Semillas de Apego es el plan piloto educativo que se pondrá en marcha en febrero en una de las regiones más afectadas por en conflicto: Tumaco.
Los hechos ocurridos en el 2017 indican que Tumaco no parece conocer el posconflicto. En su mayoría, los niños que habitan las veredas del municipio son hijos de víctimas de conflicto armado, de las disidencias de las Farc u otros grupos armados ilegales. La situación es tan seria, que incluso las Fuerzas Armadas acaban de enviar –como primera determinación de 2018– un contingente de 2.000 hombres para reforzar la seguridad y retomar el control de la zona.
Tumaco, además, se caracteriza por tener uno de los índices más altos en Necesidades Básicas Insatisfechas (76 por ciento), baja calidad en educación y, especialmente, mala atención a la niñez. Por todos estos problemas, será la primera región en recibir el plan piloto del programa de atención psicosocial ‘Semillas de Apego’, una estrategia educativa pensada para las poblaciones vulnerables en el posconflicto.
El programa fue creado por la Universidad de los Andes y Genesis Foundation, y comenzará oficialmente en febrero próximo. Consistirá en una serie de procesos de sanación y una reconstrucción de las capacidades emocionales tanto de los padres como de los hijos a través de diferentes actividades.
Por ejemplo, “si un hijo piensa que va a ser abandonado por sus padres porque durante el conflicto ellos tuvieron que dejarlo solo, él no tendrá espacio para explorar el mundo y desarrollar habilidades básicas. Eso es lo que tenemos que reparar”, explicó Arturo Harker, uno de los creadores de Semillas de Apego y profesor de los Andes.
El programa busca que “los padres recuperen sus necesidades emocionales, para que por este medio, fortalezcan su vínculo afectivo con sus hijos y así puedan ser su escudo protector en situaciones de adversidades extremas de violencia o pobreza”, nos contó el profesor.
Objetivo de los próximos años
El plan atenderá a 750 madres y padres hasta finales del 2019, y será dividido en cuatro etapas distintas. Cristina Gutiérrez, la directora de Genesis Foundation, explicó que se planea llegar a 2.500 niños por medio de 27 centros especializados que ya se empezaron a construir en la región.
Harker explica que la importancia de este programa radica en los efectos a largo plazo que tiene la violencia armada en los niños, que suele generarles un estrés tóxico. “El estrés hace que los humanos prendamos un sistema de alarma que nos ayuda a sobrevivir y nos prepara para situaciones que consideramos adversas. En un niño, este sistema puede jugar una mala pasada. Imagínense vivir con una alarma de incendios prendida todo el tiempo. Cuando tenemos esta alarma prendida, especialmente en lo procesos de crecimiento, se desfavorecen los sectores del cerebro que son de conexiones, es decir, las partes donde se encuentran nuestras habilidades más útiles para vivir en la sociedad moderna: paciencia, atención, memoria y empatía”.
En pocas palabras, el estrés que genera la violencia –especialmente en los primeros cinco años de vida– hace que la arquitectura cerebral de los niños cambie. Por esto, Semillas de Apego es un programa que tiene un bomba de tiempo en sus manos.
De las casi 8 millones de víctimas que deja el conflicto, medio millón son niños entre cero y cinco años. Justamente con ellos este programa busca hacer una ‘revolución silenciosa’ para entender la incidencia del programa en 20 o 30 años, cuando los niños atendidos ya empiecen a desempeñar su vida social en la universidad y el trabajo.
¿Por qué invertir en el programa Semillas de Apego en un país que tiene recursos limitados para su posconflicto? Fue la pregunta que le hicimos a Gutiérrez, teniendo en cuenta que el programa costará alrededor de 3.000 millones de pesos. Ella respondió sin dudar que “la educación es una herramienta importante para la construcción de paz y la reducción de la inequidad”.
Sin embargo, este es un programa que ha sido diseñado en la academia y no la práctica, por tanto no se sabe si los métodos de conciencia plena, mindfullness o terapia cognitiva conceptual servirán en la población de Tumaco. Es decir, los métodos para que los padres recuperen sus necesidades emocionales y fortalezcan el vínculo afectivo con sus hijos, nunca ha sido puesto en práctica en Colombia.
Cuando le preguntamos a Harker cómo asegurarse de que el programa pasará de la academia a la práctica, él respondió que “tratarán de aportar desde la academia ayudando a la creación de metodologías basadas en evidencias, en casos reales. A través de este tipo de ejercicios –que no solo incluyen metodologías que han sido usadas en otros países– nos encargamos de levantar evidencia propia para saber si las políticas son efectivas y si el dinero se está invirtiendo correctamente”.
Con este panorama, es evidente que los resultados no serán inmediatos pero tendrán una incidencia a largo plazo en el país. Si funciona, será replicado en otras zonas de Colombia que tengan problemas con la niñez y el conflicto armado. Por ahora, Tumaco es la prioridad.