Jenaro Mejía: hacer paz con pintura | ¡PACIFISTA!
Jenaro Mejía: hacer paz con pintura
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Jenaro Mejía: hacer paz con pintura

Staff ¡Pacifista! - julio 16, 2015

Este pintor nos invitó a su casa y conversamos sobre el vínculo que lleva construyendo hace varias décadas y al que le ha echado mucha cabeza y acuarela: medio ambiente, arte y conflicto armado.

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Por: Camila Rodas Hernández

Desde la entrada de la casa de Jenaro Mejía se siente el respeto por la naturaleza. Su casa es un paraíso arquitectónico rodeado de selva silvestre en plena Candelaria, en el centro de Bogotá. Una pequeña muestra de la responsabilidad social y ambiental de este Pacifista.

Es manizaleño, tiene 64 años, y dice que toda la vida quiso ser pintor. Sin embargo comenzó a estudiar arquitectura, para acallar el alma conmocionada de sus padres, que estaban seguros de que como artista se iba a morir de hambre. Entró a la Universidad de Los Andes y en séptimo semestre se sublevó, se retiró para dedicarse carrera a su verdadera vocación: la pintura. Desde entonces, ha dedicado la mayoría de sus trazos a esbozar con acuarela y óleo las plantas de todo el territorio nacional.

“Sorprendente lo audaz que soy”, dice mientras atravesamos el pasillo de manigua que va a su casa. “Meterme a esto siendo yo el peor jardinero que te puedas imaginar. Te juro, si miro una flor con intensidad la marchito”. Pero aunque no se considere bueno para cuidar plantas, tiene la disciplina de un botánico y el corazón de un artista.

“Siempre he sentido que tengo una responsabilidad social y política con mi país”. El resultado de este sentimiento y este oficio ha dado pie a una lucha contra el olvido y la guerra desde su pincel. Sin estar metido en las zonas rojas de conflicto armado, Jenaro es constructor de paz, paz a través del arte y de la reflexión que generan sus proyectos.

Ya en su paraíso, conversamos sobre el vínculo que lleva tratando de entender desde hace varias décadas y al que la ha echado mucha cabeza y pintura: medio ambiente, arte y conflicto armado.

 

Fotos por: Andy VC.

 

“Bueno, la cosa comenzó así”- dice Jenaro, mientras me invita a sentarme en la sala de su estudio. “Yo empecé a pintar el paisaje de mi tierra manizalita, un paisaje cafetero, ¡qué cosa bella! Pero entonces me di cuenta de que había una serie de cosas que iban desapareciendo poco a poco”. Recuerda la guadua y los cafetales, recuerda las orquídeas y relata que algo cambió en él cuando entendió que la fragilidad del paisaje que más amaba estaba relacionada con el poco orgullo de las personas. “Los colombianos no nos orgullecemos y por eso no respetamos nada”, dice. “Entonces pinté montañas y zonas cafeteras, ya no comunes y corrientes, sino montañas que la gente pudiera reconocer como propias, montañas como retratos de una persona”.

A medida que fueron pasando sus años artísticos, acompañados principalmente de acuarela, el interés de Jenaro por la naturaleza desembocó en una gran fascinación por la Expedición Botánica: “ésta representó para la Nueva Granada un punto de encuentro para muchos saberes y poderes”, dice mientras revisa uno de sus cuadernos. “Es como si en ese momento los españoles y criollos se hubieran dado cuenta que ‘El Dorado’ en este país ¡era verde! Claro, hubo gente que nunca entendió, no encontró las inmensas pirámides de brillo amarillo y se la terminó tragando la selva. ¿Algo que aprender?”-me dice mientras ríe.

Durante este acercamiento a lo que fue y representó la Expedición Botánica en términos científicos, políticos y artísticos, en 2008 Jenaro fue invitado a participar en la iniciativa Responsabilidad compartida, de la Vicepresidencia. “Me llamaron para hacer cuatro ilustraciones de plantas que estaban en peligro crítico y así mostrar la tragedia ambiental que son los cultivos ilícitos”, recuerda.

Fue durante este proyecto que Jenaro conoció a su nuevo asesor y aliado: la serie de El Libro rojo de plantas de Colombia. “Descubrir estos tomos para mí fue una cosa impactante. Yo no tenía ni idea que había tal cantidad de instituciones dedicadas al estudio y la preservación de la naturaleza en nuestro país. Pero lo que más me marcó fue ver la cantidad de especies amenazadas por la avidez del hombre y los profundos efectos que el conflicto armado tienen sobre nuestra flora y fauna.

“Los derrames de petróleo, los cultivos ilícitos y la fumigación con gliflosato son los efectos más conocidos de esta guerra. Pero para mí fue una sorpresa encontrar otras causas como las minas antipersonal, que ahuyentan a las ranas de los territorios donde hay explosiones y las hacen desaparecer. El detrimento en el medio ambiente ausente de ranas es notorio porque desempeñan un papel fundamental en las cadenas tróficas”, cuenta Jenaro.

Preocupado por esta lista interminable de causas y consecuencias este pintor continuó explorando el Libro Rojo y llegó a las cuatro grandes categorías para clasificar a una planta según su riesgo de extinción o su grado de deterioro poblacional: Extinto, en Peligro, Vulnerable y en Peligro Crítico. Fue esta última etiqueta, que representa un riesgo extremadamente alto de extinción en estado silvestre en el futuro inmediato, la que cautivó el pincel de Jenaro.

Decidió pintarlas para inmortalizarlas para hacer un llamado a la responsabilidad a través de esta gran belleza a punto de desaparecer. Aunque la Comparettia Ígnea, la Masdevallia Ígnea, la Masdevallia Miesseniae y la Restrepia Aspasicensis ya casi no se ven en sus hábitats silvestres, todas estas orquídeas estuvieron presentes en la exposición En Peligro Crítico, de 2008, que cuenta la triste historia de la flora y fauna endémica que está a punto de esfumarse de nuestro país, y del mundo.

Algunas de las orquídeas en Peligro Crítico pintadas por Jenaro Mejía.

De esta exposición y del trabajo con la Vicepresidencia nacieron otras 20 exposiciones en los que poco a poco la propuesta artística fue transformándose. “Así comencé a buscar otras formas de llamar la atención sobre la ética y las prácticas responsables frente al medio ambiente”. Por esta época, lugares como el Parque Biblioteca de Belén, el Jardín Botánico del Quindío y el Centro de Museos de la Universidad de Caldas se llenaron de pinturas, semillas, ranas metálicas, tótems y pagamentos.

“Tanto los Tótems, símbolos de los protectores de los bosques, como los pagamentos indígenas, para pedir permiso o perdón a la naturaleza por el uso que se hace de ella, me parecieron los objetos y espacios para hablar de la ética y la necesidad de generar un nuevo comportamiento frente a la naturaleza”, cuenta.

Actualmente, Jenaro prepara unas máscaras en icopor para su próxima exposición. Pretende llamar la atención sobre el mal uso de estos productos tan contaminantes.

Las astutas y coloridas propuestas artísticas de Jenaro pretenden crear reflexiones constantes sobre el papel del hombre en la degradación de la naturaleza en Colombia. No hay ni una sola pieza que no lleve de la mano un mensaje de responsabilidad social y ambiental: “Para mí, esta responsabilidad tiene que ver con ayudar a generar una conducta respetuosa hacia la vida de los otros, hacia la diversidad de formas. Al fin y al cabo una de las causas de la degradación del medio ambiente y del conflicto armado viene de menospreciar la diversidad y la incapacidad de sentirla como una riqueza invaluable”.

Sin embargo, insiste en que trabajar sobre nuevas conductas y actitudes en una sociedad tan compleja como Colombia requiere replantear el problema de la violencia. La intención de este pintor no es simplemente llamar la atención sobre los daños mayúsculos al medio ambiente, que ya nos sabemos de memoria, sino dar cuenta de una condición preocupantemente silenciosa: todos nos sentimos inocentes. “Creemos que no tenemos la culpa de nada”, me dice Jenaro. “¡Es que aquí nadie tiene que ver con esta guerra! Sobre todo los que vivimos en las grandes ciudades nos sentimos como una gente aparte”.

Es justamente esta actitud negligente y conveniente frente al conflicto armado la que Jenaro relaciona directamente con el deterioro ambiental. “La gente urbana se siente tan lejos del conflicto armado como de los problemas ambientales. Nos hacemos los de la vista gorda y resulta que el problema somos nosotros. El mayor golpe contra la naturaleza viene de las ciudades, independiente de las tragedias particulares que estén sucediendo dentro de las selvas”.

 

En estas reflexiones, Jenaro Mejía ha decidido que su próxima exposición, que comienza el 2 de Octubre en el Centro de Memoria Histórica, estará dedicada a presentar a la naturaleza como una víctima. “Víctima del conflicto armado, por un lado, pero también víctima del hombre y su codicia. Seremos 20 artistas y todos estamos unidos bajo preocupaciones ecológicas con nuestro territorio”, dice mientas pasa un camino rodeado de agua.

“Yo me acuerdo siempre de unos dibujos de ranitas que hice alguna vez. Todos tenían este letrero que decía: la paz es también con nosotros”. Si algo tiene claro este artista es que tanto en los procesos de paz como de guerra tenemos que ver todos, hasta el mismísimo pintor que desde su casa traza plantas en extinción y nos plantea nuevos modelos para acercarnos a la paz y a la reconciliación.