Un parlamentario noruego propuso el nombre de los protagonistas del proceso de negociación de La Habana.
Heikki Holmas, el parlamentario noruego que el año anterior nominó al Cuarteto para el Diálogo Nacional en Túnez, que finalmente resultó ganador del premio Nobel de Paz, puso esta vez sobre la mesa el nombre de siete colombianos que, como conjunto y por su trabajo alrededor del proceso de diálogo entre el Gobierno y las Farc, estarán en la lista de nominados al premio que se entregará en octubre.
La lista está integrada por el presidente Juan Manuel Santos; Leyner Palacios, Luz Marina Bernal, Constanza Turbay, Jineth Bedoya y José Antequera como víctimas del conflicto armado colombiano; y por Rodrigo Londoño Echeverri, alias “Timochenko”, máximo comandante de las Farc.
Si bien no es usual que se conozcan los nominados con tanta anticipación, en esta oportunidad no solo han trascendido los nombres de estos siete colombianos sino también algunos otros. Entre ellos se encuentran personajes tan disímiles como Edward Snowden, el papa Francisco y Donald Trump.
Pero más allá de la farándula y las curiosidades alrededor del premio, y aunque no se conocen en detalle las razones expuestas por el parlamentario noruego que nominó a los colombianos, lo cierto es que de concretarse un acuerdo en los próximos meses esa postulación tendría un impulso adicional.
Entre los antecedentes más cercanos se encuentra el del expresidente de Costa Rica, Óscar Arias, quien recibió el premio en octubre de 1987 por sus gestiones a favor de los acuerdos de paz en Centroamérica. Arias lideró el grupo que, pocas semanas antes de ganar ese reconocimiento, consiguió el acuerdo de Esquipulas en agosto de ese mismo año. Ese acuerdo es considerado el punto de partida del proceso de diálogo en Guatemala.
Las victimas nominadas
Las cinco víctimas elegidas por Holmas para la nominación tienen la particularidad de representar formas muy diversas de victimización en el marco del conflicto armado colombiano.
Leyner Palacios representa a las víctimas de la masacre de Bojayá. Es una de las cientos de personas que se encontraban en la iglesia del caserío el día en que integrantes de las Farc, en medio de un combate contra el bloque Élmer Cárdenas de las AUC, lanzaron un cilindro bomba que atravesó el techo de ese refugio improvisado y mató a 79 personas.
Palacios perdió a más de 30 familiares en ese ataque ocurrido en mayo de 2002. Hoy integra el Comité por los Derechos de las víctimas de Bojayá y en representación de su comunidad hizo parte de una de las comisiones que viajó a La Habana para participar de una audiencia con los negociadores del Gobierno y las Farc.
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Luz Marina Bernal, por su parte, también viajó a Cuba como parte de una de las delegaciones de víctimas. En su caso, lo hizo en representación de los familiares de las personas asesinadas en los llamados falsos positivos.
Su hijo, Fair Leonardo Porras, tenía 26 años cuando en enero de 2008 un grupo de militares lo retuvo en Soacha. Permaneció desaparecido durante varios meses hasta que fue identificado por Medicina Legal en Ocaña, Norte de Santander. Los militares que lo retuvieron, lo asesinaron y lo presentaron como guerrillero muerto en combate.
Fue una de las cerca de 5.000 víctimas civiles de ejecuciones extrajudiciales que habrían caído a manos de integrantes de la Fuerza Pública entre 2002 y 2010, de acuerdo con cifras recogidas por la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Pese a amenazas y presiones, Bernal ha tomado la vocería de las víctimas de estos crímenes de Estado.
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Constanza Turbay es sobreviviente de la masacre que las Farc cometieron contra su familia el 29 de diciembre de 2000. Ese día, integrantes de la Columna Móvil Teófilo Forero detuvieron tres carros blindados que se movilizaban por el municipio de Puerto Rico, Caquetá.
En uno de los carros viajaba su hermano Diego Turbay Cote, entonces presidente de la Comisión de Paz de la Cámara de Representantes. El representante y seis de sus parientes fueron asesinados. No fue la primera vez que esa familia era víctima de las Farc. En varias oportunidades sus miembros habían sido sometidos a amenazas, secuestros y extorsiones.
Constanza Turbay también hizo parte de una de las delegaciones que viajó a La Habana. En el encuentro que sostuvo con los negociadores de paz de esa guerrilla, “Iván Márquez” le pidió perdón por lo sucedido: “Lo de las Farc con tu familia fue un error muy grande, yo te pido perdón”, le dijo el jefe guerrillero.
Por su parte, la periodista Jineth Bedoya fue víctima de secuestro y abuso sexual por parte de tres paramilitares que la tuvieron retenida y abusaron de ella durante cerca de 16 horas en agosto del año 2000.
Bedoya investigaba para el periódico El Espectador un caso de tráfico de armas que involucraba a integrantes de la Policía Nacional y de las Autodefensas Unidas de Colombia. Los paramilitares le tendieron una trampa y luego de golpearla, violarla y creerla muerta la dejaron abandonada a un costado de una carretera.
Su caso fue declarado en 2012 crimen de lesa humanidad y Bedoya ha decidido contar su drama en diferentes partes del mundo con el ánimo de evitar el silencio sobre esta forma de violencia. En La Habana, Cuba, lo expuso frente a las delegaciones negociadoras del Gobierno y las Farc.
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José Antequera Guzmán es el hijo del líder político del mismo nombre asesinado el 3 de marzo de 1989 en el aeropuerto El Dorado, en Bogotá. Integrante de la Unión Patriótica, Antequera padre fue una de las más de 5.000 víctimas que dejó la operación sistemática de exterminio contra ese partido político.
Antequera Guzmán, quien tenía cinco años cuando su padre fue asesinado, viajó a Cuba en agosto de 2014 en la primera delegación de víctimas para contar su caso y su visión sobre el proceso.
Luego de la nominación al Nobel de Paz publicó en su blog una carta en la que, afirma, se trata de un reconocimiento a quienes han defendido la causa por la paz de Colombia y “a las víctimas que han convertido su experiencia en el fundamento de los cambios que fueron negados y traicionados, una y otra vez, antes de que el conflicto se convirtiera en un infierno. Y por supuesto, también para el grupo de las 60 a quienes nos tocó ir a la Habana, y pusimos todo de nosotros para darle un empuje al proceso del que no conoce el país, pero que nosotros atestiguamos orgullosos de haber aportado a un cambio trascendental para la historia”.