar del gobierno desde 1984, cuando ella salió a la luz pública para respaldar los diálogos de paz con el gobierno de Belisario Betancur. En los diálogos de paz del Caguán, a Ramírez se le vio en varias ocasiones vestida de camuflada y hablando con el expresidente Andrés Pastrana. Es, como nos dijo un integrante del partido, “una embajadora, una canciller, es una mujer que todos respetan mucho”.
Quisiera empezar por preguntarle cómo ve los resultados de esta segunda vuelta…
Son unos resultados positivos. Fíjese: es la primera vez que en Colombia tenemos más de 8 millones de personas que salieron a votar por un cambio, por la paz. A eso se le suma que en total votaron casi 19 millones de colombianos. Bajó la abstención y esa participación democrática se la debemos al Acuerdo de La Habana.
¿No siente temor por el futuro de la implementación del Acuerdo?
Nosotros emitimos un comunicado en donde le solicitamos una entrevista al nuevo presidente. En su alocución presidencial Duque habló sobre la importancia de la paz, dijo que las víctimas tendrían derecho a la verdad, a la justicia, la reparación y la no repetición. Nosotros estamos de acuerdo con eso, pero queremos cumplir el acuerdo sin modificarlo. La idea es explicarle eso a él cuando nos reciba, estamos esperando a ver qué responde.
Sobre la implementación le tenemos que decir al país que este tema es sumamente importante, no solo en los Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR), sino para todo el común de la gente. Si no se implementa el Acuerdo no podemos hablar sobre el desarrollo del campo, sobre instrumentos básicos que necesitamos, como el catastro multipropósito, el cual nos permite saber cómo está nuestro campo, para qué sirve y cómo podemos desarrollarlo.
¿En qué fase, según ustedes, está la implementación?
Está en un 20 o 25 %. Tenemos que tener en cuenta que llevamos poco más de un año desde que firmamos el Acuerdo, y para cumplirlo necesitamos 10 o 15 años. No todo se puede abarcar en tan corto tiempo. Nosotros estamos caminando sin pausa, cumpliendo con lo que nos corresponde. Eso sí, no le voy a negar que nos falta muchísimo; tenemos líos con los programas de sustitución de cultivos y con los PDET (Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial), los cuales a veces pareciera que el gobierno quiere implementar unilateralmente, y hay que tener en cuenta que el acuerdo se firmó entre dos partes que estuvieron enfrentadas durante cinco décadas.
Hablemos sobre lo que se ha avanzado…
Nosotros como insurgencia hemos cumplido los compromisos adquiridos. Solamente vean la dejación de armas, ahí demostramos que estamos comprometidos con la terminación del conflicto armado. Pero lo que nos queda es clave y es cambiar, a través del Acuerdo, las causas de la desigualdad social en nuestro país. En la reincorporación hemos avanzado pero no como quisiéramos. Es que tenemos que entender que el Estado colombiano está hecho para la guerra y para que cumpla con estos temas necesita una transformación para que en efecto se pueda construir la paz. El modelo de guerra del Estado ha sido un obstáculo y eso se ve en sus trabas burocráticas.
Tenemos compañeros que tienen órdenes de captura vigentes, incluso cuando ya recibieron amnistía y tienen todos los documentos de la ONU, del Alto Comisionado, de la JEP… eso es ineficiencia estatal. Nosotros entendemos que esa lentitud del Estado no cambia de la noche a la mañana; fueron 53 años de conflicto. En reincorporación persisten problemas en temas de salud, bancarización, cedulación. La EPS a la que estamos afiliados se demora en atender, dan cita para dos o tres meses. Pero bueno, ese es el sistema de salud que nos tocó a todos los colombianos, es un efecto de ese tipo de Estado.
Usted estuvo en el Caguán, en diferentes negociaciones, ¿por qué está tan convencida de que este Acuerdo no es un fracaso?
Hace 30 años comenzamos conversaciones con el gobierno de Belisario Betancour. Y se lo puedo decir con franqueza: este es uno de los mejores momentos que hemos vivido. Mire las elecciones, fueron las más tranquilas, nadie nos quitó una urna, nadie obstaculizó los pasos para que la gente votara. Logramos que en Colombia se llevaran a cabo unas elecciones con el silencio de los fusiles, yo creo que Duque debe tener en cuenta eso.
Este proceso ha sido muy significativo porque antes, cuando les decíamos a los gobiernos que negociábamos si discutíamos reformas, nos decían no, hasta aquí llegamos con ustedes. Esa fue la diferencia de Santos: él reconoció que somos una fuerza beligerante y pudimos sentarnos en una mesa, confrontar ideas y de esas ideas llegar a un acuerdo que está cambiando a Colombia. La tarea de nosotros hoy es seguir trabajando por ese cambio, con las comunidades por la implementación del Acuerdo, el cual no firmamos con una persona, sino con un Estado. Ese Acuerdo, además, tiene el blindaje de la ONU, de la comunidad internacional, de la Corte Constitucional…
¿Es decir que le dirán a Duque que el Acuerdo debe mantenerse como está?
Sí, existe una necesidad de mantenerlo tal cual como fue firmado. No fue firmado con una persona, insisto, sino con un Estado. Tenemos países garantes y una comunidad internacional que nos apoya en la implementación de lo acordado.
¿Sienten que la sociedad colombiana está de su lado?
Pues ocho millones de colombianos votaron porque quieren un cambio, porque quieren la paz. Además, nosotros sabemos que contamos con la gente que ha sufrido el rigor de la guerra y no quieren que se repita, no quieren que retrocedamos a la horrible noche. A nosotros también nos acompañan las comunidades que están sufriendo la desigualdad social en nuestro país.
Digamos que Duque modifica los Acuerdos, ¿Qué harían? ¿Cómo los defenderían?
Mire, hace poco estuve en Ocaña, Santander, con varios alcaldes y representantes del gobierno central hablando del Acuerdo. Del Acuerdo se desprenden los PDET, programas para desarrollar el territorio. ¿Qué alcalde no quiere participar en el desarrollo de su municipio? Ellos, por ejemplo, respaldaban el acuerdo. Lo mismo las víctimas: tenemos casi 9 millones de desplazados, 80 mil desaparecidos. Todas estas personas que fueron víctimas del conflicto quieren saber la verdad, quieren sanar el dolor. Son muchas personas las que van a defender los acuerdos, de eso estamos seguros.
Duque ya dijo que quiere hacerle modificaciones a la JEP…
La derecha siempre ha querido modificar el Acuerdo. Después del plebiscito fueron escuchados y se hicieron modificaciones. Pero es impensable que se hagan otras modificaciones. Nuestro compromiso es cumplir el acuerdo tal cual como se firmó y eso es lo que vamos a hacer.
Duque también quiere cambiar las condiciones con el ELN, ¿cómo ven eso?
Nosotros ya vivimos la guerra y logramos salir de ella, por eso les pedimos a los compañeros elenos que lleven a cabo el diálogo, que transiten ese camino del diálogo y de concertación.
¿Usted qué les dice a los más de 7.000 excombatientes que están en proceso de reincorporación y que hoy sienten incertidumbre?
Uno generalmente hace muchas lecturas de lo que está pasando pero, en general, el mensaje debe ser de aliento, de esperanza. Debemos seguir luchando por la paz.
¿Tienen esperanza en que Uribe se siente a dialogar con ustedes?
Ese es un problema de Uribe. Es él quien tiene que dar el paso. Nosotros ya dimos el primer paso llamándolo al diálogo y nos hemos sentados con las personas que antes organizaban operativos para aniquilarnos. De parte de nosotros la voluntad de diálogo está intacta.
¿Qué le dirían?
Si nosotros queremos que Colombia pueda invertir en su juventud, que tenga salud digna, necesitamos dar el paso a la reconciliación. Es algo que yo creo que Duque debe tener claro: sin la guerra es posible hacer esas reformas que la sociedad pide: que los profesores sean bien remunerados, que la niñez tenga alimentación, salud y que los jóvenes tengan acceso a la universidad.
¿Qué elecciones le han parecido más difíciles, las del plebiscito o esta segunda vuelta?
En las del plebiscito nos confiamos. Tampoco previmos que en algunas regiones donde nosotros hacíamos presencia la población votó ‘No’ porque no quería que nos fuéramos, no quería que los dejáramos solos. En estas últimas elecciones nos dimos cuenta de que hay mucha maquinaria, de que se hace política con la miseria de la gente. Le dan 50.000 pesos a una persona que vive en la miseria a cambio de su voto y con este dinero puede sobrevivir otras dos semanas. Eso sigue pasando.
¿Qué les dice a las personas que creen que la vía armada es aún una posibilidad?
Que hay que seguir con la lucha, pero no con la lucha de las armas. Nosotros ya vivimos eso, ya pasamos por ahí y sabemos lo duro qué es vivir la crudeza de la guerra. Colombia no puede retroceder. Ahora tenemos nuevos escenarios democráticos y es nuestro trabajo fortalecerlos. Desde ahí debe ser la lucha. Nosotros sabemos lo que significó enfrentar una guerra por más de 53 años, una guerra que dejó muchísimos muertos, más de 9 millones de desplazados, desaparecidos, torturados, tanto de la insurgencia como de las fuerzas militares. Vaya al hospital militar y me dice si no valió la pena apostarle a la paz. A esos jóvenes que creen en esa vía les digo que ahora la lucha es desde la calle, desde la democracia, con la palabra.
¿Para usted qué era lo más difícil de vivir en guerra?
Los momentos de combate, los bombardeos… Es que ahí son las vidas de las personas las que están en juego, las que se pueden ir en una milésima de segundo. Son momentos de mucha tensión que no debemos volver a repetir. Le cuento una historia: dos muchachos, hijos de dos víctimas de la masacre de Bojayá, se unieron a la guerrilla, eran excelentes muchachos. Cuando comenzamos a trabajar por la paz ellos fueron nuestros voceros en Bojayá, nos ayudaron en la reconciliación. Un día, unos sujetos llegaron a la casa de estos muchachos y los mataron. No queremos que esto siga pasando.
¿Hablarán con Duque sobre este problema con las bandas criminales?
Sí, claro. Es que nosotros corrimos riesgos en la guerra y ahora somos conscientes de que también estamos corriendo riesgos, de que hay grupos de derecha financiados por el narcotráfico. Esos grupos de derecha son los que asesinan a los líderes sociales, a los presidentes de las Juntas de Acción Comunal, a los líderes sindicales. Por eso creo que tenemos que trabajar por un pacto nacional sobre el no uso de las armas en política. Yo estoy absolutamente de acuerdo con que sea el Estado quien tenga las armas bajo su control.
¿Cuál sería la lectura de Manuel Marulanda de este momento?
Estoy absolutamente segura de que estaría comprometido con la paz. En 1964, cuando firmamos el programa agrario de los guerrilleros se dijo que, como el gobierno nos cerraba todas las vías políticas de participación, la única vía que nos dejaba era la armada y por eso nos tocaba irnos por ahí. Sin embargo, Marulanda siempre insistió en buscar una solución política al conflicto armado. Esa es una concepción desde la fundación de las Farc y por eso mismo hoy tenemos que aprovechar las otras vías que nos ha dado el Estado.