Se cumple un año del Gobierno de Iván Duque. Hablamos con la socióloga y analista política para entender mejor qué podemos esperar para los próximos tres.
El siete de agosto de 2018 los árboles se iban a salir de la tierra. Duque pronunciaba su discurso mientras un señor a sus espaldas le forcejeaba al viento el paraguas que protegía la cabeza del nuevo mandatario. Ernesto Macías, presidente del Senado, lo había precedido y sus palabras habían sido la confirmación de lo obvio: el uribismo había vuelto al poder.
¿De qué manera había vuelto?
Analistas políticos se preguntaban, por esas fechas, cuál sería el rumbo que tomaría el Gobierno del joven presidente durante los siguientes cuatro años. ¿Sería un Gobierno en cuerpo ajeno? ¿Uribe y el ala más a la derecha del derechista Centro Democrático estaría detrás de las decisiones más importantes del Gobierno? ¿O sería Duque capaz de hacer que su Gobierno fuera moderado, abierto al diálogo con otros sectores políticos y respetuoso del Acuerdo de paz? Hace un año exacto había más dudas que otra cosa. Apuestas. Especulaciones. Intrigas.
Duque habló y propuso un pacto nacional: “Los invito a que todos construyamos un gran pacto por Colombia, a que construyamos país, a que construyamos futuro y a que por encima de las diferencias estén las cosas que nos unen”. Su discurso repitió las repetidas palabras de los repetidos políticos en campaña: legalidad para el país, progreso, emprendimiento y equidad. Palabras que suenan siempre muy bonitas, muy bellas ellas pero que de tanto repetirlas se vacían.
Ha pasado un año y mientras Duque repetía esas palabras, durante estos doce meses, hubo un paro estudiantil que paralizó las principales ciudades y que exigía un aumento en el presupuesto para la educación; hubo un debate de control político por el escándalo de Odebretch y el presidente tuvo que enviar una terna para elegir un fiscal ad hoc que se encargara de esa línea investigativa (Néstor Humberto Martínez tenía conflicto de intereses) (la terna fue devuelta por la Corte Suprema por no cumplir los requisitos legales); el ELN puso un carro bomba en la Escuela de Cadetes General Santander, Duque finalizó las negociaciones con esa guerrilla en La Habana y desconoció los protocolos que establecían los mecanismos para que los cabecillas regresaran al país.
Durante estos doce meses el presidente lideró un “cerco diplomático” para aislar regionalmente a Maduro y provocar su salida del poder en Venezuela; los indígenas del Norte del Cauca, del Huila, de Caldas, Nariño y de Antioquia convocaron una Minga en la que reclamaron deudas históricas del Estado hacia sus comunidades; Duque objetó la ley estatuaria de la JEP (objeciones que no pasaron luego de dos meses de debate en el Congreso); renunció el Fiscal Martínez; y el Congreso aprobó –durante estos 12 meses– el 39% de proyectos presentados por el Gobierno. Más de 200 asesinatos a líderes sociales se registraron durante el primer año de Duque al mando.
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—¿Cuál habría sido la importancia del Proceso de paz con las Farc en términos de la construcción de un relato de nación?
—Eso fue lo que en últimas debilitó al uribismo. No estaríamos en esta situación si no hubiera sido por el Proceso de paz. Fue un paso adelante.
—¿Cómo?
—Es que el Proceso de paz tiene unas potencialidades que todavía no han sido exploradas. Es un documento de 300 páginas que muy pocos han leído. Hay unos puntos que son los más mencionados. Pero si te pones a ver la letra chiquita, eso da pie a unas transformaciones estructurales muy grandes.
—¿Por qué?
—Porque ya se ha entendido que la paz no es solamente el desarme de una guerrilla sino resolver unos conflictos que vienen de muchos antes: la verdad de lo sucedido, que no haya impunidad, la justicia restaurativa, el tema de tierras, dejar de asesinar al otro por pensar diferente. Es la posibilidad de tener un país diferente. Un país donde se respete la vida. Donde todo el mundo tenga las mismas oportunidades de participar en política. Donde la gente tenga un pedazo de tierra que cultivar. Condiciones diferentes para las mujeres. Educación. Este puede ser el inicio de un proceso transformador como nunca lo ha tenido Colombia. Y ese es el conflicto en el que estamos ahora: devolvernos al pasado o avanzar: y si lo primero prospera, Uribe va a ser recordado como uno de los presidentes más nefastos que haya tenido Colombia.
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Sara Tufano es socióloga y analista política. En sus columnas de opinión ha dicho de manera repetida que el uribismo, a pesar de estar en el poder, perdió su hegemonía –que mantuvo en el periodo en el que Uribe fue presidente de Colombia: entre el 2002 y el 2010.
Se cumple un año del Gobierno de Duque. ¿Cuál es el panorama para los próximos tres?
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Asegurabas en una columna reciente que el hundimiento de las objeciones a la JEP representaba el quiebre del consenso alrededor de la principal política del uribismo: la seguridad democrática. ¿Cómo se diferencia el uribismo de hoy con el del 2002?
Para mí es evidente esa falta de hegemonía del uribismo, que es la capacidad que tiene un grupo político de construir un consenso nacional alrededor de sus propios intereses. El uribismo ya no mira hacia el futuro, sino hacia el pasado.
¿Pero esa pérdida de hegemonía es reciente?
Santos llegó al poder gracias a Uribe, pero después se desligó de él e inició un proceso de paz. Ahí empieza la quiebra porque es un proyecto contrario al proyecto político uribista. Desafortunadamente, con el plebiscito Santos le vuelve a dar una cierta fuerza a Uribe y al uribismo. Y en ese pulso político estamos desde el 2016. Pero el aspecto más evidente de que Uribe ya no tiene el mismo poder político que antes es el haber escogido a alguien como Duque. Eso ya es un indicador de muchísimas cosas. Empezando por la falta de cuadros y formación política en el uribismo.
¿De formación?
De formación de cuadros al interior del partido. Porque si el elegido no era Duque, habrían sido otros candidatos que ni siquiera habrían garantizado la victoria del uribismo. Como el uribismo es un movimiento caudillista, alrededor de una sola figura, tampoco tenía muchas opciones. Dentro de esas posibilidades, la de escoger a Duque es una señal de debilidad enorme. Porque es una persona que tiene muy poca experiencia política, ninguna experiencia en la administración pública, una persona muy joven, sin mucho bagaje político ni cultural. Fue una movida muy arriesgada para Uribe. Yo lo que no sé es si Uribe alcanzó a imaginar el fracaso tan impresionante del Gobierno de la persona que puso en la Presidencia. Yo creo que el fracaso del gobierno Duque ha sido una sorpresa para el mismo uribismo.
¿Cuál es el balance a un año de la Presidencia de Duque?
Estamos en una especie de limbo en el que todavía no sabemos exactamente hacia donde va Duque. Pero ¿qué es lo interesante en este momento? El papel que pueden jugar los políticos alternativos. El colombiano es un sistema presidencialista, pero si estuviéramos en un sistema parlamentario, este Gobierno ya habría sido reemplazado. Existe esa idea, por la tradición política que tenemos, de que hay que apoyar al Presidente porque si al Presidente le va mal, al país le va mal. Personalmente no pienso que esa sea la solución, por eso creo que el papel que va a jugar la oposición es fundamental. Yo quisiera preguntarle a juristas como Ramiro Bejarano, que ha dicho que este gobierno no terminará su período porque no ha logrado evitar los crímenes contra los líderes sociales, que nos empiece a explicar cómo se podría convocar a nuevas elecciones.
¿Cuál papel de la oposición?
El estatuto de la oposición, que es producto del acuerdo de paz y, por lo tanto, una novedad en la historia política colombiana, garantiza el ejercicio de la oposición. Esta debería empezar a tener un papel cada vez más relevante y encontrar caminos que no sean el habitual consenso frente a un Gobierno tan débil como el que tenemos ahora. Porque esta también es una novedad: para un primer año de un Presidente, a Duque le ha ido muy mal. Él no tiene ninguna preparación, tampoco la tiene su gabinete. Si hiciéramos un balance de su gobierno, vemos que no ha sacado adelante ningún proyecto importante. Ya The Economist y la Silla Vacía lo han hecho: si comparamos con las dos administraciones de Uribe y las dos de Santos, el gobierno de Duque ha sido el más improductivo en términos de iniciativas gubernamentales aprobadas. Hay diferentes análisis sobre porqué la administración Duque no ha logrado tener una gobernabilidad. Creo que frente a este hecho, la oposición está a la expectativa, intentando entender qué hacer. Y ahí es donde veo que hay muy pocos líderes políticos que nos estén dando luces y diciendo “esto es lo que hay que hacer” o “yo propongo esto”. Se ha creado un movimiento, Defendamos La Paz, alrededor de la defensa del acuerdo de paz y de la vida de líderes sociales y excombatientes de las Farc, pero yo siento que no hay una estrategia clara sobre cómo hacerle oposición a este gobierno. Algunos creen que el cambio solo se produce en las elecciones, por esto este tipo de movimientos ciudadanos acaban subordinados a las lógicas electorales. Y no hay una estrategia clara que nos impida caer en estas lógicas.
¿Ni siquiera desde la izquierda?
Pues ahí está la figura de Petro que creo es uno de los políticos que más ha despertado entusiamo en Colombia, precisamente por eso mis críticas a su forma de hacer política. Él sabe perfectamente qué sucede cuando tú subordinadas un movimiento político a la lógica electoral. Lo que necesita Colombia es un movimiento ciudadano que vaya más allá de los partidos políticos y que esté en capacidad de movilizarse independientemente de coyunturas electorales. Creo que Petro, con la idea de las ciudadanías libres, ha querido situarse en la mitad.
¿En la mitad entre qué y qué?
Entre la idea de un movimiento ciudadano libre, que no tenga caudillos, ni figuras visibles y esté dispuesto a salir a las calles cuando haya necesidad de salir, y un partido político, con una organización mucho más disciplinada y mucho más rígida. Pero creo que en esto le ha faltado visión.
¿Cómo queda la Colombia Humana después del apoyo de Petro a Hollman Morris? ¿Y cómo ves la posibilidad de que surja un movimiento o un partido político más horizontal, moderno, feminista en el que haya muchas más mujeres tomando decisiones (como lo planteas en la columna de 070)?
Critiqué la forma de hacer política de Petro precisamente porque él es una de las figuras más importantes del progresismo en Colombia y porque, después de las elecciones presidenciales, tenía el reto de aglutinar esos 8 millones de votos en un movimiento mucho más amplio. Algunos han aprovechado mi crítica para reafirmar su voto en blanco o para decir que Petro y Uribe son lo mismo. Es inevitable que eso suceda, la crítica de los sectores autodenominados de centro y de derecha no está necesariamente buscando transformar las condiciones de vida de las personas, mientras que la crítica y autocrítica de los sectores de izquierda y progresistas tiene esa función. Por eso lo que para algunos es una crítica a la personalidad de Petro, para otros es a su forma de hacer política, porque es como si se estuviera en una organización que no quiere avanzar y se autosabotea constantemente.
La decisión de Petro de apoyar a Morris lo que ha puesto en evidencia es que cada vez es más difícil para un político progresista tomar decisiones de forma antidemocrática y sin tener en cuenta la voz de las mujeres. El proceso de paz y la apertura democrática que trajo este proceso permiten precisamente el surgimiento de movimientos y partidos cada vez más democráticos. Creo que es un proceso inevitable y los líderes tendrán que acomodarse a este proceso. Los movimientos progresistas no deben servir solo para ganar elecciones, sino que tienen que tener la capacidad de hacerle frente a la crisis política que estamos viviendo. Porque lo otro, y ahí los medios de comunicación tienen mucho que ver con eso, es que se ha normalizado una situación que es completamente anormal.
¿Que es cuál?
Que es la de tener un Gobierno puesto por alguien. Una figura desconocida, sin ninguna experiencia, con cero capital político, puesta por alguien –Uribe– que tiene serios cuestionamientos, está sub judice, tiene investigaciones en su contra y está muy debilitado. Ya muchos colombianos han hecho un balance de los años de la seguridad democrática de Uribe y han llegado a la conclusión de que ha sido uno de los períodos más nefastos de nuestra historia. Creo que muchas de las personas que ahora no están apoyando a Uribe, pero que lo apoyaron en algún momento, deberían también pedirle perdón al país y a las víctimas.
¿Quiénes serían esas personas?
Políticos, periodistas, medios de comunicación que apoyaron sin duda alguna el proyecto de la seguridad democrática y que ahora se desligan de él porque decir que la seguridad democrática fue buena ya no es bien visto y además puede quitar votos.
¿Ahí estaría la perdida de hegemonía? ¿La seguridad democrática habría servido como relato cohesionador?
Sí, y las personas que apoyaron ese proyecto se beneficiaron de él. Estamos hablando de periodistas, políticos, medios de comunicación, los que generan la opinión pública. Porque la opinión pública no es la opinión de todos los colombianos, es la de unos sectores solamente. La de esos sectores que se beneficiaron de ese relato y que ahora se distancian de Uribe porque es casi que vergonzoso decir que esa época le trajo algunos beneficios al país. Pero en ese momento difundieron la idea de que la seguridad democrática era necesaria.
¿Tú no crees eso?
No. Por una sencilla razón: la guerra no es necesaria. Comparando con otras experiencias históricas, no es necesario llevar a tu adversario casi a la derrota militar para poder negociar. Esa fue una decisión de Uribe que es totalmente discutible. Es una equivocación histórica. Él nos debe muchas explicaciones y por eso la invitación que muchos sectores le han hecho para que vaya a la Comisión de la Verdad y le cuente al país exactamente qué fue lo que sucedió, para que cuente quiénes lo apoyaron y a quiénes apoyó. Porque es una época oscura de nuestra historia que tiene que empezar a ser interpretada de otra forma. Y esa es la disputa en este momento.
Ajá…
La pérdida de hegemonía también se ve en que el uribismo, en cabeza de Duque, no ha sido capaz de posicionar otro relato. ¿Cuál es? No ha sido capaz. Sigue siendo la defensa de algo que ya pasó. ¿Cuál es la novedad? La novedad es que hubo un proceso de paz, entonces, ¿cuál es tu objetivo? ¿Desmontarlo completamente y reemplazarlo por otra cosa? ¿Decir que el proceso de paz fue una equivocación histórica?
Pero eso es lo que está queriendo hacer el partido de gobierno…
¿Pero por qué no lo hace de frente? Porque se da cuenta de que ya no es posible. Porque está la comunidad internacional, está el movimiento Defendamos La Paz, que se ha unido a pesar de las diferencias de sus miembros y le está exigiendo al Gobierno que actúe. Entonces el Gobierno se ha dado cuenta de que solo podría reversarlo de manera solapada. Lo que sí puede hacer es seguir en este limbo en el que ya llevamos un año. Pueden perfectamente pasar otros tres años. ¿Pero cuál va a ser el costo en términos de vidas humanas? Eso es lo que los colombianos tienen que pensar: no puede ser que debido a la prepotencia de un Gobierno y a la decisión política de proteger a Uribe y sus colegas, tengamos que permitir que se sigan asesinando personas y que el Gobierno no haga nada. Esto no es normal. Hace falta decir: no más. Se trata de mostrar que es inaceptable.
Pero ¿cómo se llega a ese punto? El periodista Julián Martínez decía en una entrevista que le hicieron en la Tele Letal que Colombia tenía que empezar a pensar en cómo negociar la impunidad de Uribe. ¿Tú crees que ese es un camino? ¿Tenemos que negociar la impunidad de Uribe?
No. Porque eso es lo que se ha hecho siempre en Colombia: el borrón y cuenta nueva. Tenemos que conocer la verdad. Si tenemos un acuerdo de paz que permitió la participación política de actores que antes no estaban en el escenario político legal y que además le dio garantías a la oposición, si hay ocho millones de colombianos que votaron por una propuesta política radicalmente diferente a la que hay ahora, no le veo ningún sentido a tener que regresar al pasado. Lo que hay que hacer, al contrario, es seguir presionando, hablar con instancias internacionales, por ejemplo. Considero que hay que pasar esa etapa, lo cual significa que Uribe tiene que contarle la verdad al país.
Pero él no lo va a hacer de manera voluntaria….
Es que eso depende de la oposición. Si la oposición no hace nada y nos mantenemos en este limbo, le podríamos estar regalando la iniciativa política a un candidato un poco más competente que Duque y que dentro de tres años reverse aún más lo que se ha logrado hasta ahora. Eso depende de las figuras políticas de la oposición que tiene este país y que se la han jugado por la paz y la democracia. Que nos digan exactamente qué es lo que piensan hacer. ¿Piensan negociar con Uribe? ¿O de verdad vamos a conocer la verdad?
Decías en un programa de Semana en Vivo hace poco que tanto la derecha como la izquierda tienen que replantearse sus figuras centrales, sus líderes…
Sí, lo que pasa es que hay un vaciamiento ideológico de los partidos políticos y estos han dejado de tener la importancia que tienen, por ejemplo, en otros países. Incluso han sido reemplazados por los medios de comunicación. No hay partidos políticos fuertes, lo que hay es figuras, muy pocas, pero fuertes, dentro de cada partido. Entonces hay que pensar en un proceso de renovación y de formación política. Por ejemplo, Gustavo Petro. Es verdad que a la Colombia Humana no le dieron personería jurídica, etc. Pero yo no lo veo a él convocando a quienes lo apoyaron a charlas, a talleres de formación política, a debates.
¿Cómo puede Colombia que ha sido gobernada por elites que a lo sumo se han intercambiado el poder, como puede este país construir lo que tú llamas un horizonte de imaginación? ¿Narrativas de utopía que nos permitan pensarnos como un país distinto?
Dos cosas: medios independientes y movimientos políticos fuertes. Los medios se convirtieron en los mediadores entre la ciudadanía y el Estado –papel que antes cumplían los partidos políticos. Los partidos políticos se disolvieron. Entonces hay que construir movimientos políticos fuertes. Y mucho más dedicados a la formación política, salir de las redes sociales porque en Twitter hacemos la revolución, pero se trata de salir y hablar con la gente.
Hacer crítica de medios y crear medios independientes. Por ejemplo: programas de análisis político solo tenemos a Semana en Vivo. Debería haber muchos más. La vigilancia del poder que deberían ejercer algunos medios solo la hacen algunos columnistas de opinión. Estamos acostumbrados a que cada domingo Coronell o María Jimena Duzán escriben muy buenas columnas que se vuelven tendencia, pero que al otro día olvidamos. Cierto, algunas investigaciones se han desprendido de ahí. Pero lo que necesitamos son medios que vigilen al poder, que siempre estén analizando de manera crítica lo que está sucediendo, que puedan nombrar lo que no están nombrando los medios tradicionales porque están totalmente subordinados a uno lógica comercial y a intereses privados.
Que las tres personas más ricas en Colombia tengan la mayoría de los medios de comunicación no es normal, primero que todo, y segundo, eso tiene consecuencia en las noticias que se divulgan. ¿Por qué Santrich se volvió en algún momento tan importante? Supuestamente la “opinión pública” estaba pendiente de lo que iba a pasar con él, pero es una opinión creada por ciertos sectores políticos, subordinada a ciertos intereses. A mí realmente no me interesaba lo que sucedía con Santrich, yo tengo otros intereses que no se ven reflejados en los medios. Como el de entender por qué están asesinando a los líderes sociales y cómo hacer para detener esta masacre, por ejemplo. Ese tema me parece el más importante de todos.
¿Cuál crees que sea el futuro para la implementación del Acuerdo en este Gobierno?
Esa es la gran incógnita. El gobierno de Duque, ¿está a favor o no está a favor de la implementación? Hasta antes de presentar las objeciones a la JEP, parecía que podría estar a favor. Pero hay otros elementos que nos indican que realmente no está interesado en implementar el Acuerdo. Lo de limitar el acceso a la comunidad internacional a los territorios significa no querer visibilizar el estado actual de la implementación. La Unidad de Protección no tiene recursos. ¿Qué va a pasar? ¿Vamos a esperar a que haya un magnicidio? Hay ya un plan para asesinar a los líderes del partido Farc.
¿Un plan de quién?
Hace un mes, Carlos Lozada dijo que tenía pruebas de que había un plan para asesinarlos. ¿Entonces qué más estamos esperando para exigirle al gobierno que asuma una posición clara en defensa de la vida? Además de la marcha del 26 de julio, que fue exitosa, ¿cómo más presionar al Gobierno para que realmente implemente el acuerdo y se comprometa a desmantelar las organizaciones criminales? Si no lo va a hacer que nos diga y que deje de recibir recursos de la comunidad internacional y deje de hacer giras en el exterior diciendo que la implementación es perfecta. Es que Duque es una persona con una falta impresionante de criterio y de carácter. De alguna forma sería mejor decir, mira: “no queremos que el proceso de paz prospere”. Es un pulso político y uno como oposición se prepara para ello. Pero es como si siempre hicieran falta piezas para entender hacia dónde vamos. Al gobierno claramente le conviene mantener esa ambigüedad.
¿Precisamente, cuál es el balance de la marcha del 26 de julio para protestar en contra del asesinato de líderes sociales? ¿El hecho de que el presidente Duque se haya sumado a la marcha debilitó la fuerza del mensaje?
El balance es que se logró visibilizar la problemática a nivel nacional e internacional. Prueba del éxito de la convocatoria fue precisamente la necesidad del gobierno de vincularse a la movilización. Lo hizo por oportunismo y su presencia no debilitó el mensaje, pues era evidente que lo hacía por razones políticas. La pregunta es cómo hacer para que el gobierno tome medidas concretas. Ahí es donde muchos discrepamos porque tenemos diagnósticos diferentes sobre la naturaleza de este gobierno.
¿Duque está leyendo mal el país? ¿O el Centro Democrático?
No es una mala lectura, es una especie de disonancia cognitiva porque por esa falta de hegemonía las expectativas de Uribe no se van a poder cumplir. Que los militares también estén denunciando lo que está pasando al interior de las Fuerzas Armadas es un elemento adicional que muestra que Uribe no tiene la misma fuerza política que antes. Es absurdo seguir insistiendo en echar para atrás un proceso alrededor del cual ya se ha creado un consenso sobre la necesidad de mantenerlo. No es la mitad del país la que se opone al acuerdo, es una minoría.
¿No es un error de lectura entonces?
Más que una lectura equivocada es no tener voluntad política. El gobierno no lo hace por convicción, sino para mantener un discurso que favorece a un Uribe muy debilitado. Pero el querer echar las cosas para atrás o el querer mantenernos en este limbo no le da nuevas fuerzas al Gobierno sino que refuerza cada vez más la idea de su incapacidad. A pesar de que los medios digan lo contrario, como lo están haciendo en estos días de balance del primero año de Duque. Ese es el gran problema que él tiene: lo que está haciendo no es bien evaluado. Y eso repercute en los índices de favorabilidad y de aceptación.
Duque no tiene el peso político que tenía Santos como para tomar un camino diferente al que quiere Uribe. Además, no tiene carácter. Aunque algunos dicen “no, pero es que él es moderado”. Él puede ser en su comportamiento muy moderado, pero él cree en el proyecto uribista, porque si no, nunca se habría vinculado al Centro Democrático, ni se habría hecho elegir con su agenda política. Y creer que, con la edad que tiene y su falta de experiencia, él hubiera podido llegar a “renovar al partido”, es de ilusos. Se sabía desde un principio que él estaba completamente subordinado a la extrema derecha colombiana.
¿Y qué puede pasar?
Ahí es donde una parte de la oposición dice: “Pobre Duque, está secuestrado por su partido, vamos a rodearlo para que Duque se aleje de ese sector radical”. Claro que no. Lo que hay que hacer es entender que, a pesar de su talante moderado, él está de acuerdo con esa agenda. No veo que lo estén obligando. No veo que se esté oponiendo a los sectores radicales de su partido. No veo que esté dando señales y diciendo “sálvenme que aquí me tienen secuestrado”. Y en esa lectura algunos llevan ya un año. Él está ahí, no para sacar a Colombia adelante, sino para satisfacer los intereses particulares de algunos miembros de su partido. Y eso es lo que siempre ha sucedido en Colombia: son muy pocos los movimientos políticos que realmente estén interesados en el bien común. Este es un gobierno para satisfacer los intereses de los miembros del Centro Democrático y de algunos empresarios. Ese es el otro paso que hay que dar: crear movimientos políticos que piensen en el bien común y no en satisfacer intereses particulares.
En una entrevista el Padre Francisco de Roux decía que el papel de la Comisión de la Verdad era “la búsqueda de un relato común donde todos nos veamos reflejados”, ¿es posible que instituciones como la JEP o la Comisión de la Verdad logren conseguir la hasta ahora inalcanzada reconciliación?
Yo veo a la Comisión de la Verdad muy discreta. Debería ser más pública. Porque realmente esas instituciones de justicia transicional creadas en el Acuerdo de paz cuanto más avancen y más se hagan visibles, más difícil será debilitarlas.
Y más difícil quizás recibir ataques de sectores que…
Sí, de que sean criticadas. Porque una vez que tú visibilizas algo, en este caso la verdad, va a ser muy difícil que se pueda retroceder. Creo que la Comisión de la Verdad tiene que hacerse más visible, que todos sepamos lo que está haciendo. La verdad no es de izquierda ni de derecha, es la verdad de los sobrevivientes de este conflicto. Lo importante es que se vuelva un relato común y de conocimiento público.
En una entrevista reciente Alfredo Molano decía que para él la paz significaba que hubiera un monopolio de las armas por parte del Estado pero sólo si sobre el Estado había un monopolio de la democracia. ¿El Estado colombiano se ha consolidado?
Weber es el que ha definido al Estado moderno como el monopolio de la violencia física legítima dentro de un territorio. Si las Fuerzas Militares no copan los territorios que antes habían sido copados por la guerrilla y otros actores armados, no hay monopolio de las armas, sino reemplazo de unas fuerzas irregulares por otras. Pero qué sucede cuando esas Fuerzas Armadas han sido cuestionadas y usadas para otros fines diferentes a los de defender las fronteras. El monopolio de las armas no es suficiente. Lo que se busca con este proceso de paz no es solo que las Fuerzas Militares tengan ese monopolio a través del desarme de la guerrilla, sino que el Estado se vuelva más democrático. Ya no hay un enemigo interno al cual hay que someter. Porque algunos colombianos han sido considerados por las Fuerzas Armadas como unos enemigos y ese es el cambio que este proceso de paz ha generado: que militares y guerrilleros se reconozcan ya no como enemigos sino como ciudadanos de un mismo país.
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(Duque hablaba en su discurso de posesión, hace un año exacto, de hacer un “pacto político por Colombia”. Un pacto por los colombianos. ¿Qué pasa si era cierto? ¿Y si hablaba en serio el presidente en su discurso? ¿Cuál es la Colombia de Duque?
Quizás se trate menos de pensar que los políticos son cínicos o mentirosos. Quizás haya que pensar que lo que dicen es en serio. Y no se trate, pues, de que el llamado pacto por la nación sea una farsa. Quizás exista. Quizás haya habido un pacto. Y se haya beneficiado eso que el presidente, su gabinete y el partido de gobierno entienden por Colombia. Quizás lo que tengamos que pensar y re pensar sea entonces el significado de “nación” para los políticos que nos gobiernan. Pensar en qué significa para ellos las palabras “patria”, “país” o “nación” —y en quiénes la componen.
¿De qué Colombia habla el presidente cuando nombra a este país? Hace un año decía que iba a gobernar para “todos”. Hace 200, por ejemplo, esos “todos” no eran tantos: propietarios hombres blancos que podían participar en la política. ¿Quiénes somos los colombianos hoy, 200 años después del grito, cuando el presidente habla de pactos y unidad y no deja de hacer cosas en el nombre de Colombia?).
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