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Colaborador ¡Pacifista! - noviembre 28, 2018

OPINIÓN| Los industriales tienen el dinero, dinero con el que financian campañas y compran candidatos; luego, el candidato que gana tiene que devolver favores.

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Por: Adolfo Zableh Durán

Lo que está pasando en la Fiscalía produce terror. Ni indignación ni rabia ni impotencia; puro y físico miedo. Y no importa que ya conociéramos, o al menos intuyéramos, la corrupción estatal; el temor está intacto y creciendo. Todas las semanas se oyen rumores, se destapan ollas, acusaciones van y vienen. Uno mira los sueldos de los funcionarios y los contrasta con la forma en que viven y los números sencillamente no dan.

Pero con cada cosa que pasa confirmamos lo que siempre hemos sospechado: que nuestros gobernantes no son nuestros servidores sino nuestros dueños. Se tapan entre ellos, se condecoran, se nombran en embajadas, hacen negocios y pactan en secreto mientras afuera fingen que pelean. Se llaman doctor y delinquen con la ley de su lado. Estamos gobernados por oscuros personajes que se mueven entre el crimen y el abuso. Y en sus tiempos libres se hacen los que gobiernan cuando la verdad es que hacen con nosotros lo que quieren. Colombia no es el país donde viven, es su despensa.

Pero la maquinaria es grande, mucho más grande que lo que creemos. Esa unión entre políticos, empresarios y prensa es lo que nos tiene viviendo en un estado que vive del crimen. Los industriales tienen el dinero, dinero con el que financian campañas y compran candidatos; luego, el candidato que gana tiene que devolver favores. Y entre uno y otro, la prensa que calla. Los periodistas deberíamos ser vigilantes, pero en este país centralizado gana el oficialismo y en eso los periodistas y nuestra pasividad tienen mucho que ver con el triunfo del mal. Quien se oponga a dicho oficialismo termina calumniado, sin trabajo, preso o muerto. En Colombia el poder no necesita ponerte un revolver en la sien para matarte, con poner a mover la maquinaria, tiene.

Olvídese de la prensa independiente, que existe, pero es poca y no tiene alcance, contactos ni músculo financiero para trascender. Acá los medios que usted conoce, los periodistas que usted ve, oye y lee, están casados con los poderosos, comen de ellos, a ellos se les deben. Nunca los van a atacar, al revés, son cómplices, cómplices por omisión. Por eso se le van con toda a Petro, claro, si Petro no manda, no maneja presupuestos, no hace parte de la rosca. Y Petro es apenas un actor de paso. Hoy es él, mañana será cualquiera que quiera enfrentar a dicha maquinaria.

¿Han oído esa frase de que para ser buen periodista primero hay que ser buena persona? Pues con lo de la Fiscalia, Pizano y Odebrecht hemos quedado retratados, el episodio se ha encargado de ponernos a cada uno en nuestro lugar. No hace falta dar nombres, usted sabe quiénes son. No les crean a esos periodistas, están comprados, y no necesariamente con dinero. Se hacen los fuertes con los débiles, pero cuando se enfrentan a un poderoso de verdad se vuelven dóciles como un perro. Son mascotas. En algún momento o en algún medio, todos los periodistas nos volvemos mascotas, herramientas al servicio de algo o de alguien.

Otra cosa sería si los dueños del dinero dejaran la avaricia y pensaran en algo más que sus propiedades. ¿Cuánto más necesitan acaso? En ese mismo plan, hoy parece imposible soñar con una prensa masiva realmente independiente, que se enfrente y denuncie a los verdaderos responsables de este problema llamado Colombia. Aunque en parte entiendo a esa prensa: tal y como está diseñado el negocio de la información, necesitamos no solo de los anunciantes, sino del visto bueno del gobierno para temas de permisos, impuestos, fuentes. Puro instinto de supervivencia.

Volviendo a lo de La Fiscalía, témale. El caso Pizano está muy enredado, y aunque es fácil pensar con el deseo y apuntar a que Pizano fue asesinado, lo cierto es que pruebas no hay. Todo es muy sospechoso, eso sí. Se habla de que los desfalcos en la contratación de La Ruta del Sol superan los 55 mil millones de pesos, y cuando hay una cifra así de por medio y tanta gente involucrada, todo puede haber, hasta muertos. Le pasó a Pizano, le puede pasar a cualquiera que se enfrente a la red de corrupción que maneja este país. No tengo claro que en Colombia los buenos sean más. No somos buenos ni malos, solo somos inofensivos y apáticos. Los malos, en cambio, podrán ser menos, pero son tremendamente malos.

Olvídese de que el Fiscal va a renunciar, mucho menos con que va a pagar ante la justicia en caso de que haya cometido un delito. Tiene la bendición del establecimiento y el silencio de la prensa masiva. Además, acá no se va nadie. No se fue Samper, no se va a ir Carrasquilla y no se va a ir Martínez. Antes nos vamos usted y yo, que no tenemos ni reino al cual abdicar.